El alma perdida

By TaliMau

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Lord Voldemort acaba de resurgir y emprende una de las búsquedas más importantes de su vida, debe encontrar e... More

El huésped:
Georgina:
El ataque de los mortífagos:
Voldemort tiene un nuevo plan:
La casa invisible:
La Orden del Fénix:
Un visitante en la oscuridad:
Perseguidas:
La medalla de Tom:
Tutores:
La ira de Voldemort:
En casa de los Weasley:
Junto a Tonks:
Conociendo a Tom Ryddle:
En casa de Snape:
La visita de los mortífagos:
Pensamientos:
La marca tenebrosa:
Camino a Hogwarts:
Conociendo Hogwarts:
La verdad sale a la luz:
Una nueva amiga:
El amor de Severus:
Susurros en la oscuridad:
La medalla perdida:
Un baile erótico:
La nueva profesora:
El secreto de Voldemort:
Recuperada:
El beso:
La orden de Voldemort:
El destino de Charlie:
Una extraña entrevista:
Sospechas:
El secreto revelado:
La huida de Hogwarts:
Capturados:
Los prisioneros:
El alma de la medalla:
Lágrimas del corazón:
Enferma:
Una victoria y un fracaso:
Un cambio de sentimientos:
Un deseo frustrado:
La huida:
La rebelión de los mortífagos:
Decisiones:
Momentos previos:
Conversación en el bosque:
Muerte en a colina:
Entre fuego y humo:

Consecuencias:

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By TaliMau

Lord Voldemort había vuelto a perder el control. Agarró del cabello a Bellatrix y la empujó hacia un costado con tanta fuerza que la mujer cayó al piso, rompiendo así el hechizo que la bruja estaba realizando. Se inclinó sobre la chica que yacía de espaldas y la dio vuelta, abrió la túnica y palpó su cuello. Fue en ese mismo momento en que se dio cuenta que su medalla había desaparecido.

_ ¡NOOOO!_ gritó de frustración mientras se inclinaba aún más.

Sus mortífagos que iban llegando uno a uno a medida que pasaban los minutos lo rodearon, pensando que la chica había muerto. Un hombre de baja estatura y regordete se animó a dar un paso hacia delante.

_ ¿Está muerta?_ balbuceó_. Lo siento mi señor.

_ ¡No está muerta!_ se escuchó decir a Bellatrix, que se había levantado del suelo y se acercaba unos pasos hacia ellos.

Voldemort ni siquiera les prestaba atención, parecía como si estuviera algo ausente.

_ ¡Los malditos se llevaron la medalla! Todos los prisioneros escaparon_ casi gritó con furia la mujer.

Entonces todo pudieron ver lo que pasaba y aquella oscura masa compacta de hombres tembló como si fuera uno solo. Habían fracasado defendiendo aquella casa, excusas tenían varias y cada cerebro comenzó a trabajar para poder salir con vida de aquel lugar. El ataque había sido sorpresivo pero, todos sabían bien, que Voldemort no admitía excusas.

_ No debió confiar en ella, mi señor_ le susurró Bellatrix a Voldemort, y agregó con despecho_: es una asquerosa muggle. No se podía esperar otra cosa...

No era la mejor actitud para ganarse a Voldemort pero los celos que sentía la invadieron por completo.

_ ¡Lucius!_ gritó de pronto el hombre oscuro haciendo que todos se sobresaltaran.

_ ¿Sí, mi señor?_ dijo temblando Malfoy mientras se acercaba a él. Su cabello estaba revuelto y lucía un feo corte en el rostro. Narcisa que estaba un poco más apartada los miró horrorizada, lo único que le faltaba era que culpara a su marido por la fuga de los prisioneros.

_ ¡Llévatela! ¡Sácala de mi vista! ¡No quiero volver a verla!_ le gritó furioso mientras se paraba, se dio media vuelta y caminó hacia el interior de la casa.

Malfoy se inclinó, tomó a Ania en sus brazos y la trasladó hacia la casa. La dejó en la habitación en donde había estado cautiva todos esos días. Y fue en ese trayecto que se dio cuenta de que estaba muy enferma. Estaba pensando en qué hacer cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y entró Narcisa.

_ Está muy enferma. Bella casi la mata..._ le dijo a su esposa_. ¿Y ahora qué hacemos?

_ Quiere que la traslades al calabozo principal_ le informó su mujer.

_ Pero empeorará allí y ya sabes lo que pasó la otra vez... pagamos por ello_ dijo frustrado el hombre.

_ ¿Y qué quieres que le haga? Eso fue lo que me ordenó_ protestó molesta Narcisa.

Discutieron un largo rato más pero finalmente ninguno se atrevió a desobedecer a "su señor" así que Ania terminó en el piso de piedra donde antes habían estado sus amigos. Lo único que el matrimonio Malfoy hizo por ella fue colocarle una manta encima.

A muchos kilómetros de distancia de allí se realizaba una importante reunión. La Orden del Fénix en pleno estaba reunida en la casa de Sirius y si bien su plan había salido bien no consideraban que fuera todo un éxito ya que Ania no había podido escapar. El plan de Dumbledore había sido sencillo pero cualquier cosa que pudiera fallar iba a destruirlo por competo, todos lo sabían, se habían preparado para ello y sin embargo algo había salido muy mal.

Había habido dos elementos claves en todo aquello, uno de ellos era Remus Lupin y el otro nada menos que Severus Snape...

El profesor Snape debía ir a la mansión de los Malfoy a "advertir" al hombre oscuro que los miembros de la Orden del Fénix planeaban atacar aquella casa al otro día. Todos sabían que no se iba a poder trasladar de inmediato sin embargo tenían que actuar con rapidez por si las cosas no salían bien. Cuando el profesor Snape salió de su entrevista con el hombre oscuro no se fue, como todos pensaron sino que aprovechó la oportunidad de que estaba solo y se coló hacia el sótano donde estaba el calabozo. Estando allí retiró el hechizo que sellaba la puerta y la abrió con cuidado.

Los prisioneros al verlo se habían quedado tan perplejos que ninguno reaccionó a tiempo para intentar hacer algo, ya que creían que era un traidor y desde que lo habían escuchado en el salón deseaban matarlo con sus propias manos, o al menos eso pensaba Sirius. Snape no se detuvo en explicaciones sobre su conducta, sino que le lanzó una navaja a Charlie que era el que estaba más cerca de la puerta, mientras susurraba.

_ Esta tarde vendrán a sacarlos de aquí_ dijo rápidamente el hombre mientras vigilaba su espalda_. Con esa navaja podrán abrir esta puerta, tiene que subir hasta el primero piso sin que los vean y sacar a Ania de allí. Luego ir hasta el jardín posterior en donde Lupin los esperará. ¡No deben verlos! La Orden estará distrayéndolos en las puertas delanteras de la mansión.

_ ¡Pero las puertas están selladas por encantamiento!_ dijo Charlie.

_ No los tendrán y..._ dijo Snape pero se interrumpió de inmediato. Luego cerró rápidamente la puerta y se escondió en la oscuridad. Alguien bajaba por las escaleras, su corazón latía a mil por hora, si lo descubrían estaba muerto y allí no había dónde esconderse.

_ ¿Qué haces aquí?_ dijo Lucius al toparse con él de improviso. Sus ojos abiertos denotaban a las claras la sorpresa.

_ Ehhhhmm, el Señor Tenebroso me mandó a vigilarlos_ mintió con rapidez.

_ Ese es mi trabajo_ lo cortó Malfoy mientras fruncía el ceño.

_ Me dijo que no le dijera a nadie... aparentemente no confía en ustedes_ dijo muy serio Snape.

Malfoy al oírlo se puso colorado de la vergüenza y la furia. Era lo único que le faltaba, que Voldemort ya no confiara en él. Gracias a Dios que ni se le ocurrió que el profesor le estaba mintiendo, ni en ese momento ni nunca. Entonces el plan de Dumbledore siguió con éxito. Con la excepción de un detalle que al menos para el profesor Snape era importante, la idea era subir al primer piso y avisarle a Ania. El profesor tenía la idea de hablar con ella y decirle toda la verdad sobre su conducta y las mentiras que le dijo al señor oscuro delante de ella. Pero claro, luego que se encontró con Malfoy la siguiente parte del plan de ese día se fue a la basura, ya que el hombre rubio no se separó de él en todo el trayecto, y tuvo que salir de la mansión sin haber podido hablar con ella.

Más tarde aquel día se reunió con los demás en la casa de Sirius, que había vuelto a funcionar como cuartel general, y al no poder participar en el ataque tuvo que quedarse allí, para su propio fastidio. Era tanta su ansiedad por causa de Ania y su seguridad que quería participar aunque fuera oculto. Incluso le sugirió a Dumbledore usar la poción multijugo pero éste se negó al decirle que si lo capturaban estaba muerto. No iba a arriesgar a su espía de nuevo.

Los primeros en aparecer por el cuartel general de la Orden del Fénix fueron Lupin y los mismos prisioneros. Snape era el único allí y los estaba esperando en la cocina. Al verlos suspiró de alivio pero pronto se dio cuenta de la falta de Ania.

_ ¿Y Ania?_ les preguntó mientras la preocupación lo invadía.

Nadie le contestó. Charlie que sostenía a Becca la ayudó a sentarse en una de las sillas mientras que Lupin sacaba un botiquín de un armario para aliviarle el dolor del pié. Sirius también se había sentado y Tonks, un poco ausente, aferraba la medalla mientras que las lágrimas aún mojaban su rostro.

_ ¡¿Dónde está Ania?!_ gritó frustrado el profesor.

_ Ella, no pudo escapar..._ dijo con un hilo de voz Tonks.

_ ¿Qué?_ balbuceó aterrado el hombre mientras abría sus ojos de sorpresa.

Tonks lo miraba llena de culpa, tratando de excusarse con la mirada. Sentía que ella había abandonado a su amiga a su suerte.

_ ¡¿Qué dijiste?!_ le gritó furioso a la bruja en la cara mientras la tomaba de los hombros y la zarandeaba con fuerza.

_ ¡Suéltala, Severus!_ le gritó Lupin mientras lo empujaba a un lado. Tonks ni siquiera se defendió sino que lloraba descontroladamente.

_ ¡¿Qué te pasa, idiota?!_ le gritó Sirius que también se había acercado a ellos.

_ ¡Ustedes debían traerla! ¡¿Qué pasó?!_les gritó Snape fuera de sí.

_ Bellatrix Lestrange le largó un maleficio... no pude alcanzarla... yo... yo, ¡lo siento tanto! ¡No pude llegar a ella!_ lloraba desconsoladamente la bruja.

_ Ella... ella esta..._ tartamudeó horrorizado Snape_. ¡¿Está muerta?!

Le dijo a la bruja mientras volvía a tomarla por los hombros. Lupin forcejeó con él tratando de protegerla y Sirius comenzó a Insultarlo.

_ ¡No está muerta! ¡Suéltala!_ dijo Sirius.

En aquel nuevo forcejeo entre los tres, Tonks dejó caer la medalla por accidente. Entonces al verla en el piso el profesor Snape se detuvo sorprendido y se apartó de ella. Los demás hicieron lo mismo, como si aquel objeto fuera una asquerosa araña. Tonks se agachó rápidamente a recogerla intentando ocultarla de la vista del profesor pero ya era tarde.

_ ¿Qué haces con la medalla?_ preguntó Snape perplejo.

_ Ania me la cedió... antes que Bellatrix la alcanzara_ dijo Tonks como disculpándose.

Hubo un momento de silencio... todos sabían qué significaba aquello y el profesor Snape comenzaba a entenderlo.

_Si ya no la tiene... él la matará_ dijo en un hilo de voz mientras se llevaba las manos a la cabeza. Apenas si podía creerlo... a esa altura Ania podría ya estar muerta. Y no se atrevía a tener ni la mínima esperanza de que los sentimientos de Voldemort fueran a salvarla de su fatal destino.

_ No..._ dijo Sirius pero su voz se quebró. Todos los demás lo miraban entre culpables y horrorizados. Entonces en ese momento Snape lo miró y toda la furia y el dolor que sentía y que lo desbordaban en ese momento, decidió descargarla contra Sirius.

_ ¡Es tu culpa!_ le gritó mientras se fue encima de él golpeándolo en pleno rostro. Era mejor culpar a alguien más que enfrentar ese sentimiento propio que lo lanzaba al abismo.

Sirius se defendió y ambos casi cayeron al suelo. Lupin y Charlie se metieron para separarlos mientras que Tonks y Becca los miraban estupefactas. A un empujón de Lupin, el profesor golpeó su espalda contra la pared y lentamente cayó sentado al suelo mientras colocaba sus manos en la cabeza y su largo cabello tapaba su rostro. Para sorpresa de todos comenzó a llorar como un perro herido. Nunca lo habían visto así... ni siquiera en el colegio cuando eran adolescentes. En ese momento llegaron los demás precedidos por el profesor Dumbledore.

Los días pasaron y si bien Ania sobrevivió a su encierro en el calabozo fue gracias al pequeño elfo que la cuidó día y noche mientras deliraba de fiebre hasta que logró recuperarse. Voldemort no había vuelto a hablarle y sus sentimientos por ella sólo alcanzaron para mantenerla con vida allí. Aunque también, para ser honestos, fue debido a un grato acontecimiento sucedido un día después del ataque de la Orden del Fénix. Cuando el hombre oscuro estaba desayunando solo en el salón frente a la chimenea mientras pensaba en qué hacer con la chica, apareció Severus Snape.

_ ¿Qué te trae por aquí?_ le dijo el hombre sin siquiera saludarlo. Estaba de muy mal humor.

_ Tengo buenas noticias y una propuesta de Dumbledore_ le dijo Snape.

Voldemort que no se esperaba eso lo miró sorprendido.

_ ¿Y bien?

_ Como bien sabe la Auror Tonks tiene en su poder la medalla y está dispuesta a cederla si usted libera a la mujer muggle_ explicó Snape cuidando de no pronunciar su nombre, mientras menos familiaridades se tomase con ella mejor.

Era en realidad una buena noticia ya que Voldemort estaba preocupado por el destino de su medalla, creía que Dumbledore iba a destruirla apenas la tuviera entre sus manos. Pero por algún motivo no le gustó mucho la propuesta y, para sorpresa de Snape, no sonrió. Entre ellos se esparció un incómodo silencio.

_ Lo pensaré... diles eso_ dijo Voldemort sin comprometerse.

Snape estupefacto trató de discutir pero el hombre oscuro lo paró con un gesto de su mano. Y el silencio volvió a invadirlos por unos minutos hasta que Snape no pudo contenerse más.

_ También quieren saber si ella está... está viva_ dijo conteniendo el aliento.

_ ¡Claro que está viva!_ respondió fastidiado el hombre. Como si fuera una pregunta obvia y fuera de lugar. El profesor Snape suspiró con alivio.

Voldemort no tenía ganas de hablar así que el profesor poco después no tuvo otra que retirarse pero antes de salir de la mansión se detuvo a hablar con Malfoy. Quería hablar con Ania, necesitaba verla y comprobar que estaba bien. Fue en vano... Lucius se negó a permitírselo, el señor oscuro había dejado claro que nadie debía acercarse a ella y, como estaban las cosas, no pensaba arriesgarse a molestarlo aunque fuera por Snape. Así que otra vez frustrado en sus planes el profesor Snape tuvo que retirarse de allí.

Habían pasado sólo tres días sin que Voldemort diera una respuesta definitiva, algo que no entendía nadie y desconcertaba a sus propios mortífagos que simplemente no podían creer su actitud. Y fue luego de ese tiempo que, tanto de pensar en ella, acabó con el deseo de no verla ni hablarle nunca más y Voldemort bajó al sótano dónde estaba encerrada. Ania al verlo entrar lo miró horrorizada porque pensó que había llegado la hora de pagar por darle a Tonks la medalla. El hombre oscuro se acercó a ella con el rostro contraído de la furia.

_ ¿Por qué lo hiciste?_ le dijo Voldemort.

_ Yo... yo... ¿qué cosa?_ balbuceó haciéndose la desentendida.

_ Sabes muy bien qué cosa_ dijo el hombre mientras se inclinaba hasta que su rostro quedó a la par que el de ella_. Les diste mi medalla.

Ania se arrastró un poco para separarse de él hasta que su espalda tocó la pared.

_ ¡¿Por qué lo hiciste?!_ le gritó el hombre_. ¿Crees que les importas, que ahora vendrán a rescatarte? ¿Lo crees realmente?

Ania estaba estupefacta y pronto unas lágrimas asomaron por sus ojos. Voldemort había tocado un punto débil. Ania se venía preguntando todos esos días por qué nadie había aparecido para sacarla de allí.

_ No les importas... nadie ha tratado de averiguar cómo estas_ mintió con crueldad Voldemort.

_ ¡Claro que les importo!_ dijo desesperada la chica.

_ ¿Ah, sí? Severus ha venido a traerme informes y ¿sabes qué? Nadie está preocupado por ti. Ni siquiera él... ¿Crees todavía que le importas a él?

Ania ya lloraba a mares y no le dijo nada, estaba conmocionada. No podía creer que Severus ni siquiera se había preocupado por ella.

_ ¡No le importas! ¡Ni a él ni a ninguno de ellos!_ vociferó Voldemort de repente_. Lo único que querían era la medalla...

_ ¡Claro que no!

_ Saben que estas en peligro y ¿qué han hecho por ti?... ¡Nada!_ prosiguió el hombre oscuro.

Ania no le contestó, negaba con la cabeza mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

_ ¿Y sabes qué? A mí sí me importabas... pero me traicionaste_ dijo con ira contenida. Se levantó y se dio la vuelta mientras caminaba hacia la puerta_. ¡Por personas a las que nunca les importaste! ¡Creen que estas muerta y sin embargo están festejando el triunfo!

Voldemort abrió la puerta, mientras que Ania se levantó y corrió hacia él.

_ ¡No! ¡No es cierto! ¡No es cierto!_ chillaba de dolor.

El hombre cerró la puerta tras él sin mirarla a los ojos mientras que la chica la golpeaba con los puños gritando que nada de aquello era cierto. Pero muy dentro de ella estaba convencida que Voldemort podría estar en lo cierto. Según lo que decía nadie se había preocupado por ella y festejaban haber obtenido la medalla, y eso le dolía como una herida abierta. Sin darse cuenta ni advertir la mentira, Ania cayó en las redes del hombre oscuro. Éste al cerrar la puerta sonreía sin disimulo, estaba feliz ya que sabía que había tenido éxito en lo que se había propuesto. Poner a Ania en contra de la Orden y todos sus miembros para que con el tiempo le fuera fiel a él, era su objetivo. Así podía usarla para recuperar su medalla sin perderla a ella... Voldemort comenzó a tramar nuevos planes y por el momento le estaba saliendo todo muy bien.

Pasó el tiempo y las cosas pocos cambios habían tenido. La Orden seguía intentando intercambiar a Ania a costa de perder la medalla maldita, que Tonks se había negado a destruir hasta que su amiga estuviera a salvo. Pero Ania nada de esto sabía y, aunque ahora encerrada en la pieza del primer piso, la depresión por todo lo que le decía Voldemort la estaba atacando. El hombre oscuro no dejaba pasar ni un día sin decirle a la chica lo poco que le importaba a los demás y que al único que le importaba ella era a él. Aquello había contribuido a deprimirla aún más. Entonces Ania se abandonó al sufrimiento, estaba tan delgada y débil que se pasaba el día durmiendo o acurrucada contra la pared sin emitir sonido alguno. Había dejado de comer en un intento desesperado por acabar con ese sufrimiento que le carcomía las entrañas.

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