La Única (COMPLETA)

Bởi KathleenCobac

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Introducción
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
EPÍLOGO I
EPÍLOGO II
Preguntas rápidas La Única
RE EDICIÓN DE LA ÚNICA

Capítulo XXXVI

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Bởi KathleenCobac

Y aquí está el esperado capítulo final.

Espero haberle hecho justicia a cada escena porque tuve que sintetizar tres actos importantes en veinte páginas.

Los epílogos condensarán más detalles, pequeños, pero ahí se sabrán otras cosas.

¡Espero que lo disfruten!

Ya saben, tomates o flores, al final del capítulo.

...

XXXVI

No sabía dónde mirar, si al suelo, al cielo o a las personas alrededor.
Era todo tan surrealista. Hacía cinco días había sido secuestrada y encerrada en un Bunker bajo tierra, y hacía dos, el rey había muerto por culpa de mi secuestrador.

Parecía todo tan inverosímil en ese mismo instante. Incluso ver a Marco Antonio, a Nicoletta y a su madre ahí era irreal.

Siempre quise volver a verla, pero no así. No en medio de aquel funeral.

El sol estaba tibio y brillaba sobre nuestras cabezas. Todo alrededor era de una majestuosidad que rallaba en lo absurdo, pero tenía sentido, porque era al rey a quien estábamos enterrando.

La reina Amberly se mantenía erguida, con el mentón en alto y vestida de turquesa. Lucía magnifica. De vez en cuando se le escapaban algunas lágrimas, pero su fortaleza era lo que más nos llamaba la atención a todos.

Llevaba como nunca el cabello suelto sobre ambos hombros en una cascada de color chocolate que la hacía ver más joven. Usaba poco maquillaje, y una corona plateada y pequeña decoraba su cabeza.

Lo único que delataba su dolor, además de las lágrimas, eran sus manos entrecruzadas sobre el regazo que movía con nerviosismo.

A su lado estaba la Reina italiana, cuyo brazo derecho envolvía a Amberly por la espalda. Mis ojos vagaron por el jardín lentamente. A mi lado estaba Celeste, Kriss, Marlee, Mera y las demás chicas. A nuestro alrededor estaban los alcaldes de cada provincia con sus esposas, los soldados, y algunos periodistas seleccionados para cubrir el funeral.

Una banda tocaba una suave melodía que se balanceaba entre lo triste y elegante. Un compás más alto y podríamos haber hecho una fiesta en el jardín.

Suspiré sintiendo un extraño dolor en el pecho, algo angustiante pugnaba por salir. El jardín estaba dividido por una alfombra roja que terminaba bajo un toldo verde oscuro. Bajo él se refugiaban ambas familias reales y el ataúd donde finalmente reposaba Clarkson.

Como futura esposa del príncipe —y nuevo rey—, me habían dejado estar bajo el toldo. No sabía qué debía ponerme, pero en Illea las ropas funerarias exigían ser de colores según la Casta. A más alto rango, el color predominaba por la alcurnia. Personalmente me gustaba más ir de colores ya que el negro entristecía demasiado, pero no podía sentirme de azul —como era mi vestido—, después de ver el rostro entristecido de Maxon.

Él estaba ante el ataúd vestido con un uniforme rojo repleto de medallas, y una orla blanca con el escudo de Illea cruzaba su pecho. Cada cinco minutos suspiraba, como si le costara comprender cómo diablos habíamos llegado a esa situación en tan pocos días.

Un sacerdote presidió el funeral con un discurso del que entendí la mitad de las palabras. Odiaba que la formalidad tuviera que utilizar conceptos rebuscados para hacerlo elegante y digno de quienes estaban alrededor. Logré retener algo relacionado con la dignidad, el sacrificio y el coraje. Luego profundizó en la familia, el honor y finalmente en su legado, presentando a Maxon.
Lo vi tragar saliva y se acercó al ataúd con una mirada extraña. Luego del asesinato de su padre había evitado las visitas e intercambios de palabra con cualquiera de todos nosotros. Pasó los últimos días con su madre, sin salir de la habitación, sin querer verme.

En algún momento creí que todo aquello había sido mi culpa. Maxon había discutido con su padre por mí y ni siquiera logró arreglar las cosas con él antes de morir. Durante el funeral sus ojos estuvieron fijos sobre el ataúd, en ningún momento me miró.
Sabía que de todas las cosas él jamás habría querido ser rey en aquellas circunstancias. Pero no le quedaba más opción que aceptar el duro golpe del destino.

Inhaló profundamente y alzó la mirada. Los focos de las cámaras que nos rodeaban emitieron un ruido al ajustar los lentes.

—Hoy es un día triste para todos —dijo con la voz gruesa, como si le apretara la garganta. Podía imaginarme su sufrimiento y el esfuerzo que estaba ejerciendo para no llorar en público, debía mostrar fortaleza—. Nos reunimos hoy para despedir a mi padre, el rey Clarkson Schreave, quien murió al intentar salvar mi vida —agachó la mirada un instante y después de un hondo suspiró volvió a elevarla—. Digo intentar, porque aunque no estoy herido ni muerto gracias a él, su sacrificio causó en mi una herida en el corazón que espero que sane con el tiempo —apretó los labios y miró hacia atrás, donde su madre le sonreía con tristeza y lágrimas en los ojos—. El ser humano es una criatura imperfecta. Cuando el poder cae en tus manos y hay tantas personas que dependen de ello, hay solo dos caminos: el del coraje o el del miedo —volvió a suspirar y a bajar la mirada—. El miedo nos trastorna y nos hace cometer actos atroces con tal de poder sobrevivir, con tal de poner mantener intacta nuestra historia, con tal de impedir que nos hagan daño —alzó los ojos nuevamente—. Creo que mi padre estuvo durante mucho tiempo solo, lo que lo llevó a tomar acciones vanas cuyo resultado terminó en una gran cantidad de guerras y conflictos internos en los cuales se vio atrapado y no vio salida. El resultado... —su boca tembló—... está a la vista —se lamió los labios—. La venganza. El legado de los Coil prevaleció solo para recuperar lo que en algún momento se les prometió por derecho. Pero al ser Gregory Illea quién asumió el poder, pronto el linaje militar se vio menguado. Y al pasar los años ninguno de mis antepasados fue capaz de solucionar aquella herida que ofendió el orgullo de toda una familia militar que tanto le había ofrecido a Estados Unidos en su momento. La herida se hizo más grande, más profunda y terminó por colapsar un sistema completo del cuál mi padre fue víctima sin que nadie de la familia real estuviera enterado—cerró los ojos con cansancio—. No puedo justificar sus acciones porque muchas de ellas no fueron acertadas. No obstante, debo admitir que su coraje para enfrentar esta guerra en soledad por tanto tiempo, únicamente por protegerme a mí y a mi madre, me ha enseñado que cuando amas a alguien no piensas en las repercusiones de tus actos. Simplemente actúas. Y ya, con el pasar de los años, esa soledad te trastorna y comienzas a batallar las guerras solo, tomando decisiones que terminan dañando justamente a quienes intentaste proteger desde un principio —Maxon apretó la boca en una línea recta y respiró con tanta fuerza que hasta a mí me llegaron a doler los pulmones. Podía sentir su corazón estrechado y el dolor al hablar. Estaba agotando todas sus reservas para poder hablar sin titubear, sin desmoronarse—. A pesar de todo, sigues siendo mi padre, y, como tu hijo... —hizo una mueca de dolor, su voz se quebró—... te extrañaré. Intentaré hacer lo posible por mantener tu legado pero también por cambiar los valores de esta corona. Y te agradeceré eternamente por enseñarme el coraje de aprender a enfrentar la vida. Tal vez nunca lo quise ver así, pero ahora lo entiendo perfectamente... —sus ojos finalmente me miraron. Después de días sin dirigirme la palabra, me estaba mirando—. Y no estaré solo —sonrió con tristeza—. Gracias por salvar mi vida, por dejarme vivir un día más —se acercó hasta el ataúd y se desprendió de una medalla que colocó encima de una corona de flores—. Hasta siempre, padre. Dónde sea que estés, espero que mis palabras lleguen a ti. Que sepas que te quiero... y que te perdono.

Se desplegaron alrededor aplausos entusiastas, principalmente de los criados y de los soldados. Recorrí con la mirada las personas a nuestro alrededor y vi que Marco Antonio junto a Philippo también aplaudían entusiasmados. La única que no lo hacía era la reina, que había comenzado a llorar en silencio.

No sabía si era irrespetuoso o una linda muestra de cariño. Sin embargo, preferí guardar silencio. Sospechaba que muchos estarían celebrando la muerte del rey y no las palabras de Maxon, aunque estaba casi segura que la reina lo había percibido de ese modo.

Cuando el funeral dio por finalizado nos alejamos hacia una recepción en los jardines bastante sobria. Maxon les ofreció a los camarógrafos y periodistas quedarse a comer algo siempre y cuando no filmaran ni publicaran nada de aquel momento íntimo de la familia y los amigos. Y curiosamente, muchos aceptaron.

Cuando me aparté, Nicoletta apareció ante mí con los brazos abiertos.

—Es una lástima tener que reencontrarnos siempre en momentos así —me dijo cuando la abracé. Al separarnos le sonreí desganada—. Pareciera que estamos destinadas a encontrarnos cada vez que sucede una desgracia.

Agité la cabeza.

—Me alegra que hayan podido venir.

—No podíamos quedarnos sin asistir —dijo enganchando mi brazo. Ambas comenzamos a caminar hasta los setos—. La muerte del rey fue algo realmente inesperado —sacudió la cabeza—, y todo eso de los rebeldes del sur y su líder... —tembló—. Realmente Maxon usó sabiamente las palabras al referirse a su padre como un hombre valiente que enfrentó todos esos problemas solo, aunque causó mucho daño en el camino.

Me encogí de hombros recordando todo aquel daño. Por alguna razón algo dentro de mí solo podía agradecerle por haber salvado la vida de Maxon, pero había demasiadas cosas que eran difíciles de perdonar.

—Sí...—susurré mirando una flor que se asomaba por entre las plantas del seto. Suspiré y luego la miré con una sonrisa—. ¿Se quedarán por mucho tiempo?

Me sonrió con picardía.

—Hasta después de la boda —la miré con sorpresa—. Porque... ¿habrá boda, no?

Apreté los labios y nos detuvimos.

—Nicoletta, yo...—miré hacia todos lados, incómoda—. La verdad es que no sé que vaya a suceder ahora. Maxon no me habla desde la muerte de su padre y no me ha pedido formalmente que me case con él...—suspiré—. Así que no sé qué va a pasar ahora conmigo.

El ceño de ella se frunció y luego hizo un gesto con la boca como si le molestara algo en los dientes.

—Entonces, esperaré —se miró las uñas y luego arrancó la flor que colgaba del seto colocándosela en el pelo—. Necesito saber a nombre de quién hacer la invitación para mi coronación.

Por un momento sus palabras me parecieron de lo más natural hasta que encajaron las piezas.

—Espera, ¿qué? —sacudí la cabeza—. ¿Cómo que tú coronación?

La sonrisa de Nicoletta se amplió, divertida.

—¿Qué no te dijo mi hermano? —se cruzó de brazos riendo—. Hace un mes le escribió a mi padre pidiéndole formalmente la renuncia a la corona porque encontró a una chica —parpadeé rápidamente.

—¿Celeste?

—Ella, sí —sacudió su cabello—. Lo que es irónico, pues recuerdo que ella no era muy agradable cuando la conocí. Me extraña imaginarla como cuñada.

—Espera, espera... ¿Philippo renunció a la corona por ella?

Me miró sorprendida.

—Oh, realmente no lo sabías —se mordió el labio y miró hacia todos lados, luego se acercó hasta mi oreja—. Mi hermano le pidió que se fuera con él a Italia. A mi padre solo le satisface el hecho de verlo sentar cabeza, así que aceptó su dimisión a la corona siempre y cuando hiciera algo productivo con su vida junto a esa mujer.

—¿Y qué harán? —pregunté aún procesando la información en estado de shock.

—Aunque no lo creas a mi hermano siempre le gustó mucho la administración, no estar a la cabeza de algo, sino, que trabajar desde atrás. Papá le dio permiso para realizar algunos estudios en diferentes lugares del mundo administrando cadenas hoteleras, casinos y restaurantes.

—¿Y celeste irá con él? —pregunté asombrada.

—Eso parece, o al menos... eso es lo que dio a entender cuando dijo que se iría a recorrer el mundo con una mujer —alzó una ceja suspicaz, yo reí.

—¡Pero ella no me ha dicho nada!

Nicoletta rió.

—Es probable que ni siquiera aún se lo haya pedido, con todos los problemas de los últimos días apenas hemos tenido tiempo para informarle a Maxon que yo seré la nueva reina de Italia.

Comencé a reirá, anonadada.

—Pues, si es así... ¡Felicidades!

Hizo una reverencia.

—La verdad es que me lo esperaba, así que por eso mi padre me mantuvo estudiando junto a él. Después de Philippo yo era la próxima candidata al trono, porque Gulietta está muy joven y con la cabeza metida en fiestas y vestidos.

Recordé a la hermana menor de Nicoletta y la imaginé como cuñada de Celeste. Esperaba que mi amiga tuviera la madurez necesaria para no querer estropearle los vestidos o hacerle trampa para lucir por encima de ella. Porque Gulietta era preciosa.

—Es realmente inesperado, me alegro por ti y por ellos —dije con una sonrisa cansada. Nicoletta volvió a enganchar mi brazo con el de ella.

—Creo que de cierta forma agradezco ver a mi hermano finalmente haciendo algo que jamás creí que haría —rió—. Desde muy joven cambiaba de chicas como quien cambia de ropa interior, jamás se comprometió con nadie. Ninguna muchacha se convirtió en una novia formal. Así que cuando escribió diciendo que llevaría a una chica a Italia para que nosotros la conociéramos, realmente fue un gran impacto, más aún cuando aceptó la propuesta de mi padre —abrió los ojos sorprendida—. Cuando papá le dijo que solo aceptaría su dimisión si se comprometía con la chica y con el trabajo, Philippo simplemente aceptó —me miró entusiasmada—. Hacía mucho tiempo que no veía a mi padre tan orgulloso de su hijo. Cuando le dijo que había establecido una alianza con Illea a través de Maxon no podía creerlo.

—Sí, al parecer ambos nos han sorprendido —dije con un leve dejo de tristeza.

Se detuvo.

—¿Qué es lo que ocurre? Entiendo que estamos en pleno funeral, pero, esa tristeza no es por el rey ¿me equivoco?

Apreté los labios.

—Siento que muchas de las cosas que sucedieron fueron por mi culpa. A veces me pregunto qué hubiera sucedido si no me hubiese presentado a La Selección. Tal vez Maxon se habría casado con Kriss por amor y ahora estarían cumpliendo su primer año juntos, el rey estaría con vida y la guerra con los rebeldes sería tan normal como un día soleado.

Nicoletta rodó los ojos.

—America, es gracias a todo lo que pasó los últimos meses que esta guerra acabó. Sí, terminó con una desgracia, a nadie le gustan las desgracias. Pero se acabaron los conflictos. Maxon será rey y entablará la paz con Nueva Asia, ajustará la alianza con el Tratado y terminará con las Castas haciendo de Illea un mejor país —suspiró—. Si me lo preguntas, creo que a pesar de los últimos acontecimientos la paz finalmente vendrá para quedarse —amplió una sonrisa entusiasta—. ¡Y ambos seremos coronados en nuestros respectivos países! ¿No es genial? Podrán venir a Italia para las vacaciones las veces que quieran.

Reí desganada y me separé lentamente.

—Aún no sé qué va a ocurrir con nosotros —Apreté los labios—, pero te agradezco la invitación y el entusiasmo. Te mantendré informada apenas tenga novedades.

Me miró suspicaz y luego sonrió.

—Y espero que sea más temprano que tarde —me guiñó un ojo y se alejó por el costado saliendo del laberinto de setos. Me apoyé en la pared de plantas y cerré los ojos. ¿Qué ocurriría conmigo a partir de ese momento?

...

La recepción fue muy diplomática y respetuosa. Todos los alcaldes le rindieron honores al rey con discursos y saludaron a la reina entregándoles sus respetos.
Cuando llegó mi turno me miró con sus ojos tristes pero dibujó con esfuerzo una sonrisa. Abrió sus brazos y me acerqué hasta ella, abrazándola.

—Lo lamento mucho, majestad —susurré. Cuando nos separamos me miró con ternura—. ¿Estará bien?

Suspiró.

—Con el tiempo, sí... ahora lo único que quiero es ir a descansar —me acarició la mejilla—. Pero creo que la pregunta aquí es ¿cómo te sientes tú?

Parpadeé confundida.

—¿Majestad?

Rió con suavidad.

—Sé que Maxon ha estado ocupado estos días, pero tienes que entenderlo, ha organizado todo esto solo, y además ha tenido mucho trabajo con la reorganización del gobierno, las nuevas alianzas y todo lo que implica el armamento que quedó abandonado en el sur.

Asentí.

—Lo sé, por eso no lo he presionado a nada...

—Pero créeme, sé que está desesperado por tener un solo segundo contigo —sus ojos brillaron y sonrió por encima de mi hombro—. Y creo que ya lo encontró.

Me volteé a mirar y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Maxon venía caminando hacia nosotras. Intenté regular mi respiración. Verlo caminar con aquel uniforme, con la espalda erguida, el paso amplio y una sonrisa tímida me hizo sentir con un nerviosismo extraño, como si jamás hubiera hablado con un chico antes. Luego comprendí que era porque Maxon ya no era un príncipe, estaba a punto de ser coronado rey.

Estaba enamorada de un rey.

De repente me costó verlo de la misma manera, como si mis sentimientos no fueran suficientes para alguien como él.

Cuando llegó hasta nosotras hizo una inclinación sutil.

—Damas...—sonrió, sus ojos aún lucían tistes y cansados—. ¿Podría permitirme un momento, Lady America?

—Los dejaré solos —sonrió la reina. Cuando me volteé para seguirla vi que me guiñaba un ojo. Tragué saliva.

Cuando volví hacia Maxon mi corazón comenzó a palpitar con fuerza.

—¿Cómo te sientes? —pregunté para romper el hielo y controlar mis nervios. Se pasó una mano por la cabeza con pesadumbre.

—No lo sé...—admitió—. Es extraño que papá ya no esté entre nosotros. Es decir... no sé qué siento... qué debo sentir —miró a la reina que se alejaba hacia el palacio seguida de sus doncellas. Seguí su trayectoria y nuestros ojos se toparon con una de las mesas que estaban instaladas en el jardín. Todas las chicas incluyendo a Philippo, Carter, Gabe, Roger, Aspen y Valiant nos observaban con una sonrisa picaresca. Me sonrojé de golpe.

Desvié la mirada.

—¿Maxon? —lo miré preocupada, él frunció el ceño. Me mordí el labio antes de hacer la pregunta, temía que fuera inapropiada—. ¿Temes no...? —pausé y tomé aire—. ¿Temes no sentir lo que todos esperan que sientas?

Me sonrió.

—Me alegra que me conozcas tan bien —suspiró aliviado pero aún con una mueca entristecida. Me dio su brazo y yo lo enredé—. ¿Me acompañas?

—Claro.

Hicimos el camino hacia una zona tras los setos donde se abría un sector cubierto por paredes de hojas, justo al centro había una banqueta solitaria.

Nos sentamos, y Maxon, al saberse protegido y lejos de las miradas de todos, se desabotonó la chaqueta a la altura del cuello. Se apoyó en el respaldo con los ojos cerrados y respiró profundamente.

Estaba agotado física y emocionalmente.

—Es... tan extraño todo...—dijo al cabo de un rato, entonces me miró—. Disculpa por estar apartado estos días, intentaba comprender qué sucedía conmigo. Además de todo el trabajo que tuve que hacer después de la muerte de mi padre.

—No tienes que explicar nada, sé que ha sido difícil.

—Ese es el punto...—suspiró—. No lo ha sido...—me miró, sus ojos estaban cristalinos—. Era mi padre y lo quise, claro que lo quise. Pero... hizo tanto daño, me hizo tanto daño... y...—se apretó los ojos con los dedos y apoyó los codos en las rodillas inclinándose hacia delante—. A pesar del amor que le tenía a mi madre, aún así...—bajó la voz—... aún así tengo una hermana que nadie conoce. ¿Cómo perdonas eso? ¿Cómo...? Se supone que la amaba, fueron sus últimas palabras, entonces... ¿Por qué? ¿Qué debo sentir America? ¿Me ayudas?

Me miró tan agobiado que su dolor se traspasó a mi propio corazón. Podía comprender su confusión.

—Creo que sí quisiste a tu padre y lo querrás siempre, pero también creo que el daño que hizo causó que te decepcionaras y tal vez...—suspiré—, tal vez lo que sientes ahora que no está, es alivio. Y eso te hace sentir culpable. Porque la sociedad dicta que tienes que llorarle a tus muertos, quererlos y extrañarlos. Pero, si la persona no lo merece...

—Es justamente lo que siento —suspiró—. ¿Crees que...? ¿Crees que sea una mala persona por no sentir lo que debiera sentir? —preguntó preocupado. Le sonreí con ternura y le acaricié la espalda.

—Claro que no, ¿lo seguirás queriendo, verdad? Eso no significa que tengas que rendirle honores y llorarle si no lo sientes así —dije—. Es lo que pienso, claro. No es una verdad absoluta. La única verdad que conozco es que de mala persona no tienes nada —me miró, me sonrojé y le sonreí—. Eres la mejor persona que he conocido. Tu bondad, tu valor, tu sentido de justicia... Eres un gran ser humano Maxon, y sé que serás un gran rey también.

Se irguió y me miró de un modo extraño, se absorbió la nariz y se secó unas débiles lágrimas que cayeron por sus mejillas.

—Seremos —dijo entornando los ojos bajos las cejas, tomó mi mano donde había depositado el anillo el día de la boda con Kriss y me lo quitó. Fruncí el ceño. Mi corazón palpitó frenético. Suspiró—. Mañana será la coronación, es algo que no esperé que sucediera tan pronto. Sin embargo hay algo que si llevo deseando desde hace mucho y para eso sí que no quiero esperar más —Acarició el dorso de mi mano y se acercó—. America, sé que no es el mejor momento y tal vez el mejor día, pero... ya no quiero aplazar más esto. No ahora que ya solucionamos todos los obstáculos...—me sonrió y alzó el anillo ante mis ojos—. Así que aquí voy...—respiró hondo—. ¿Te casas conmigo? Y no aceptaré un "no" como respuesta —le sonreí con lágrimas en los ojos, un calor maravilloso se expandió por mi pecho—. Por favor... dime que sí... —suplicó cansado pero siempre con una sonrisa—. Me harías el hombre más feliz el mundo.

Comencé a reír entre lágrimas y sin decir una palabra simplemente asentí con rapidez.

—Sí —dije solamente cuando logré recordar cómo hablar. Él también rió con los ojos llorosos y volvió a colocarme el anillo en el dedo.

Comenzamos a reír de los puros nervios. Soltó mi mano y subió la suya a mi cuello, acarició mi mejilla y me acercó con fuerza.

El beso tenía sabor a lágrimas. Era una mezcla extraña entre alegría, tristeza y nerviosismo. Comenzó a reír sobre mis labios y yo lo imité.

Sin dudas la alegría y la paz fueron más fuertes.

Y ahí fue cuando en un arrebato de entusiasmo Maxon se puso de pie y me alzó con fuerza girándome por los aires.

Cuando me dejó en el suelo me besó otra vez con algo de torpeza debido al mareo por los giros. Al estabilizarnos, gritó:

—¡Me voy a casar!

Comencé a reír por su entusiasmo y entonces un montón de gritos frenéticos y aplausos invadieron aquel pequeño espacio donde estábamos.

De repente me vi envuelta entre abrazos, besos y felicitaciones. Ni siquiera comprendía qué estaba ocurriendo hasta que vi que entre Aspen, Philippo, Carter, Roger y Gabe alzaron a Maxon en el aire. Las chicas comenzamos a reír, se sentía todo tan irreal, pero tan perfecto a la vez. Fue genial verlos a todos ahí después de aquel funeral tan triste. Pero fue aún más sorprendente cuando a un costado vi a Valiant sonriendo, ligeramente inclinado hacia delante. Aún estaba convaleciente del disparo lo que explicaba por qué no podía alzar a Maxon con los demás. Me acerqué y extendió un brazo mientras con el otro se sujetaba el pecho.

Me acerqué con una sonrisa sintiendo una extraña emoción de culpa.

—Felicidades —rió cuando lo abracé, con cuidado, claro.

—Gracias —me alejé levemente incómoda. Seguía pareciéndome muy noble que no me recriminara nada por haber elegido a Maxon y que siguiera sonriéndome como siempre—. ¿Cómo te has sentido? Lamento no haberme aparecido los últimos días.

—Descuida, paso todo el día durmiendo —rodó los ojos—. Lena me inyecta algo para el dolor que me da sueño —bostezó—. Por suerte las dosis son cada vez menores —miró al grupo de los hombres saltando animados—. Extraño estar en acción. Necesito moverme, hacer algo fuera de la habitación, o me volveré loco.

Reí.

—¿Por cuánto tiempo deberás reposar?

—Hasta que la herida haya cicatrizado del todo —se miró el pecho y luego alzó los ojos hacia Maxon que reía junto a los chicos—. Pero ¿sabes? No me arrepiento de lo que hice —me sonrió—. Es muy difícil seguir la trayectoria de un disparo, menos si no tienes el tiempo suficiente para tener todos los sentidos alertas al momento que el enemigo levanta su arma —dijo con un tono extraño—. Pero ese día... —apretó los labios—... Ese día cuando vi que el rebelde lo estaba apuntando, mi cerebro analizó todo con una rapidez que jamás creí, sabía que si el hombre disparaba, Maxon probablemente no saldría con vida —explicó. Mi corazón palpitó con fuerza—. Pero al empujarlo y cruzarme en el camino de la bala, supe que yo no moriría. Maxon estaba en el lugar preciso, la bala podría haberle dado en el corazón, pero bastaba solo un milímetro menos para que no diera en el lugar correcto —suspiró y frunció el ceño como si aún le doliera el pecho—. Fue arriesgado, y sí, podría haber muerto, pero siempre fui bueno con los números, así que... no fue solo suerte que haya sobrevivido. Creo que simplemente hice bien el cálculo, fue arriesgado, pero...

—Gracias —dije emocionada—. Sé que nunca será suficiente y también sé que conoces el riesgo y el valor de lo que hiciste. Pero creo que jamás dimensionarás lo que realmente significó para mí —me llevé una mano al pecho—. Nadie hace eso por cualquiera. Y saber que estabas herido o que podrías haber muerto también me hizo daño. Espero que sepas que no solo Maxon estará en deuda contigo... yo también.

Sonrió animado.

—La buena noticia es que estamos los dos bien —dijo intentando sonar casual, sabía que lo había incomodado con mis palabras. Miró hacia el grupo de chicos e inclinó la cabeza hacia un lado—. Aunque lamento lo de Aspen.

Al girarme vi a mi amigo con un gesto de dolor que camuflaba al gritar y aplaudir. Desde que habíamos llegado al palacio había tenido que comenzar a usar un bastón. No sabíamos cuánto tardaría en sanar su pierna, pero sí era seguro que no volvería a tener la misma agilidad que antes. Y claramente haber hecho el esfuerzo de elevar a Maxon no ayudó a que su herida aliviara. Lo vi un poco más apartado apoyado del bastón a un lado de Lucy, ella le preguntó algo al oído y él asintió imperceptiblemente cerrando un ojo con dolor.

—Tampoco le va a gustar estar sin servicio —acoté con un suspiro—. Maxon quería ascenderlo a General, o al menos eso dijo cuando veníamos en el camión.

Valiant sonrió.

—Puede ser General y no combatir, solo dar órdenes y pautear estrategias, feliz lo seguiría —dijo entusiasmado—. Aspen es un gran líder.

Le sonreí de regreso y me dediqué a mirar el grupo. Entre las chicas estaba Lena, sus ojos claros me miraron un segundo y luego los desvió con rapidez. Se cruzó de brazos como si tuviera frío y fingió una sonrisa cuando Marlee le dijo algo.

—Disculpa...—lo miré incómoda—, no quisiera ser entrometida, pero... ¿Qué ocurre con Lena?

Valiant agachó la cabeza levemente y se mordió el labio.

—Lo estamos intentando de nuevo —dijo. No parecía muy convencido. Carraspeó y respiró hondo desviando la mirada—. Está asustada, y no la culpo.

—¿Asustada de qué?

—De que no pueda olvidarte —me miró y me sonrojé de golpe.

—Oh... —gracias cerebro por ser tan elocuente. Pero ¿qué podía decir?

El río.

—Sí, "Oh" —dijo divertido pasándose una mano por la cabeza. Sus ojos fueron directo a ella—. Creí que la había olvidado, que podía sobrevivir un día sin ella...—rió con gracia—, lo que es gracioso porque efectivamente sin sus cuidados tal vez no habría sobrevivido —apretó una sonrisa bonachona y algo brilló en sus ojos—. Después de un año llegué a creer que la había olvidado, pero verla aquel día cuidando de mí, no lo sé... fue como... fue como volver a los que éramos antes —me miró—. ¿Te estoy aburriendo, cierto?

Agité la cabeza.

—Para nada —dije sonriente—. Pero me alegra que hayas podido reencontrarte con ella como lo hicieron en el pasado —me mordí el labio—. ¿Qué cambió? Es decir... ¿Ella me dijo que tenía miedo de intentar algo más por Maya?

—Y yo le dije que Maya no solo necesita de nuestros cuidados, a ella le gusta verme feliz —dijo jocoso—. Así que después de muchas conversaciones, finalmente decidimos intentarlo de nuevo. Vamos lento. Ella aún duda de tener algo formal a pesar de que sigue celosa de ti —me sonrojé, ¿por qué no podía ser más sutil? —, pero sabiendo eso sé que aún hay posibilidades de intentarlo formalmente.

Lo miré sonriente y de repente se me ocurrió algo. Pero no era algo que pudiera hacer sola. Aún había mucho que planificar, así que esperaba tener tiempo para hacerlo después.

—¡America! —gritó Marlee que corría hacia mí, rodé los ojos.

—¡Tu bebé!

—¡Es un atleta! —exclamó cuando estuvo a mi lado—. Escucha, los chicos están planeando la despedida de soltero de Maxon y nosotras creímos que...—miró a Valiant—. Eh... no es que quiera echarte, pero no debes escuchar esto.

Valiant rió alzando las manos.

—Ya entendí —dijo divertido—. Iré a investigar qué le harán a Maxon.

Se fue caminando con lentitud. Cuando pasó cerca de Lena ambos se sonrieron de una forma... diferente. En mi fuero interno comprendí que poco a poco todo iba encajando en el lugar correcto.

—...de soltera —dijo Marlee. La miré.

—¿Qué? Disculpa... no te escuché.

Marlee rodó los ojos.

—¡Celeste quiere organizar tu despedida de soltera! Lo haremos en el refugio de Mera, en las cocinas, mañana en la noche.

—¿Y la de Maxon?

Se encogió de hombros.

—Ni idea —dijo sacudiendo una mano. Solo ahí recién comprendí lo que estaba sucediendo.

—Espera, espera —agité la cabeza—. ¿Una despedida de soltera?

—¿No es emocionante? —exclamó—. ¡Jamás tuve la mía! Así que espero que al menos una de nosotras la viva por las dos —se tocó la barriguita—. Además, ni siquiera puedo beber.

—Marlee...—dije quejumbrosa, ella alzó un hombro.

—Serás la futura reina, hay muchas cosas que despedir, majestad —dijo haciendo una reverencia. La empujé por el hombro.

—Tonta —reí.

—Viniendo de la reina, es un cumplido.

—¡Ya basta! —exclamé mientras nos alejábamos hacia las demás chicas. Con Maxon intercambiamos una mirada y ambos nos encogimos de hombros al darnos cuenta que la boda no era solo un mero trámite. Implicaba mucho más.

Nuestras vidas iban a cambiar para siempre.

...

Mi habitación jamás estuvo tan llena de chicas. Nicoletta me trajo desde Italia dos vestidos. Al asumir que yo estaría presente para la coronación y que me casaría, eligió algo increíblemente elaborado para el primer evento, que era esa misma mañana.

La coronación se realizaría en el mismo salón donde en cinco días más se haría la boda. Mi madre tenía su pasaje listo y no dejaba de llamar. Cada vez que hablaba con ella lloraba. Apenas la había mantenido al tanto de los detalles de las últimas semanas, y al saber todo lo que me había ocurrido, casi me sorprendió al decir que jamás debí presentarme a la Selección de haber sabido que todo sería tan peligroso.

Sin embargo luego se deshacía en lágrimas de felicidad porque finalmente me casaría.
May tampoco se quedaba atrás, llamaba cada media hora solo para saber detalles de cosas que ni siquiera estaban en los planes

Pero, una cosa a la vez.

La coronación sería al medio día y estaban todas las chicas increíblemente elegantes. Más de lo que probablemente estarían para la boda.

El vestido que Nicoletta me había traído era de corte antiguo y violeta. El corsé se ataba a la espalda con una cinta dorada y debajo de la falda de muchas capas y encajes tenía que colocarme una especie de armazón que lo mantenía inflado.

Paige armó un peinado sobre mi cabeza con muchas trenzas y Celeste adornó mi cuello con un collar de zafiros que brillaban tanto como la pequeña tiara que Marlee había colocado en mi cabeza.

Al verme al espejo parecía una reina. Y no sabía si aquello era bueno o malo.

—¿No es mucho? —pregunté. El vestido pesaba y además cargaba con tacones muy altos. Sostener el peso del vestido sobre ellos no era tarea fácil.

—Serás la futura reina y aparecerás en la prensa —dijo Celeste—. Tienes que verte majestuosa.

—Pero el rey será Maxon, yo seré reina después de la boda, no antes —me quejé—, la gente pensará que estoy aprovechándome del título.

—Que no te importe lo que otros piensen —dijo Marlee—. Serás la futura reina de Illea una vez que Maxon se case contigo, el país ya lo sabe. No necesitas demostrar nada.

Enredé mis dedos con nerviosismo sobre mi regazo. Inhalé aire y asentí.

—Esto es tan irreal —dije mirándome en el reflejo—. Jamás creí estar en esta situación... y en todas las que sucedieron.

Nicoletta se situó tras de mí y apoyó sus manos en mis hombros.

—Todas las cosas que te sucedieron las enfrentaste, luchaste, ganaste y creciste... eres mejor mujer ahora que cuando te fuiste America, confía en ti —me dijo mirándome a través del reflejo.

Apreté una sonrisa.

—Va ser medio día, deberíamos irnos —dijo Paige. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza.

Cerré los ojos.

Era hora.

...

El salón estaba sutilmente decorado. En realidad, era una ceremonia sutil y sencilla, no necesitaba de mucha pompa. Sin embargo detrás de la sencillez se distinguía la importancia de lo que significaba ser coronado.

Los periodistas seleccionados para la ocasión, tal como para el funeral, estaban ubicados cerca del trono, pero suficientemente lejos como para no estorbar. Resultaba curioso cómo desde la muerte del rey, que había sucedido en vivo, todos los medios habían decidido guardar la compostura a partir de ese momento. Era como si su muerte hubiese sido un ejemplo de devoción hacia su hijo. Porque los periodistas ni siquiera lo acosaban como solían hacerlo. Al menos yo esperaba que durara por mucho tiempo aquella paz.

Habíamos pocas personas situadas a cada lado de una alfombra larga y azul. Al final de ésta, estaba el trono, y parado al lado, el sacerdote. El mismo que había oficiado el funeral.
A un lado del sacerdote había algo parecido a un báculo, la corona descansaba sobre el trono.

Me alegré a ver la elegancia de la reina, porque se había colocado un vestido similar al mío. Lo mismo había hecho la reina Italiana, Celeste y Nicoletta.
Los hombres iban de traje negro o azul. Me sorprendió ver a Philippo ataviado con un elegante traje de dos piezas en tono azul marino. Distaba completamente de cómo se solía vestir para las fiestas.

Y además llevaba su cabello engominado. Celeste a su lado, se veía como una princesa. Sonreí al recordar que se iría con él a Italia para luego dedicarse a recorrer el mundo.

Al menos, para ambos, sus sueños de libertad se iban a cumplir.

En algún momento la música que estaba alegrando el ambiente, cambió. Se tornó más lenta, más elegante y mucho más melodiosa.

Luego descubrí que era una versión del himno de Illea mucho más bonito.

Las puertas se abrieron y por ella ingresó Aspen, vestido con el uniforme de general y apoyado en su bastón. A su lado estaba Roger, a quién había ascendido a Mayor.
Tras ellos venía un grupo de soldados vestidos de azul y blanco, y atrás de ellos, Maxon.

Aspen y Roger se hicieron cada uno a un lado, colocándose a un costado de la alfombra. Los soldados se dividieron en grupos de tres dejándole el paso libre a Maxon. Me quedé sin aire un segundo.

Llevaba un uniforme blanco con adornos dorados, y sobre su espalda cargaba una enorme capa roja que se arrastraba varios metros sobre el suelo.

Avanzó con el mentón erguido, la frente en alto y el paso seguro.

Celeste me guiñó el ojo. Me sentí súbitamente muy orgullosa y sabía que la reina también lo estaba, especialmente por la forma en la que miraba a su hijo, totalmente sobrecogida.

Al llegar al final, donde se situaba el trono, Maxon hizo una reverencia y se arrodillo apoyando solo una rodilla en el suelo. La capa tras él quedó perfectamente estirada sobre la alfombra.

El sacerdote alzó una mano y la música de inmediato guardó silencio.

—El linaje real hoy se abre a una nueva frontera. Como heredero al trono, tú, Maxon Calix Schreave, ¿juras responder ante el pueblo y sus necesidades, velar por el despojado, honrar a tus ancestros y actuar bajo las leyes y normas de la nación de Illea?

—Lo juro —la voz de Maxon se escuchó fuerte y clara. Mi corazón dio un salto.

—¿Jura velar por la integridad y la justicia, proteger nuestras fronteras y atender a la nación hasta el día de su muerte?

—Lo juro.

—Y por último, ¿jura mantener y respetar la historia de la nación, conservar sus valores, deberes y obligaciones?

—Lo juro —aquel último juramento fue aún más alto que los dos anteriores. Mi corazón estaba hinchado. El hombre que estaba agachado ante nosotros no se parecía en nada al joven que me había encontrado la primera noche en el jardín

—Dicho esto y bajo el poder que ejerce en mí el legado real, proclamo a Maxon Calix Schreave —tomó la corona del trono—, Rey de toda Illea.

Al depositar la corona en la cabeza de Maxon me vi tentada a aplaudir, pero todos mantuvieron el silencio y la calma. Miré a todos lados, las expresiones eran absolutamente respetuosas. Incluso era raro ver a Philippo así.

Cuando Maxon se puso de pie y se sentó en el trono, con la capa aplastada bajo sus piernas, el sacerdote le entregó el báculo en una mano y en la otra depositó un cofre pequeño.

—Pueblo de Illea, les presento a su nuevo rey —anunció el sacerdote—. ¡Larga vida al rey!

"¡Larga vida al rey!" gritaron todos.

Y entonces estallaron en aplausos sorprendiendo al sacerdote y a la reina, cuya compostura había fracasado al derramar algunas lágrimas.

Me descubrí a mí misma llorando de emoción.

Cuando nuestras miradas se encontraron, me guiñó un ojo, le sonreí de regreso.
Maxon había sido coronado rey, Maxon se había transformado en rey de toda Illea. Y yo... yo era su elegida.

El frío se coló por mi espalda al comprender que en menos de cinco días, me convertiría en reina.

...

La coronación se llevó posteriormente a cabo con una recepción pequeña. Maxon se vio forzado a quitarse la capa tanto por el calor que le daba como por el peso. Debía sentirse como yo con aquel tremendo vestido.

Cuando se acercó hasta mí le sonreí con dulzura.

—Felicidades, majestad —le hice una inclinación agachando la cabeza, pero él me tomó por la barbilla con cuidado, obligando a erguirme nuevamente.

—No me digas así, nunca —dijo con seriedad, fruncí el ceño.

—¿Y cómo debo llamarte?

—¿Qué tal solo Maxon, o... esposo, mi amor, querido...?—rodé los ojos—. Porque yo sí soy tu querido, ¿cierto? —bromeó. Reí de su chiste.

—Como digas, pero yo no te lo permitiré.

—Dijiste que si sobrevivía podía llamarte así —se rió.

Me acerqué a él sonriendo con burla.

—No aún majestad —le di un beso en la comisura de los labios y me acerqué a su oído al separarme—. Mientras no sea su esposa, sigue siendo el rey y yo su discípula —bromeé.

—¡America! —se quejó como un niño. Comencé a reír—. ¿Podrías seguirme el juego alguna vez?

Sonreí divertida y entonces me fijé en Valiant hablando con Aspen y Roger un poco más alejados de nosotros. Los contemplé pensativa.

—Me alegra que Roger haya sido nombrado Mayor.

—Tanto Aspen como él tienen excelentes aptitudes —dijo sonriente—. Con las nuevas políticas dejaré que trabaje medio día para que pueda pasar más tiempo con su familia.

—¿Lo dices en serio?

Me miró sorprendido.

—Claro, no quiero soldados que trabajen para mí como si fueran esclavos, quiero empleados felices —achicó los ojos—.... Lo que me recuerda...

Sin agregar nada más se alejó de mí hasta donde se encontraban ellos, los tres lo saludaron animosos y le golpearon la espalda con palmadas amistosas. Los observé desde donde estaba y comprendí casi de inmediato lo que quería hacer cuando apretó el hombro de Valiant alejándolo a un costado.

Sonreí. Maxon definitivamente sería un gran gobernante.

Los vi conversar por largo rato hasta que Valiant hizo un gesto de sorpresa, agitó la cabeza conmocionado y se llevó una mano a la boca. Mis ojos se humedecieron.

Después del funeral Maxon me había contado algunos planes que tenía pensados para los chicos. Uno de ellos consistía, por ejemplo, en darle a Mera la posición de Doctora en el palacio y trasladar a Asher al hospital de la ciudad. Otro, era el de nombrar a Aspen General. Con la pierna herida no podía dirigir un ejército, pero Maxon tampoco esperaba tener una guerra en su mandato. Al menos deseaba hacer las cosas más limpiamente que su padre con tal de evitarlas. Y con Aspen como general sabía que junto a Lucy podrían tener una mejor vida.
Lo mismo sucedió para Marlee y Carter. Los días que no pude verlo descubrí que había transformado a Carter en su mano derecha y a Marlee en mi asesora personal. Habían sido los primeros en estar libres de Casta, y aún les costaba acostumbrarse a andar por el palacio dando la cara ante la sorpresa de todos quienes los creían muertos en Panamá.
Y algo similar sucedió con Gabe, a quien Maxon le ofreció trabajo de asesor diplomático para que junto con Aspen manejaran el tema de las fronteras y los posibles ataques. Por supuesto Gabe no rechazó la propuesta, menos aún cuando se dio por liberado al pueblo rebelde del norte. Como rey quería reivindicar todo lo que tuviera que ver con ellos, así que le ofreció a la familia Illea, August y Georgia, que acababan de tener a su pequeño hijo Marid, un espacio en el palacio como asesores para ayudar con el cambio de Castas y restablecer el orden en el país.

Poco a poco las cosas iban cobrando un orden equilibrado, pero al que más deseaba cambiar para mejor era justamente a Valiant.
Debido a la enfermedad de Maya, Maxon estaba consciente que Valiant se había hecho soldado solo para poder darle una mejor atención médica, así que decidió que la corona correría con los gastos de la enfermedad de la niña todo el tiempo que fuera posible. Pero no era solo eso, dentro de sus planes estaba ofrecerle a Valiant volver al teatro. Conseguirle audiciones importantes y una casa donde vivir con Lena.
Era opción de él, por supuesto, decidir si quedarse en el palacio como soldado o seguir el sueño de toda su vida, pero por el abrazo que acababan de darse ya era obvia su respuesta.

De repente me sentí súbitamente triste, y es que no podía mentirme a mí misma. Pero sí extrañaría mucho a Valiant una vez que se marchase, y sabía que no sería la única.

Era increíble ver como todo poco a poco se ordenaba. Lo que el rey había intentado mantener por años a flote sin suerte, Maxon lo estaba reconstruyendo antes que el barco se hundiera. Y solo llevaba algunos días cambiando las cosas, no podía imaginar qué sucedería en los años venideros.

Los vi acercarse hasta mí, les sonreí a los dos.

—Gracias por esto —dijo Valiant. Negué con la cabeza.

—Fue idea de Maxon.

—Pero la propuesta fue tuya —le explicó—. America no quería que te trasladáramos a la frontera, y de hecho, tampoco yo lo habría aceptado. Aunque estamos manteniendo un régimen de paz gracias a las armas, los ataques fronterizos y el clima igualmente pueden matarte, así que consideré que la mejor idea era ofrecerte dos opciones —tomó aire—. ¿Te quedas en el palacio y te conviertes en mi asesor personal junto con Carter, o regresas al teatro?

Los ojos de Valiant brillaron.

—Creo que no necesito responder a eso, ya la sabes.

Maxon le palmeó la espalda.

—Entonces espero que nos invites a los estrenos, al menos así puedo jactarme que el protagonista es mi mejor amigo —rió.

Valiant le agarró el hombro.

—No es tan fantástico como decir que mi mejor amigo es el rey.

Ambos rieron y se abrazaron nuevamente. Al separarse Valiant hizo una reverencia.

—Muchas gracias por todo, y espero, de todo corazón, que sean muy felices —me sonrió amistosamente—. Estaré esperando mi invitación.

—Eres el padrino, no la necesitas —rió Maxon. Valiant se encogió de hombros.

—Quería asegurarme.

Con una palmada en el hombro se alejó hacia Lena que conversaba con Marlee y Celeste. Maya andaba junto a Mera, que parecía muy a gusto en compañía de la niña.

—¿Bailas? —me preguntó Maxon distrayéndome por un segundo.

—No es música de baile —fruncí el ceño al escuchar la música de salón, Maxon se encogió de hombros.

—Puedo solucionarlo —levantó un brazo y le hizo una seña a los músicos. Con un movimiento de la mano les indicó que tocaran algo más bailable, comencé a reír—. De algo que sirva ser el rey.

Y sin esperar a mi respuesta, me agarró de la cintura atrayéndome con él hacia el centro del salón. Al cabo de un rato todos se reunieron en torno a nosotros a bailar.

Sonreí feliz cuando descubrí que pronto, todos los días de mi vida serían así.

...

5 DÍAS DESPUÉS

Sí, habían pasado rápido. Las horas, los días.

¿En qué momento?

Nunca lo supe.

Mi corazón latía desesperado. Frenético. Las manos me sudaban.

Aspen rió a mi lado.

—Deja de moverte —pidió divertido—. Pareces a punto de salir arrancando. ¿No te piensas arrepentir, verdad?

Lo miré asustada.

—Claro que no —jadeé—. Pero eso no quiere decir que no esté nerviosa. ¿Cuánta gente hay?

Rodó los ojos.

—¿Es en serio? Ya te lo dije, unas doscientas personas.

Emití un grito agudo, pero su mano apretando la mía me calmó rápidamente.

—Estarás bien, solo... no mires a los lados.

Asentí.

Estaba detrás de las puertas del salón. Hacía veinte minutos había dado inicio la ceremonia. Tal y como había sucedido con Kriss todo tenía que seguir un protocolo establecido.

Cuando Maxon entró acompañado de su madre y llegó hasta el altar, comenzó un discurso de parte del sacerdote sobre la integridad y el respeto. Como ahora era rey, el discurso se aplazó un poco más, pero estaba demasiado nerviosa para poner atención.

Aspen sería quien me entregaría a Maxon, y mi madre, May, Gerad y Kena junto con James ya estaban adentro. Mamá no dejó un segundo de darme su perorata insistente sobre el matrimonio y los hijos mientras Paige me ayudaba con el vestido.

Por suerte Marlee logró alejarla de mí y llevársela al salón antes que comenzara a ponerse pesada.

Celeste se encargó de mi peinado y maquillaje, y entre Lucy, Mary, Kriss y Page me ayudaron con el vestido y los accesorios.

El segundo vestido que Nicoletta me había traído estaba destinado a ser el de novia. Al mirarme al espejo temblé de la pura emoción.

Tenía el escote acorazonado y por debajo se extendía un encaje que terminaba en las mangas. El encaje seguía hacia la espalda dejando un pequeño tramo descubierto. Y hacía abajo, una hermosa falda de tul se expandía hasta el suelo levemente inflado. Por encima lo decoraban algunas flores de encaje.*

Paige probó varios peinados en mí, hasta que finalmente decidió dejar un armado sencillo con algunas torceduras.

Me miré los pies una vez más fijándome que estuviera todo en orden, Aspen resopló.

—Ya basta, Mer. Estás bien. Te ves linda —rodó los ojos.

—Estoy muriendo de los nervios.

Me apretó la mano con más fuerza.

—Trágate esos nervios porque tenemos que entrar —me miró fijamente y luego alzó el mentón hacia delante. Mi espalda se electrifico, pero como por arte de magia me erguí como tabla y miré hacia delante sintiendo mi estómago retorcerse.

Las puertas se abrieron ante nosotros y apareció el salón decorado. No pude mirar a la gente repartida a cada lado de la alfombra. No quería ponerme más nerviosa.

Cuando Aspen enganchó mi brazo con el suyo, la calma me invadió, pero, cuando vi a Maxon al final del salón, ante el altar. El mundo a rededor desapareció.

Me sonrió de una forma inexplicable y yo intenté devolverle el gesto, pero mis ojos también pusieron atención en lo bien que le quedaba el uniforme de rey y novio.

Escuché las cámaras de fotografía, suspiros emocionados y risitas nerviosas.

Para cuando llegué al lado de Maxon, Aspen me ofreció su brazo.

—Estás advertido... —le dijo.

—Será la mujer más feliz del mundo, descuida —le contestó Maxon sin quitarme los ojos de encima.

Cuando mi mano y la de Maxon se juntaron se sintió... diferente.

Diferente porque aquel día comenzaba el inicio de nuestras vidas. Diferente, porque la última semana habíamos estado en peligro de muerte, habíamos vencido al enemigo y habíamos acudido a un funeral.

Era... irreal estar casándonos. Parecía una dimensión paralela.

Pero era correcto. Se sentía correcto.

Al unir nuestras manos el mundo desapareció. Por mi cabeza pasaron los últimos acontecimientos como una película rápida.
Siempre fue un misterio cómo era que Coil había sobrevivido a la caída, más aún, cómo había llegado al palacio sin ser visto.

Pronto descubrimos que no estaba tan solo cómo creíamos. Algunas de las personas que habíamos salvado del Bunker eran rebeldes camuflados. Al darse la alarma de su muerte lo encontraron colgando a mitad de camino de aquel desfiladero. Su fuerza y contextura física le habían ayudado a sobrevivir.
Llegó al palacio y pidió ayuda a los rebeldes ocultos. Ni siquiera Gabe logró verlo. Sin embargo distinguió a los traidores y logró sacarles la verdad. Lamentablemente ya era muy tarde. Porque cuando Gabe intentó advertirnos, su padre estaba disparando en pleno report.

Sacudí la cabeza para volver a la realidad. El sacerdote estaba hablando, sin embargo no le puse atención a todo lo que dijo. Mis sentidos estaban puestos en lo que estaba ocurriendo, en que me estaba casando.

¡Me estaba casando!

—Majestad, ¿algo que quiera decirle a su futura esposa? —preguntó el sacerdote. Me volteé sin comprender hasta que vi que Maxon sacaba un papel del bolsillo de su pantalón, mis piernas temblaron. ¿Había que escribir algo?

Carraspeó.

—Sí, sí tengo —desdobló el papel y me sonrió—. Disculpa por haber preparado esto, pero creo que jamás tuve el tiempo de poder encontrar las palabras apropiadas ni encontré el momento correcto para decírtelas—suspiró, y comenzó a leer—: "America mía. Hoy comienza el primer día del resto de nuestras vidas. Eso es lo que siempre dicen. Pero yo creo que nuestra historia comenzó mucho antes. Cuando un día, paseando por los pasillos, vi a una chica que necesitaba salir al jardín con desesperación. Fue hace más de un año, claro. Hace más de un año una de las Seleccionadas se ofreció a ser mi amiga para poder ayudarme a conquistar a una de sus mejores amigas —risas, sabía que era Marlee—. Pero nunca sospechó ni sospeché que mi mejor amiga, se transformaría en mi amada. En la única que me hizo sentir seguro de mí mismo, que me dio el coraje para luchar por lo correcto. Que me ayudó a ver el país con sus ojos. Tu sentido de justicia, tu sonrisa, tu energía, tu animosidad, todo lo que viene de ti es perfecto. Y lamento haber aplazado este momento por tanto tiempo. Cometí un error —me miró alzando una ceja—, creo que ambos los cometimos. Pero era inmaduro. Mi error me llevó a esperarte por más tiempo del que hubiera deseado. Me llevó a temerle a un país al que creí que deseaba verme casado con una elegida a la que iba a condenar a ser mi esposa sin amarla. Por suerte, ambos hicimos lo posible por aplazar esa boda —suspiró con dolor, miré a los invitados, Kriss, a un lado de Graham sonreía—. America, casi te pierdo. Más de una vez. Fue en aquellos momentos cuando descubrí que mi vida sin ti jamás tendría sentido. Cuando lo intenté, no dormí por noches, y cuando supe que tu vida corría peligro, no dudé un segundo en luchar por ti. En ir por ti. No me importaba morir por ti. A fin de cuentas si ambos moríamos, estaríamos juntos igualmente —mis ojos estaban opacando su imagen. Ahí descubrí que había comenzado a llorar—. Nunca supe cómo era este sentimiento. Lo había visto en otros, pero jamás lo había sentido. Hasta que te conocí. Y ahí comprendí por qué algunos lloraban, porque otros vivían con insomnio y por qué otros sonreían como idiotas —muchas risas llenaron el salón—. Cuando me descubrí actuando así, supe que era porque había encontrado el amor. El amor correcto. No una ilusión, no un enamoramiento juvenil. No. Había encontrado a la mujer correcta. Porque sencillamente mi vida no tenía sentido sin ella. Y casi te pierdo...—me miró acongojado—. Te perdí por un año. Y espero que si estás aquí hoy conmigo, es porque perdonaste mi estupidez —reí entre lágrimas—. Te amo, America mía. Y te amaré toda mi vida. Y si no sientes lo mismo, espero que mi amor sea suficiente para hacernos feliz a los dos."

Los suspiros no se hicieron esperar, incluso se escaparon algunos aplausos. Miré a Maxon y me sequé las lágrimas. Le tomé las manos y me mordí el labio.

—No será necesario —le dije, y luego fruncí la boca—. Podrías haberme dicho que ibas a decir algo tan bonito, porque ni siquiera preparé algo —las risas volvieron a llenar el lugar—. Pero, si de algo sirve, quiero que sepas Maxon, que no hay nada que perdonar. La gente comete errores, yo los cometí y tú también. Pero lo bueno es que aprendimos de ellos, los superamos y ahora estamos aquí. Nuestro premio es estar aquí. Juntos. Para siempre.

Suspiró aliviado.

—Para siempre —dijo, y sin esperar a que el sacerdote hablara arrojó el papel al suelo, me agarró del cuello y me acercó a su boca, besándome con fuerza.

Los aplausos estallaron alrededor. Cuando nos separamos el sacerdote sonrió.

—Se adelantaron —bromeó poniendo una caja delante de nosotros—. Esto solo lo hago porque es parte del protocolo —siguió bromeando—. Maxon Schreave, ¿aceptas a America Singer como tu esposa? —Maxon sonrió y tomó el anillo dorado que estaba en la caja.

—Desde el primer día —dijo colocando el anillo en mi dedo.

—Y tú, America Singer, ¿aceptas como esposo a Maxon Schreave y el título que lo acompaña?

Tomé el anillo y sonreí.

—Acepto —dije colocándole el anillo.

Esperé pacientemente a que el hombre nos diera el veredicto final, pero en su lugar rodeó el altar y cogió en sus manos una corona brillante. Mi corazón palpito con fuerza.

—¿Y acepta, bajo todas las condiciones anteriores, seguir con el legado Schreave como futura reina de Illea?

Tragué saliva. No era una coronación propiamente tal, pero se acercaba bastante. Maxon apretó mis dedos.

Asentí nerviosa.

—Acepto —temblé.

Agaché la cabeza y depositó la corona sobre mi cabeza. Había un silencio incomodo en todo el salón. Maxon me sonrió.

Cuando el sacerdote volvió al altar alzó un candelabro y anunció emocionado.

—Damas y caballeros, les presento a los nuevos reyes de Ilea, Maxon y America Schreave —Ahí fue cuando los aplausos llenaron el lugar junto con vítores y gritos entusiastas—. Puede besar a la reina.

El título me congeló por un segundo pero el beso de Maxon disipó cualquier duda o miedo que pudiera sentir. Me abracé a él con fuerza sin poder creer lo que acababa de suceder.

¡Nos habíamos casado! Y me había convertido en reina.

...

Luego de la boda realizamos una cena en el mismo salón donde habíamos dado con Kriss la fiesta para la llegada de Philippo.

Con Maxon bailamos el vals de los novios y compartimos el champagne. En el brindis todos nuestros amigos nos dieron palabras de aliento y discursos bellísimos que me hicieron llorar más de una vez.

Mi madre se arrojó ante mí con un grito de euforia que casi me arrojó al suelo. No dejaba de decir que siempre lo supo —que me casaría con Maxon—.

May era la más maravillada con toda la boda. Especialmente porque había podido vestirse de gala y jactarse de que su hermana era la reina. La vi posar ante las cámaras y comprendí que la había perdido con el mundo del glamour. Cuando la vi conversar con Celeste y ésta le enseñaba poses para posar ante las cámaras supe de inmediato que mi hermana en algún momento brillaría más que yo. Lo cual no me importaba tanto.

Miré hacia todos lados. Rincón al que miraba veía a mis amigos riendo, conversando y disfrutando. Roger había ido con su esposa, Aspen intentaba bailar con Lucy, aunque no podía moverse mucho. Pero lo que más me gustó, fue ver a Marlee y a Carter hablando con todo el mundo, totalmente libres y sin temor de ser descubiertos.

Celeste y Philippo conversaban con Nicoletta y los padres de él. Jamás había visto a Celeste mantener la compostura de la forma en la que lo estaba haciendo.

En algún momento me alejé y sentí una mano en mi hombro.

—¡Enhorabuena!

—¡Mera!

Nos abrazamos.

—Realmente les deseo lo mejor —le sonreí—. Y también quería que supieras que me vengo a despedir.

Parpadeé varias veces.

—¿Qué? ¿Te vas? —abrí la boca—. ¿No aceptaste la propuesta de Maxon?

Apretó la boca.

—America, viví en este palacio porque estaba amenazada por el rey. Por primera vez en toda mi vida estoy libre. Y no solo eso, sino que estoy libre de personas como Clarkson y Coil —suspiró aliviada—. Ahora podré volver a mi ciudad. Dedicarme a lo que mi madre hacía —rodó los ojos y luego se acercó con cautela—. Además, no me hace bien trabajar bajo presión con mi condición.

No comprendí de inmediato.

—¿Qué con...? —abrí la boca con sorpresa—. ¿Estás...? Espera... ¿Tú estás...?

Asintió y se llevó un dedo a los labios.

—Pero nadie puede saberlo aún, no quiero que me pidan quedarme para poder tener a mi hijo aquí en el palacio —agitó la cabeza—. Quiero que nazca en mi ciudad. Que tenga la vida que yo no pude tener.

—¿Es...? ¿Es de...?

—Avery, sí —sonrió—. Lamentablemente para ese entonces no lo sabía, así que murió sin saberlo. Pero mi hija sabrá todo sobre él.*

—¿Es niña? —pregunté entusiasmada— ¿Ya lo sabes?

Negó con la cabeza.

—No formalmente, pero la intuición no falla —inclinó la cabeza hacia un lado.

—Pues, me alegro mucho por ti —admití—. Pero te extrañaremos.

—Nada que un teléfono o cartas no ayuden a solucionar —dijo sonriente. Miró hacia atrás y luego balanceó la cabeza—. Me alegra mucho que finalmente todo haya terminado bien.

Asentí.

—Es verdad. Qué bien que nada terminó peor.

Asintió.

—Serán los mejores reyes que Illea haya tenido, lo sé.

—Te lo agradezco, aunque no me siento preparada.

—Lo estarás —me volvió a sonreír—. Ya verás, te adaptaras rápido.

—Gracias Mera, por todo...

Sonrió con sutileza y luego nos abrazamos.

—Larga vida a la reina —susurró cantando. Comencé a reír.

Y sin decir nada más se alejó de mí hacia donde estaban las demás chicas. Las reunió a todas así que supuse que se despediría. Pero no estaba segura si contaría algo de su bebé.

Por un segundo me sentí privilegiada de saber la novedad. Que ella me lo hubiera dicho quería decir que me había ganado más que su confianza.

—¿Bailamos, querida?

Rodé los ojos. Tendría que acostumbrarme a que me llamara así. Más aún cuando efectivamente ya era su querida.

—Encantada, querido.

Maxon me arrastró al centro del salón y me hizo girar sobre mí misma. Cuando me detuvo cerca de él hizo algo que no esperaba. Me soltó el armado den mi cabeza y el cabello cayó libre a mi espalda.

—No quiero que imites a mi madre, quiero que seas tú.

Reí.

—Era el peinado de novia, Maxon —rodé los ojos.

Apretó la boca.

—¿Y si te digo que me encanta tu pelo y que por eso te prefiero así?

Balanceé la cabeza.

—Te creería más —reí.

Me besó rápidamente y volvió a girarme. En algún momento mis ojos fueron a parar a uno de los balcones donde Lena y Valiant bailaban juntos. Me sentí impertinente cuando los vi besarse, pero algo dentro de mí se calentó con alivio y alegría al verlos.

Definitivamente todo estaba encajando en el lugar correcto.

—¿Estás feliz? —me preguntó Maxon. Lo miré sonriente.

—Claro que sí, después de todo lo que hemos pasado no me casaría por masoquismo.

Rió agitando la cabeza.

—Espero que nunca pierdas ese sentido del humor.

—No lo haré, si tú prometes reír conmigo siempre —le susurré. Apreté uno de sus hombros y él me acercó.

—No puedo creer que estemos casados... después de tanto tiempo...

—No pienses en eso —me mordí el labio—. Ya es pasado, lo que importa ahora es el presente.

—Y el futuro —negué con la cabeza.

—Disfrutemos el ahora Maxon, no quiero pensar en lo que va a pasar mañana.

—Mañana nos vamos de luna de miel.

Sonreí entusiasmada.

—¿Mañana, mañana?

—Creí que no querías hablar del futuro.

Le golpeé el hombro.

—¡Maxon! —reímos—. ¿Dónde iremos?

—Ya lo verás —dijo mirando hacia el lado.

—¡Ey! ¿Dónde me llevarás? ¡Anda, dime!

—Eres única, querida.

Me abrazó y me hizo girar una vez más antes de soltarme y de caminar hacia su madre. Se volteó y me guiñó un ojo.

—¡Maxon! —exclamé frustrada.

—¡Mer!

—¡America!

Todas las chicas se acercaron hasta mí ocultando mi vista de Maxon, que desapareció tras ellas. Comenzamos a bailar entre todas, nos abrazamos y sacamos fotografías.

Todo era perfecto.

Todo estaba en su lugar.

Todo... había vuelto a su cauce.

Bailé toda la noche, reí, bromeé y me dediqué a temas protocolares con una facilidad asombrosa.

Después de todo era reina. Me había convertido en reina, pero no de Illea. No me interesaba ser reina de Illea.

Solo me interesaba ser su reina. La mujer que llenaba su mundo y existencia tal y como él lo hacía conmigo.

Nunca podría haberme imaginado cómo habría sido mi boda si Maxon me hubiera elegido hacía un año con todos los secretos sobre nuestras cabezas. Pero al menos sí tenía claro una cosa: Este final, era mejor que lo que mi imaginación podía crear. Era mejor de lo que esperaba.

Porque el país estaba libre. Porque Maxon había liberado a todo y a todos de una guerra. Porque había tomado las cartas del asunto. Porque estábamos juntos y gobernaríamos por muchos años.

Porque nuestras vidas recién comenzaban.

Y no podía ser más perfecto.

FIN

...

NOTAS:

Y llegó el final.

Sé que quedan algunos cabos sueltos como algo que se atiene a la reina y a Celeste, pero de eso se sabrá en los epílogos.

Espero también que les haya gustado el final que les di a Roger y a Valiant.

No es que haya querido sacar a Valiant del mapa, pero el pobre necesitaba volver a rehacer su vida. Se hizo soldado para ayudar a Maya y perdió su vida por ella.
De todos modos podrán leer su final alternativo con America en mi perfil.

En cuanto a Roger, si bien no aparece en la Heredera porque solo se menciona a Aspen como General, Roger queda como Mayor.

Sobre los asteriscos colocados en la historia:

El primero hace referencia al vestido de la portada. Porque sí, ése era el vestido de novia y en uno de los epílogos se explicará de dónde salió esa fotografía.

El otro asterisco: después de mucho pensar un final para Meridia, decidí que ella sería la madre de... ¡Chan! Neena. La asistente de Eadlyn.

Y eso.

Las notas finales y de agradecimiento se publicarán al acabar los epílogos.

Un abrazo a todos y gracias por seguirme en esta aventura.

Kate.

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