El ladrón de mi diario.

Da Jacksom

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¿Qué pasaría si te robasen tu diario donde apuntas todos tus pensamientos, tus ilusiones, tus secretos oscuro... Altro

El ladrón de mi diario.
Persecución
La casa del ladrón.
Cambio de papeles.
Solución y más problemas.
Tarde de niñera
Viernes
Planes para el finde
Celos
¿Calma?
Reencuentro
Carretera de lluvia
Confesiones entre suspiros de desastre.
Heridas, literalmente.
Aventuras en el hopital
Vuelta a la normalidad
Demoledor de corazones.
¿Olvido?
Los sueños son buenos, las pesadillas no tanto.
Despierta.
Todo fluye
Cotidiano
Situaciones
Aléjate.
Confusión.
Pause
¿Y si..?
No todo está perdido
Gracias
La canción
Entre miradas y sonrisas.
Romeo y Julieta
Fiesta de cumpleaños.
Esté donde esté.
Amor dicen que se llama.
Campo de béisbol.
Mi mundo.

Si yo no puedo...

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Da Jacksom

Laia POV:

Me desperté por la tenue luz que se colaba por las rendijas de la persiana y traté de abrir los ojos y ubicarme. Divisé mi armario y la pared llena de dibujos y me di media vuelta. Todo estaba como siempre. Mis piernas estaban heladas porque había decidido dormir en pantalón corto por alguna razón y me incorporé para agarrar la manta que estaba hecha un reguño abajo del todo de la cama. Me acurruqué arropándome hasta las orejas, aún somnolienta y me di media vuelta.

Ross dormía plácidamente a mi lado. Eché la manta por encima suyo también y dejé mi cara a dos centímetros de la suya. Era todo lo lejos que me apetecía estar. Observé sus largas pestañas cerradas y las sombras bajo sus ojos, el pelo revuelto le caía por la frente. Su respiración era profunda. Busqué su mano por debajo de la manta y la agarré suavemente.

Anoche apenas había conseguido que se subiese a mi coche para conducir hasta mi casa. Mi madre ya estaba durmiendo cuando llegamos y Ross no puso ninguna resistencia. Simplemente le había besado de nuevo en la frente y él había caído rendido. Ni si quiera estaba segura de si era plenamente consciente de todo lo que había pasado. Suspiré y le acaricié la cara con la mano libre, suavemente. Por un momento mis pensamientos se alejaron de allí recordando los viejos tiempos con Gabriel y con Evelyn donde todo era mucho más sencillo, o incluso el día anterior con Max y los chicos de fotografía. Sabía que podía elegir el camino fácil, pero no era el que quería.

No acababa de entender qué había pasado, no entendía por qué Ross se dedicaba a peleas con apuestas, pero lo que sí sabía era que me hacía sentir de una manera que no me había hecho sentir nunca nadie. Recordé el beso y recorrí sus labios con mi dedo índice. Jamás nadie me había besado como si nada más existiera, como si besarme fuese todo cuanto importaba.

Recordé una vez más su mirada de auténtica desesperación, de impotencia, de malestar, de angustia y me pregunté cómo podía soportarlo.

Suspiré de nuevo y él me apretó la mano ligeramente. Alcé la mirada pero él ni si quiera me miró.

-Ven aquí-

Me apretó contra él y apoyó su barbilla en mi cabeza envolviéndome con sus brazos y disfruté de aquel pequeño momento de paz. Inspiré su aroma que se quedaría en mi cama cuando él ya no estuviese.

Escuché a mi madre llamarme desde abajo y apuré un par de segundos más antes de desenroscarme de su abrazo y apartar la cálida manta. Le arropé de nuevo y sin poder evitarlo le di un beso en los labios.

-Ahora vuelvo-

Él me miró confundido y a mi me saltó el corazón tan fuerte que llegué a la puerta en apenas unos pasos cerrándola tras de mi.

Bajé sigilosamente tratando de no temblar y vi a mi madre arrastrando una minúscula maleta. ¿Se iba?

- Bueno cielo - dijo girándose hacia mi. - Me voy -

Debí de mirarla con cara extraña.

- ¿No leíste mis mensajes? ¿lo de la sesión de fotos?-

Traté de disimular.

- Ahh, puees...- me quedé en blanco. Estaba cansada- la verdad es que no. ¿Cuanto tiempo? -

Ella rodó los ojos.

- Sólo esta noche en un principio.-

Se acercó para darme un beso y un abrazo.

- ¿No deberías estar saliendo hacia el instituto?-

- ¡ No tengo primera hora! - dije mientras ella salía por la puerta y yo me giraba para subir las escaleras. Obviamente no era verdad pero dadas las circunstancias el instituto podía esperar.

Volví a entrar en la habitación rápidamente. Ross estaba sentado en la cama con la cabeza entre las manos.

-¿Cómo estás?- le pregunté sentándome a su lado. Mi mente divagó sobre volver a meternos en la cama y no salir nunca.

Se levantó murmurando alguna excusa y agarró su camiseta de la cómoda para marcharse pero por suerte me esperaba algo así. Esperaba que quisiese marcharse sin decirme nada, sin darme ninguna explicación.

Me interpuse entre la puerta y él en el último segundo cerrándola detrás de mi y apoyé una mano en su pecho para que no siguiese avanzando mientras le arrebataba la camiseta con la otra mano escondiéndola detrás de mi.

-Laia...-

Me estremecí tan solo por el sonido de su voz al pronunciar mi nombre. Me negaba a vivir en un mundo en el que Ross no fuese capaz de mirarme. 

-Mírame-

Él alzó la mirada despacio y la posó en la mía. Pude ver cómo le dolía que le viese así, cómo había estado empujando todo eso hacia dentro una y otra vez, reprimiendo la ansiedad, los nervios, disimulando los vuelcos al corazón y ocultando su dolor, su pasado.

- Sé que no estás bien. Por mucho que trates de ocultármelo. Sé que no eres perfecto. Sé que sientes muchas cosas por dentro y sé que no quieres que yo las vea. Tienes derecho a sentirte mal pero no a apartarme de tu lado y a tratar de pasar por esto sin ayuda. -

Casi pude ver como su boca se abría ligeramente de la sorpresa, pero yo había cogido carrerilla.

- Sé que te han pasado cosas estos años que tienen que ver con lo que pasó anoche y que quizá no estés preparado para contármelo ahora, ni mañana, ni en una semana, pero quizá algún día te sientas con fuerzas simplemente para compartir conmigo esas sombras que llevas detrás, esas que no hace falta que ocultes más, de verdad. No pasa nada, voy a seguir a tu lado... incluso después de lo de ayer. - cambié de idea- Sobre todo después de lo de ayer-.

Alcé la vista a sus ojos todavía clavados en los suyos y pude ver lo confuso que estaba. No había esperado nada de aquello. Por alguna razón él había pensado que le echaría de mi vida. Se me escapó una pequeña media sonrisa que él miró medio sorprendido, aún asimilando lo que le había dicho.

-Yo... no merezco nada de esto- su voz salió áspera y pude determinar un punto de odio hacia sí mismo que me sorprendió al mismo tiempo que la frustración se expandía por mi mente. - Mereces a alguien que te cuide y no te oculte nada, alguien en quien puedas confiar, alguien a quien no tengas que estar recogiendo de aparcamientos de mala muerte o que no pueda con su vida...-

Le interrumpí.

-Para- le agarré de las manos- Simplemente para.- Noté cómo una lágrima se deslizaba por mi mejilla y la dejé correr. - Precisamente todo eso es solo una razón más para quedarme. ¿Acaso tú querrías quedarte a mi lado si fuese yo la que está mal?- pude ver cómo algo hacía un clic en su interior- Yo también lo he pasado muy mal. Te lo puedo asegurar cien por cien. No es algo de lo que me guste hablar y hay muchas cosas que no sabes porque no me siento preparada para hablarlas con nadie- suspiré cansinamente. - Y yo no estaría aquí si ciertas personas no se hubiesen quedado cuando lo necesitaba. Lo han hecho por mi, déjame ahora hacerlo por ti.-

Le miré con una chispita de esperanza y noté cómo mi corazón se había acelerado al recordar aquello. Si iba a ayudar a Ross, me daba igual dejar que pasase por mi mente.

Ross POV:

No pude evitar que mi mano recogiese su lágrima y rozase su cara levemente. La observé mientras trataba de asimilar lo que me estaba diciendo y me quedé mirando sus ojos marrones y verdes, sus labios rosados y su pelo revuelto de recién levantada y me dejé caer en la tentación. No era justo para ella, pero la necesitaba. Era un cobarde, un asqueroso cobarde. Me prometí compensarla de alguna manera. No sabía cómo pero sabía que iba a intentar hacerla la persona más feliz del mundo.

No dije nada. La miré de nuevo tirando de ella hacia la cama. Mi mente seguía divagando.

-Solo quiero que seas feliz. - susurré - ¿Vas a poder ser feliz conmigo? -

Contuve la respiración pero ella no dijo nada. Simplemente pasó las manos por mi pelo y me besó dulcemente.

Dejé que nuestros labios se juntasen sonriendo y en el fondo estallando de felicidad. Me hice la promesa de hacerla feliz. Y si yo no podía hacerlo.... encontraría la manera de que lo fuese sin mí.

Laia POV:

Aquella mañana de principios de diciembre decidí ignorar el mundo real, puse el móvil en silencio y nos volvimos a meter en la cama arropándonos con el grueso edredón blanco. Él cerró los ojos y yo le acaricié el pelo suavemente recorriendo en una caricia su cara. Poco a poco nos fuimos quedando dormidos ignorando los WhatsApp de Gabriel preguntando qué había pasado, ignorando las llamadas de su madre que no veía a su hijo desde el día anterior.

Ross POV:

Encajé las llaves en la cerradura de la puerta de casa y dudé un microsegundo antes de girarla con fuerza y pasar en silencio. Escuché la tele puesta en el salón y ruido de cacharros en la cocina. Subí sigilosamente hacia mi habitación y Tara que estaba viendo algunos dibujos animados ni se giró para verme.

Justo cuando estaba por salirme con la mía una vocecilla me detuvo.

-¿Ross?-

Me giré sin saber qué cara poner ni cómo actuar delante de mi propio hermano pequeño. Una vez más una sonrisa que no sentía para nada se extendió por  mi rostro y me agaché a su lado poniendo un dedo sobre los labios.

- Mejor no digas nada. Que este sea nuestro pequeño secreto-

Él me miró frustrado pero finalmente asintió y bajó las escaleras corriendo.

Cerré la puerta por fin y me quité la camiseta sudada de la pelea y de toda la noche. Me miré en el espejo ignorando los círculos negros bajo los ojos y examiné las heridas de la pelea. Un moratón en el hombro y un rasponazo en las costillas. No se podía decir que tuviese derecho a quejarme. Miré el móvil. Demasiados mensajes. Demasiados sobre la pelea. Decidí ignorarlos y me tumbé en la cama. Necesitaba dejar de pensar. Eché un vistazo al corte profundo que tenía en el brazo y recordé el dolor en el campo de béisbol. Me parecía demasiado lejano. Traté de ahuyentar esos pensamientos de mi cabeza y me levanté perezosamente de la cama de nuevo. Había dormido más horas de la cuenta, pero aún así me sentía como si llevase tres días despierto. Me arrastré a la ducha evitando mi propio reflejo y dejé que el agua lavase el sudor y las heridas. Ojalá pudiese lavar también la niebla que tenía en la mente. ¿Qué le iba a decir a mi madre? ¿Qué iba a hacer cuando Daniel llamará de nuevo? ¿Qué iba a hacer con Laia?

Traté de ordenar mi cabeza e ir paso a paso. Ducha. Ropa. Ir fuera de casa. Hablar con Daniel. Olvidarlo todo. Volver a la normalidad. Cuidar a Laia. Respiré hondo. Cuanto más pensase más se me iba a ir el valor del cuerpo. Apagé el agua caliente y me sequé rápidamente con una toalla. Seguramente mis hermanos habían vuelto del colegio hacía no mucho rato, y si ellos estaban en casa, eso significaba que mis padres estaban en casa.

Volví a coger el móvil que apenas tenía batería y omití los cientos y cientos de mensajes que me habían llegado de la pelea. Mi madre me había llamado siete veces desde el día anterior y tenía veintipico mensajes sin leer suyos. Otros tantos de mi padre.

Me puse la chaqueta y bajé los escalones rápidamente esperando no hacer ruido, esperando volver a salir disparado por la puerta. No tuve tanta suerte. Mis padres estaban abajo, los dos. Se me empezó a acelerar el corazón solo de verles y aparté la mirada.

- ¿Dónde crees que vas?- dijo mi madre. Noté el enfado, la tensión en su tono de voz, en la forma en que me escrutaba.

- Ross, hemos llamado al instituto. - continuó mi padre.- Nos han dicho que las cosas van mal, que faltas a clase, que no prestas atención, que vas suspendiendo... Creo que deberíamos sentarnos a hablar.-

Me quedé en silencio en el sitio. ¿Hablar de qué?¿De que Daniel había vuelto? ¿De que la ansiedad, la rabia habían vuelto? Nunca habían querido hablar de todo aquello.

- Tengo prisa. - murmuré en voz baja. - Quizá podría ser...

Mi madre me interrumpió con un grito.

- ¡Ni se te ocurra! No sé en qué mierda estás pensando pero de aquí no sales más así Ross. No sabemos donde estás, no sabemos donde has dormido esta noche, Adam nos dice que has entrado por la puerta con sangre. ¡Con sangre! ¿Se puede saber qué demonios pasa contigo? ¡Esto es intolerable! -

Maldije por dentro apretando los puños y me giré hacia el sofá desde donde Adam y Tara estaban mirando casi a escondidas. Adam se agachó cuando me giré y pude ver miedo en su mirada. Noté como algo me oprimía la garganta con fuerza mientras mi madre seguía gritando y gritando. Apenas podía escucharla. Noté como me empezaba a faltar la respiración. ¿Iba a tener un ataque allí mismo? No podía ser, no delante de mis padres.

Alcé la cabeza desesperado intentando buscar una solución. Mi madre se había acercado con los brazos extendidos y con lágrimas en los ojos. Me subió la manga de la sudadera donde me había clavado el hierro en el entrenamiento. Gritó. Retrocedió instintivamente llevándose las manos a la boca. 

Yo bajé la manga con un movimiento rápido. Tara empezó a llorar y mi padre corrió hacia ella y Adam rápidamente. Mi madre me miraba horrorizada.

-¿Qué te ha pasado?- murmuró entre lágrimas.

- No te preocupes. - le contesté yo. La voz me salió a trompicones. - A partir de ahora vas a tener un problema menos.- mascullé.

Me aparté de ella sin mirarla y practicamente corrí hasta la puerta. El frío de fuera me golpeó la cara mientras corría lejos de allí. Ni si quiera eché un solo vistazo fuera. Solo corrí. Me dolía el pecho, la garganta. Sentía allí un nudo de rabia de furia conmigo mismo. Cuando paré de correr se me doblaron las piernas y caí al suelo apoyando las manos. Se me escapó un sollozo. Era gilipollas. No había hecho nada. Nada más que quedarme allí plantado, asustarles y huir. Las imágenes me golpearon como en una oleada. La pelea, un golpe tras otro. La mirada de Laia la noche anteiror cuando me había visto. El miedo en los ojos de mi hermano pequeño. El llanto de mi madre. Sentí como el mundo real desaparecía y el miedo me devoraba vivo. No podía respirar. Me estaba quedando sin respiración y eso hizo que todas mis alarmas saltasen. Traté de coger aire. Inhalé casi sin éxito. Me senté en el suelo y eché la cabeza atrás mirando el cielo, despejado. Traté de respirar, de apartar todo lo que me venía a la mente. Sentí la urgencia de abrir otra herida, de cortarme, de pegar un pueñetazo, de sentir dolor para que todo aquello parase, pero me controlé. Me di cuenta de que me temblaban las manos y las cerré en dos puños apretados. Apreté y apreté todo lo fuerte que pude.

No sé cuánto tiempo había estado allí sentado cuando el móvil me sonó. Lo saqué del bolsillo pensando que iba a ser mi familia, preparado para colgar. Era Daniel. Lo cogí.

- Tengo tu coche.- dijo él sin ni si quiera decir hola.

No me había parado a pensar que había abandonado mi coche en el lugar de la pelea ya que me había vuelto con Laia.

- ¿Dónde voy?- dije aún temblando.

Escuché un resoplido de satisfacción al otro lado del teléfono. Daniel dijo una dirección y colgó. Me puse en pie. Se me vino a la cabeza el plan. Ducha. Ropa. Ir fuera de casa. Hablar con Daniel. Olvidarlo todo. Volver a la normalidad. Cuidar a Laia. "Cuidar a Laia" pensé de nuevo. ¿Cómo la iba a cuidar si no podía cuidarme a mí mismo?

Esa pregunta flotó en mi mente varios segundos. Empecé a andar. Ducha. Ropa. Me repetí. Ir fuera de casa. Hablar con Daniel. Olvidarlo todo. Volver a la normalidad. Y entonces, después de todo eso, cuidar a Laia. Entonces podría hacerlo. Recordé cómo me había besado ella esta mañana, cómo me había besado la noche anterior. Cómo me había mirado. La promesa que me había hecho esa misma mañana de que ella fuese feliz conmigo me parecía lejana. Estaba hecho un asco por dentro. Mi mente empezó a funcionar a mil. Laia se merecía a alguien mejor. A alguien a quien no llamasen Temerario, alguien que no solucionase todo huyendo, con dolor. Alguien que sí supiese cuidarla.

Me vino a la mente, de golpe, como un puñetazo en la cara lo que había dicho la noche anterior, asustada en el parking tras la pelea. "Es como si el Ross que yo conozco hubiese desaparecido para siempre." Quizá ese Ross nunca había existido.

Laia POV:

Había perdido un día entero de clase por quedarme con Ross. Escribí a Gabriel y a Evelyn que me había levantado con mucho dolor de cabeza y que había estado en al cama toda la mañana. Me enviaron mensajes de ánimos, preocupados. Me sentí culpable por mentirles y traté de no darle mucha importancia.

Me preparé rápidamente porque necesitaba estar en el teatro por la tarde para ensayar. Sabía que Ross no iba a estar y eso me relajó en cierta manera. Podía simplemente ir, ensayar, moverme en mi elemento. Concentrarme tanto en actuar que todo lo demás desapareciese. Entré por la parte de atrás del teatro sorteando a la gente que se agrupaba por aquí y por alla. Se iba notando que ya no quedaba tanto para que saliese la obra. Por un momento me paré a pensar en la cantidad de perosnas que estaban invirtiendo su esfuerzo y su tiempo en que todo fuese adelante. Decorados, vestuario, luces, sonido, todo los demás actores. No podía defraudarles. Tenía que centrarme. Repasé mentalmente la primera escena que íbamos a ensayar ese día.

La obra comenzaba con un una disputa callejera entre los Montesco y los Capuleto. En ese momento aparecía el príncipe Della Escala que declaraba un acuerdo de paz entre las dos familias que, en caso de ser violado habría de ser pagado con la muerte.

Después de ese supuesto acuerdo de paz aparecía el conde Paris que se reune con el señor Capuleto porque quiere casarse con Julieta. Y ahí aparecía yo por primera vez.

El señor Capuleto pide que Paris espere durante el plazo de dos años más, puesto que así Julieta cumpliría los quince. En ese momento Paris sugiere preparar un baile, la siguiente escena. Antes de eso la señora Capuleto y la nodriza de Julieta intentan convencerme de que acepte casarme con Paris.

Repasé mis líneas "Acaso el conde Paris es conocedor de alguna virtud oculta". 

Para tener trece años Julieta tiene las cosas muy claras, pensé hacia mis adentros.

Llegué a los vestuarios donde dejé mis cosas. Ese día ya tenía que ensayar con algunos de los trajes que habían preparado para mí. Fui a vestuario y en seguida tuve que dejarme llevar de un lado a otro. Me probaron el vestido e hicieron mil ajustes. "Levanta los brazos" "Girate a la derecha" "Cuidado que tienes tres alfileres" 

Finalmente me dejaron ir, por fin al escenario. La señorita Kass estaba exultante.

- Muy bien Laia, necesitamos ver posiciones para las luces. Muy bonito el vestido.-

- Vale- contesté poniéndome un mechón de pelo hacia atrás.

El vestido era largo, me arrastraba y me tapaba las zapatillas de deporte que llevaba debajo. Era de un azul clarito, algo de que representaba la inocencia. Las mangas caían largas y se me ajustaba al pecho. Tenía un boradado precioso en el centro. Me reconfortó por un momento.

- ¡Max! - gritó la señorita Kass.

Me sobresalté en el sitio y alcé la vista hacia arriba donde estaban las luces.

- ¡Todos tuyos!-

Un gran foco se iluminó. Me giré y vi a los otros alumnos que salían en la escena.

- Bien, chicos- dijo Max hablando desde algún lugar del teatro- Solo vamos a marcar posiciones. Se irá leyendo el guión por encima y vemos donde os tenéis que colocar. Vamos a ir marcando en el suelo ¿vale?-

La gente se reorganizó para la primera escena, nada más se abría el telón. Me coloqué junto con el chico que hacía del señor Capuleto, mi padre en la obra. Y empezó.

Max iba grabando las luces y leyendo lo importante del guión. Estuvieron quince minutos decidiendo qué luz poner para "Paris besa la mano a Julieta y se conocen".

Suspiré. Empezaba a estar helada. Al final Max bajó de donde estaba claramente frustrado.

- Poned la luz azul.- dijo él mientras se colocaba en las filas y filas de butacas.

Un foco nos iluminó por completo.

- Laia ¿puedes decir las líneas y luego irte a la siguiente posición?-

Asentí, nerviosa.

- Julieta Capuleto a su servicio - empecé a recitar mientras el chico me cogía la mano para besarla.

- Un placer conocerla, mi señora- continuó el chico que hacía de Paris. Era mucho más alto que yo.

- ¡Cambio a luz amarilla!- gritó Max.

La luz cambió y seguimos con la escena. Tras esto tenía una larga conversación con las chicas que hacían de la señora Capuleto y de la nodriza. Fuimos marcando las posiciones y repetimos varias veces la escena con ayuda de la señora Kass.

Finalmente nos reunió a todos.

- Bien hecho por hoy, buen trabajo. Ha sido un día muy productivo. Hemos ensayado ya con los trajes puestos y hemos marcado el primer acto que no está mal. Sé que no estamos todos para ensayar la escena del baile, pero vamos a hacer tres o cuatro vueltas aprovechando que estamos la mayoría. Nos faltan cuatro personas. ¿Pueden ponerse en las marcas alguien de vestuario o de luces? Es solo para ver cómo queda la escena en general y practicar el baile. - dijo la señorita Kass.

El biale era una de las escenas más complicadas por el numero de personas que había en el escenario. Era mi primera escena con Ross pero él no estaba. De todas formas no íbamos a practicar la escena sino el baile propiamente dicho.

Nos pusimos en posición. Habíamos ensayado ya dos días en el gimnasio del colegio, delante de los grandes espejos, pero allí era distinto. Las chicas llevaban los vestidos que abultaban más y el espacio era reducido.

Me puse en mi sitio, pero me faltaba un Romeo. Max apareció engogiéndose de hombros.

- Dicen que me ponga aquí.- comentó él tocandose el pelo nerviosamente. Echó una mirada al vestido de arriba abajo.

- Necesito que los que han ensayado la escena dirijan a los que se acaban de colocar de manera provisional.¿Laia donde estás? - preguntó la señorita Kass.

Levanté la mano, nerviosa.

- Tienes que ponerte en el centro. Más a la derecha.- 

Nos movimos y un foco nos alumbró de lleno.

Miré a Max.

- No te preocupes. Creo que está controlado-

- Música dentro de 3.. 2...-

Me acerqué a Max para agarrarle. Romeo y Julieta estaban en un baile de salón y obviamente se bailaba pegados. Le di la mano y puse la otra en su hombro decidida. La música empezó a sonar y tiré de él.

La señorita Kass iba gritándo el tiempo y los pasos pero fue un desastre. Otra pareja se chocó a nuestra derecha, alguien tropezó con el vestido y el momento en el que había que girar se hizo a destiempo.

Se paró el ensayo y volvimos a nuestras posiciones iniciales.

- Siento que tengas que pasar por esto...- le dije a Max mientras daban indicaciones.

- No pasa nada, no te disculpes- susurró él- Está siendo un ensayo intenso.- comentó él.

La música volvió a sonar y Max se apresuró a cogerme por la cintura. Miré a todas partes menos a su cara y comezamos a movernos de nuevo.

Hubo tantas repeticiones que al final me acostumbré a la calidez que desperendía Max, a su aroma, a su cálido brazo alrededor de mí. Me pregunté qué estaría haciendo Ross en ese momento. El día de la verdad sería él el que bailaría allí, el que me acompañaría en toda la obra. Mientras giraba en los brazos de Max recordé a Ross en la pelea, en aquel bar de mala muerte. El dinero corriendo a su alrededor, todo el mundo gritando y él dandole una paliza a alguien. Le recordé fuera bajo la lluvia, el miedo en sus ojos, la desesperación...  Y luego en mi cama esa noche, dormido en mis brazos...¿qué iba a hacer con él? ¿Cómo le iba a ayudar?

Ross POV:

Quería pegarle un puñetazo a Daniel en toda la cara. Pero no lo hice. Me había enseñado la casa en la que vivía ahora. Me había dado algo de ropa y me había dicho que me podía quedar lo que quisiese. 

- ¿Por qué te fuiste anoche?- preguntó él finalmente.

- No quería estar allí desde el principio- respoplé de mal humor.

Debería volver a casa, me dije mentalmente, pero Daniel hacía parecer que estar allí era mucho mejor. Me quedaría una noche decidí. Una noche hasta reunir fuerzas para disculparme con mis padres.

- A mí no me lo pareció. ¿No te ha gustado volver a los enfrentamientos? ¿Volver a los combates? Todo el mundo quiere hablar contigo, saber de ti. Como antes.

Notaba como mi pie llevaba dando golpecitos al suelo desde que había llegado.

- Nada es como antes- le solté furioso.

Daniel alzó las manos, como declarándose inocente.

- Tío, te lo he repetido mil veces. Todo fue un accidente. Un lío muy gordo. No sabíamos que era tu casa... Que tu familia estaba allí dentro. Íbamos hasta arriba. Los dos. Y lo sabes.- 

Antes de que me diese cuenta, mi mano había golpeado la mesa con fuerza. Las mismas excusas de siempre. No era suficiente. Empezaba a faltarme el aire. Me vino a la mente aquella noche. Habíamos bebido demasiado y habíamos tomado de todo. Recordaba el frío en la cara y el viento haciendo que me llorasen los ojs. Todo lo demás era borroso. Noté como la ansiedad se me agarraba a la garganta haciendo que no pudiese hablar. Aquella noche Daniel quería jugar, todos queríamos. Él llevaba un mechero. Nos había convencido para ir a las afueras, a unas casas abandonadas. Estabamos haciendo el tonto, rompiendo cosas, gritando por ahí... Lo que hacíamos cada semana. De repente Daniel había prendido algo y me lo había puesto en las manos. No le hizo falta decir mucho para convencerme de que lo lanzase a la casa de enfrente. Lo lancé. Todos nos estábamos riendo, sin ser conscientes de nada.

Jamás me olvidaría de los gritos. De como todos se habían ido corriendo en cuanto vieron como el fuego se había extendido.

Era mi jodida casa.

Mi madre salió corriendo en pijama por la puerta con la cara manchada por el humo y con Tara en brazos que lloraba. Mi casa ardía, mi familia podía haber muerto en aquel momento por mi culpa, por mi idiotez. El mundo se me vino encima aquella noche y desde entonces nada había sido igual. Respiré entrecortadamente y no pude evitar que una mano me subiese al cuello.

Daniel se había movido y ahora estaba sentado en el sofá a mi lado. Me tendió algo. Su vieja petaca. Le di un trago sin pensar. Me lo merecía. Me merecía todo aquel dolor, todo aquel sufrimiento. Era mío y no lo podía evitar. No lo quería evitar. Tomé otro trago largo y se me escaparon las lágrimas. Sollocé y Daniel me pasó un brazo por los hombros. Quise quitármelo de encima, gritarle, decírle que todo aquello había sido por su culpa. Pero sería mentira. La culpa era mía y solo mía.

Sono un móvil. Daniel lo cogió de la mesa.

- ¿Quién es Laia?- preguntó. Su voz sonó lejos, muy lejos.

Le arrebaté el teléfono de las manos y lo apagué. No podía ahora. No podía dejar que Laia descubriese lo que había hecho. No podía dejar que me viese así.

- No es nadie- contesté limpiándome las lágrimas. 

Bebí otro trago. Habia olvidado qué venía a hacer. Daniel encendió un cigarro y se apalancó en el sofá.

- Me alegro tenerte de vuelta- sonrió. Una sonrisa torcida. - Vamos a ahogar nuestras penas-

Bebí de nuevo. Y otra vez. Y me olvidé. Me olvidé de quién era yo, me olvidé de Laia, de mi bendito plan. Me olvidé de por qué lloraba, me olvidé del nudo en la garganta... Todo dejó de existir por un momento. Y ahí deseé que fuese así para siempre. 

Laia POV:

Había acabado el ensayo y estaba reventada. Estaba en la puerta del instituto esperando al autbús. Había llamado a Ross ya dos veces para saber si podía venir a por mí, pero no había respuesta. Una punzada de preocupación empezó a alzarse en mi pecho pero la acallé con fuerza. No podía volverme paranoica solo porque no me contestase a una llamada.

Estaría ocupado. Cenando con su familia. En la ducha. Tendría el móvil sin batería. Iría conduciendo. Mil posibilidades.

Miré el reloj de nuevo. Todavía faltaban 20 minutos para que el bus pasase y ya era de noche y hacía frío. Un coche paró frente a mí poco a poco. Era Max. Me acerqué a saludarlo.

- ¿Qué haces aquí con el frío que hace? - preguntó sonriendo.

- Espero al bus- contesté sin más.

- Te llevo. Anda, sube.- me contestó él sin pensarlo. Comenzó a apartar los trastos que llevaba en el asiento de al lado.

- ¿Estás seguro?- pregunté algo incómoda. No quería molestar.

Pulsé de nuevo el botón de llamadas por si tenía suerte con Ross.

- Si. No me cuesta nada, de verdad. Y ha sido un ensayo agotador. Venga, súbete. -

Ross seguía sin contestar.

- Muchas gracias- respondí rodeando el coche y subiendo por el lado del copiloto. Dentro estaba la calefacción puesta, aunque el coche todavía estaba frío. Me arrebujé en el asiento y me puse el cinturón.

Max arrancó de nuevo y empezó a hablar sobre algo del ensayo, de las luces, de lo poco que faltaba para el estreno. Mi cabeza desconectó y voló a Ross, a Ross y a sus brazos sobre mí, a su pelo suave entre mis dedos. Mi cabeza volvió a sus labios aquel día junto al mar. A sus caricias, a su sonrisa. Suspiré profundamente. Llamaría de vuelta. Al fin y al cabo era Ross. Él no pasaría nunca de ella. ¿Verdad?

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