La Única (COMPLETA)

By KathleenCobac

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Introducción
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
EPÍLOGO I
EPÍLOGO II
Preguntas rápidas La Única
RE EDICIÓN DE LA ÚNICA

Capítulo XIX

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By KathleenCobac

Este es el primer capítulo que hago desde el punto de vista de Kriss.
Si creyeron que sería fácil de leer, bueno, no lo será.
No tenía planeado hacer ningún capítulo que no fuera desde el punto de vista de Maxon o America, pero finalmente consideré buena idea plantear esta perspectiva, así como lectores quedan un paso por delante de los personajes.
A partir de ahora ustedes sabrán más que ellos. Y, espero cambiar un poco la idea que tenían sobre Kriss.

Veamos qué pasa...
¡Disfrútenlo!

...

XIX

KRISS

No pude ir a mi habitación. No quería volver, quería salir de ahí. Necesitaba escapar de ahí...

Así que corrí hacia la biblioteca del ala éste.
Cuando abrí las puertas avancé hasta el fondo, pasando a través de las largas mesas que nadie ocupaba y zigzagueando por entre los enormes estantes que enfilaban uno tras otros con libros que ya nadie leía.

Al final del pasillo dos estantes cerraban el paso y armaban un hueco contra la pared. Me escondí ahí y caí al suelo escondiendo la cabeza entre las piernas.

¿En qué momento me metí en algo así? ¿Cómo podía escapar?

¿Cómo podía hacer que Maxon terminara conmigo?
Nunca le había hecho una escena pero cuando lo descubrí molesto por la cercanía entre America y uno de sus soldados vi la oportunidad.
Traté de ser convincente, al menos tenía algo de dolor acumulado para poder llorar. Pero no había dado resultado.
Esperé que se enojara conmigo, y no lo hizo.

¿Qué rayos estaba esperando? ¿Por qué no terminaba el compromiso y ya?

Suspiré y hundí aún más la cabeza. No había dormido nada los últimos días, estaba agotada.

La biblioteca quedaba suficientemente alta como para que el ruido del jardín se elevara hacia las ventanas que estaban alrededor. La risa de los niños me causó ternura. Junté fuerzas y respiré hondo.
Tenía que volver. Yo era la anfitriona.

Me levanté del suelo y apoyé en la pared. Respiré varias veces hasta calmar la ansiedad. Apreté los puños y los solté. Finalmente me calmé.

Salí de la biblioteca y bajé hasta el jardín.

...

El sol de la tarde se comenzaba a ocultar detrás del bosque al oeste. Las niñas que habían estado toda la mañana jugando con coronas de flores ahora llevaban capas a sus espaldas como si fueran super heroínas. Los niños jugaban fútbol al otro extremo.
Me acerqué hasta la reina y Silvia. Les hice una reverencia.

—¿Dónde estabas? —me cuestionó Silvia, sonreí lo más dulcemente que pude.

—También tengo necesidades Silvia —bajé la voz—. Estaba en el baño.

Pareció incomodarse y asintió balanceando la cabeza.

—El evento es un éxito, los directores están realmente satisfechos. Los niños han tenido un día estupendo. Bien hecho —me felicitó. Asentí.

—Es cierto querida —sonrió la reina—. Hacía muchos años que el palacio no se llenaba de colores, realmente fue un evento magnifico. Lamento que Clarkson se lo haya perdido.

Forcé mi sonrisa.

—Es el rey, tenía cosas más importantes que hacer, supongo.

—Por supuesto —asintió Silvia—. Como buen soberano debe velar por el bienestar de la nación. Un evento infantil es mucha distracción.

—¿Y Maxon? —preguntó la reina. Me encogí de hombros.

—La verdad, no lo sé —admití fingiéndome avergonzada. Se suponía que como futura princesa debía de saber dónde andaba el príncipe—. Entramos juntos, pero luego nos separamos. ¿No anda por aquí? —pretendí buscarlo con la mirada, la reina y Silvia negaron con la cabeza.

—No se ha aparecido desde que ingresó al palacio —acotó Silvia con tono de sospecha. Seguí su mirada. Estaba enfocada en una de las mesas que compartían el Mayor y su esposa junto a algunas doncellas y soldados. Logré distinguir al que había cantado con America, tenía a su hermanita sentada sobre las piernas. Uno de sus amigos, un tipo rubio y alto, se rió de algo y el otro lo empujó con el pie hasta hacerlo caer de la silla, todos explotaron en una carcajada.

—Ese grupo de allá es muy desordenado, deberé pedirle a la señorita Lucy y al Mayor Leger que los controlen —dijo apática. Me crucé de brazos y apreté los labios. Silvia tenía muy poca tolerancia a la diversión, incluso en días así, tan alegres como un evento repleto de niños.
Se alejó hacia la mesa caminando con autoridad y me quedé sola con la reina.

—¿Te sientes bien? —preguntó preocupada. Sentí que me subía una corriente fría por las piernas.

—Sí, sí majestad. ¿Por qué lo pregunta?

Me sorprendió cuando estiró su mano hacia mi mejilla y acarició con el dorso.

—Tienes las mejillas rojas —dijo con suavidad—. Creí que podrías tener fiebre. A veces tanto trabajo agota y produce decaídas.

Negué con la cabeza, agradecida de que al menos alguien en el palacio se preocupara por mí.
Tuve que limpiarme la máscara de pestañas que me había manchado la cara cuando discutí con Maxon. Por suerte lo había podido retocar antes de volver a salir, pero al parecer no tenía tan buena mano como Mary o Anne cuando me maquillaban.

—Estoy cansada, pero no me siento mal —sonreí. La reina me quedó viendo como si me analizara. Odiaba cuando hacía eso. Últimamente se pasaba mucho rato estudiándome, como si esperara descubrir algo.

Rompí el contacto visual y me enfoqué en los niños que corrían y jugaban con los soldados y las doncellas disfrazadas. El mago ya se había retirado después de la primera función al igual que los payasos. Así que no quedaba nadie más que los mantuviera entretenidos.

Debía agradecerle a America por la ayuda. Su madre y hermana habían conseguido los contactos necesarios para que el evento fuera un éxito.
Fruncí los labios disimuladamente. La fiesta había sido idea mía, pero resultó que los únicos números musicales que yo misma había contratado habían fallado a última hora. De no haber sido nuevamente por America la atracción principal habría sido un fracaso.
Recordé su desplante sobre el escenario y sonreí. En realidad era muy buena en lo que hacía aunque al principio se hubiera visto temerosa.
Reí para mis adentros al recordar los celos de Maxon. ¿Realmente era tan descarado para ni siquiera molestarse en ocultar cuánto le molestaba ver a America con otro chico? ¡Y yo estaba con él! Aunque no me molestara lo más mínimo su reacción lo creí bastante desconsiderado de que no fuera capaz de ocultar aquellos celos estando yo al lado. Se suponía que él seguía creyendo que yo lo quería.

—¿No te molesta si te dejo sola un rato? —pregunto la reina de repente. Negué con la cabeza—. Iré a despedir a Adele y mis sobrinos que se marchan.

Asentí.

—Por favor, despídalos por mí. Tengo que terminar el evento —le pedí. Asintió con una sonrisa y se alejó.
La vi acerarse hasta su hermana y sus sobrinos. Una de las niñas estiró sus brazos hacia la reina y ella la levantó. La miré a lo lejos. Odiaba no poder convertirme en la hija que ella deseaba, pero había otra opción que seguramente la haría mucho más feliz que yo.

Me sentí terrible al pensar aquello, pero ya no me afectaba tanto como al principio.
Cuando fui elegida estaba enamorada. Me sentía plena, creía tener en mis manos el amor suficiente para hacer a Maxon un hombre feliz. Pero no era ni tonta ni ingenua.
Después de depositar el anillo en mi dedo y de que America se retirase del salón el día de la elección, Maxon apenas me dirigió la palabra.
Sonreíamos ante las cámaras con la supuesta felicidad que carga una pareja feliz, pero el brillo de esa plenitud jamás alcanzó sus ojos.
Esa semana lloré noche tras noche, porque sabía que me había elegido por despecho. Lo peor era que no tenía cómo saber qué lo había levado a hacerlo. ¿Por qué jugar así conmigo?
Quería demostrarle que era merecedora de ser su esposa. Silvia me hacía estudiar día y noche, me había aprendido las leyes y las normas en menos de dos meses.
Me prepararon en conducta, forma de hablar, de caminar, de moverme. Mi lenguaje corporal cambió y también el fonético.
La semana de la boda hubo un ataque que incendió un costado del jardín, así que el rey decidió aplazarla un par de semanas más.
En algún momento me decepcioné, porque en aquellos instantes deseaba casarme con Maxon. Pero a medida que pasaban las semanas había descubierto que por mucho que intentáramos llevar una relación cordial ya nada era igual a que cuando estábamos compitiendo por su amor.
Entonces tomé una decisión... iba a terminar todo. Iba a devolverle el anillo y pedirle que fuese por America. Ya no podíamos seguir así. No quería terminar siendo un adorno que decoraría su título de rey por el resto de nuestras vidas.
Pero ahí fue cuando las cosas se complicaron... porque cuando anuncié mi deseo ante el rey, él no me lo permitió. Y comenzó la pesadilla.
Tenía tanto miedo, estaba tan aterrada que no tuve más opción que hallar un modo de que aquella maldita boda no sucediera, al menos hasta que Maxon acabara conmigo públicamente... porque yo no podía hacerlo.
Por suerte funcionó, porque con los ataques vinieron las postergaciones y de repente me vi involucrada en un compromiso de cinco meses sin fecha de boda establecida.

Tenía que pretender sin embargo que aún estaba interesada, pero era imposible siquiera poner un poco de interés cuando sabía que él no estaba dispuesto a hacer el intento.
A veces nuestros paseos por el jardín eran tan aburridos y tediosos que no hablábamos de absolutamente nada. Intentaba conversar del clima o de alguna cosa, pero él simplemente respondía con monosílabos.
Con el pasar los meses dejé de intentarlo. El hombre del que me había enamorado no seguía ahí, estaba lejos, a varios kilómetros de distancia, al otro lado del océano, añorando a una mujer que andaba de la mano con un príncipe que no era él.

Maxon nos había condenado a ambos a una vida que no queríamos y ni siquiera sabía cómo salir de todo aquello.

—Lady Kriss —me llamó una de las doncellas sacándome de mis pensamientos, iba vestida como payasita—. Los orfanatos se retirarán en media hora, les haremos el tour por los salones a los niños, ¿nos acompaña?

Sonreí.

—Claro que sí.

El tour por el palacio fue bastante rápido, los niños estaban embelesados con las instalaciones. Miré alrededor, Maxon no estaba en ningún lado. ¿Dónde se había metido?
Silvia parecía igual de preocupada, pero estaba más interesada en mi comportamiento.

—Mientras el príncipe no esté por aquí tienes que hacerte cargo de todo —me dijo. Sabía que intentó hacerlo sonar como una recomendación pero en ella todo era una orden. Asentí y rodé los ojos cuando me quitó la vista de encima.

Cuando regresamos a los jardines había dos autobuses esperando por los niños. Los que habían venido con su familia se retiraron por cuenta propia.
Vi a una adorable pareja con dos niños cuya madre estaba disfrazada de pirata, el marido era el soldado que habían empujado de la silla. Los niños se abrazaron a él con fuerza. Sonreí con tristeza.
Aquella imagen era lo que yo quería para mí misma, pero sabía que ese sueño no se cumpliría mientras siguiera en aquel palacio.

Y pensar que había imaginado cómo serían nuestros hijos con Maxon... Qué estúpida. ¿En qué momento me había enamorado de alguien que desde el principio tenía su corazón palpitando por otra? ¿Cómo pude ser tan ciega?
Suspiré y desvié la mirada en otra dirección. Vi al Mayor Leger junto a su esposa despedirse de la enfermera que cuidaba de aquella pequeña que había salvado mi evento. Había otras dos personas disfrazadas pero no supe distinguir quienes eran. Uno llevaba la cara pintada y la chica tenía el rostro cubierto con un velo. Ella se agachó y abrazó a la niña con fuerza. Entonces vi a America aparecer por las puertas. Un poco más lejos estaba su madre y sus hermanos. La vi correr hacia ellos y despedirse con tristeza. Suspiré. Al menos ella podía ver a su madre, la mía ni siquiera había podido venir porque en la escuela estaban preparando los exámenes para las vacaciones de navidad. Era normal en aquella época que mis padres no tuvieran tiempo para nada hasta que los niños se fueran un par de días de vacaciones.

Quise llorar pero contuve las lágrimas.
Cuando la familia de America se marchó la vi acercarse hasta donde estaba la niña con la enfermera. Se despidió de ambas con un abrazo.
La niña le dijo algo y America asintió en su dirección. Justo en ese instante el hermano de la pequeña apareció seguido de una mujer con la que muy pocas veces me había topado. Era morena y tenía el cabello rizado y muy erizado. No tenía idea de a qué área del palacio pertenecía.
Al parecer la niña la conocía porque se abrazó a ella y le dijo algo. Mantuvieron una conversación entre todos y después de varios abrazos breves la enfermera y la niña se alejaron camino a un taxi que los esperaba fuera de los muros del palacio.

Todos las quedaron viendo mientras se alejaban. El Mayor le colocó una mano al hermano de la niña en el hombro y al cabo de un rato todos se marcharon en diferentes direcciones. Sentí un horrible vacío en mi estómago.
Aquel grupo siempre estaba junto. El Mayor podía fingir su compostura pero muchas veces lo había descubierto riendo en los pasillos.
Y lo que más tristeza me daba era que yo ni siquiera podía ser parte de aquel mundo. America apenas llevaba un mes con nosotros y ya parecía que se había hecho amiga de todos ellos, mientras que yo ni siquiera conocía el nombre de mis propios soldados, y eso que llevaba casi un año compartiendo con ellos.
¿Por qué a ella le habían destinado los más alegres y a mí los más frívolos? Con suerte me dirigían la palabra cuando los saludaba.

Suspiré con tristeza y entonces vi, sin querer por supuesto, que aquel soldado con el que America había cantado se detenía para decirle algo. Ella le sonrió y movió la cabeza un par de veces. Luego se retiró hacia el interior del palacio con demasiada prisa, como si tuviera algo que hacer.
Pero él se quedó con la vista fija en las puertas por dónde había desaparecido.
No le di mucha importancia y tampoco quise profundizar en todo lo que había sucedido aquella tarde.
El evento había sido un éxito y era lo único que importaba. Solo esperaba que por fin pudiera dormir después de tantos días en vela.
Me llevé la mano al cuello cuando sentí dolor. Rosé con cuidado las marcas que había cubierto con maquillaje y temblé, aterrada. Le tendría que pedir a Anne que me hiciera aquella pomada. Ya no sabía qué más inventar para que no me descubrieran.

Me dirigí hacia las escaleras. Silvia estaba junto a la reina y sorpresivamente con Maxon esperando el retiro de los autobuses. Me coloqué a su lado sin dirigirle la mirada, quería comportarme caprichosamente para que se hartara de mí de una buena vez y tuviera el coraje de terminar con todo.

Me despedí con elegancia de los directores y con cariño de los niños.

Cuando éstos se fueron y los vehículos atravesaron las paredes del palacio di media vuelta sacudiendo el cabello y di fuertes pisadas hasta la entrada. Escuché que Maxon me llamaba pero quería que me viera lo suficientemente molesta, así al menos si discutíamos constantemente le podría dar fin a todo esto.

...

Regresé pasadas las nueve a mi habitación. Tuve que reportarle a Silvia todos los detalles de aquel evento. Estaba exhausta.
Cuando cerré la puerta descubrí mi ventana abierta. Normalmente mis doncellas dejaban el balcón expuesto al caer la tarde pero luego cerraban las puertas entrada la noche.

Me detuve en el umbral y apreté la boca.

—Te tomaste tu tiempo ¿eh?

Intenté no sobresaltarme, pero cada vez me era más difícil no entrar en pánico cuando August invadía así mi habitación.

—¿No deberías estar con tu mujer que está por tener a tu hijo? —pregunté con acidez. La silueta de August se recortaba contra la luz de las farolas del jardín. Me quedé pegada a la puerta, tenía miedo de moverme.

—Estará bien —dijo con tranquilidad—. Gracias por la preocupación.

Me moví lentamente y suspiré.

—¿Qué es lo que quieres August?

—Respuestas —dijo con tono cansado—. Ya no sabemos qué más hacer. ¿Qué está ocurriendo contigo? Te hemos dado un año para que tomes una decisión y todavía sigues aquí. ¿Qué decidiste? Necesitamos a uno de nosotros al frente si queremos cambiar la situación del país. Maxon no puede hacerlo solo.

Respiré nerviosa.

—¡Entonces convénzanlo de casarse con America! ¡Ya me aburrí de este circo! —gruñí sentándome en la cama, la cabeza me estaba comenzando a doler. August se acercó hasta el borde y me miró desde arriba.

—¿Por qué no acabas con él? ¡No estamos entendiendo nada! Sabes que él no puede deshacer el compromiso.

Me agarré del edredón enterrando los dedos. Agradecí que estuviera oscuro. Las heridas del cuello ardieron. Cerré los ojos y respiré agobiada.

—¡Y yo tampoco! —grité llorando. Mi voz sonó tan desgarrada que sentí dolor en la garganta.

El silencio cayó sobre nosotros como una pared de hielo.

—¿Acaso quieres casarte con él? —preguntó esperanzado—. ¿Cambiaste de opinión?

Negué con la cabeza.

—Habría adorado casarme con él si las circunstancias hubiesen sido diferentes, y lo sabes. Hemos hablado de esto mil veces —sollocé—. Meterme a este estúpido concurso fue lo peor que pudieron haber pensado. ¡Me enamoré de alguien que ama a otra! ¡Me eligió por despecho! ¿Y sabes qué es lo peor? Qué perdí mi vida, a mi familia, mis amigos y al hombre que amaba por culpa de este espectáculo...

Me agarré con fuerza del edredón, como si con eso pudiera menguar el dolor, pero estaba hecha pedazos.

—Kriss...—susurró August—... No logro entender tu sufrimiento. Si no lo amas ¿por qué sigues aquí? ¿Qué...? —se quedó en silencio un segundo. Mi piel se erizó. Se sentó en la cama y me miró directamente a los ojos—. ¿Acaso te están forzando? —No contesté. Apreté los labios. Mi respiración se volvió temblorosa—. No puede ser... ¿te están obligando a seguir con el compromiso? ¿Por eso no lo has terminado? —jadeé—. ¡Kriss!

—Vete, por favor...—lloré agachando la cabeza. August se llevó una mano a la boca con terror.

—¿Quién...quién te está amenazando? —susurró impactado haciendo caso omiso de mi petición.

Elevé la mirada, me sentía igual que un trapo mugroso.

—Eso ya lo sabes... —susurré temiendo de que me escucharan las paredes—... no puedo más, no aguanto más.... No siento nada por Maxon desde hace mucho... y me están obligando a...

—Entonces huye...—me agarró por los brazos y sujetó con fuerza—. Si no lo quieres acaba con esto para que Maxon pueda casarse con America.

Tal vez al principio esas palabras me habrían causado celos, odio, rencor, pero en aquellos instantes no hacían más que darme esperanzas, sin embargo...

—¡No puedo! ¿Qué no escuchas? —me levanté abruptamente y me llevé las manos a la cabeza, sentí un fuerte dolor en la piel del cuello—. ¡No puedo terminar con él! Él tiene que hacerlo conmigo, él... Cielos... hoy le hice una escena por primera vez de lo que llevamos juntos para que perdiera el control y me expulsara ¡pero no hizo nada!

—¡Y no lo va a hacer Kriss! —jadeó. Se escuchaba asustado—. No lo va a hacer porque tú eres la elegida, la representante el pueblo. La que simboliza la unión entre la corona y su gente. Si Maxon termina contigo solo conseguirá el odio de la nación por haberlos rechazado. Tiene que venir de ti... tú tienes que terminar con todo esto. ¿Cuánto más pretendes aguantar? Por Dios niña, llevas un año así.

Comencé a temblar, las fuerzas cedieron y caí al suelo llevándome las manos a la cara. Ahogué un gemido entre mis dedos. August se acercó con rapidez.

—¿Qué te han hecho? —preguntó preocupado—. Cuando entraste aquí sabíamos a qué te enfrentarías y estabas dispuesta a luchar por nosotros, ¿qué diablos Kriss?

Volví a temblar, sintiéndome pequeña. Me abrazó con torpeza y apoyé la frente en su pecho.

—Él me va a matar...—dije muy bajito. Aquel dolor afloro desde lo más recóndito de mi pecho, casi como un susurro lejano. August quedó petrificado.

—¿Qué dijiste?

Temía subir la voz y que se filtrara varios pisos más arriba, pero ya no daba más.

—Me va a matar.... A mí, a mis padres... a mi gente...—ahogué las ganas de gritar enterrando la cabeza en su pecho. Sus brazos se ciñeron a mí con más fuerza—. Si acabo con el compromiso me va a matar...

—¿Qué...?—esta vez escuché dolor en su voz—. ¿... Acaso te hizo...? ¿Te ha hecho....daño? —volví a llorar sin responder. No podía, estaba aterrada—. Por Dios Kriss... ¿alguien más lo sabe? —negué con la cabeza—. ¿Por qué... cómo? ¿Cómo es que nunca nos dijiste nada?

Lo sentí tragar saliva. Mis hombros convulsionaban ante el dolor y el miedo. Me aferró a él como si fuera una niña pequeña.

Me mantuve en silencio por largo rato mientras dejaba que las lágrimas cayeran

—Estoy tratando de averiguar qué es lo que quiere...—me mordí el labio y me separé. Me sentía igual que un pedazo de basura—. Qué planea...

—¿Sola? —se escuchó molesto—. ¿Y nosotros qué somos?

—Mientras menos él sepa de ustedes, mejor —dije intentado normalizar mi respiración—. No quiero arriesgar más vidas.

—¿No le has dicho nada de...?

—¡Claro que no! —espeté poniéndome de pie de golpe—. ¿Crees que le voy a decir que ustedes...?—bajé la voz, un dolor inminente cruzó por mi cabeza—. ¿Crees que le voy a decir que ustedes son los que han impedido la boda?

Se puso de pie también mirándome preocupado.

—Estábamos haciendo lo que nos pediste —contestó—. Se supone que en ese tiempo habrías descubierto algo más, pero de haber sabido que te estaba...

—Déjalo así...

—¡Nada de eso! —se acercó a trompicones y me volvió a sujetar de los brazos con fuerza—. Kriss, de haber sabido que te estaba amenazando, que te estaba haciendo daño y que te estaba obligando a seguir con el compromiso habríamos pensado en algo más inteligente. Has sobrevivido a todo esto sola...—jadeó aterrado.

August estaba a cargo de mi bienestar. Desde el momento que el rey pidió que alguien del norte se postulara a la Selección toda mi vida se había vuelto un caos.
Jamás creí que me iban a elegir a mí y jamás creí que dentro del lapso que estuve en competencia me iba a enamorar de Maxon. Pero tampoco jamás sospeché que saldría elegida y mucho menos por despecho. No tenía cómo saber qué fue lo que hizo America para que Maxon nos condenara a ambos a la infelicidad que estábamos llevando detrás de estas paredes.
Intenté mantenerme como infiltrada, descubriendo y revelando información que al final me costó mi libertad...
Porque el rey me descubrió.

—Él sabía que les pasaba información...—jadeé—. Me amenazó con matar a mis padres si no me ponía de su lado... ¿eso querías escuchar?

Sus ojos se abrieron con espanto ante la penumbra de la habitación.

—Pero ¿por qué...? ¿Por qué no dijiste nada? —Me soltó y se llevó una mano a la cabeza—. ¡Te vienes conmigo ahora!

Intentó jalarme por la muñeca pero me solté dando un paso atrás.

—No puedo —agité la cabeza—, no ahora que sabe que me puede usar para rastrearlos —temblé sintiendo un escalofrío—. No sé qué trama, pero ya sabrás que invitó al Primer ministro de Nueva Asia, y a veces lo escucho decir que va a acabar con "ella" como sea...—me abracé—. Creo que quiere ver un modo de poder destruir a America.

—¡Mierda! —jadeó August llevándose las manos a la cabeza—. ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué está tramando?

—No lo sé...—lloré—. He tratado de averiguar algo más pero no hay nada...—me llevé la mano al cuello sintiendo la piel adolorida—. Tengo miedo...

—¿Qué más quiere contigo? ¿La boda?...—masculló. Agité la cabeza recordando las últimas conversaciones que en realidad no eran más sino que instancias para amenazarme.

—No...—susurré abriendo los ojos con terror, dispuesta a revelar mi peor secreto—: Quiere un heredero...

Esta vez el pánico se plasmó en el rostro de August con tanta fuerza que sentí miedo por él.

—¿Cómo dijiste? ¿Un heredero?

Moví la cabeza y apreté más los brazos contra mi cuerpo para darme calor.

—Quiere que Maxon tenga un hijo para controlar a la población. Si no hay boda, el pueblo reclama, pero si hay un heredero...

—A nadie le importará la boda y estarán todos felices, volverá a manipularlos como quiera —sus ojos me estudiaron con suspicacia —¿No pretenderás...?

—¡Claro que no! —grité ofendida— ¡Nunca haría algo así!

—¿Y cómo pretende conseguirlo entonces?

Temblé al recordar la última vez que me había colocado una trampa, pero no iba darle a August detalles de aquello. Lo que menos quería era que se marchara con más problemas en su cabeza.

—No lo sé...—suspiré—. Pero yo no lo haré, no quiero. No pienso tener un hijo a la fuerza con alguien a quién no amo y no me ama.

Nos quedamos en silencio un segundo. Lo vi morderse la boca.

—¿Y si lo amaras?

—Y si lo amara tampoco lo haría, porque él sigue enamorado de America... un hijo merece dos padres que se amen —lo dije con cierto aire de derrota, pero la verdad era que ya no me afectaba como antes admitir aquella realidad.

Volvió a quedarse en silencio.

—¿En qué momento dejaste de luchar por él?... Al principio estabas tan enamorada.

Moví la cabeza.

—Lo estaba... y mucho —admití en un susurro—, pero... es más doloroso darte cuenta que te tomaron como un premio de consuelo... creo que aquello me desencantó por Maxon. Creí que era más maduro... —pausé. Recordé lo que había dejado atrás por culpa de la Selección pero no me atreví a decirlo en voz alta.

Lo vi debatirse mentalmente.

—Tengo que ir con Georgina...—dijo preocupado—... Pero temo dejarte sola... ¿Crees que estarás bien?

Me encogí de hombros.

—Haré lo que pueda...—suspiré—... Seguiré viendo un modo de acabar con todo esto.

Sus ojos se achicaron e inclinó la cabeza.

—¿Por qué no le dices a Maxon lo que te ocurre y llegan a un acuerdo? —preguntó como si fuera algo obvio—. Ninguno quiere casarse con el otro, sería mucho más fácil si lo conversaran.

Recordé lo que me había dicho el rey. Un escalofrío me subió por las piernas.

—Es más difícil de lo que crees —contesté abatida—... ¿por qué crees que no lo he hecho? ¿Por qué crees que no he saltado por la ventana aún?... hay más cosas en juego que arriesgar que solo mi felicidad.

—Dios Kriss, de haber sabido que esto sería una tortura, nunca...

—Déjalo...—susurré cansada—. Llevo un año viviendo así, ¿qué me harán un par de meses?

—¿Qué quieres decir?

Alcé los hombros.

—Después de ver a Maxon contenerse ante America cada vez que la ve, solo estoy esperando que cometa una locura y se vea obligado a terminar conmigo...—suspiré—. Lo único que espero es que no se demore demasiado...

Porque era la única forma para ser finalmente libre y salir de ese palacio.

...

August se fue tan rápido como entró. No dejé que mis doncellas me ayudaran a cambiarme porque esa noche quería tomarme mi tiempo y estar sola.
Abrí la llave de la bañera y llené de pétalos y de esencias que me habían regalado los súbditos por ser la futura princesa.
Dejé descansar la cabeza en el borde y cerré los ojos. El cuerpo me dolía por todos lados. Miré mis manos, mis brazos y mis piernas. Estaba cada vez más delgada.
Pero, ¿cómo no estarlo? Con todo el terror con el que vivía constantemente era imposible sentir siquiera un poco de apetito.

Salí de la bañera entrada la media noche. Me coloqué el camisón y me fui a la cama enterrando la cabeza entre las almohadas.
Al menos si algo bueno tenía vivir en el palacio era justamente aquella cama blandita y acogedora.

No tardé en quedarme dormida, hasta me despertaron abruptamente.

—¿Qué...qué...?

—El rey solicita su presencia —dijo una voz amarga. A duras penas logré despertarme y calzarme las pantuflas y la bata. Tuve que amarrarla en el trayecto.

El soldado que había ido por mí no era el mismo de siempre, pero actuaba del mismo modo. Como si no le importara nada ni nadie.

Me llevó por pasillos oscuros que no tenían las luces encendidas. Comprendí que me acarreaba hacia el ala más lejana del palacio. Sentí el aire frío descender sobre mí.

Un reloj de pared indicó las tres de la mañana, apenas lo alcancé a mirar bien porque el soldado me empujó con fuerza para seguir caminando.

El miedo comenzó a colarse poco a poco.

Cuando llegamos al final del último pasillo se detuvo ante una puerta que tenía el borde metalizado. Tragué saliva. Había estado ahí antes y nada bueno salía de aquellas reuniones.

—Entra —me ordenó el soldado. Pero me quedé quieta en el umbral. El interior estaba oscuro y olía a humo de cigarro—. ¡Entra!

El hombre me empujó con fuerza, trastabillé y caí de rodillas a la oscuridad. La puerta se cerró tras de mí. Gateé hasta ella pero no encontré la cerradura.

—Párate —escuché que ordenaban. Temblé y comencé a llorar. El Rey Clarkson estaba sentado en una butaca de cuero, el aroma a abano  inundaba la habitación. Lo escuché hablar con asco, algo en su voz se escuchaba diferente, más ronca—. Si por último fueras guapa...

Parecía lamentarlo. No sabía si agradecerle u ofenderme.
Me quedé callada.

—¿Para qué me...llamó, majestad?

Por mi cabeza pasaron un montón de razones, una de ellas era que hubiera descubierto a August saliendo por el balcón de mi habitación.
Esperaba que no lo fuera, de lo contrario podía darme por muerta.

—Quería saber cómo estuvo el evento... Amberly me dijo que los directores se fueron bastante satisfechos.

Asentí intentando aparentar calma.

—Fue un éxito, majestad —corroboré. Con el contraste de la luz que entraba por la ventana lo vi apagar el abano en un cenicero.

—Un éxito para los pulgosos que metiste a mi palacio —se burló con una risa seca—. ¿A quién le importan esas estupideces, me dices? —se puso de pie, su silueta ensombrecida caminó hasta el escritorio. Me apoyé en la puerta sintiendo la madera fría—. Si vas a ser una princesa deberías tener influencias, invitar a alcaldes, ministros... no a mocosos que no tienen donde caerse muertos.

—Era un evento social, señor —intenté excusarme—. La reina Amberly me dijo que...

—Ah sí, Amberly y su bondadoso lado social —agitó la mano en el aire quitándole importancia—. Recuerdo cuando me obligó a darle de comer a un grupo de ancianos enfermos...— Lo note sacudir los hombros—. Asco.

Apreté los labios y traté de infundirme un poco de valentía.

—¿Solo me llamó para saber del evento, señor?

Sus sombra se giró hacia mi como si repentinamente me encontrara interesante. Se apoyó en el escritorio y cruzó los brazos y las piernas.

—No... en realidad, quería saber... ¿cómo va la relación con mi hijo?

Tragué saliva, pero mi garganta estaba seca.

—Bien...—contesté. Luego sonreí forzadamente—. En realidad, muy bien —mentí.

No sabía si estaba sonriendo, pero lo escuché reír de un modo que me heló la sangre.

—Eso quiere decir que ya te metiste en su cama ¿al fin tengo una buena noticia?

Mi boca se abrió de golpe. No pude evitarlo, me sentí ofendida.

—No señor, no me he metido en su cama —mascullé apretando los puños.

Resopló.

—Entonces no le veo lo bueno, niña.

Intenté controlar mi respiración, pero era difícil si el pánico se apoderaba de mí.

—Su hijo es un caballero, señor... esperaremos hasta la luna de...

Estalló en una carcajada. El sonido era tan horrible que solo ahí logré comprender que el hombre había bebido. Una botella brillaba a la luz de la ventana bajo la butaca.

—¿Realmente crees que me tragaré esa estupidez? —se acercó peligrosamente. Como no tenía donde arrancar me aferré al acero de la puerta haciéndome daño en las uñas—. Ya te metiste una vez en su cama, ¿por qué no hacerlo de nuevo? Mi hijo es humano, cederá a la tentación...

La rabia se acumuló igual que la humillación. Si me hubieran advertido que aquel hombre era un monstruo jamás me habría presentado a la Selección en primer lugar.
No pude aguantarme.

—¡Eso solo sucedió porque usted me drogó! —exclamé—. ¡No sé que tenía el vino ese día, pero jamás habría intentado algo como aquello por mí misma!

Fue lo más estúpido que podría haber hecho. Y me arrepentí cuando sentí su mano agarrar mi cuello otra vez. Porque las últimas veces había sido así. De amenazas, burlas y agresiones. Las heridas ardieron una vez más.

El aire comenzó a escasear.

—Cállate estúpida, no digas ni una sola palabra... mantén el pico cerrado—masculló apretando aún más el agarre. Subió su mano hasta mi boca cubriéndome parte de la nariz, aprisionándome contra la puerta. Era una pesadilla. No podía respirar—. Escucha mocosa... o comienzas a hacer las cosas bien o el tren de tu madre explotará la próxima vez que haga un retiro con sus alumnos, ¿me escuchaste? —jadeé y traté de mover la cabeza, las lágrimas surcaban mis mejillas, su mano estaba áspera—. O tu padre verá una muerte dolorosa cuando intente un experimento en clases de química —amenazó. Si en ese preciso instante me quedaba sin oxigeno y moría habría sido un alivio. Cualquier cosa era mejor que estar ahí sola con ese hombre—. ¿Supongo que tenemos aún nuestro acuerdo, no?

El brillo de sus ojos se poso sobre los míos, asentí con rapidez. Cuando me soltó la boca el aire entró a raudales. Caí al suelo arrastrándome por la puerta.

—Bien, así me gusta —se alejó un par de pasos y me miró desde arriba. El cuello me volvía a arder, subí una mano y acaricié la zona dañada—. Si aún no hay boda al menos podré tener un heredero al que entregar el trono cuando muera.

Alcé la vista con aturdimiento.

—El que heredará el trono es Maxon —dije enojada con un jadeo, apenas me salía la voz. Volvió a reír.

—Sí, claro, como si mi hijo tuviera habilidad para gobernar —se burló—. No. El hijo que tú tengas con él será mi propiedad y lo educaré como debió ser educado Maxon. Y si no lo haces con él...—me contempló desde arriba con una mueca que me aterrorizó—. Algo haremos para que dentro de poco tiempo haya un vástago dentro de ti.

Aquellas palabras me aterraron como nunca. Sabía lo que quería conseguir con eso: Que apresurara la boda. Que le pidiera a Maxon casarnos para que no me obligara a concebir el hijo de un extraño.
¿Pero qué rayos ocurría con él? ¿Qué pretendía?

Comencé a llorar pero esta vez tenía rabia. Me puse de pie como pude y acumulando aquel coraje que me convertía en una rebelde, lo enfrenté.

—¡Nadie va a obligarme a tener un hijo! ¡Y tampoco va a obligarme a entregarlo!, sea de quién sea —mascullé. No iba a dejar que me hiciera más daño.
Lamentablemente me equivoqué.

Porque antes de que pudiera darme cuenta sentí un dolor intenso en la cara. Caí contra la puerta por el golpe. Sentí sabor a sangre en la boca, perdí momentáneamente la visibilidad de un ojo y una puntada aguda recorrió mi nariz.

—¿Pero quién te crees que eres? —gritó. Me agarró por la cara y apretó con fuerza, haciéndome daño—. Ni tú ni tus amigos rebeldes me intimidan. No puedo saber si estás detrás de los ataques que han impedido la boda, pero si no quieres casarte deberás elegir, o le das un hijo a Maxon o lo tienes con otro. Y si tengo que drogarlos para conseguirlo, no lo pensaré dos veces... ¿Quedó claro?

Me soltó con fuerza empujándome contra la puerta. Comencé a llorar cayendo al suelo.

—Ya basta... —supliqué—. Él no me quiere y yo a él tampoco. No ganamos nada.... ¿por qué no deja que se case con America? —jadeé—. Estoy segura que no tardarán en darle muchos nietos...

—¡CALLA! —nunca supe de dónde vino el golpe, pero sentí mi pierna arder. Grité con fuerza. Cuando alcé la mirada vi que en sus manos brillaba una vara metálica—. ¡Si de mí depende Maxon y esa mujerzuela no estarán juntos jamás!

—¡Pero es la embajadora italiana! ¡Tiene influencias! —grité. Quería salir de ahí. Otro golpe. Mi voz sonó igual que el de un cachorro herido.

—¡Y una mierda! —definitivamente ese hombre estaba ebrio. Temblé aterrorizada, la pierna me ardía—. ¡Es un símbolo de rebeldía! ¡No dejaré que una rebelde se convierta en princesa!

Me volteé hacia él con los ojos anegados.
Podría haberme quedado callada, pero el orgullo fue más fuerte.

—¡Yo soy una rebelde! —Otro golpe, encogí las piernas de dolor— Ya basta... por favor...

No me lo merecía, yo era una buena persona. ¿Por qué estaba pasando por eso? ¿Qué mal había hecho?

—¡Una rebelde que no me ha servido de nada! —masculló. Escuché la vara cortar el aire y me volví a encoger cuando sentí el golpe—. La idea de tener a uno de ustedes entre nosotros se suponía que nos beneficiaría, pero no has sido más que una decepción...

El dolor me atenazaba hasta la columna. Lo escuché acuclillarse a mi lado.

—Por favor... deje que me vaya... —gemí—. Quiero volver a mi casa...

Rió con desprecio.

—Oh, no querida... te quedarás aquí hasta que me des lo que quiero, aunque tenga que forzarte a ello...

Se puso de pie y se alejó lentamente. Llevé la mano hasta el muslo y lo sentí húmedo. Cuando levanté los dedos vi sangre.

—Por favor...—volví a pedir.

—Vete —dijo dándome la espalda—. Y espero que la próxima vez que te tenga en mi presencia me traigas novedades.

A duras penas me levanté. Encontré el pomo de la puerta y salí tropezando al pasillo que se mantenía en penumbra.

—Y no se te ocurra decir ninguna palabra... o ya sabes... Tu padre o tu madre.

Tragué saliva sin voltearme. Quería arrancar de ahí.
Necesitaba salir....

No lo pensé dos veces. Necesitaba ayuda. Necesitaba refugio.

No podía mover la pierna. La bata y el camisón estaban ensangrentados y no podía aparecerme en la enfermería, no quería dar explicaciones y tampoco habría sabido qué inventar.
Sentí hilos de sangre caer hasta mi pantorrilla. Me sujeté a duras penas de las escaleras, el dolor era inaguantable, comenzaba a ver borroso. Me dolían los huesos de la cara.

Nunca se había desquitado así conmigo. Jamás me había golpeado tan fuerte, y solo por mencionarle a America.
Dios... por mencionarla a ella. ¿Cuánto odio tenía ese hombre en su corazón? Yo era la elegida del pueblo... pero la que los representaba era ella. Y el odiaba que la quisieran tanto.
Yo no podía ser princesa ni quería serlo. Mucho menos en aquellas circunstancias.
Trastabillé más de una vez a medida que iba bajando pisos, hasta que finalmente llegué hasta un sector del palacio que estaba cerca de la sala de mujeres. No había nadie alrededor salvo algunos soldados que resguardaban las puertas que daban al jardín.
Y pensar que aquella mañana había estado llena de alegría.
¿Quién iba a pensar que terminaría así durante la noche?

Logré esquivar algunos soldados. Estaba perdiendo sensibilidad en la pierna y el dolor me atravesaba la espalda cada vez que daba un paso. La cabeza estaba que se me partía en dos, apenas podía mantener el ojo herido abierto.
Finalmente encontré lo que andaba buscando. Esperé a que uno de los soldados se diera la vuelta en la esquina de uno de los pasillos y crucé de un lado a otro justo donde había un tapiz decorando la pared. Metí la mano detrás del paño y busque la cerradura. Cuando escuché el clic de inmediato me metí por la puerta que estaba escondida detrás.
Había tomado ese túnel algunas veces pero siempre llegaba hasta la mitad de camino y luego me devolvía.
Finalmente logré recorrerlo por completo a pesar del olor a moho y las ratas que circulaban alrededor. El espacio estaba frío y en penumbras, un par de ampolletas iluminaban por tramos.
Cuando llegué al tope levanté las manos y agarré una cuerda que pendía del techo. Tiré de ella sintiendo un dolor intenso en la pierna al hacer el esfuerzo, una puerta se abrió dejando entrar la luz del jardín.
Me encaramé a duras penas. El aroma de las caballerizas me picó los ojos, pero el dolor de la pierna era más fuerte.
Ya no aguantaba, estaba comenzando a ver doble y a perder la sensibilidad de la pierna.
Sentí sabor a sangre en los labios, la nariz me dolía cuando respiraba y la garganta me ardía.
La puerta del cielo se abría justo en uno de los establos donde dormitaba un caballo. Me arrastré a duras penas entre la paja esparcida por el suelo y el estiércol del animal.
¿Podía ser más humillante?

Pero ya nada me importaba.
Logré ponerme de pie. Estaba mareada, necesitaba oxigeno y curar las heridas. Tropecé cada dos pasos, algunos caballos se despertaron y relincharon al verme pasar.
Finalmente logré salir al jardín y crucé hasta la casa que estaba al fondo. Caí al césped de dolor y me volví a levantar haciendo un último esfuerzo para llegar a la puerta de madera. Estaba perdiendo mis sentidos, el mundo daba vueltas y el dolor empeoraba.

La golpeé varias veces con las últimas fuerzas que me quedaban, con puño y con palmas. Apenas me salía la voz.
Cuando las luces se encendieron la puerta se abrió y caí sobre alguien.

—¿Kriss...? ¿Pero qué...?

—Gra...ham...—supliqué débil, mis ojos comenzaron a cerrarse—... Ayuda...me.

Y luego todo se fue a negro.

...

NOTAS

Les dije que ella tenía una historia qué contar.

En fin... ¿odian más al rey ahora? ¿O lo quieren por haberla golpeado? Porque ahí entraríamos en un dilema.

Desde un principio quise hacer de Kriss una víctima en la historia, y aparentemente algo conseguí porque hasta este capítulo es probable que todos la hayan odiado a muerte. Especialmente cuando quiso meterse a la cama de Maxon. Ahora saben las razones.
Como ven, las cosas se están complicando. El rey quiere una boda o un nieto para criar como cree que corresponde, porque para él Maxon no vale nada.
Por supuesto siempre supo que Kriss era una rebelde. En La Elegida, Kriss le dice a America que las seleccionadas habían sido elegidas con pinzas según lo que pudieran ofrecer al reino, y siendo ella una rebelde del norte por supuesto que el rey consideró buena idea tener un aliado adentro.
Claro que Kriss no le ha sido de mucha ayuda y por eso la llena de amenazas, porque no es tan débil como creía.
El necesita una mujer que manipular, y cuando Kriss le dice que case a Maxon con America éste explota, porque bueno, America es su perdición como gobernante.

Y sí no estaban tan equivocadas, algo hay que contar entre Graham y Kriss, pero ¿qué será?

Les recuerdo que estoy hilando la historia según el final que se cuenta en la Heredera y la Corona. Y como también han salido finales sobre otros personajes (incluyendo el de Kriss), hilaré su historia para encaminarla por ahí también.

Y bueno no estaban tan mal con las teorías, porque como vieron, en la conversación que tiene con August, sí, ellos son los que están detrás de los ataques.
Básicamente porque Kriss descubrió que no quería casarse después de descubrir que Maxon no la quería. Y como el rey la forzó a quedarse una buena forma de acabar con todo era postergando la boda.
Claro que jamás imaginaron que Maxon no podría hacerlo por un deber civil y ella por estar amenazada por el rey.
En el fondo no se aman, no se quieren casar, pero ninguno puede terminar con el otro.
Kriss hace todas las escenas de celos para que Maxon se aburra de ella y la termine expulsando del palacio, pero como él no puede terminar el compromiso finalmente ambos terminan agotados.

Poco a poco se va cerrando el círculo, estamos entrando en la parte peligrosa de la historia y ya se irán enterando de más secretos. Porque el rey tiene más cosas que ocultar, que, cuando se enteren... no sé si me odiarán a mi o a él por haber escrito esas escenas.

En fin...

Espero que les haya gustado este capítulo.

¡Nos leemos!

Kate.-

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