Unknow

By Mysweettie

72K 3.2K 92

Isabella Swan es la capitana de las animadoras de su instituto en Nueva York. Tiene todo lo que desea: unas a... More

Unknow
Capítulo 1. Cuando menos lo esperas
Capítulo 2. Expertos
Capítulo 3. Genial... ¿Se nota el sarcasmo?
Capítulo 4. Inesperado
Capítulo 5. Un golpe de suerte
Capítulo 6. La nueva
Capítulo 7. El rebelde
Capítulo 8. Cambios
Capítulo 9. Pasado y presente
Capítulo 10. Reflexión y sorpresas
Capítulo 11. El momento
Capítulo 13. No más, por favor
Capítulo 14. Amigos nada más
Capítulo 15. Nunca digas nunca
Capítulo 16. Cambios
Capítulo 17. Decisiones
Capítulo 18. Recaída
Capítulo 19. Y, finalmente, sucedió
Capítulo 20. Inesperada situación
Capítulo 21. Confesiones
Capítulo 22. La decisión está tomada
Capítulo 23. Apariencias
Capítulo 24. Afrontarlo
Capítulo 25. Tú... aquí
Capítulo 26. Somos adultos
Capítulo 27. Cenizas quedan
Capítulo 28. Imbécil y cobarde
Capítulo 29. Encuentros
Capítulo 30. Asuntos del pasado
Capítulo 31. Para siempre
Capítulo 32. Cuentos de hadas
Epílogo

Capítulo 12. Impulsos

2.4K 96 2
By Mysweettie

Alice

Solté un suspiro de alivio en cuanto me subí al asiento del coche y escuché la risa de Jasper proveniente del asiento del conductor mientras el motor se encendía.

-¿En serio estabas tan nerviosa?-me preguntó.

-¡Pues sí!-le dije como si fuese lo más obvio-. Mis padres no están acostumbrados a que les presente a mi novio. No es que piensen que soy una santa pero…

-Ya ves que todo ha salido bien. Y cambiando un poco de tema… ¿A dónde te apetece ir? Es viernes, hay que hacer algo para entretenerse.

-¿Y si vamos a tu casa?-sugerí.- Creo que tienes una colección de discos que enseñarme.

-Rose ha salido con Emmett, y no hay nadie hasta nuevo aviso-razonó.

-Perfecto, vamos allí.

Asintió y condujo en silencio por diez minutos. Rodeó el coche con elegancia y me ayudó a bajar. Luego me dejó pasar primero al interior de su casa. Me quité la chaqueta y observé con atención cuanto me rodeaba, nunca había estado aquí antes. Era todo muy bonito y moderno, pero con el toque rústico que Forks contagiaba a sus habitantes. Todo estaba impecable y en su sitio. Él me dijo que me sentase en la sala y le esperase, no pasó mucho tiempo cuando volvió a aparecer y trajo consigo esa colección de discos. Era nuestro cantante favorito y nunca había visto todos sus CDs juntos. Después de un momento de silencio en el que me dediqué a observar las carátulas con toda la admiración de una fan, miré a mi novio. Me observaba desde su posición, con una curiosa sonrisa en sus labios y un brillo especial en sus ojos verdes.

-¿Qué miras?-pregunté entonces.

- Pareces una niña con un juguete nuevo.

Sonreí.

-Es que es asombroso que tengas todos sus discos. Yo nunca he podido comprármelos.

-Entonces son tuyos-me dijo.

-¿Qué? No-me negué-. No puedo aceptarlos.

Los cogí y se los entregué, pero él los empujó suavemente hacia mí.

-Te los regalo, ahora son tuyos.

-Eres un testarudo.

-La testadura eres tú por no aceptarlo.

-Está bien-le miré, sonreí y le di un beso.

Movió sus labios encima de los míos y en un momento nuestras lenguas estuvieron unidas, rozándose, probándose, gustándose como siempre. Dejé los discos en la mesa sin dejar de besarle y me acerqué más a su lado para poder pasar con comodidad una mano hacia su nuca, y aferrar sin hacerle daño mi mano a su pelo para profundizar más el beso. Nuestros labios unidos cada vez estaban más ansiosos, y yo más ansiosa de tener a Jasper lo más cerca posible de mí. Él posó muna mano en mi cintura y me echó en el sofá. Nuestros cuerpos quedaron apretados el uno contra el otro, mi corazón palpitaba enfebrecido. Sentí cómo su otra mano bajaba desde mi cuello, recorriendo el camino de curvas que formaba mi hombro, brazo, cintura, cadera, piernas, y se enroscaba en la rodilla para subirla a su pelvis.

En ese momento reaccioné, abrí los ojos y repentinamente me senté quitándomelo de encima. El recuerdo de un dolor se posó en mi cuero y allí se quedó. Yo sabía que no era real pero seguía ahí, torturándome a pesar del tiempo que ha pasado. Me quedé mirando un punto fijo infinito. Sentí la mano de Jasper en mi hombro y m sobresalté, di un grito ahogado y por impulso me separé un poco de él.

-Alice-me dijo después de un rato de silencio-. ¿Te encuentras bien?

Yo no respondí.

-Lo siento-se disculpó-he ido muy rápido.

-No tienes por qué disculparte-respondí con voz apagada y más para mí misma que para él-. Yo soy la que no lo ha superado.

-¿Qué no has superado?-preguntó.

Negué con la cabeza. En realidad no era tan grave, pero… el recuerdo de aquella vez que intenté hacer algo más intenso que besarme con un chico, y lo mal que salió seguía en mis recuerdos intacto.

-No pasa nada-me dijo.- Sigo diciéndote que me he precipitado, no debería haberlo hecho.

-Quiero hacerlo, créeme que quiero hacerlo y que… te deseo, pero… No puedo.

Me levanté, cogí el bolso y el abrigo, me lo puse y salí de la casa. Me abracé a mí misma mientras caminaba de vuelta a mi hogar. De nuevo las inseguridades, y todo por su culpa, por culpa de alguien que no sabe esperar.

Edward

Ella se bajó de mi cintura y se quedó mirándome, luego apartó sus ojos chocolates de los míos y fue hasta las piedras donde habíamos dejado nuestras cosas. Yo ahora mismo no sabía cómo tomarme lo que había sucedido. Había besado a Bella Swan, y lo peor: me había encantado. De **** madre. ¿Y ahora? Cuando llegué a su altura ella ya se había puesto los zapatos y me esperaba de brazos cruzados y de pie. Yo me puse las prendas que me había quitado y cogí mi móvil y las llaves del coche. Sin decir una palabra empezó a andar en dirección al bosque.

El camino se me estaba haciendo más largo que en la ida, y parecía que Bella no estaba dispuesta a cruzar palabra conmigo. Cuando llegamos al coche abrió la puerta y los dos estuvimos dentro yo me decidí a hablarle.

-¿Vas a decir algo algún día?

-No es necesario, lo que ha pasado no significa nada.

-Estoy de acuerdo.

La conversación de tres intervenciones fue seca, no nos miramos a la cara y en seguida acabó. Ella arrancó y pronto estuvimos en el pueblo. Me dejó en mi casa sin siquiera un adiós y su coche desapareció por la esquina, yo entré, saludé a mis padres y pregunté por Alice. Había salido con

Jasper y Emmett estaba con Rosalie. Estos días al parecer los problemas en mi casa habían disminuido considerablemente y me alegraba por ello. Cuando salí de la ducha mi móvil sonó. Era Tanya.

-Hola-saludé. Miré por la ventana: ya anochecía.

-Buenas Cullen, ¿tienes planes a caso con Swan o algo?

-¿Disculpa?

-Mis fuentes me han dicho que se os ha visto saliendo juntos del instituto hoy a última hora. Y antes te he estado llamando y no me has cogido el teléfono. Así que he supuesto que estabas ocupado y por eso te llamo ahora.

-Estábamos dando un paseo porque no teníamos clase ninguno de los dos, mal pensada. No ha pasado nada.

-Ya ya… ¿Salimos hoy?

-De acuerdo, ¿a dónde?

-Hay un pub en Port Angels que dicen que está bien para pasar el rato. Hoy es noche de nuevos talentos.

-De acuerdo. Te paso a buscar a las nueve.

-Genial.

Colgamos y tocaron la puerta. Era mi madre.

-Hola cariño.

-Hola mamá.

-¿Vas a salir?

-Sí.

-Cuídate mucho, hijo.

-Lo haré.

-Tengo una noticia que darte, aunque creo que ya la sabrás dado que todo el pueblo está al tanto.

-¿De qué se trata?

-Puede que asciendan a tu padre.

-¿Y eso es beneficioso?

-Por supuesto hijo. Si lo ascienden, significa que vamos a tener más dinero, y hasta puede que una casa nueva.

-Entonces esperemos que le vaya bien.

Mi madre me dio un beso en la mejilla y me di con la mano en la frente. Necesitaba una moto a la de ya. Marqué el número de Jacob. No lo cogía. Volví a insistir y esta vez sí lo cogió.

-¿Diga?

-Jacob, soy Edward. ¿Estás liado?

-No… ¿Qué pasa? ¿Has tenido algún problema con la moto?

-Sí tío. Hace unos meses tuve un accidente y me he quedado sin ella. Estaba tan destrozada que no merecía la pena repararla. Necesito volver al taller.

-Muy bien. Se lo comentaré a Sam-Sam era el jefe del taller-. En cuanto me diga algo te llamo.

-Vale, gracias tío, muchas gracias. Sin moto es que ya no puedo vivir.

-Te entiendo.

-Y dime… ¿Qué tal te va todo? Hace mucho que no hablamos.

-Pues bien-respondió sin mucho convencimiento.

-Ya, ahora quiero la verdad.

-Estoy hecho un lío-se sinceró.

-¿Mujeres?

-Sí, ¿cómo lo has sabido?

-Las mujeres son la causa del 99% de las preocupaciones de los hombres. Por eso no me meto en nada con ninguna.

-Simplemente disfrutas del fascinante cuerpo femenino-ironizó. Yo me reí.

-No te burles, que vivo muy bien gracias a eso.

-¿Qué me aconsejas?

-si el problema es que te gusta una pero otra también te gusta… entonces estamos buenos.

-Pues eso es exactamente lo que me pasa.

-Ya se me ocurrirá algo para ayudarte. Ahora tengo que vestirme, voy a salir. Adiós y gracias de nuevo.

-Adiós.

A ver si con esta salida me olvidaba un poco del cosquilleo que aun tenía en los labios.

Bella

-Por fin has vuelto-dijo mi padre en cuanto entré por la puerta de casa-. Pensé que no ibas a llegar nunca.

-¿Recibiste mi mensaje?

-Sí pero luego te llamé y no cogías el móvil, he estado preocupado.

Miré mi teléfono. Efectivamente tenía tres llamadas perdidas de Charlie.

-He estado en un sitio que no había cobertura, supongo. Ya estoy de vuelta. ¿Has hecho algo de comer?

-He pedido pizza. Hay un trozo en el microondas.

Me dirigí allí, lo calenté y me senté. Me di cuenta del gran apetito que tenía. Ya al tercer glorioso bocado de pizza me sonó el móvil.

-Hola –saludó Jena-. ¿Se puede saber dónde te has metido?-me preguntó directamente. A la salida te hemos buscado como unas locas con Eric y hemos preguntado a casi todo el instituto.

-Estuve con Culeln fuera, dimos un paseo.

-Ya ya, quiero detalles.

-No ha pasado nada digno de mención-mentí-. Sólo hemos hablado y se podría decir que nos llevamos peor que antes.

-Ya, bueno a parte de para preguntar por tu paradero en las últimas horas, también te llamo para hacerte una invitación.

-¿a dónde?

-A una fiesta en mi casa. Es mi cumpleaños número dieciocho y mis padres se van de viaje, pero me han dicho que puedo hacer una fiesta en casa siempre que no se desmadre demasiado.

-Genial entonces, ¿para cuándo?

-Mañana. Por la mañana paso a buscarte en la furgoneta y vamos a Port Ángeles para comprarnos los vestidos. No va a ser una fiesta cualquiera, todos tienen que ir de rojo o negro.

-¿Black and Red en vez de Black and White?

-Ya sabes que no soy muy amiga de lo común.

-Lo sé de sobra.

-Bueno adiós.

-Chao guapa.

Después de comer fui al baño, me di una ducha caliente y me fui a mi habitación. Estaba navegando con mi portátil cuando me acordé de que hacía tiempo que no miraba el correo. Al abrirlo vi que tenía varios mensajes de publicidad sin ninguna importancia, uno o dos mensajes de Angela y Jess y por último, el boletín de noticias de Washington que me mandaban semanalmente, generalizando los sucesos más interesantes del estado. Hubo una noticia que me llamó la atención:

“Vándalos asaltan tiendas, roban varias casas y matan sus habitantes en Seattle”

Se me pasó su imagen por la cabeza y la preocupación me invadió. Tenía el móvil a escasos centímetros de mi mano derecha y la tentación era demasiado grande. Acabé por coger el móvil, marcar el número de aquel papelito con rapidez y ponérmelo en la oreja antes de que me diese tiempo a pensarlo bien. Al cuarto toque ya lo había cogido.

-Sabía que me llamarías.

-No es por lo que piensas. ¿Estás bien?-pregunté con preocupación.

-Sí, perfectamente-respondió extrañado-. ¿Por qué la pregunta?

-Me he enterado de lo de los asesinos/ladrones de Seattle, y…

-Y te has puesto nerviosa porque pensaste que me habían matado a mí.- Lo decía con cierta mofa.

-No te lo creas tanto, James-respondí-. Solo quería saber si seguías vivo.

-Porque te preocupaste. Se sincera. Estabas preocupada por mí. Te podrías haber acordado de otra persona, estoy seguro de que conoces a más gente en Seattle, pero en vez de eso has pensado en mí.

No le contesté, estaba muy ocupada mirando el auricular de mi móvil con odio. Me imaginaba que era James.

-Te he dicho que no te des tantos aires, vas a acabar sin abuela si es que no la has perdido ya.

-¿Cuándo nos vemos?

-En tus sueños. Te he dicho que no voy a volver contigo.

-Eso ya lo veremos, porque tú mucho hablas, pero luego mira cómo me llamas.

-Cállate, James.

Colgué sin darle opción a responder. Y era verdad, podría haber pensado en otra persona pero sin embargo James había sido el primero que había pasado por mi mente. Me di con la mano en la frente. Era imbécil Swan. Esa noche me dormí antes que ninguna otra noche de las que llevaba en Forks. Quería olvidarme de James, pero sobre todo quería sacar de mi mente y mis labios el beso de esta tarde. Porque para mi desgracia me había gustado demasiado y no sabía cuan peligroso podía llegar a ser eso. A la mañana siguiente desperté temprano, a la misma hora que mi padre se fue al trabajo.

-Papá, hoy voy a salir con las chicas por la mañana. Esta noche es el cumple de Jena y vamos a compararnos los vestidos.

-¿Y qué va a hacer Jena para celebrar su mayoría de edad, si puedo saberlo?-preguntó poniéndose la chaqueta con chubasquero negra.

-Una fiesta en su casa.

-De acuerdo, diviértete hija-me dijo.

Asentí, bostecé, él se fue y yo desayuné. Cuando estaba fregando los platos, el timbre sonó. Eran las ocho de la mañana, así que probablemente serían mis amigas. Echándome el pelo hacia atrás fui a abrir y me llevé una desagradable sorpresa.

-Hasta en pijama de vaquitas estás de escándalo-dijo con voz pícara. Yo rodé los ojos y empujé la puerta para cerrarla, pero su pie lo impidió y él la abrió-. Vamos Bella, ¿dónde quedó tu educación?

-En el pasado, un pasado del que tú, querido amigo, formas parte.

-Al menos ahora me llamas “querido amigo”-dijo con retintín-. Vamos, déjame pasar. Solo he pasado a buscar una pieza que le faltaba a mi coche al taller de la reserva. Ni siquiera he desayunado y recuerdo que haces unos crêpes que están de vicio.

Me lo pensé un momento, le miré a él, miré la cocina, miré mis pintas. Y pensé que quizás llegase a espantarle un poco, al menos para que dejase de insistir y poder ser amigos. La verdad era que no quería perderle del todo.

-Vale, pasa. Pero te comes los crêpes y te vas.

-Entendido.

Me sonrió, entramos a la cocina y me puse a preparar el desayuno. El silencio de la cocina era neutral. Iba a poner el primer crêpe en la plancha cuando me habló.

-Entonces… te has mudado con tu padre. Esperaba de ti todo menos esto.

-¿Cómo supiste la dirección de mi padre aquí?

-No la sabía. Bastó con mencionarle su apellido a una mujer para que me contase que es el jefe de policía, que su hija se había mudado con él y que vivís aquí.

¡Maldito pueblo de chismosos! No le contesté, yo seguí a lo mío. Terminé los crêpes y me di la vuelta ya con el plato en las manos, pero no pude seguir andado hasta la mesa, dejarlos allí y que él se los comiese para que se fuera lo antes posible. Me encontré con James casi pegado a mi cuerpo, mirándome a los ojos y sonriendo levemente.

-Apártate-le dije lo más firme que fui capaz.

-¿Y si no quiero?-contestó.

-Te apartaré por las malas-le contesté.

-Me gustaría verlo-me dijo.

Y lo malo fue que no supe apartarle por las malas, porque su cercanía no me ponía tan incómoda como debería. Cogió el plato, lo dejó en la encimera, me levantó el rostro y me besó. No fue un beso suave, en seguida su lengua buscó la mía, pero yo no estaba por la labor. Insistió dos veces más y dicen que a la tercera va la vencida. Me subió con facilidad a la encimera y justo en ese momento, cuando nos habíamos separado pero él iba a besarme de nuevo, tocaron la puerta. Escuché cómo de su boca salía una maldición y se hacía a un lado para dejarme abrir. Ahora sí que eran mis amigas.

-¿Aun estás así?-inquirió Lissa-. Lo tuyo es especial.

-Pasad, voy a vestirme ya.

Antes de que ellas pudiesen entrar James ya estaba detrás de mí, con la chaqueta puesta y dispuesto a irse.

-¿No vas a presentarme a tus amigas?-inquirió.

-Jena, Lissa, este es James. James, ellas son mis amigas.

-Encantada-dijeron ellas a la vez.

-Mucho gusto-contestó él.

Cogió sus manos y se las llevó a la boca para darles un casto beso en ambos dorsos. Luego salió, llegó a su coche, lo arrancó y le perdimos de vista al final de la calle. En seguida ellas me miraron y me metieron como un huracán en casa.

-¿Quién es?-preguntó Lissa.- ¿No será el James que suponemos que es?

-¿Cómo está aquí a esta hora?-preguntó Jena.- ¿No habréis pasado al noche juntos?

-¡Dilo!-dijeron a la vez.

-Lo primero, sí que es James, mi ex, lo segundo, ¡claro que no hemos pasado la noche juntos! Ha averiguado que vivo aquí y ha venido. Solo quería desayunar conmigo y hablar. Aunque debería cumplir lo que dice.

-¡Lo sabía!-dijo Lissa-. Por favor Bella, ¿me vas a decir que has hablado nada más con semejante tío en tu casa?

-Pues eso estaba intentando deciros. No, él me ha besado y habéis llegado justo a tiempo de que yo cometiese una locura y le besase.

-Yo alucino contigo, en serio guapa-dijo Jena-. Vamos, vístete, ya nos contarás por el camino más detalles.

Y hecho y dicho me vestí, recogí rápidamente la cocina y el salón y salí con mis amigas dirección Port Angeles. Cuando llegamos a la tienda ya me habían sacado de todo en cuanto a mi relación con James, y ahora tocaba probarnos vestidos hasta la saciedad. Esto iba a ser una locura.

Jacob

Si a mí algún día me llegan a decir que voy a estar entre dos mujeres, probablemente me hubiera reído en su cara con todas mis ganas. Pero ahora la situación no era para reírse. Sabía que Sharon estaba loca por mí, que le gustaba como algo más que como un amigo y a mí ella me parecía guapísima y tenía todo lo que yo buscaba en una chica y más. Pero desde que ella apareció, las cosas han cambiado. Cuando en la cascada estaba besando a Sharon, abrí un momento los ojos, una milésima de segundo que me bastó para tener alucinaciones de estar besando a otra persona. De estar besando a Bella Swan.

Ahora, un sábado a las nueve de la mañana, uno de estos días en los que normalmente me levantaba e iba al taller improvisado que tenía en mi garaje, estaba aun en la cama y pensando como un idiota en cual me gustaba más. Eso tendría que averiguarlo, y si Edward no era capaz de ayudarme a elegir, entonces lo tendría que hacer yo por mí mismo. Me levanté, me vestí con unos vaqueros, camiseta sin mangas negra y zapatillas deportivas y fui al taller que había a la salida de la reserva, donde mi amigo Edward y yo nos ganábamos dinero todos los veranos.

-Buenos días, chicos-saludé en voz alta para todos los trabajadores.

-¡Eh, Jacob!-ese era Embry-. ¿Qué haces tú por aquí? Creí que estarías en el garaje con Sharon.

-Otro día será. Hoy he venido para hablar con Sam.

-Pues escúpelo Jake, ¿qué se te ofrece?-dijo Sam saliendo de debajo de un coche.

-Quería saber si podrías admitir de nuevo a Edward en el equipo. Me pedido que te lo pregunte.

-Claro, siempre es un placer teneros a alguno de los dos por aquí. Puede venir a partir de mañana por la tarde. Ya se sabe el horario.

-Gracias Sam.

-¿Y tú no piensas volver?

-Quizás lo haga uno de estos días, quién sabe.

Y era cierto. Este taller de mecánica me servía mucho para distraerme de los problemas, y ahora que dos chicas reinaban mis pensamientos no veía mejor momento para volver a distraerme, y si así ganaba un dinerillo mejor que mejor.

Bella

Jena salió del probador con el décimo vestido que se probaba. Hasta ahora ninguno la había convencido, pero este era perfecto. Era rojo oscuro, escote de sirena y ajustado. En la falda sobresalía una especie de flores de la misma tela del vestido. Hacía que se viera un poco más morena y muy guapa. Los zapatos eran rojos también con unos diamantes plateados delante. Lissa se había decidido por un vestido negro hasta la cintura y luego rojo. Palabra de honor. Caía hasta por encima de sus rodillas y se entallaba muy bien a su cuerpazo moreno. Unos zapatos negros y lista.

Yo había elegido un vestido rojo también, hacía que me viese como una muñeca de porcelana, del mismo largo que el de Lissa. Me hacía un cuerpo de infarto y lo acompañé de unos zapatos rojos del mismo tono del vestido, con unos lacitos muy monos a los lados. Una vez las tres tuvimos nuestros vestidos nos fuimos a casa de Jena, donde nos vestiríamos y dormiríamos esa noche. Dejé un mensaje a Charlie, porque yo no contaba con esto, y luego fuimosa ver qué tal los preparativos. Estaba casi todo listo. La decoración era en rojo y negro también, la escalera que bajaba desde el centro de la casa hasta el gran vestíbulo tenía una alfombra extendida de leopardo rojo y negro, y globos de estos colores a los lados.

Se me había olvidado mencionar una cosa. La familia de Jena era prácticamente millonaria, pero eran muy modestos en cuanto a decirlo.

-¡Jena!-gritaron desde la parte superior de la casa. Un cabellera rubia se asomó por la escalera y sacó dos vestidos negros por ambos lados de ella.- ¿Cuál te gusta más?

-¡El de la derecha-señaló mi amiga.

-¡Gracias!

-¡Eh!-dijo Jena llamándola antes de que se fuera.- Baja aquí guapa, ¿qué son esos modales? ¿No te presentas?

La chica bajó corriendo a velocidad del rayo la escalera. Era igualita a Jena, excepto que su cara era un poco más cuadrada. El mismo pelo rubio, los mismos ojos azules y la misma gran sonrisa.

-Hola chicas, soy Terry, la hermana de Jena. Encantada-nos dio a cada una la mano.

-¡Terry!-otra voz femenina y esta vez fue una chica de pelo negro quien se asomó por la escalera.

La bajó en un momento, ambas chicas iban con calcetines.- No me decido por los zapatos.

-Ok, ahora te ayudo.

-Hola, soy Alice-se presentó la chica.

Era de estatura baja, pálida como todo el mundo en este pueblo excepto los quileutes y Lissa, el pelo negro y corto. Nos dedicó una encantadora sonrisa.

-Bella, Alice es la hermana de Edward-me dijo Jena. – Espero que no te importe que también le haya invitado a él a la fiesta.

-Claro que no, es tu fiesta.

Después de esa corta charla de presentaciones Alice y Terry se fueron escaleras arriba y nosotras seguimos a Jena durante toda la mañana y el mediodía para supervisar cómo quedaba la casa. Por fin llegó la hora de vestirnos, la fiesta empezaba a las nueve y media y nosotras contábamos con tres horas para ponernos totalmente guapas. Yo me alisé el pelo, Lissa se hizo lo mismo, y Jena se lo rizó y se cortó el flequillo recto. Las tres nos dimos un maquillaje que resaltase nuestros ojos y los labios de un color mate.

En poco tiempo la fiesta dio comienzo. La música resonaba por toda la casa, la gente se movía al compás, bebían, se rozaban, hablaban animadamente y se divertían. Quedaba mucha noche por delante, esto no iba a acabar hasta las cuatro. No había vecinos cerca que llamasen la policía, y a este pueblo le hacía falta un poco de marcha. Yo era una de las invitadas de honor junto con Lissa y Eric, que había llegado antes de que la fiesta diese comienzo.

Él también iba muy guapo, como nosotras. Ya había visto a más de medio instituto, y la casa seguía abarrotada. Me lo estaba pasando muy bien. Al que no había visto en ningún momento era a él. Sacudí la cabeza apartándole de mis pensamientos y fui a bailar con la cumpleañera. Al cabo de un rato ya no aguantaba los pies. Fui a sentarme y me encontré con que Alice venía a sentarse también, tocándose los talones de los pies.

-Vaya por Dios, no puedes ponerte tacones altos sin que te den dolores de pies-dije sonriendo.

-Coincido-le dije con la misma sonrisa.

-¿Cómo te cae mi hermano? –preguntó-. Creo que a veces puede ser insoportable.

-Sí, estás en lo cierto. Casi la mayor parte del tiempo lo es pero… Supongo que no me cae muy mal. Oye voy al baño. Luego seguimos hablando.

Me levanté, me despedí de Alice con la mano y subí las escaleras para ir al baño. Entré, crucé la esquina que había que cruzar para encontrar el váter, escuché cómo al puerta se cerraba detrás de mí y vi que no estaba sola. Delante de mí, de espaldas y mirando para la pared había un hombre. Y no cualquier hombre. Era Él. Se estaba subiendo los pantalones. Me apoyé en la pared y le miré sonriendo con los brazos y las piernas cruzadas. Fue a lavarse las manos y yo pensaba que no sabía de mi presencia allí.

-Hola Bella-me saludó.

-Hola Edward-le respondí con toda calma.

-¿Qué haces aquí?

-¿Te crees el único con derecho a mear de esta fiesta?

Cuando acabó de lavarse las manos se giró. Llevaba un vaquero negro, una camisa de botones negra con algún que otro desabrochado y las mangas subidas hasta los codos. Se despeinó o peinó el pelo, según se vea, y se acercó a mí. Yo no retrocedí.

-No, tú también puedes hacerlo.

Pasó por mi lado y se dirigió a la puerta. Yo fui hasta el váter y me senté sin pudor alguno por él. Estaba esperando escuchar cómo la puerta se abría y se volvía a cerrar, pero solo escuché un forcejeo. Me arreglé la ropa y fui a lavarme las manos.

-¿No te has ido todavía?-pregunté sin llegar a su posición.

-Me iría si la jodida puerta se abriese, Swan.

-Intentadlo otra vez, para ser un hombre estás bastante flojucho.-De nuevo los forcejeos. Cerré el grifo y me sequé las manos.

-Nada, no se abre.

Fui hasta allí, le aparté de un codazo e intenté por mis medios abrir la puerta. Pero no se abría. Volví a intentarlo, giré el pomo y empujé hacia fuera, jalé hacia adentro, pero nada era efectivo. Le di una patada.

-No agredas lo que no es tuyo-me reprendió.

-¡Esta mierda de puerta no se abre, joder!

-Pues grita a ver si alguien te escucha-me dijo con sorna y de lo más calmado. Se sentó en el borde del jacuzzi que había a un lado del baño y seguía mirándome.

-Eres de lo peor. Nadie va a escucharnos. ¡Esto es por tu culpa, joder!

-¿Es mi culpa que la puerta esté mal? No lo creo, no intentes echarme la culpa de todo lo malo que te pasa. No soy un buen chico, pero eso no te da tantos derechos.

Suspiré, volví a intentar abrir pero fue inútil. Me senté en la encimera del lavamanos y apoyé mi espalda en el espejo.

-lo siento-dije finalmente después de dos minutos de silencio-. ¿Y ahora qué hacemos?

-Esperar a que alguien venga y nos saque, supongo.

Se levantó, empezó a caminar hacia mi posición, pero yo no me daba cuenta de esto, estaba muy ocupada mirando el brillo tan interesante de sus ojos esmeralda y lo guapo que estaba esa noche. Llegó hasta el borde del mármol, su pelvis chocó con mis rodillas. Sin dejar de mirarme a los ojos y con sus apetitosos labios entreabiertos llevó sus manos hasta mi espalda y con un movimiento rápido hizo que quedase muy cerca de él, con las piernas abiertas cayendo a ambos lados de su cuerpo.

-¿Y qué se supone que voy a hacer aquí, contigo y encerrada hasta ve a saber cuándo?

-Se pueden hacer muchas cosas para matar el tiempo, Isabella-contestó con voz insinuante.

Yo sonreí más para mí misma que para él. Las copas que había bebido se me estaban subiendo a la cabeza, no había otra explicación que darle a lo que hice a continuación.

Continue Reading

You'll Also Like

2K 586 61
Un grupo de personas se quedan aisladas durante unos días de vacaciones en un pequeño hotel rural en plena sierra de Granada. Pero pronto la paz de a...
3M 177K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...
277K 15K 40
Ayla Walker pasó de ser una simple fan de la formula 1, que sólo fue a una carrera gracias a un concurso, a ser la nueva novia de Charles Leclerc, pi...