La Única (COMPLETA)

Oleh KathleenCobac

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Introducción
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
EPÍLOGO I
EPÍLOGO II
Preguntas rápidas La Única
RE EDICIÓN DE LA ÚNICA

Capítulo XXIX

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Oleh KathleenCobac



Sobre la línea temporal: En este capítulo sucede Año Nuevo. Como dije en las notas del capítulo anterior, sé que año nuevo en Illea sucede en Febrero, pero por una razón argumental necesito que sea el 31 de Diciembre.

Eso.

¡Disfrútenlo!

...

XXIX

Nunca le dije n a Roger ni a Valiant qué había sucedido conmigo. Si bien ambos se preocuparon por mis heridas, tal y como lo había planeado, no le dije a ninguno la verdad. Y esperaba que jamás la supieran.
No pretendía que ellos vivieran por el resto de sus vidas cargando con una culpa que no les correspondía por haber preferido estar con sus familias antes que conmigo.
Por suerte la mentira surtió efecto y todos dijeron exactamente lo mismo que yo: que me había caído de un árbol con las tijeras de podar.

La pierna aún me dolía, pero era cierto que las curaciones de Mera eran mágicas. Poco a poco la herida iba desapareciendo dejando a la vista dos cortes con forma de "X" que poco a poco se iban transformando en rasguños oscuros.
Al principio no quería ni mirar la pierna, parecía que me hubieran destrozado la piel a jirones, mi muslo no tenía forma y mucho menos la herida. Ni siquiera sabía dónde partían y terminaban los cortes.
Las heridas de la boca habían pasado a ser moretones y las del abdomen cambiaron de manchas ennegrecidas a manchas rojas.
Ahora entendía lo que Valiant había sentido cuando le habían quebrado las costillas. Si yo no podía respirar bien solo con una lastimada no imaginaba la dificultad para respirar con dos.

Al día siguiente de mi ataque, Maxon y Philippo intentaron alargar todas las reuniones posibles para que yo no me presentara a la mía. Aspen se aparecía en mi habitación cada dos o tres horas para comentarme lo que estaba sucediendo, y saber que Cheng estaba perdiendo la paciencia no era muy alentador.

Maxon les solicitó a Roger y a Valiant que se mantuvieran alertas y vigilaran mi habitación sin moverse de su sitio. Por suerte para ellos la orden tenía sentido, especialmente cuando él les explicó que con Cheng en el palacio todos corríamos peligro, incluso ellos.
No era necesario decirles la verdad. Para ellos vigilar mi habitación era un trabajo que hacían con gusto. Sin embargo no dejaba de pensar en qué habría ocurrido si ellos hubieran estado ante la puerta el día que esos dos mastodontes me golpearon. ¿Cómo habrían sobrevivido?

Si bien ambos eran soldados preparados no dejaba de recordar al rebelde que había estado a punto de matar a Valiant y que yo misma había asesinado.
Aquella muerte aún me ardía en la conciencia, aún aparecía en mis sueños y en mi mente, pero después de sentir en carne propia lo que habían hecho conmigo sin piedad ni misericordia... por alguna razón comencé a sentir que había hecho justicia. Esos hombres no se merecían el perdón de nadie... Coil no merecía el perdón de nadie. Ni Cheng. Ni Clarkson.

Por supuesto eso no significaba que lo volvería a hacer, el solo imaginarlo me ponía la piel de gallina. Pero ciertamente comenzaría ver aquel asesinato como un acto de justicia y no de terror. A pesar de que eternamente viviría dentro de mí la amargura de haber matado a alguien, procuraría siempre intentar pensar que gracias a eso ahora alguien más estaba vivo. Y vigilaba mi puerta.

...

Los últimos días previos a año nuevo fueron un caos dentro del palacio. Gracias Maxon y Philippo no tuve que verme obligada a asistir a la reunión en la que Cheng había exigido mi presencia. Sin embargo me habría encantado ver su cara cuando Philippo se reusó a romper el tratado que él mismo había firmado para proteger a Carolina. Y mejor aún, cuando amenazó con el armamento Suizo.
Podría haberme repuesto más pronto que tarde solo para presenciar lo que había ocurrido dentro de esa oficina. Si en un principio creía que Philippo era muy inmaduro para ser rey, luego de lo que Maxon me había contado, parecía que estaba más listo que nunca.

-Cuando Cheng preguntó por ti le dijimos que estabas indispuesta -me explicó esa tarde cuando estaba junto a Mera para las nuevas curaciones-. No le gusto nada que Philippo estuviera en la reunión, se suponía que él no sabía que Cheng quería romper el Tratado que había firmado con mi padre.

-¿Y qué sucedió? -pregunté. Marlee que estaba calentando agua en una tetera miró por encima de su hombro. Maxon dibujó una sonrisa a la que me estaba acostumbrando mucho últimamente. Era una mueca maliciosa, como si estuviera tramando algo.

-Philippo se negó a romper el tratado, dejó en claro cuán poderosa era la corona Italiana en Europa y comentó sutilmente que ante cualquier problema o amenaza tenían un gran armamento en suiza -volvió a sonreír de ese modo y mi corazón se aceleró-. Debo admitir que antes no me caía muy bien, pero sabe negociar. Cheng se puso blanco. Jamás imaginé ver a alguien de piel blanca tan.... Pálido.

Reí. Desde que Maxon había descubierto a Philippo y a Celeste salir de una de las habitaciones la noche de navidad ambos habían comenzado a trabajar juntos. Evité rodar los ojos cuando lo pensé. Era increíble cuántas cosas podían arruinar los celos infundados.

-¿Y qué va a suceder con Carolina entonces? -preguntó Marlee sentándose en la mesa. Mera se había mantenido en silencio mientras terminaba de cambiar las vendas del muslo. Noté a Maxon intentando mantener la vista alejada de mi pierna, así que se vio aliviado cuando Marlee le habló.

Suspiró.

-Va a seguir bajo el resguardo de la corona italiana. La primera semana de Enero le darán aviso a los ciudadanos -contestó con una sonrisa aliviada, sin embargo una sombra se posó en su semblante. Sus ojos volvieron a los míos-. Tenemos que trasladar a tu familia, America.

Fruncí el ceño.

-Pero mi familia vive en Lakedon -repuse. Asintió.

-¿Y crees que Coil no lo sabe? -preguntó seriamente-. Ciertamente Cheng ya debe tener conocimiento de que sabemos que fuiste atacada. No tardará mucho en dar aviso a los rebeldes para que ataquen a tu familia y así cumplir con sus amenazas -miró a Marlee y a Meridia-. A todos, en realidad. Así que con Philippo intentaremos resguardar a todas sus familias -su mirada se entristeció-. No podrás hablar con tu madre ni con tus hermanos hasta que no sepamos qué trama Coil.

Asentí en silencio.

-Mamá, Gerad y May están en Lakedon pero Kenna y Kota, no...

-No te preocupes, lo tengo cubierto -sonrió-. Nadie de tu familia correrá peligro - nos miró a todas-. Ninguna familia.

Meridia asintió con un suspiro lento.

-No te preocupes por mí, no hablo con Tarem hace años -respondió terminando de colocar la última venda-. Listo. Procura no mover mucho la pierna para que la curación haga efecto.

-Sí, gracias...-la miré-. ¿Quién es Tarem? -pregunté bajando la pierna. Sentí un leve tirón en la piel, Marlee también la miró extrañada.

Meridia frunció los labios.

-Es un primo -dijo sin emoción. Realmente parecía que no le importaba, no había ningún tono compasivo en su voz y ningún brillo anhelante en sus ojos. Era como si hablara de un desconocido-. El único pariente vivo que me queda. Pero no lo veo desde que me vine al palacio. Es hijo de un hermano de mi padre -puso énfasis en las últimas palabras, entonces lo entendí.

-¿Es un rebelde del sur?

Achicó los ojos.

-Cuando me marché era solo dos años mayor que yo, así que dudo que lo hayan reclutado tan pequeño, pero viniendo de Coil, nunca se sabe. No sé qué es de su vida, tal vez está muerto.

-Es terrible -susurró Marlee con pesadumbre-. Ser un niño y vivir a merced de ese hombre...

Meridia miró a Maxon y alzó una ceja.

-No hay mucha diferencia con nacer en Illea si lo piensas. Si perteneces a una casta baja, aún siendo bebé, tu destino puede ser peor que caer en manos de Coil.

Los cuatro nos quedamos en silencio y vi a Maxon sopesar las palabras de Mera. Esa mujer siempre tenía el don para decir justamente lo que nadie quería decir en voz alta.
Marlee se acarició la barriguita, tal vez pensando en el destino que tendría esa criatura si no podían brindarle un mejor futuro con Carter.

Entonces Maxon se puso de pie y asintió con fuerza. No sabía si era desde antes o desde hacía un par de semanas, pero había algo distinto en él. Algo que lo hacía ver mucho más... atractivo... de lo normal.
Era guapo sí, siempre lo había sido. Pero había algo más. Una fuerza que antes no existía en sus ojos. Algo que lo hacía ver más intimidante, más... poderoso.

Me sonrojé al instante. Era increíble lo que la fuerza interior podía hacer en las personas. Al ponerse de pie lo vi fijamente, el mentón en alto, los hombros atrás, la espalda erguida. Como si se estuviera preparando para atacar. Sus ojos estaban oscuros, decididos.
Maxon no parecía rey, se veía justamente como lo que yo creía que era... como un líder. Como alguien al que yo seguiría al campo de batalla sin titubear.

-Haré las conexiones pertinentes para poder resguardar a sus familias -miró a Meridia y suspiró-. Lo lamento por Tarem -ella se encogió de hombros desinteresadamente. Luego me miró a mí-. Pondré a tu familia a salvo -asentí aún sonrojada, incluso su voz había cambiado. Se escuchaba más firme y decidido-. No sé cuánto resistamos con Cheng aquí, pero... estén atentas, y si sucede algo corran a resguardarse -suspiró y se pasó una mano por el pelo, me aguanté un suspiro-. Nos guste o no, estamos en guerra. Y no quiero que salgan heridas.

Y sin más se alejó dando pasos largos saliendo de la guarida de Mera.

Las tres nos quedamos viendo la puerta hasta que Marlee rompió el silencio.

-¿Pero qué le pasó a ese hombre? -se abanicó y me miró sonrojada-. Amo a mi marido pero tengo que decirlo... le sienta bien a Maxon el porte de rey.

Con Meridia nos reímos.

-Se llama crecer -dijo ella risueña, yo sostuve una sonrisa idiota-. Pero me alegra verlo finalmente tomando el control.

Asentí. El calor en mi pecho no se extinguía y en mis mejillas tampoco. De repente mi memoria trajo de regreso todos los besos prohibidos que nos habíamos dado tanto en el armario de escobas como en mi habitación.

La temperatura subió notoriamente.

Por suerte, si mis amigas lo notaron no dijeron nada. Pero me sentía horriblemente afiebrada y no sabía cómo camuflarlo.

-¿Quieres agua? -ofreció Mera, la miré y sonrió-. Te ofrecería un té pero estás tan roja que creo que necesitas algo frío.

Y entonces las tres estallamos en una carcajada.

...

Jamás creí que el palacio se transformaría en un lugar asfixiante. Si con Clarkson era difícil convivir entre esas paredes, con Cheng rondando por los pasillos el miedo se filtraba por los rincones.

Valiant y Roger nunca me dejaban sola a no ser que me reuniera con las chicas, pero cuando sucedía siempre se quedaban vigilando la puerta. Me sentía realmente mal por esconderles la verdad de mis heridas, pero tenía que convencerme de que era por el bien de ellos.

Sus familias los necesitaban, no quería darles problemas.

Se acercaba año nuevo y podría haber sido todo mucho más festivo, pero era difícil sintiendo que las amenazas de Coil estaban sobre nuestras cabezas.
La fiesta para recibir el nuevo año estaba a cargo de la reina. Siempre lo organizaba ella y era una festividad que se transmitía en vivo por el Report a todo el país.
Siempre era lo mismo: a pocos minutos de la media noche venía el brindis del rey, luego hacía una promesa para los cambios que se realizarían el nuevo año y finalmente los fuegos artificiales.

Ese año en particular la reina le solicitó ayuda a Kriss porque estaba algo indispuesta. Últimamente sufría fuertes dolores de cabeza que la dejaban inválida para hacer algunos trabajos dentro del palacio.

Debido a que justo para esa fecha en especial habían demasiados invitados importantes en Illea, Kriss me solicitó ayuda a mí y a Celeste.
Aún con la pierna herida no podía hacer muchos esfuerzos, pero al menos me mantenía distraída.

Fue la mañana del veintinueve de Diciembre cuando el rey solicitó mi presencia en la sala de reuniones. Iba a mitad del pasillo acompañada por Roger y Valiant que cargaban la decoración para el salón cuando Haser, el soldado que había sospechado de mí en el aeropuerto, nos interceptó.

El sujeto tenía la piel cetrina y los ojos demasiado hundidos para ser tan joven. Sentí a Valiant tensarse tras de mí.

¿Acaso habría tenido problemas por culpa de ese soldado? Después de todo Valiant sabía que era yo la que se subiría a ese avión y había dejado en ridículo justo al compañero que teníamos en frente.

-El rey solicita la presencia de Lady America de inmediato.

Aguanté la respiración.

-¿Ahora? -intenté sonar ocupada-. ¿Es muy urgente?

-Cuando el rey requiere la presencia de alguien no se le cuestiona mi Lady -masculló, sus ojos azules volvieron a Valiant.

-No lo estaba haciendo -me fingí ofendida y le señalé la caja que estaba cargando-. Pero estamos ayudando a la reina con la decoración del salón. No quiero faltarle mi palabra a ella.

Haser achicó los ojos.

-Ahora -ordenó sin hacer el más mínimo gesto.

-Nosotros nos haremos cargo -dijo Valiant usando un tono de voz que no le había escuchado nunca. Debía ser el que utilizaban los soldados cuando se enfrentaban a situaciones complicadas. Mi espalda se erizó-. Descuida Haser, personalmente la llevaremos hasta la oficina del rey.

Haser hizo una mueca señalando los dientes y luego agachó la cabeza. No sabía si me lo estaba imaginando pero aquel soldado tenía los brazos un poco más gruesos que Aspen, Valiant o Roger. Y eso que Roger era enorme (dentro de lo normal).

Con una expresión huraña se alejó dando media vuelta con zancadas largas. Solo ahí solté el aire que había estado aguantando.

-Dejaremos las cosas en el salón y le avisaremos a Lady Kriss que tienes reunión con el rey, America -dijo Roger. Asentí nerviosa.

-¿Podemos demorarnos de aquí al salón? -los miré-. Caminemos muy lento -supliqué.

Ambos sonrieron pero la mueca no les duró mucho rato.

-Estaremos contigo, le prometimos a Aspen y a Maxon cuidar de ti mientras Cheng esté aquí -dijo Valiant mirándome las heridas de la cara de una forma extraña. Por un momento creí que sospechaba de mi mentira, pero luego cambio su expresión-. No te dejaremos sola.

Roger asintió.

-Mejor salir más pronto que tarde de cualquier problema -acotó. Asentí. Tenía razón. Pero después de lo que me había sucedido no tenía ninguna intención de toparme con una de las serpientes de tres cabezas.

...

Kriss y Celeste quedaron aún más preocupadas cuando les anuncié que tenía que ir a una reunión extra oficial con el rey. Los ojos de Kriss temblaron y comencé a temer lo peor.
No había visto ni a Cheng ni a Clarkson después que Philippo se negara a romper el tratado y de verdad estaba aterrada de que me volvieran a hacer daño solo por ser yo.

Cuando llegué al despacho respiré varias veces antes de abrir la puerta. El terror era palpable en cada fibra de mi cuerpo y sabía que mis soldados lo habían notado.

-¿Estás bien? -preguntó Roger. No tenía idea de cómo lucía mí cara, pero al parecer la expresión de espanto era suficientemente notoria.

Asentí.

-Nunca sale nada bueno de estas reuniones -susurré colocando la mano sobre el pomo, pero me volteé cuando sentí algo en mi hombro.

Cuando me giré Valiant estaba mirándome fijamente. Sus ojos de repente se vieron cargados de rabia. Pero de inmediato volvieron a la normalidad.

-No te puede hacer nada, estamos aquí para protegerte -dijo con seguridad. No obstante algo en su voz delató un estremecimiento-. No importa que sea el rey. Si te pone un dedo encima te defenderemos. Solo grita si necesitas ayuda.

Tragué saliva asustada. Había algo en el rictus de su mirada que comenzaba a preocuparme... Él lo sabía. Estaba segura que había descubierto mi mentira. ¿Pero, cómo? ¿Se lo habían dicho? ¿O acaso era tan obvia?

Roger lo miró de reojo y luego me vio a mí, entonces sus ojos azules se deslizaron por mi mejilla. De repente tenía a ambos soldados ante mí con una visible mueca de terror y rabia.

-Claro que sí -solo dije. Agaché la cabeza avergonzada y con un terrible deseo de llorar. Lo que menos quería era que se sintieran culpables.

Ante aquel panorama frente a mí enfrentarme a Clarkson era mejor que darles explicaciones a ellos.

Finalmente me giré hacia la puerta. Respiré hondo. E ingresé.

La oficina como siempre estaba solamente alumbrada por la única ventana que existía. Nunca me había fijado en la lámpara que pendía encima de la mesa de reuniones. ¿Por qué nunca la usaban?

Miré hacia todos lados, pero la única presencia en aquel espacio era el rey, que miraba por la ventana de espaldas a mí.

Cuando cerré la puerta él se giro, a pesar de la penumbra de la habitación pude ver su rostro ajado y cansado.

-Majestad -saludé con una leve inclinación. Entonces suspiró y estiró su mano.

-Acércate, muchacha -me pidió con la voz suave.

Miré hacia todos lados esperando que Cheng estuviera oculto en algún rincón, pero al parecer no había nadie más. El muslo me ardía para caminar. ¿Por qué no estaban sus soldados cerca? ¿Qué acaso nadie lo resguardaba siempre? ¿Por qué estaba solo?

Comencé a temer lo peor. Gracias a Dios Valiant y Roger estaban afuera.

Cuando me acerqué hasta la ventana contemplé que desde ese lado del palacio se podía ver la ciudad de Angeles plenamente.

-¿Lindo, no? -preguntó. Asentí.

-Muy lindo -me mordí el labio. Se quedó en silencio por un rato y entonces hizo algo que me sorprendió. Se volteó hacia mí con fuerza y me agarró por los hombros.

Sus ojos que en un principio me parecían de un color extraño y oscuro ahora se veían grises y levemente azules. Tal vez el cansancio lo hacía ver más... humano.

Jamás creí verlo tan... ¿normal?

-Vete de este palacio -me pidió cansado. No era una orden como en la recepción de Philippo, no era una burla, me estaba... ¿suplicando?

-¿Qué?

-¡Tienes que salir de este palacio muchacha! ¡Ahora!

Me solté de su agarre y me alejé un paso.

-¿Por qué quiere que me vaya? -Pregunté entonces. Respiró agitado y se llevó una mano a la cabeza tal y como Maxon hacía-. Sé que nunca le gusté, sé que jamás estuvo de acuerdo con mis ideales ni con mi casta, pero...

-Pero no te necesito aquí -me miró fijamente-. Mi hijo se va a casar con Kriss, regresa con el Italiano y dejen de causar problemas.

Había algo muy extraño en todo aquello. No estaba enojado, no estaba denigrándome, parecía... desesperado.

-No me marcharé del palacio, señor, no ahora que sé que puedo hacer algo con mi título de embajadora ¡quiero proteger a mi gente!

Me volvió a agarrar por los hombros y me sacudió con fuerza. La costilla me dolió y me vi obligada a llevarme una mano al costado. Clarkson me miró preocupado por primera vez en todo ese tiempo.

-Tienes que salir de aquí, America. Por favor, vete después de año nuevo. Solo... desparece de este palacio, aléjate de mi hijo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas contenidas.

-No dejaré a su hijo señor, no puedo dejar a alguien que amo -susurré sintiendo el pecho adolorido. Los ojos de Clarkson me miraron con tristeza. ¿Qué estaba pasando?

-Si lo quieres como dices, entonces te marcharás... Tienes que salir de aquí, ¿escuchaste?

Entonces de la nada me agarró por el brazo y me arrastró hasta la puerta a pesar del ardor de mi pierna y el abdomen. Me miró una vez más, estaba haciendo un gran esfuerzo por mostrarse enfadado conmigo, pero sus ojos seguían estando cargados de terror.

-Aléjate de él...-me suplicó. Abrió la puerta y me arrojó hacia el pasillo. Roger me recibió, el rey los miró y sin decir nada la volvió a cerrar.

-¿Estás bien? -preguntó Valiant. Me agarré el abdomen con dolor, la pierna me ardía producto del empujón.

Miré a la puerta totalmente impactada. Me apoyé en Roger. Estaba sumamente perdida. ¿Debía decirle a Maxon lo que había ocurrido? Ante todo lo que estaba ocurriendo parecía lo más sensato.
¿Qué acababa de suceder?

-Sí... -me incorporé sujetándome la costilla, ¡Dios, cómo dolía!

-Deberías ir a la enfermería para que te revisen -acotó Roger. Negué con la cabeza.

-No es necesario, estoy bien -intenté respirar con calma para apaciguar el dolor. Los dos se miraron. Entonces escuchamos ruidos desde una esquina. Reconocí la voz de inmediato, todo dentro de mí tembló.

-¡Es Cheng! -exclamó Valiant.

-Vámonos de aquí -les pedí asustada. Los dos volvieron a mirarse y luego, sin decir nada, Roger me tomó en brazos y con rapidez me llevaron directo a mi habitación.

...

Estaba sentada al borde de la cama, los dos estaban de pie frente a mí. Roger nunca antes había ingresado a la habitación y se notaba incómodo, pero lo que había sucedido era suficientemente grave como para que no quisiera retirarse.

-¿Por qué nos mentiste? -preguntó, no quería mirarlos-. ¿Cuándo sucedió? ¿Cómo...?

Cerré los ojos. Odiaba verlos preocupados. Odiaba ver aquella expresión de culpa en el rostro de cada uno.

-¿Cómo lo descubrieron? -pregunté suavemente.

-Tienes demasiado miedo -contestó Valiant, apreté los ojos-. Esas heridas las conozco, las he vivido personalmente -dijo enojado-. Y también me he caído de árboles, pero nunca he salido tan mal herido.

-Esos son golpes, America -repuso Roger con el mismo tono molesto. Me sentía como una niña siendo regañada por su padre-. Al principio quisimos creer tu historia, pero... tienes miedo. Estás aterrada. Cada vez que escuchas un ruido saltas como un conejo asustado.

-Y eso es un síntoma de las víctimas que han sido atacadas -agregó Valiant. Me llevé las manos a la cara con cansancio. Finalmente los miré.

-¿Y qué esperaban? ¿Realmente querían que les dijera que había sido atacada en su ausencia?

-¡Somos tus soldados! ¡Nuestro deber es protegerte! -exclamó Roger-. Nunca debimos aceptar alejarnos de ti.

-De haber sabido que corrías peligro no nos habríamos apartado -dijo Valiant con la voz extraña.

Me sentí tan culpable que los miré enojada.

-¡Esto era justamente lo que no quería que sucediera! ¡Qué se sintieran culpables! -exclamé-. Sí, son mis soldados, pero también son amigos. No quiero que nadie dé su vida por mí y mucho menos ustedes que tienen una familia que los necesita y ama -sentí la garganta apretada, pero no iba a ponerme a llorar, necesitaba transformar la rabia en fuerza.

-Estamos entrenados para proteger y resguardar la vida de otros -dijo Roger enojado-. Y en este caso, especialmente la tuya.

-¡Ya basta con eso! -me levanté de la cama sintiendo dolor en la pierna y el abdomen, pero lo aguanté-. ¡No quiero que arriesguen sus vidas por mí! Si algo les sucede por querer salvarme, si mueren en el intento, jamás me lo perdonaría -gemí-. Los dos ahora forman parte de mi vida... y no quiero que salgan de ella -fue inevitable. Las lágrimas cayeron de todos modos-. Esos hombres... Dios.... Esos sujetos...

-Espera -dijo Valiant asustado-. ¿No fue Cheng? ¿O el rey?

Tragué saliva. Cerré los ojos y respiré hondo. Rápidamente les conté lo que sucedió la noche de navidad. Para cuando terminé los dos estaban con los ojos abiertos de la impresión.

Roger se llevó las manos a la cabeza, Valiant no me quitaba los ojos de encima. Tenía el ceño fruncido y apretaba los puños. Estaba enojado.

-¿Dos? ¿Fue... fueron dos....?-Roger comenzó a moverse como gato enjaulado-. ¿Dos cobardes te golpearon cuando no podías defenderte? ¿Y quieres que nos mantengamos alejados?

-¿Cómo pudiste quedarte callada? -preguntó Valiant dolido.

Apreté la boca comenzando a llorar.

-¡Y si ustedes hubieran estado en la puerta no habría sido diferente! -estallé. Los dos me vieron ofendidos-. ¡Esos hombres los habrían matado! Por querer defenderme, esos dos mastodontes los habrían molido a palos antes de llegar a mí. ¡Habrían muerto si no se hubieran marchado!

Valiant resopló y se acercó a pasos largos. Sus ojos temblaban.

-¡Somos soldados! ¡Estamos entrenados para salvaguardar la vida de las personas! ¿Realmente crees que no tenemos el valor y la fuerza para enfrentarnos a ellos?

Apreté los puños.

-¡Por supuesto que la tienen! ¡Pero esos hombres no son normales! ¡O acaso olvidaste que uno de ellos casi te rompe el cuello! -grité. Valiant se quedó callado y se llevó una mano al cuello, Roger lo miró ceñudo-. ¡Así de fuerte son! ¡Son enormes! ¡Gigantes! ¡Ningún soldado del rey puede tener oportunidad contra ellos! ¡Así que agradezco a la vida de que ustedes no hayan estado tras la puerta esa noche! -grité apuntando la salida-. ¡Porque los habrían asesinado igualmente y yo estaría aquí, con vida, pero sin ustedes! -me llevé las manos a la cara, las heridas de la boca me dolieron-. No pueden olvidarse de sus familias...-susurré acongojada mirando a Roger-. Tienes dos hijos pequeños y una mujer que te ama, sé que trabajan para el rey, para Maxon y que por él me protegen a mí, pero tu familia es prioridad -miré a Valiant-. ¿Y Maya? ¿Qué puede hacer esa niña sin ti? Eres su única familia... ¿Realmente darías tu vida por defenderme dejándola a ella sola en el mundo? -me lamí los labios y apreté los ojos-. Yo no soy prioridad, son ustedes. Cada una de las vidas dentro de este palacio son valiosas -sollocé-. La de ustedes no vale menos que la mía, menos que la del rey, menos que la de Maxon... para sus familias sus vidas son de oro, y sé que ellos siempre esperan por saber de cada uno después de un ataque -Roger agachó la cabeza, me acerqué hasta él-. ¿Qué haría Amelie si mueres? Eres el amor de su vida, ¿y tus hijos, que cada día esperan tener noticias de su padre? -le tomé la cara-. Esos niños deseaban pasar la Navidad contigo porque hace años que no lo hacías, ¿reemplazarías sus sonrisas por verme a salvo? -Sus ojos azules temblaron, se quedó mudo. Me giré hacia Valiant y me acerqué-. Me dijiste que no sabes cuánto tiempo de vida le queda a Maya, ¿acaso reemplazarías su carita de felicidad por un día en Adventure Land solo por protegerme?

Se quedó en silencio un segundo, sus ojos estaban brillantes.

-No -susurró-. Pero no voy a permitir que menosprecies tu vida y tampoco voy a perdonarme el no haber estado ese día ahí para protegerte -jadeó. Sentí una puntada en el pecho-. Maya es mi mundo, pero... si tengo que dar mi vida para proteger a quienes me importan... -me miró fijamente, hubiera deseado que no pronunciara las siguientes palabras-: No lo pensaría dos veces en darla por ti.

Y se retiró de la habitación cerrando la puerta con fuerza. Abrí la boca para poder respirar, mis manos temblaron, poco a poco el temblor me invadió por completo. Cuando sentí los brazos de Roger rodearme apoyé la cabeza en su pecho y comencé a llorar ahogada.

-Esto era lo que no quería que sucediera -sollocé-. No quería verlos así...

-Y te agradezco por preocuparte, pero debes recordar que es nuestro deber, que estamos aquí para resguardar la vida de otros, especialmente la tuya.

Hundí la cara en su pecho.

-Nunca debí volver...-jadeé-. Nunca debí aparecerme por aquí.... Solo causo problemas...

-No, no America -me susurró igual que un padre, sentí que me acariciaba el cabello, algo que me pareció totalmente enternecedor viniendo de alguien con un comportamiento tan intachable como Roger-. Al contrario... causaste una rebelión... y eso era lo que estábamos esperando hace mucho.

Me separé al escuchar aquellas palabras, una sonrisa triste se dibujo en su rostro.

-¿Qué quieres decir...?-gemí.

-Que por ti el príncipe por primera vez está actuando como un soberano, que por ti, el mundo está aclamando volver a tener un país libre... hiciste bien en regresar America -susurró. Me tomó por los brazos y me miró fijamente-. Eres valiosa para mucha gente aunque no lo veas de ese modo, tu vida vale oro tal y como dijiste que vale la nuestra. La gente te necesita, necesita tu voz... y nosotros estamos a cargo de protegerla. Nosotros tenemos que cuidarte y por poco te perdemos. Si el ataque de esos hombres hubiese sido peor...-se llevó una mano a la cabeza apretando los labios-... si hubiésemos regresado y nos enteramos que estás muerta, jamás, jamás nos habríamos perdonado. Mis hijos y mi esposa son todo mi mundo, pero el deber es deber, y si tengo que morir por proteger a la persona que puede tener la voz para liberar a Illea, entonces quiero dar mi vida por ella -sus palabras me estaban quebrando poco a poco, me mordí la boca-. Si puedes liberar a mi familia, a la de Rutledge, a la de Leger, a la señorita Marlee y a todos nosotros convirtiéndote en reina, entones sí, quiero dar mi vida por la soberana que puede volver a darnos voz en este mundo.

Algo dentro de mi estómago explotó. Algo que llevaba guardado hacía mucho, como un grito de auxilio, de desesperación. Simplemente encontró la salida en el peor momento...

-¡Quieren dejar de decir eso! ¡YO NO SERÉ REINA! -grité-. ¡Maxon se casará con Kriss tarde o temprano! -lloré angustiada. Aunque conocía su historia, aunque sabía de los sentimientos de Maxon y de ella, aún no acababan con el compromiso, y yo seguía en el palacio sin una respuesta y atrapada entre la espada y la pared -. ¡Yo no soy! ¡Dejen de darme esa responsabilidad! -me alejé de Roger que me contemplaba con tristeza-. ¡Yo no seré su reina!

Y salí de la habitación sin cerrar a puerta. Miré hacia todos lados y corrí buscando una salida al jardín. Necesitaba aire, necesitaba huir. Necesitaba... necesitaba volver a sentirme a mí misma. Porque al pasar el tiempo me había dado cuenta que no era más que una marioneta. Una muñeca para los italianos, una amante para Maxon, una revolucionaria para mis amigos, un problema para Clarkson y una amenaza para Cheng...

Estaba perdida. Ya ni sabía quién era.

Necesitaba correr.

...

A pesar de la discusión, resultó que Valiant y Roger se mantuvieron cerca de mí peor que dos perros vigilantes.
Valiant no me hablaba, se limitaba a mirar, a mover la cabeza con una reverencia y a abrir y cerrar las puertas. Roger sin embargo me sonreía cada vez que los miraba.
Odiaba que Valiant no me hablara. Sabía que tenía razón de enojarse por lo que había ocurrido, pero comenzaba a afligirme no escuchar sus chistes o ver dibujada esa sonrisa divertida cuando bromeaba.

Con Kriss y Celeste, ayudadas por Silvia y algunas doncellas, terminamos de decorar el salón. La fiesta de año nuevo se daría esa misma noche. La lista de invitados era amplia. Muchos Dos y Tres habían sido invitados. Los alcaldes, consejeros, asesores y presidentes de diversas empresas también harían acto de presencia.

Odiaba la idea de tanta formalidad y elegancia para una fiesta que muchas otras personas vivirían en la calle.
La reina se presento el último día para afinar los detalles. Se veía cansada y unas feas ojeras se acentuaban bajo sus ojos. No habló mucho, contempló la decoración, probó el menú y luego se retiró a dormir. Cuando Clarkson apareció para revisar el salón con Kriss nos pusimos nerviosas. Pero el hombre ni siquiera nos dirigió la mirada. Apenas ingresó al salón de inmediato Roger y Valiant se acercaron hasta nosotras, Clarkson los miró, los estudió un segundo y luego se retiró sin dirigirles la palabra.

Por un momento dudé si lo que había visto en sus ojos me lo había imaginado, pero parecía satisfecho al ver a los soldados situarse tras de mí con tanta rapidez.

¿Qué estaba ocurriendo?

Decidí olvidarme del asunto y prepararme para mi propia fiesta. Paige había dicho que la gente de las cocinas y los soldados tenían su propia celebración de año nuevo en los jardines, cerca de los establos.

En realidad no estaba interesada en aparecerme en medio del salón con Cheng aún en el palacio, pero como diplomática debía de hacer al menos un pequeño acto de presencia para el que Roger y Valiant estaban preparados.

Después de todo, ellos también asistirían a la otra fiesta, así que podía alejarme del salón en cualquier momento.

...

Extrañaba a mamá, a May, a Gerad y a Kenna. No había podido hablar con ellos desde que Maxon había decidido resguardarlos. Sabía que los había sacado de sus hogares y los había destinado a otro lugar, así que había perdido contacto con ellos.
Miré las estrellas esa noche. Estaba apoyada en el balcón de la habitación. Desde los jardines se escuchaban risas y la música que provenía de algún lugar. Las cámaras ya estaban instaladas y listas para dar la bienvenida al nuevo año frente a toda la nación.
Acaricié mis brazos cuando una brisa helada se coló por los rincones. Miré las estrellas y cerré los ojos deseándole un año maravilloso a mi familia. Estuvieran donde estuvieran.

Marlee estaba apoyada a mi lado.

-¿Tienes miedo? -me preguntó. Asentí.

-Sí -admití sin sentir vergüenza. Sabía que el miedo me hacía parecer débil, pero a fin de cuentas, ¿quién no lo tendría con aquella amenaza invisible sobre todos nosotros?

Miré al horizonte hacia el bosque oscuro que se perdía en el infinito e imaginé ojos vigilantes y alertas a punto de atacar. En eso se había convertido Coil. En alguien omnipresente que podía estar en cualquier parte.

-Yo también -admitió Marlee con un suspiro. Se acarició la barriguita por encima de su vestido de fiesta, que en realidad era un vestido de criada arreglado para la ocasión-. Pero quiero pensar que por hoy tendremos un segundo de paz.

Asentí.

Ingresamos a la habitación y me contemplé en el espejo. Me había colocado el vestido blanco, el último de la colección de museo que Nicoletta me había prestado. El verde era muy escotado en la espalda y el rojo estaba hecho para mujeres como Celeste, no para mí. Pero aquel vestido blanco era muy bonito. La tela era levemente azulina y era largo. Por dentro tenía una falda blanca hasta el suelo y por fuera lo recubría un velo repleto de flores plateadas que irradiaban una suave luz azul. El escote tenía un corte con forma de corazón y las mangas eran como pequeñas plantitas que se enredaban en mis hombros. A la luz se veía luminoso producto de las flores.
Marlee cepilló mi pelo dejándolo caer suelto a mi espalda y me colocó una tiara plateada. Ante el espejo realmente parecía una reina. Pero tenía que comenzar a quitar esa idea de mi mente.

Suspiré ante el espejo y me di vuelta. La espalda tenía un corte sutil, no muy osado y no my cerrado. Era lo justo y necesario.
Me reí mentalmente al darme cuenta que era el primer vestido apropiado que utilizaba después de las dos anteriores y osadas versiones. Al menos en el blanco me sentía más yo.

Nos miramos con Marlee y luego nos abrazamos. Junto con Paige habían hecho un gran trabajo en esconder las magulladuras de mi boca. El parche en el muslo no molestaba y la venda en mis costillas se situaba disimuladamente por debajo de la tela.

-¿Estás lista?

-No -confesé-. Tengo terror de ver a Cheng.

Mi amiga me tomó las manos.

-No lo hagas -me dijo con decisión-. No dejas que te vea destruida. Demuéstrale que nada puede hacerte caer.

Rodé los ojos.

-Créeme, de ser por mí ya habría arrancado -me quejé-. ¿Por qué insisten en hacerme ver como si no le temiera? De verdad me da miedo ese hombre.

Ella me sonrió.

-Porque es la única forma de hacerle entender que no pueden con nosotros -dijo esperanzada-. Tiene que entender que no importa cuántas amenazas caigan sobre ti, seguirás adelante luchando por lo que te importa.

Me recorrió un escalofrío.

-Es que sí me importan sus amenazas y no quiero seguir luchando -insistí. Ella rió.

-Entonces piensa que es el único modo en el que crea que a pesar del miedo, tienes una fuerza que aún te mantiene en pie -dijo con fuerza-. Nos tienes a todos nosotros. Somos un equipo. Vas a estar con Apen, Roger y Valiant. Y sé que hay otros soldados alrededor dispuestos a ayudarte que eran amigos de Carter. Sé valiente, Mer. No te escondas porque sino creerá que ganó.

Asentí y respiré hondo.

-Tienes razón...-alisé mi vestido y le sonreí desganada-. Bien. Nos vemos en la fiesta del jardín.

-Nos vemos en el jardín -hizo una mueca torcida y me tomó por el brazo antes de encaminarme hasta la puerta-. Mer, escucha... yo... yo soy tu amiga ¿sí? Así que si sucede algo... lo que sea, ¿sabes que puedes contar conmigo, cierto?

La miré extrañada pero luego le sonreí.

-Lo sé, siempre serás la primera a la que acuda.

-Bien -suspiró-. Porque aquí estaré, siempre.

La abracé enternecida.

-También me tienes a mí. Para lo que necesites.

Me sonrió apretando la boca y juntas caminamos hasta la puerta. Roger y Valiant esperaban del otro lado. Como siempre, el primero vestía un espectacular uniforme de gala típico de los soldados, de pantalón azul oscuro, zapatos negros lustrosos y chaqueta blanca. Y para mí sorpresa, Valiant lucía exactamente igual.
Me quedé sin aire un segundo. Se había cortado el cabello, lo que lo hacía ver más... serio y formal, como el soldado que me había salvado en Labrador.

Ambos tenían diferentes armas colgando del cinturón y otra pequeña enganchada a una correa en el muslo.

-¿Lista, Lady America? -preguntó Roger. Asentí. Miré a Valiant que me hizo una inclinación de cabeza y luego devolvió la mirada hacia el frente. No dijo nada.

Mi estómago se calentó con acido. ¿Pero qué diablos le pasaba? ¿Acaso me haría la ley de hielo para siempre?

-Vamos, rápido -dije adelantándome, estaba realmente enfadada-. Quiero salir luego de esto.

Arremangué mi vestido y prácticamente corrí por el pasillo a pesar del dolor de la pierna. Sabía que venían tras de mí a paso rápido y que por su compostura de soldados no podían correr, pero no me importó. Estaba molesta. Así que yo perdí la compostura y dejando de lado mi título de nobleza bajé las escaleras saltándolas de dos en dos. Mi costilla y pierna gritaron de dolor, pero no las escuché.

Cuando llegué al salón me detuve a cinco metros de la puerta. Había varias cámaras y algunos periodistas entrevistando al rey y la reina, que lucía espectacular como siempre. Vi a Gavril junto a Maxon hablando frente a una cámara, Kriss estaba a un lado, sonriente y también visiblemente incómoda por alguna razón.

Me quedé observando a todos lados, esperando a ver a Cheng, pero aún no aparecía o bien estaba al interior del salón. Tampoco había rastro de Philippo o Celeste, y eso que había quedado de encontrarme con ellos para no estar sola.

Miré hacia todos lados, Roger y Valiant se quedaron a mi lado y los escuché intentando regular la respiración después de haberme seguido corriendo por las escaleras. Ni siquiera me volteé a verlos. Así que enfoqué mi atención hacia Gavril que reía junto a Maxon. La cámara le alumbraba la cara. Iba ataviado con un traje azul que le sentaba muy bien, Kriss llevaba un vestido turquesa y un elaborado peinado con una pequeña corona dorada.

Fue en ese momento cuando Gavril dijo algo y Maxon lo miró con miedo, Kriss abrió los ojos con sorpresa. Gavril rió a la cámara y la periodista que estaba a un lado aplaudió entusiasmada. Todas las cámaras repentinamente se enfocaron en ellos. Ambos se miraron, Kriss sonreía forzosamente y a él no le pude ver la cara cuando se giró hacia ella. Entonces... el alma se me fue a los pies cuando... se besaron. Ante las cámaras. Ante todo el país.

Fue un beso rápido. Se separaron casi instantáneamente. Los periodistas exclamaron entusiasmados, Kriss bajó la mirada avergonzada, pero Maxon le sonrió a la cámara mientras la sostenía por la cintura.
Apreté las manos a mi costado. Se suponía que el compromiso era una farsa y por la expresión de Kriss sabía que ella estaba incómoda, pero Maxon... ¿Por qué diablos sonreía con tanta naturalidad y la sujetaba por la cintura?
Le dijo algo que no escuché y ella sonrió apretando los labios intentando mantener la distancia. Gavril rió maravillado y exclamó algo de lo que solo escuché las últimas palabras: "....reyes de Illea".

Maxon siempre había tenido ángel para la cámara. No le costaba sonreír, le era natural. Pero no estaba pensando precisamente en lo fácil que se le daba la exposición pública, estaba pensando en todas las promesas intrínsecas, en todas sus confesiones de amor y en todas esas sartas de mentiras que quedaron en evidencia ante el país cuando accedió a besar a Kriss.
Sabía que era el príncipe, que tenía un rol que cumplir, pero si realmente hubiera querido acabar con la farsa, ¿no habría sido mejor aprovechar el momento y decirle a todos que ya no quería a Kriss?... o tal vez.... ¿y sí...?

¿Y si la quería? ¿Y si realmente me estaba transformando en la segunda?

-Hay que entrar -escuché a Valiant. Sus ojos se mantenían fijos al frente, aún no me miraba. Su tono de mando me molestó aún más. Me estaba dando una orden.

Asentí aguantando el nudo en la garganta. Cuando me acerqué a la puerta mis ojos se encontraron con los de Kriss. Ella lo entendió de inmediato, su expresión de espanto fue notoria. Pero negué con la cabeza para señalarle que no estaba molesta con ella.
El que había accedido a besarla había sido él. Y aún no se percataba de mi presencia.

Entré al salón pasando por el lado del rey, sus ojos me miraron de costado y luego volvió a sonreírle a la cámara. Tenía su brazo enganchado al de la reina quien se sostenía de él con una sonrisa radiante. ¿De dónde sacaba las fuerzas si durante el día se había sentido mal?

Ingresé al salón contemplando la decoración. Del cielo caían lámparas de lágrimas con cristales dorados, las mesas tenían manteles rojos y candelabros de oro. Las mujeres llevaban vestidos brillantes, largos y dignos de la mejor gala. No había visto tanta elegancia desde la fiesta que había realizado Marco Antonio para la presentación de Philippo como heredero a la Corona italiana.
Era increíble lo que hacía la gente por quedar bien con el rey.
Al fondo del salón había una orquesta. La música de Jazz llenaba el espacio. Las cámaras rodeaban cada rincón del salón, algunas se enfocaron en mí.

Vi a una periodista correr y traté de escabullirme, pero su camarógrafo se cruzó en mi camino.

-¡Lady America! -gritó-. Unas palabras para el país. Estamos en directo.

Subí una mano para cubrir la luz de la cámara que me estaba pegando los ojos y los achiqué.

-Eh... ¿hola? -dije levemente abrumada. La periodista rodó los ojos y casi me clavó el micrófono en la nariz. Me hizo un montón de preguntas que respondí monosilábicamente y luego de verse satisfecha me sonrió con picardía.

-¿Y quién la acompaña esta noche?

Apreté una sonrisa.

-Estoy sola -contesté avergonzada. Miré hacia atrás, Roger y Valiant miraban a la periodista con impaciencia-. En realidad... vine con unos amigos.

La chica se giró hacia ellos y la luz de la cámara los alumbró directo a los ojos. Roger colocó una mano en el micrófono antes que ella hiciera una pregunta.

-Lady America tiene asuntos que atender, así que por favor... apártense -ordenó con rudeza. Curvé una sonrisa con orgullo.

Solo conocía la faceta amigable de ellos, no la de soldados. Era sorprendente lo intimidante que podía ser Roger, especialmente al ser tan alto.
La mujer retiró el micrófono tragando saliva y el camarógrafo la miró esperando indicaciones. Finalmente se retiró corriendo hacia la entrada del salón cuando vio algo más interesante. Me volteé a ver y por supuesto que lo era, porque Philippo y Celeste venían ingresando tomados del brazo.

Todas las cámaras se enfocaron en ellos y yo me escabullí por entre los invitados hacia la mesa de licores.

-¿Estás bien? -preguntó Roger, asentí.

-Sí, solo... tengo demasiadas cosas en la cabeza.

Me serví una copa con ponche y me apoyé en la mesa observando a los invitados. Achiqué mis ojos. Los camarógrafos seguían enfocados en Philippo y Celeste que lucían espectaculares. Ella llevaba un vestido dorado ajustado y muy corto y él iba a juego con una chaqueta metálica azul y pantalones cobrizos.

Cuando Maxon dejó de ser el centro de atención para las cámaras lo vi caminar directo hacia mí con una sonrisa. Pero no me vi capacitada para respondérsela.

-Cielos... te ves preciosa -me dijo cuando lo tuve al frente. Me llevé la copa a los labios y sonreí con ironía.

-Gracias, ¿Kriss también, cierto? -dije irónica, su ceño se frunció levemente.

-¿Qué? -miró hacia ella que hablaba con Philippo y Celeste-. Sí, supongo que sí...

Rodé los ojos con hastío y me giré hacia la puerta intentando escapar de la mirada curiosa de Maxon que parecía no entender mi comportamiento, pero me arrepentí al instante.

Justo cuando mis ojos se posaron en la entrada, Cheng hizo una entrada triunfal seguido de un sequito de guardias. Las cámaras se voltearon a él y Clarkson se acercó.

Le colocó una mano al ministro en el hombro y ambos sonrieron a la cámara. Un camarero se acercó con una bandeja con copas de champagne y los dos brindaron con una sonrisa como viejos amigos.

Vi que Maxon apretaba los puños a sus costados. Roger y Valaint se apegaron más a mí. Los ojos de Cheng recorrieron el salón cuando las cámaras se alejaron hasta que sus ojos me encontraron.

Normalmente tenía la mala costumbre de actuar por impulso y hacer cosas de las que luego me arrepentía, pero fue más fuerte que yo. Sosteniendo mi sonrisa elevé la copa con ponche hacia él. Cheng elevó el mentón y observó a mis soldados. Me contestó el brindis con la misma sonrisa elevando su copa.

-¿Qué haces? -por primera vez después de dos días Valiant me volvió a dirigir la palabra para algo que no fuera darme órdenes. Se escuchaba preocupado-. No lo desafíes.

Maxon asintió.

-Tiene razón, no des señales equívocas America -lo miré enojada.

-Claro, porque de eso sabes bastante ¿no? -me volvió a ver con el ceño fruncido.

-¿Qué? ¿De qué hablas? -preguntó.

Bebí rápidamente todo el contenido de la copa y la dejé sobre la mesa. El alcohol me picó la garganta.

-¿Cómo tienes el descaro...?-apreté los dientes, sus ojos se abrieron con incertidumbre-. ¡Ah! Olvídalo.

Me alejé de la mesa escapando de él en dirección hacia Philippo y Celeste que conversaban con el general Eighton y su esposa. Aspen estaba también junto a ellos acompañado de Lucy.

-...Y pretendo dejarle mi cargo cuando jubile -estaba diciendo el general mientras le palpaba a Aspen la espalda.

-Será todo un honor, señor -contestó él. Cuando me vio sonrió contento-. Lady America -saludó. Les sonreí.

-Mi Lady -saludó el General con dulzura, su esposa me sonrió.

-Pero qué linda se ve está noche -dijo ella. Me sonrojé.

-America siempre se ve linda -dijo Philippo guiñándome un ojo. Celeste miró al cielo como si pidiera paciencia, por suerte sus halagos nunca me afectaron.

-Si me disculpan tengo algo que conversar con el rey -se disculpó Eighton, me hizo una reverencia sonriente. El contorno de sus ojos se arrugó-. Espero tener pronto una oportunidad para conversar, siempre nos topamos en reuniones donde el deber llama.

Asentí.

-Por supuesto general, cuando guste.

-¡Eres un encanto! -dijo sonriente. Y se alejó con su esposa llevándola por el brazo.

No quise voltearme porque sabía que tras de mí estaba Maxon junto con Valiant y Roger; el acido en mi estómago estaba comenzando a hervir.

-¿Siempre son así de aburridas las fiestas de año nuevo? -preguntó Philippo-. En Italia duran tres días.

Lucy se encogió de hombros.

-Illea no es tan moderno como Italia -contestó. Philippo frunció la nariz. Miré hacia los lados sintiéndome observada. Y no me equivocaba. Cheng se había ido moviendo por el salón, hablaba con Eighton y con la reina Amberly. Sus ojos amarillos se posaron en mí, temblé. Cada vez estaba más cerca.

-Sí hay otra fiesta -dije sin pensar en nada más que no fuera salir de ahí. Todos me miraron con curiosidad-. Las cocinas, la fiesta de los empleados. En el jardín. Paige me dijo.

Aspen asintió.

-Oh, sí, esa -dijo con pesadumbre-. Lamentablemente no puedo ir, el rey me quiere cerca especialmente hoy que hay tantos ojos sobre el palacio -dijo indicando las cámaras.

Pero Philippo juntó las manos entusiasmado.

-¿Y qué hacemos aquí? ¡Vamos al jardín!

-¿Qué hay en el jardín? -la voz de Kriss nos distrajo un segundo. Cuando me giré hacia ella la note avergonzada al chocar nuestra mirada. El beso seguía presente en mi cabeza. La irritación subió por mi pecho.

-Fiesta de año nuevo de las cocinas -contestó Celeste. Kriss sonrió.

-¿De verdad? ¿Y qué hacemos aquí?

-Ella es de las mías -dijo Philippo guiñándole un ojo, Kriss se sonrojó.

-No podemos abandonar el palacio, recuerda que tenemos que salir en el brindis oficial -le dijo Maxon. Apreté los labios y respiré con fuerza.

-Entonces tú te quedas, yo me largo -los miré a todos- ¿Quién viene conmigo? -di dos pasos para alejarme, Celeste y Philippo levantaron las manos-. Perfecto -miré a Maxon sintiendo poco a poco como la rabia bullía dentro de mí-. Espero que disfrute de su brindis, alteza -mascullé con ironía. Maxon volvió a fruncir el ceño.

-¿Y a ti qué te pasa?

Quise responderle, pero entonces vi a Cheng acercarse hacia nosotros.

-Tenemos que salir ahora -les dije a Roger y a Valiant, los dos miraron hacia atrás y comprendieron de inmediato-. ¿Vienen o se quedan? -les pregunté a los demás.

Aspen le sonrió a Lucy.

-Ve, aquí te aburrirás -se dieron un beso y ella se acercó hasta mí.

-¿De verdad tenemos que quedarnos? -escuché que Kriss le preguntaba a Maxon. Solo ahí recordé que Graham estaba en aquella fiesta. Maxon me miró preocupado y luego asintió hacia ella.

-Es parte del protocolo -dijo con pesadumbre. Me mordí el labio y me alejé dando pisadas fuertes caminando hasta los balcones que tenían escaleras de acceso al jardín.

-¡Ey, espéranos! -exclamó Philippo. Cuando con Celeste y Lucy alcanzamos los balcones me volteé, Maxon seguía mirando hacia nosotros sin entender absolutamente nada. Ya no sabía si creerle.

Ya no sabía si confiar.

Tal vez era simplemente un muy buen actor.

...

La fiesta de los jardines era muchísimo más animada que la del palacio. Justo en la explanada donde se había realizado el juego de Polo habían habilitado varias mesas y una pista de madera para bailar.

Divisé a Graham junto al padre de Lucy, quien recibió a su hija con un gran abrazo.
Luego del último ataque había temido por ellos, pero resultó que se sabían defender muy bien. Siempre me pregunté de dónde Graham habías sacado las armas, pero luego de lo que Kriss me había comentado no me costaba imaginar que como rebelde por supuesto que había aprendido a usarlas.

La música venía de una radio que transmitía una fiesta en vivo en el centro de Ángeles. El animador era tanto o más animado de Gavril y se escuchaba una gran algarabía.

Las botellas de alcohol circulaban por todos lados y Philippo por supuesto que se aferró una de cerveza. Celeste no tardó en imitarlo y de hecho, echaron competencia de quién se la bebía más rápido.

Ella ganó.

Comencé a reír. Aquel ambiente festivo era mucho más familiar que la formalidad que se vivía en el palacio.

Y estábamos mucho más formales y despampanantes que los humildes trabajadores. Todos llevaban sus mejores ropas y ninguna brillaba ni era de diseñador.
De repente quise quitarme el vestido y ponerme mis cómodos pantalones.

Marlee se acercó hasta mí junto a Carter, los tres comimos, reímos y bailamos. Paige hizo unas piruetas de contorsionista sobre una de las mesas y todos aplaudieron.

No sabía que podía hacer eso.

Pronto Philippo se unió al espectáculo y comenzó a equilibrar una botella de vino sobre su cabeza compitiendo contra Arnold, el cocinero.
Cuando al segundo se le cayó la botella lo obligaron a beberse un vaso con una mezcla de muchas cosas que no quise saber qué contenía.

Poco a poco iba pasando el tiempo. Cuando avisaron la hora por la radio, que faltaban solo treinta minutos para la media noche, llegó el momento del brindis del rey. Así que las transmisiones fueron cortadas para dar paso al discurso de fin de año.

Todos guardamos silencio escuchando un discurso que se repetía año a año. Que Illea era una nación fructífera, que sus castas desde la más baja a la más alta conformaban una poderosa y noble patria y que todos eran importantes para hacer crecer al país. Habló del Tratado con Italia y de una alianza con Nueva Asia que me aterró. ¿Qué alianza sería esa?

Cuando terminó hizo el brindis e invitó al país a alzar sus copas -como si un seis, siete u ocho pudieran hacerlo-, y bendijo a Illea con prosperidad y abundancia.

Cuando acabó el discurso comenzó el himno. Philippo se acercó.

-Qué mierda de discurso -dijo con la lengua pesada-. ¿Realmente la gente se lo cree?

Me encogí de hombros.

-A veces no queda más que aceptarlo -dije con pesadumbre.

Me imaginé cómo se vería la imagen por televisión. Con el rey ante el balcón principal junto a la reina y con Maxon y Kriss a su lado. Los cuatro alzando la copa ante una nación que moría de hambre si no pertenecían a las castas más altas.

Probablemente muchos no estaban comiendo más que basura en aquel preciso momento y la desfachatez de aquel brindis solo mostraba elegancia, sofisticación y una cena que podría alimentar a cientos de personas.

Ni siquiera la gente de la cocina tenía la mejor comida.

-Descarado se nace ¿eh? -escuché decir a Mera, asentí.

-La misma estupidez de todos los años -me quejé. Durante el tiempo que llevaba Clarkson gobernando siempre decía el mismo discurso. Papá solía quejarse de lo mismo y mamá le pedía silencio. Ella siempre decía que el país iba mejorando, él, que iba en picada.

...

De repente aquellos treinta minutos pasaron volando. Cuando faltaba solo un minuto para la media noche Marlee se acercó junto con Carter. Paige hizo lo mismo, Mera y Lucy también se situaron cerca de mí.

Les sonreí. Tal vez no estaba con mi familia pero estaba en mi segundo hogar. Con aquellas personas que de una u otra forma llenaban mi vida de diferentes maneras.

Roger y Valiant se situaron a nuestro alrededor un poco más lejos, pero Philippo los empujó al interior del círculo cuando se acercó con Celeste.

Comenzó la cuenta regresiva, sentí un nudo en la garganta. Cerré los ojos.

Súbitamente los gritos entusiastas invadieron el jardín y me abracé con cada uno de mis amigos. Los fuegos artificiales iluminaron las torres del palacio irradiando colores en los terrenos del palacio.

Marlee me abrazó con fuerza gritando eufórica, Mera solo lo hizo con un brazo de modo fraternal, sus ojos estaban brillantes. Imaginé lo que significaba para ella estar sola en aquel momento, añorando a Avery, tal vez imaginando qué sería de sus vidas si hubieran huido para navidad si no hubiese muerto.

Carter, Roger y Valiant se abrazaron con fuerza y gritaron algo que no escuché. Paige me apretó con tanta fuerza que tuve que apartarla por el dolor en las costillas.
Philippo me alzó por los aires con cuidado y me dio un sonoro beso en la mejilla. Pero lo que más me sorprendió fue cuando agarró a Celeste por la cintura, la inclinó hacia atrás y la beso apasionadamente frente a todos sin vergüenza. Le dijo algo que nadie escuchó producto de la algarabía y ella se quedó sin habla. ¡Celeste sin saber qué decir!

Cuando llegó el turno de Roger me abrazó con cuidado y me dio un beso en la coronilla.

-Gracias por preocuparte por nosotros -me susurró abrazándome con cuidado-. En nombre de mi familia te lo agradezco.

Mi corazón se llenó de dulzura al escuchar aquello. Le sonreí de regreso.

-Si tu deber es protegerme, yo lo haré también contigo...-le sonreí. Me devolvió el gesto y se alejó para saludar a Marlee.

Fue cuando giré la cara y me encontré con Valiant. Sus ojos estaban cargados de tristeza. Se acercó con una sonrisa desganada y abrió los brazos.

Le sonreí de regreso y lo abracé.

-Disculpa por comportarme como un idiota -me susurró.

-No tengo nada que disculparte -le dije cuando nos separamos-. Pero me alegra que me vuelvas a hablar.

Su sonrisa se amplió un poco más volviendo a ser el mismo chico alegre que conocía. Pero algo no andaba bien. Especialmente cuando agachó la cabeza.

-Tengo que hablar contigo.

No me gustó para nada el tono que había empleado, pero aprovechando que todos estaban festejando, asentí.

-Claro.

Nos alejamos hacia un rincón donde comenzaban los setos. Nos quedamos detrás de una pared de hojas. Me miró un segundo y luego suspiró.

-Quería despedirme -dijo entonces. Lo miré sin entender.

-¿Qué?

Apretó la boca y movió la cabeza.

-Que me marcho, pedí mi traslado -explicó-. Por eso volví al uniforme.

Parpadeé varias veces. Mi corazón se encogió.

-Espera... ¿qué? ¿Traslado? ¿Dónde...? ¿Por qué...? ¿Qué?

Su expresión estaba cargada de dolor. Me preocupe. Un traslado no era cualquier cosa.

-No puedo seguir aquí, así que solicité un cambio -dijo mordiéndose el labio-. Me designaron a la vigilancia de la frontera.

Fue como si un balde de agua fría me cayera encima. El terror me invadió de pies a cabeza.

-¡¿La frontera?! -exclamé aterrada-. ¿Te volviste loco? ¡Si no te mata el clima lo harán los rebeldes! ¿En qué estabas pensando? ¿Por...? -jadeé- ¿Por qué solicitaste ese traslado? ¿Qué...? ¿Qué ocurrirá con tu hermana? ¿La vas a dejar sola? -sus ojos temblaban.

-No tuve opción...

-¿Opción de qué? ¿Qué...?-me llevé una mano a la cabeza, abrumada-. ¿Por qué haces esto? ¿Qué puede ofrecerte la frontera más que una muerte segura? -De repente sentí que la rabia afloraba de nuevo- ¡No te salvé la vida y cargo con la muerte de un hombre por nada! ¿Y ahora te irás a arriesgarla dónde hallarás una muerte segura? ¡Qué diablos Valiant!

Apretó la boca y respiró con fuerza.

-¡No puedo seguir aquí! ¿Sí? ¡No puedo seguir viéndote todos los días! ¡No lo aguanto! -se acercó hasta mí dando zancadas y me sujetó por los brazos-. Esto es más fuerte que yo... verte... verte herida, saber que no pude hacer nada, que no pude protegerte... No lo soporto más...-jadeó con los ojos brillantes-. No soporto tenerte cerca y no poder hacer nada, no poder...no poder alcanzar tu corazón me mata cada día. Necesito apartarme de ti...

Me solté de su agarre y lo miré con una mezcla entre ternura y rabia. Las lágrimas afloraron.

-Lo siento...-susurré-. Lamento no poder responderte como te mereces...-me miró con tristeza-. Me encantaría... de verdad, me encantaría poder hacerlo, pero.... No puedo -lo miré fijamente-. Y tú tampoco.

-¿Cómo?

Me acerqué.

-Tú sigues enamorado de aquella chica, lo sé, y yo no puedo reemplazarla, nunca podré hacerlo mientras no la olvides, nadie podrá -cerró los ojos con fuerza y apretó la boca girando la cabeza a un lado.

-Estuve un año sufriendo por ella hasta que llegaste tú con un poco de esperanza a iluminar mi vida -dijo con suavidad, dio un paso y yo di otro hacia atrás-. Sí, aún la quiero, pero cada vez que cierro mis ojos no están los suyos en mi memoria, están los tuyos... Así de hondo has calado en mí...

-¿Y por eso te vas a marchar? -sollocé-. ¿Porque ninguna de las dos puede estar contigo? -cerré los ojos y las lágrimas se arrastraron por mis mejillas-. Hace poco aprendí que arrancar del dolor no es la mejor solución, porque te encontrará hasta que lo enfrentes...-recordé las palabras de Mera. La noticia de que Valiant se iría me dolía tanto como cualquier otra. De repente parecía todo tan fácil, algo muy dentro de mí aún se resistía, aún confiaba en Maxon, en lo nuestro-... Por favor... no te vayas a la frontera, no puedes arriesgar así tu vida... Maya te necesita.

-Ya está... tengo que irme esta semana -dijo abatido. Agité la cabeza.

-¿Y qué pasará con tus sueños? ¿No querías volver al teatro? Por favor Valiant, no te vayas por mí... si es por eso yo... ¡yo me marcho! Lo que sea para que no arriesgues tu vida, para que no abandones a tu hermana.

Suspiró hondo liberando aire por la boca. El dolor en su expresión era palpable. Se acercó lentamente. Era cierto, estaba enamorada de Maxon, pero las mariposas seguían ahí cada vez que Valiant estaba cerca. Era una sensación desastrosa que no me dejaba ver las cosas con claridad.

Pero entonces a mi cabeza acudió el beso de Maxon y Kriss. Podían estar fingiendo por el rey, podía ser una farsa. Pero más farsa era el que él no se enfrentara a todos para no seguir con la mentira. De repente me preguntaba si el amor que sentía por mí era tan intenso como me hacía creer.
Y luego recordaba que me había echado de su vida. Que no me había querido escuchar.
¿Qué se suponía que debía hacer?

En momentos como aquellos deseaba que alguien se metiera en mi cabeza y presionara el botón que tenía la respuesta correcta. Porque cuando yo la buscaba no veía más que cables enredados.

-Tú tienes una historia aquí que debes terminar -me dijo con tristeza-. No sé cómo sucederán las cosas a partir de ahora, pero tengo la certeza de que pase lo que pase tú serás nuestra futura reina -frunció la nariz e hizo una mueca extraña. Solo ahí noté que estaba llorando. ¿Yo le había causado eso? -. Sé que harás del mundo un lugar mejor. Ustedes dos. Porque tienen grandes ideales. No importa dónde yo me vaya y si muero por servirle al rey, al menos sé que Maya quedará en buenas manos cuando Maxon lo sea.

Apreté los puños y avancé a zancadas.

-¡No te lo permitiré! ¡No dejaré que arriesgues tu vida de esa manera! -me llevé las manos a la cabeza, el simple movimiento me hizo arder la costilla herida-. ¡Te necesitamos aquí! ¡No en la montaña! ¡Tu hermana no necesita un rey que la cuide! ¡Necesita de su hermano! ¡Necesita la única persona que realmente la quiere!... Eres como su padre Valiant. No puedes hacer esto por mí... ¿En qué posición me dejas al decirme esto? ¿Me explicas? Porque ahora solo puedo sentir culpa. ¿Con qué cara miraré a tu hermana cuando sepa que te fuiste a la frontera a arriesgar tu vida por mí? ¿Por una chica que no te pudo responder?

Se llevó una mano a la cara con fuerza y me miró detenidamente.

-Yo solo quería despedirme -dijo con suavidad y un leve gorjeo. Se acercó y mi barbilla tembló-. Eres una gran persona y me alegra haberte conocido -hizo una inclinación formal hacia delante llevando las manos a su espalda-. Fue un gusto Lady America.

Arrugué la boca y la nariz conteniendo el llanto. Mi respiración era errática, el nudo en la garganta era doloroso.

Pero me quedé ahí. Sin decir ni hacer nada, viendo como se marchaba, alejándose del seto de regreso a la fiesta.

Esa había sido la señal del destino que estaba esperando para cambiar el rumbo de mi vida. Si lo hubiera detenido como había querido hacer, si le hubiera obligado a mirarme y lo hubiera besado como estaba deseando, tal vez mi vida habría tenido otro final.
Pero no pude hacerlo. Porque de haberlo hecho estaría actuando como lo hacía Maxon conmigo y con Kriss.
Y ya estaba harta de los engaños. Y yo no era cruel.

Pero tampoco quería que se marchara por mí. No se lo merecía. La frontera era un lugar inhóspito y frío. Ningún soldado regresaba con vida.

Y no había podido detenerlo. Porque impedírselo implicaba darle una oportunidad, significaba responder a aquellos sentimientos que tan confundida me tenían.

Cerré los ojos y respiré el aire frío. Un leve hedor a pólvora bañaba el aire luego de los fuegos artificiales.

Me llevé una mano al pecho, cada día que transcurría en aquel palacio me hacía cuestionar si había hecho lo correcto en regresar.
Había llorado más en aquellos cortos dos meses que en toda mi vida.

Decidí volver al palacio y resguardarme en mi habitación. No quería ver a nadie más. Me sentía como la piedra en el zapato de todo el mundo. No hacía más que causar problemas, molestias e incordios.

Cuando crucé por la explanada noté a más personas festejando de las que había al principio y un gran número de soldados. Pero no pude divisar ni a Roger ni a Valiant. Aunque bien tenían que protegerme después de lo que me había sucedido y los necesitaba para no toparme con Cheng nuevamente, decidí escabullirme con cuidado para no ser vista por ojos enemigos.

Al menos para ello ya estaba preparada. No volvería a beber nada que viniera de alguien que me causara desconfianza. Y si me volvía a suceder algo, pues... si estaba en mis plenas facultades físicas y mentales, lo agarraría a golpes con lo que tuviera a mano.

...

Me escapé por las cocinas y tracé un camino de pasillos y pasajes que me hicieron subir y bajar escaleras que nunca había tomado.

Por suerte no me encontré con nadie en el camino. Me arrinconé a las paredes cada vez que escuchaba voces y me escondí entre las sombras.

Finalmente logré llegar hasta mi habitación. Cerré con llave, encendí la luz y me arrojé sobre uno de los sofás.

Cerré los ojos un instante cuando de repente escuché golpes en la puerta.
Me senté de golpe y miré hacia la salida con terror.

Otro par de golpes.

Me puse de pie y miré alrededor, sobre el tocador había un florero metálico. Peor era no tener nada.

-¿Quién es? -pregunté intentando controlar mi voz. Alcé el florero sobre la cabeza preparada para atacar.

-Maxon -contestó él.

Respiré aliviada y bajé el florero dejándolo sobre una mesita. Pero dudé si abrirle la puerta.

-¿Qué quieres?

-¿Podemos hablar? -preguntó.

-¿Cómo sabías que estaba aquí? ¿Me seguiste? -insistí. Se quedó en silencio un instante.

-Estaba en el jardín cuando te vi correr en dirección al palacio, ¿está todo bien? Parecías molesta.

Rodé los ojos.

-¿Y a ti qué te importa?

Silencio nuevamente.

-¿Y a ti qué rayos te pasa que te estás comportando así? ¿Qué te hice?

No podía ser tan cara dura.

Avancé a pasos largos por el dormitorio y abrí la puerta con fuerza. Mi cerebro colapsó un segundo cuando vi que llevaba la chaqueta abierta y la camisa desabotonada a la altura del pecho sin la corbata.

Parpadeé para no distraerme.

-¿De verdad lo estás preguntando? -espeté-. ¿Realmente eres tan... descarado para preguntar qué me hiciste?

Frunció el ceño un segundo y luego palideció.

-Oh... oh... no, escucha, no es lo que piensas...déjame explicar...

-¡Eres un...! -apreté los dientes y lancé un grito adentrándome a la habitación-. ¡Eres un idiota! -agarré un cojín del sofá y se lo lancé-. ¡Un mentiroso! -otro más.

Cerró la puerta antes que los cojines lo golpearan.

-Espera, espera, puedo explicártelo, yo...

-¿Explicar qué? -grité con rabia. Agarré el florero que había dejado sobre la mesita y cuando lo vio en mis manos volvió a cerrar la puerta justo en el instante que el objeto chocaba contra el marco.

-¡¿Te volviste loca?! ¡Eso es un florero!

-¡Y te lanzaría el piano si los rebeldes no lo hubieran quemado! -grité-. ¡Eres un maldito mentiroso! ¡Un farsante! ¡Solo sabes jugar con la vida de las personas!

Todo lo que pasó por mis manos terminó chocando contra la puerta. Cada vez que Maxon hacía el intento de abrirla la volvía a cerrar.

-¡Te juro que no lo hice para hacerte daño! -gritó asustado-. ¿Quién te lo dijo?

Fruncí el ceño.

-¿Decirme? ¡Te vi! ¡No seas hipócrita! -grité con lágrimas en los ojos.

-¿Verme? -preguntó con curiosidad. Asomó la cabeza por el resquicio de la puerta justo cuando le lanzaba otro cojín que logró agarrar con las manos-. ¿De qué....? ¿Qué viste?

Respiré agitada, las flores del vestido que se enganchaban a mis hombros se habían desatado.

-¿Por qué me haces esto? -jadeé ya cansada de llorar-. ¿Qué es lo que quieres?

Me miró como si tuviera un cuerno.

-America si me explicas...-cerró la puerta y se acercó lentamente usando el cojín como escudo- ¿Qué viste?

Apreté los dientes y dejé que las lágrimas cayeran.

-El beso que te diste con Kriss...-mascullé con dolor. El frunció el ceño y entonces... estalló en una carcajada.

Me sentí tan humillada que me acerqué a darle golpes con las manos.

-Ey, ey, espera... detente -dijo divertido.

-¿Por qué te ríes? ¿Eres idiota o qué? -lo empujé por encima del cojín mientras él seguía aguantando las ganas de reír-. Te vi besando a Kriss frente a todo el país Maxon... -sollocé, solo ahí su semblante se puso más serio-. Sigues prometiéndole a toda una nación que te casarás con ella...

-Escucha America, Gavril nos pidió que...

-¿Y por qué te lo pidió Gavril tenías que hacerlo? ¿No podías simplemente negarlo?

Frunció el ceño.

-America, ya te lo expliqué una vez, cuando eres príncipe o rey todos los ojos están sobre ti, las cosas hay que hacerlas bien, no al azar...-me miró ceñudo-. Si creíste que le diría a toda Illea que quería terminar con Kriss, con ella ahí, en año nuevo...

Me llevé las manos a la cabeza. Podía estar siendo irracional, pero ya no aguantaba todo lo que me estaba sucediendo. Maxon llevaba un año postergando una boda que no quería y amarrando a Kriss a una vida que solo le causaba daño.
De repente recordé a Valiant en el jardín, las palabras de Mera, de Marlee... ¡Dios, ¿qué estaba haciendo?! ¿Y si me había equivocado?

Me llevé las manos a la cara y caí en el sofá, destruida.

-America...-susurró Maxon sentándose a mi lado. Pero lo aparté con fuerza.

-¡Lárgate! -lloré-. ¡No has hecho más que complicar las cosas en mi vida! -lo miré angustiada-. Por supuesto que sé que debes hacer las cosas bien, pero al verte besar a Kriss frente a todo el mundo solo me demuestra que no estás listo para acabar con ese compromiso. ¡No estás listo para dar la cara a la verdad! ¡Llevas un año así! ¿Cuánto más tendré que esperarte? ¿Cuánto daño me tienes que hacer para que yo, la idiota, entienda que tiene que apartarse de tu lado?

Sus ojos temblaron, se agachó delante de mí y me tomó las manos.

-No hables así... no sabes lo difícil que es...

-¡Solo haces cosas por ti! -exclamé poniéndome de pie de nuevo-. Nunca debí volver... nunca debí...-me detuve un segundo. Lo sentí situarse a mi espalda. Me volteé-. Espera un segundo... cuando entraste dijiste que no era tu intención hacerme daño, y preguntaste si alguien me lo "había dicho"-lo miré fijamente, dio un paso atrás-. ¿Qué hiciste, Maxon? ¿Qué tengo que saber? ¿Más mentiras? -jadeé. Lo vi palidecer.

-No... ¿Podemos aclarar un tema a la vez, por favor? -gimió. Di otro paso y el retrocedió uno más.

-¿Qué hiciste? -comencé a sentir frío. Me detuve, estaba cansada. Agotada. Y no por la actividad física. Estaba mental y emocionalmente fatigada.

-Escucha... tenemos mucho de qué hablar pero...

-Entones habla...-susurré cansada-. Si alguien me tenía que decir algo debe ser muy malo para que estés tan aterrado. ¿Qué hiciste?

Respiró profundamente. Alzó el mentón, sus ojos se fijaron en mí. Estaban cargados de... ¿miedo?
Rayos Maxon, ¿qué diablos hiciste?

-Solo... espero que entiendas que...-tragó saliva, asustado-...llevo semanas intentando ver cómo decirte esto sin que salgas arrancando.

Lo miré asustada.

-Habla -le pedí apretando los dientes. Entonces sus ojos me vieron decididos. Brillantes. Como cuando estábamos en las cocinas. Estaba sacando el rey que llevaba dentro.

-Todo lo que hice, todo lo que hecho, es por ti...-dijo con la voz ronca, mis mejillas se calentaron. Cuando usaba ese tono era más intimidante, pero no quise demostrar que me estaba afectando, así que achiqué los ojos-. Desde el día que te expulsé de mi vida no hay minuto ni hora que no me recuerde lo imbécil que fui por dejarte marchar producto de un ataque de celos sin sentido...-jadeó. Ésta vez él se acercó, pero yo no retrocedí. ¿De qué estaba hablando? -. ¿Crees que no he hecho nada por ti desde que te marchaste? -rió con desgana. Fruncí la nariz.

-¿Qué hiciste Maxon....? -gemí-. ¿Qué has hecho además de humillarme desde que me marché? -alcé el mentón-. ¿Qué has hecho además de probar delante de todo el mundo que ya no sientes nada por mí? Especialmente cuando besas a Kriss en público...

Se llevó una mano a la cara, enojado.

-¡Deja de decir eso! -exclamó tomándome por el brazo, sorprendiéndome-. ¡No te he humillado! ¡Si alguien aquí se ha humillado soy yo! ¡Yo, que todavía te persigo por los rincones, que te quiere robar un beso y que sueña contigo cada noche porque no te puedo tener! -me sonrojé, aquellas palabras se podían interpretar de muchas maneras-. ¡Soy yo quien ha buscado una forma de poder tenerte conmigo de nuevo para enmendar la estupidez que hice al dejarte marchar! -volvió a reír con amargura y me acercó hasta su nariz-. ¿Quieres saber qué hice? -jadeó angustiado, sus ojos brillaron con lágrimas retenidas-... ¡lo único que estuvo a mi alcance para volver a tenerte a mi lado!... ¡Eso hice!... -gruñó dolido-. Y temo que me odiarás por eso...

Lo miré sin comprender. Intenté adivinar sus palabras, recordar alguna cosa que había hecho, algo que me hiciera odiarlo como él decía, pero a mi mente no acudía nada. Nada excepto...

Me llevé la mano libre a la boca y emití un grito agudo. Me solté de su agarre y retrocedí varios pasos alejándome de él.

-¿Qué...? -algo en mi pecho dolió como nunca. Como si se hubiera trisado un vidrio-. No... no fuiste capaz, no...

-Era el único modo...-sollozó-. No podía ir a buscarte, no podía romper el compromiso con Kriss, no podía... hacer nada. Solo volverte a tener cerca enmendaría las cosas, tal vez juntos buscaríamos una solución -explicó desesperado-. Y... no sé... estarías más preparada para todo lo que implica ser una reina...

Me llevé las manos a la cabeza.

Aquello solo afirmaba lo que temía. No era más que un títere.

-¡NO FUISTE CAPAZ MAXON! -estallé en llanto-. ¡No me hiciste esto! ¡Tú...! ¿Esto fue idea tuya? -pregunté apuntándome a mí misma-. ¿Esta payasada de convertirme en embajadora fue tú idea?

-No sabía qué más hacer...

Comencé a temblar.

-¡Claro que sí! ¡Podrías haber ido por mí! ¡Podrías haber actuado como el hombre que se supone que eres! ¡Pero a cambio de eso me hiciste creer que los italianos confiaban en mí! -me llevé las manos a la boca con terror-. ¿Philippo sabe de esto? ¿Y Marco Antonio? ¿Nicoletta? ¿Todos están metidos en esta farsa?

Maxon agitó la cabeza y se acercó desesperado.

-No, no, solo Nicoletta -dijo angustiado-. Por favor, déjame explicarte...

-¿Qué me vas a explicar? -me volví a apartar. No podía estar sucediendo, era irreal, una pesadilla. Maxon no podía haber manipulado así mi vida solo por un capricho-. ¿Qué planearon esto con Nicoletta para transformarme en su conejillo de indias? ¿Para hacerme negociar con serpientes como tu padre y Cheng para no tener que arriesgar a los príncipes italianos? ¡Soy su carnada! ¿Eso me estás diciendo?

Maxon corrió hasta mí y me volvió a agarrar por los brazos, intenté apartarme pero era más fuerte que yo.

-¡Suéltame!

-¡No hasta que me escuches! -gritó desesperado-. ¡No eres una carnada! ¡Nicoletta siempre quiso que fueras su embajadora! Cuando supo que te haría mi reina decidió nombrarte su representante -contó a trompicones-. Cuando te dejé ir me llamó por teléfono para insultarme tal y como todos los que te querían hicieron... -lloró-. Y ahí fue cuando le supliqué que no te olvidara, que te tuviera presente como su embajadora... -explicó-. Ella ya quería que lo fueras. Le dije que intentaría posponer la boda de alguna forma y por algún milagro que aún no me explico los ataques comenzaron y no tuve que verme forzado a aplazarla por mí mismo, había una razón de peso... solo ahí con Nicoletta acordamos que te enviaría de vuelta al palacio cuando estuvieras lista. ¡Pero ellos ya te querían como su embajadora America! Yo solo les pedí que te enviaran al palacio, para poder encontrar un modo de reconquistarte...

Me volví a soltar. Aquella explicación podía ser convincente, pero no dejaba de sentirme manipulada.

-¿Reconquistarme? -espeté-. ¿Reconquistarme cómo? ¡Si aún sigues del brazo con tu prometida! ¿Cómo pretendes conquistar a una mujer si le prometes amor a otra? ¡Explícame eso! ¿Por qué hiciste todo este espectáculo, Maxon? ¿Qué sacabas con hacer todo esto? ¡HABLA!

Entonces me agarró con fuerza por los brazos y me empujó contra la pared. Sus ojos estaban inyectados, su cuerpo temblaba.

-¡PORQUE TE AMO TONTA! -gritó-. ¡Te amo desde el primer día que te vi correr por el jardín! ¡Desde que me enseñaste cómo era el mundo! ¡Te amo por eso y más! -lloró con desesperación, su boca se acercó a la mía-. Te amo... y jamás me voy a perdonar el haberte expulsado de mi vida... por eso te quise de vuelta, llegaste como embajadora... pero llegaste...

Y sin dejarme decir nada más me besó con fuerza desmedida. Intenté soltarme, pero algo dentro de mí explotó con fuerza. Ya no tenía fuerzas para batallar, ni para discutir.

Cada vez que me besaba perdía la noción del tiempo y del espacio. Y con sus últimas palabras mi cerebro había bloqueado todo lo posiblemente malo.

Mi cordura intentaba recordarme que había sido manipulada, pero mi corazón insistía en que lo había hecho por mí, porque me amaba y porque me quería de regreso.

Porque era la única forma.

Recordé sus palabras "cuando eres príncipe o rey todos los ojos están sobre ti, las cosas hay que hacerlas bien, no al azar".
Lo había hecho con Marlee cuando la azotaron, con los chicos de Panamá que habían tomado su lugar y el de Carter, cuando me mostró los libros de Illea, cuando se alió con Philippo para enfrentar a Cheng... y conmigo.
Había tratado de hacer las cosas bien... para volver a tenerme cerca. Me había convertido en embajadora, gracias a él...

De repente no todo se escuchaba tan mal dentro de mi cabeza. Porque nadie me había obligado a subirme a ese avión. Yo lo había hecho para escapar, pero era él quien me estaba mandando lejos para traerme de regreso preparada y lista para luchar a su lado.

Aunque el peso de la mentira aún dolía en la conciencia.

Sin embargo sus besos comenzaron a apabullar cualquier reminiscencia de dolor en mi alma. Y en lugar de ácido, inició el fuego.

Al principio no quise responderle el beso, pero era imposible evitarlo. El deseo era más fuerte, y ante el dolor que me estaba llenando el pecho poco a poco, sus besos parecían un ungüento.

-Te amo...-me volvió a susurrar. Desde lejos se escuchaba la algarabía de la fiesta en el jardín y probablemente en el salón estaba todo igualmente ruidoso.

Me sonrojé de golpe.

Estábamos los dos solos en el palacio.

El beso comenzó a transformarse. De intenso pasó a apasionado y de apasionado a hambriento. Era algo que no había sentido nunca. Si bien para la recepción de Philippo nos habíamos besado del mismo modo, ahora había algo diferente, y es que el dolor y la desesperación por querer estar con el otro nos estaba pasando la cuenta.

Era insoportable amar a alguien y no poder hacer nada...

Su boca recorrió mi cuello con hambre y a pesar de que lo quise detener, no pude. De alguna manera mi corazón me hizo sentir que ante cualquier error existía el mañana para arrepentirse.

Era un pésimo consejo. Pero mi cabeza había perdido su voz en aquel momento. La cordura estaba muerta o bien, noqueada.

Cuando volvió a subir y agarró mi boca nuevamente mis ojos lloraron. Sus labios bebieron las lágrimas y apoyó su frente contra la mía. Su respiración estaba agitada.

-America...-no sabía si lo estaba preguntando o diciendo. Lo miré-. Perdóname...

Suspiré por la boca.

Tal vez era una tonta y no merecía respeto ni siquiera de mí misma. Pero no pude evitarlo...

-También te amo...-susurré.

Y fue como si una carga de doscientos kilos se liberara de mi cuerpo. Rió de una forma tan maravillosa que me contagié de ella. Entonces volvió a besarme. Con desesperación, con fuerza. Llevé mis manos a su cabeza enredando los dedos en su cabello y le respondí del mismo modo.

De repente comenzamos a avanzar, a medida que nos movíamos lentamente por la habitación buscando un apoyo que no fuera la pared, él se quitó la chaqueta lanzándola al suelo. Cuando sus manos volvieron a mi espalda buscando el cierre del vestido, esta vez, no lo detuve.

Sí, era una idiota. No debía estar haciendo eso, pero era más fuerte que yo. Al menos ante cualquier error tenía amigas que a la mañana siguiente me regañarían como era debido.

Mis manos se movieron frenéticas por su pecho hasta desabrochar cada botón de la camisa, la que bajé por sus hombros hasta que cayó al suelo.

Nos detuvimos un segundo, volvió a apoyar su frente en la mía y cerré los ojos solo para sentir, no sin vergüenza, como el vestido se liberaba del cierre y caía a mis pies.

No abrí los ojos, por el contrario, me dejé llevar por las caricias en mi espalda.

La última vez que habíamos estado así había sido el día antes de la elección. El día que me había echado del palacio. Lo cuál era una ironía si tomaba en cuenta que estábamos a punto de repetir lo mismo de aquella noche, y justo después de una discusión que se dio por culpa de mí salida del palacio.

Nos volvimos a mover por la habitación entre besos y caricias. El recorrido de sus manos me sonrojó. Nos detuvimos un segundo y sin abrir los ojos sentí como sus labios se deslizaban por mi hombro mientras sus manos quitaban el seguro del sujetador.

Al sentirme desprotegida cuando cayó al suelo, automáticamente me llevé los brazos al pecho, él se rió y me acarició la frente con los labios.

-Para mí esto también es nuevo -dijo con un suspiro, y por un segundo lo sentí tensarse-. Aunque... no pretendo forzarte a nada... -susurró-, tal vez deberíamos...

-No -jadeé. Y lo besé con fuerza. Con un gemido que me erizó la piel me abrazó con fuerza. El contacto de piel con piel fue la sensación más... natural y perfecta que había sentido en mi vida.

Mis manos recorrieron su espalda. Sentí las cicatrices pero él no se detuvo. Por el contrario, apoyó su boca en mi cuello mientras acariciaba sus heridas.

Con un último movimiento logró despojarse de los pantalones, algo que en algún segundo fue divertido porque casi se cae al estar de pie. Pero lo remedió de inmediato cuando me volvió a besar. Por un segundo olvidé la venda de las costillas y la pierna, así que cuando encontramos la cama y caímos sobre ella, por primera vez dejé que me contemplara sin nada más que la última prenda de ropa interior que me quedaba.

Sus ojos estaban brillantes. Y curiosamente, esta vez, no quise cubrirme con los brazos. Mucho menos cuando había descubierto que él era el único que me hacía sentir así de segura.

Pero a diferencia de lo que había pensado, en lugar de ver una expresión más... ¿intensa? Se enfocó en las vendas y comenzó a trazar un camino de besos por mis piernas y mis heridas.

Si en algún momento creyó que aquello me causaría ternura, pues... no. Por el contrario. Una corriente eléctrica de mil voltios subió por mi piel hasta explotar en mi boca con un gemido que se hizo irreconocible para mi propia voz.

Cuando alcanzó mi boca el mundo desapareció a nuestro alrededor. Se colocó sobre mí cuidando de no aplastar mi costilla y colocó una pierna entre las mías.

-No sé qué estoy haciendo -dijo algo incómodo-. No quiero hacerte daño.

Reí.

-Créeme, es perfecto -jadeé con suavidad cuando me volvió a besar.

Todo era perfecto. El momento, la soldad, la intimidad. Parecía que todo poco a poco las cosas cobraban el sentido y el rumbo que les correspondía.

Pero no todo lo que brilla es oro.

Como si alguien se riera de nosotros de repente una explosión monumental incendió el jardín y los cimientos del palacio se agitaron como en un terremoto.

Los dos nos sentamos en la cama y por inercia me cubrí con la colcha deshecha. El momento mágico se vio destruido y la cordura cobró su liderazgo.

-¡No puede ser! -exclamó él levantándose de la cama. Miró por la ventana con terror-. ¡Los soldados están todos en el jardín! ¡Hay un incendio!

-¿Crees que sea Coil? -pregunté aterrada.

Nos miramos con espanto y en un abrir y cerrar de ojos ambos nos vestimos con rapidez. Maxon se quedó con la camisa abierta y yo con el vestido hasta la cintura justo en el instante que se abría la puerta de la habitación.

Exclamé un grito agudo cuando Aspen entró por ella seguido por Roger y Valiant. Los tres nos quedaron viendo por un segundo como si no pudieran entender la escena. Entonces Maxon me agarró por el brazo y me empujó hacia Roger. En el trayecto logré colocarme el vestido pero me costó evitar el sonrojo.

-¡Llévensela a un refugio! ¡Aspen! ¡Tú vienes conmigo! -exclamó. Mi amigo lo miró como si tuviera dos cabezas.

-¡De ningún modo! ¡Tú eres el príncipe!

-¡Y para eso me entrenaste! ¡Para defender a otros! -exclamó- ¡Dame un arma!

-Maxon, no...

-¡AHORA!

Aspen titubeó un segundo, pero le entregó a Maxon un rifle que parecía peligroso. Con una agilidad que no le conocía se lo cargó al hombro, ordenó las balas y le quitó el seguro en menos de un segundo.

-¡Llévensela! ¡Ya! -exclamó justo al instante que explotó algo en algún lugar. Se escuchaban gritos de todos lados. Yo solo podía pensar en mis amigas, en Philippo y en Carter.

Roger me agarró por el brazo empujándome al pasillo, pero yo me volteé hacia Maxon.

-¡No, espera! ¡Maxon! -grité. Nos miramos un segundo en medio de otra explosión que remeció al palacio y corrió hacia mí besándome con fuerza.

-Estaré bien, mantente a salvo.

Y junto con Aspen desaparecieron por el pasillo mientras Roger y Valiant me llevaban hasta el otro extremo buscando un refugio.

...

NOTAS

Este es uno de los más largos junto con el de Cheng.

En fin, apreciaciones varias, ya saben, pueden opinar, saltar, enojarse, lanzar el computador o el teléfono al suelo. Ustedes eligen.

Siento dejarlos así, pero en el siguiente capítulo bueno, si quieren adelantos, solo les diré que Maxon sabrá la verdad de Kriss, más de alguno saldrá muy herido y a America se le ocurrirá una idea que no será del gusto popular.

Pero como les dije, para el final quedan solo 7 capítulos más los dos epílogos (9 en total). Desde los últimos que ya leyeron pueden notar como el drama y la acción forman poco a poco parte del final.

No quiero alargarme mucho más, solo espero que este capítulo lo hayan disfrutado.

¡Nos leemos!

Kate.-

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