Un amigo gratis | EN LIBRERÍAS

By InmaaRv

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«¿Cuánto tiempo necesitaré para olvidar cada segundo que hemos pasado juntos?» La vida de Nash es un desastre... More

Introducción
Cuentos para Sidney: Conocerla.
01 | El baño de chicos
02 | Primer contacto
03 | Sueños frustrados
04 | Escribes, ¿verdad?
05 | El río de mi vida
06 | El trío invencible
07 | Meteduras de pata
08 | Jayden Moore
09 | Solo tienes una vida
10 | Un consejo infalible
Cuentos para Sidney: El puente roto.
11 | Nueva voluntaria.
12 | Somos como equilibristas
13 | Vas a volverme loco
15 | Mi canción favorita
16 | Cuestión de maquillaje
17 | Que lo dejen en paz
18 | Feliz cumpleaños
19 | Los koalas no comen humanos
20 | La locura es bonita
21 | Once y once.
22 | Una estrella fugaz
Cuentos para Sidney: Brillar.
23 | Amor propio
24 | Sin palabras
25 | Serás una fracasada
26 | No me odies
27 | Cuestión de nervios
28 | Interrogatorio improvisado
29 | La culpa
30 | ¿Cómo se besa a alguien por accidente?
31 | Una dolorosa invitación
32 | La fiesta de San Valentín
33 | Me muero de ganas de abrazarte
34 | Una bonita despedida
Cuentos para Sidney: Lo que ella me enseñó.
35 | Nuestra primera cita
36 | Un ramo ideal
37 | La ansiedad
38 | ¿Puedo dormir contigo?
40 | Una idea descabellada
41 | Tú eres mi tesoro
Epílogo.
Capítulo extra

14 | Las cosas se tuercen

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By InmaaRv

El primero en dimitir de su cargo de voluntario y abandonar UAG fue William, un chico de último curso con gafas y acné que decía ser muy buen amigo de Scott.

Ocurrió una semana después de que Grace debutara en la asociación, mientras Olivia y yo estábamos juntas en la biblioteca del instituto. Vino, y sin más, nos dijo que había decidido abandonar la organización debido a su falta de tiempo. No nos dio más explicaciones, ni tampoco nos aseguró volver, antes de marcharse.

Tres días después, se fue el segundo. Rayo —así era como se hacía llamar— era un adolescente pelinegro de no más de diecisiete años que sentía un amor profundo hacia su moto. Nunca tuve la oportunidad de hablar con él en persona. De hecho, la única razón por la que consideré admitirlo como voluntario fue que Scott, en su día, me dijo que debajo de toda esa fachada de chico malo, había un joven con un noble corazoncito que tenía afán de ayudar en la asociación.

Después de que Rayo nos abandonase, dejándonos tanto a mi proyecto como a mí completamente destrozados, fui a decirle que a Scott que pensaba que, si era verdad eso de que tenía corazón, debía estar podrido.

Olivia y yo empezamos a pensar que algo raro estaba pasando cuando se fue la tercera voluntaria, que estaba estudiando su primer año en el instituto. Ni siquiera sabía cuál era su nombre. Según mi mejor amiga, hacía menos de cuarenta y ocho horas que había ingresado en la asociación. No se había preocupado ni de terminar de rellenar su inscripción antes de dejarnos.

También había una chica castaña y delgada llamada Laura que se marchó una semana más tarde y que decidió llevarse a todos sus socios con ella. Todos me pusieron como excusa los exámenes finales que iban a llevarse a cabo el mes que viene, pero yo no creí a ninguno.

Poco a poco, UAG fue perdiendo voluntarios, hasta que solo quedamos cinco —de los doce que éramos antes—: Scott, Olivia, Grace, una chica morena llamada Julie y yo. Tal fue la fuerza del rumor que dictaba que UAG se estaba yendo al traste, que empezó a competir a muerte con la reciente ruptura de Jayden y Grace para convertirse en la noticia más importante del mes.

Como no podía ser de otra manera, el mal humor que todo esto me provocaba no pasaba desapercibido para mis amigos, quienes, aunque ponían todos sus esfuerzos en animarme, nunca conseguían su objetivo. Para hacerme feliz, primero era necesario que ellos estuviesen bien, y no lo estaban. La pérdida de voluntarios de UAG había generado un caos total a mi alrededor, incluyéndolos a ellos.

Hasta Scott, que pocas veces se enfadaba, parecía estar cabreado con el mundo. Olivia apenas levantaba cabeza, porque entre los estudios y la asociación no tenía tiempo para nada, y aunque apenas nos veíamos, suponía que a Julie tampoco debía de irle muy bien. La única que aparentemente se había librado de los efectos secundarios de los problemas en UAG había sido Grace, que no podía estar más contenta ejerciendo su nuevo cargo de voluntaria.

Nash fue un gran apoyo para mí durante esas semanas de crisis. Su ayuda fue tanta, que de vez en cuando, durante alguna de nuestras sesiones, me entraban ganas de pedirle perdón. La verdad era que hacía bastante tiempo que los roles se habían invertido. Ahora era él quien intentaba hacerme sonreír a toda costa, me aconsejaba y animaba a desahogarme cuando estábamos juntos, en vez de ser al revés.

Yo le decía continuamente que me arrepentía de no haber dejado que Grace fuese su amiga gratis —porque estaba segura de que ella lo habría hecho mucho mejor que yo—, y él siempre me contestaba que me prefería a mí antes que a cualquier otro voluntario.

Lo único que se libraba del desastre en mi vida, junto a mi amistad con Nash, era la relación que poco a poco iba floreciendo entre Jayden y yo. Desde que terminó su noviazgo con Grace de forma oficial (por segunda vez en apenas unos meses), empezamos a vernos de forma más habitual. Teníamos citas de estudio cada dos días, en las que hablábamos de cualquier cosa que se nos ocurriese. Cuando estaba con él, lejos de sentirme nerviosa, me encontraba a gusto. Era un gran chico, tenía muchas cualidades e incluso me atrevería a decir que yo le caía tan bien como él a mí.

Aunque por muy feliz que me hiciera esto último —por el amor de Dios, era Jayden Moore... ¡y ponía interés en estar conmigo! ¿Acaso podría haber algo mejor?—, nada pudo evitar que me entrasen ganas de llorar cuando Julie me llamó el Jueves por la tarde, unos días después de que los nuevos carteles de UAG, que tenían mi cara impresa en ellos, salieran a la luz, para citarme en el café Daiana a las seis menos cinco.

Como ya me figuraba lo que iba a pasar, no dudé en llamar a Olivia para que me acompañase. Ella accedió sin rechistar, y se presentó en mi casa veinte minutos después. Una vez que ya se hubo despedido de Devon con un beso en la mejilla, que me dejó tan sorprendida como asqueada, ambas salimos de mi casa y emprendimos nuestro camino a la cafetería.

Como la buena amiga que era, se propuso amenizarme los veinte minutos que tardamos en llegar al local. Yo estaba bastante desanimada, pero gracias a ella, no nos faltó conversación en ningún momento. Hablamos de todo tipo de cosas: desde temas absurdos, como el color de los calcetines de la señora Duncan —que siempre eran amarillos—, hasta otros que Olivia sí que consideraba serios, como, por ejemplo, el plan que estaba ingeniando para emparejar a Scott.

Todo fue bien hasta que, como ya era de esperarse, mi mejor amiga decidió que era el momento de hacerme sentir incómoda, y cambió completamente el rumbo de la plática:

—Bueno, hablemos de otra cosa —dijo, mientras una sonrisa juguetona amenazaba con aparecerle en los labios—. ¿Has visto los carteles que Scott y yo hemos colgado por el instituto? Son muy bonitos, ¿verdad?

Sellé los labios para evitar que alguna respuesta sin sentido pudiese salir de ellos. La verdad era que al final los folletos no habían quedado tan mal como creía. La foto mía que mis amigos habían elegido no era de las peores, así que los carteles habían terminado siendo mucho más bonitos de lo que me imaginaba. Esa fue la única razón por la que no me quejé cuando Nash vino a enseñármelos todo emocionado, como un niño de cinco años, el lunes por la mañana. Incluso le sonreí.

Pero eso no significaba que me alegrase de haberme convertido en la imagen publicitaria de UAG. Seguía pensando que Olivia tenía muchas más aptitudes que yo para serlo.

—Ni me lo recuerdes —acabé diciendo—. No puedo creerme que les hayáis puesto mi cara. Estáis muy locos si creéis que con ellos lograremos atraer a más socios.

—No fue idea nuestra, sino de Nash —aclaró, aunque yo ya lo sabía—. Nash es un cliente, y los clientes siempre tienen la razón. Además, no puedes negarme que ha sido un gesto muy bonito por su parte...

Suspiré.

—Olivia, no empieces otra vez con lo mismo, por favor.

—Solo digo que es un amor de chico, y que congenia bastante bien contigo... ¿no crees?

Gruñí con desagrado.

—No, no lo creo —respondí. Acto seguido, agarré a mi mejor amiga del brazo para cruzar juntas la carretera y puse todos mis esfuerzos en cambiar el tema de conversación—: ¿Sabes que mañana he vuelto a quedar con Jayden?

—Me da igual. Sigamos hablando de Nash, ¿qué tal vas con él?

—No quiero hablar de Nash —repuse con impaciencia—, quiero hablar de Jayden.

—¿Por qué?

—Porque me gusta.

—Tus gustos son erróneos.

—¿Estás insinuando que no debería gustarme? —demandé entornando los ojos—. Porque, por si lo habías olvidado, te recuerdo que eres tú la que está intentando ligar con mi hermano. ¿Cuántos códigos de la amistad rompe eso?

—Ninguno. Esos códigos no se aplican si el chico es guapo, y tu hermano está muy bueno.

Tras pasarme un par de segundos intentando hacer desaparecer esas palabras tan nauseabundas de mi memoria, decidí proseguir con la discusión:

—Bueno, Jayden también...

—No te pases, Jayden es normalito.

—¡Jayden no es «normalito»! Es muy guapo. Y me gusta. ¿Qué hay de malo en eso?

—No es malo, en absoluto —dijo por fin—. Pero ambas sabemos que no va a llevarte a nada. O, al menos, no si sigues actuando como una idiota cuando él está cerca.

—No actúo como una...

De repente, se escuchó un grito. Me volví hacia Olivia, totalmente confundida, cuando sentí cómo me rodeaba la muñeca con los dedos. Tiró de mí para hacerme retroceder con la vista clavada en algún punto a mis espaldas. Supuse que detrás de mí debía haber algo horrible, porque parecía verdaderamente aterrada.

Dejándome llevar por la curiosidad, seguí su mirada tan rápido como pude, topándome al momento con un viejo dálmata lleno de manchas negras que se aproximaba a nosotras dando grandes zancadas. La lengua le ondeaba al viento, y su nombre era gritado a todo volumen por los dos chicos que le perseguían. Uno de ellos me resultaba bastante familiar. Era castaño, alto y delgado; lo conocía lo suficiente como para saber que tenía pecas por toda la cara y que achinaba los ojos cuando sonreía.

Dash fue el primero en llegar hasta nosotras. No había olvidado aquella ocasión en la que estuvo a punto de usarme como orinal, pero me agaché a acariciarlo de todas formas. No podía guardarle rencor a un perro, por muchos asuntos sin resolver que tuviese con él.

—Hola, Dash —le susurré, intentando esquivar sus lametazos.

—¡No lo toques! —chilló Olivia a mi lado, presa del pánico—. ¡Dios mío, qué clase de bicho es esta! ¡Parece una vaca! ¡Es demasiado grande!

—Es un perro.

Supe que tenía ganas de pegarme un puñetazo en cuanto se volvió a mirarme con los ojos entornados. Aunque si de verdad tenía pensado cargar contra mí le faltó tiempo para hacerlo, ya que Nash Anderson y su acompañante, un adolescente de tez pálida y camisa a cuadros cuyo nombre no sabía, llegaron junto a nosotras completamente agitados. Respiraban entrecortadamente, como si estuviesen a punto de quedarse sin aire.

Como no podía ser de otra manera, Nash fue el primero en hablar:

—Dios mío, ¿Eleonor? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y por qué siempre que nos encontramos por la calle está Dash de por medio?

Con una media sonrisa dibujada en los labios, me encogí de hombros y levanté la cabeza para mirarlo. Se rascaba la nuca con una mano, mientras que con la otra sujetaba la correa del perro que todavía parecía aterrorizar a Olivia. Al darse cuenta de que mi mejor amiga estaba a punto de sufrir un ataque de pánico, abrió mucho los ojos y se apresuró a sujetar a Dash para alejarlo de ella.

—Oh, Dios... Lo siento, lo siento, lo siento... Ha sido culpa mía, no tendría que haberlo llevado sin correa. Espero que no te haya asustado, Olivia.

Una vez que el perro estuvo controlado, mi mirada decayó en el chico que apoyaba las manos en sus rodillas, en un intento de recuperar el aire perdido durante la carrera, al lado de Nash. Era rubio, delgado y extremadamente pálido.

—Eh... —El dueño de Dash se aclaró la garganta cuando se dio cuenta de que las dos mirábamos a su compañero—. Chicas, él es Mike. Y Mike, ellas...

Mike lo interrumpió con un gesto brusco.

—Deja las presentaciones para luego, Ashu. Estoy intentando no morirme de un ataque de...

En cuanto alzó la vista y se dio cuenta de que las dos personas que tenía en frente eran chicas de su misma edad, el chico dio un respingo. Se irguió, se recolocó las gafas y nos lanzó una sonrisa coqueta que hizo que Nash se llevase las manos a la cara, en un intento de ocultarse tras ellas, como si se avergonzara de su mejor amigo.

—Pero quién es esta preciosidad... —canturreó mirándome de reojo.

—Mike... —gruñó Nash.

—Ten cuidado con ese mal humor, Ashu. No querrás asustar a estas lindas, apasionadas e inteligentes féminas.

Enarqué las cejas, ¿cómo había dicho?

—Déjalas en paz, Mike.

—No hables en plural. Soy hombre de una sola mujer, y escogeré a la más preciosa de entre las preciosas. —Con algo de disimulo, me guiñó un ojo y se volvió hacia Olivia, atrapando su pequeña mano y depositando un beso sobre ella—. ¿Alguien puede decirme cómo se llama este bello ángel y por qué ha tardado tanto en aparecer en mi vida?

Nash soltó un suspiro y volvió a llevarse las manos a la cara, desesperado. No fui capaz de apartar la mirada de él mientras dudaba acerca de cómo debía sentirme ante el comportamiento de su amigo. ¿Tenía que ofenderme por lo que acababa de decir o alegrarme de que se hubiese fijado en Olivia y no en mí?

—Me llamo Olivia —susurró mi mejor amiga, soltando una risita.

Mike se inclinó y volvió a besar su mano.

—¿Me dejarías invitarte a tomar un café?

—No me gusta el café —contestó la chica.

—Mmm... —Él se aclaró la garganta—. ¿Un refresco, tal vez?

—Detesto las bebidas artificiales.

—Una chica difícil... —Mike se rio entre dientes—, esas son las mejores. Dime, ¿qué te parece un trozo de tarta? Conozco al dueño de la mejor pastelería de la ciudad.

—Paso. Son demasiadas calorías.

—¿Un perrito caliente?

—No me gusta comer carne.

—¿Un batido?

—No, gracias.

—¿Un vaso de agua? Puede ser del grifo, si gustas.

Las orejas de Mike adquirieron un tono rosado cuando Nash empezó a reírse en voz baja, y Olivia lo contempló con un brillo particular en los ojos. A mí me entraron ganas de sonreír y de soltar algún comentario ingenioso, pero me contuve. No era mi turno de hablar, sino el de mi mejor amiga, que se puso un mechón detrás de la oreja antes contestar:

—Un helado estaría bien. —Acto seguido, se giró hacia mí con los labios fruncidos, suplicándome con la mirada que dejase que se fuera—. ¿Eleonor...?

—Sí, claro —respondí inmediatamente—. Ve tranquila. No hay problema.

Olivia se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.

—No, no creo que sea una buena idea. No quiero que vayas sola a hablar con Julie. —Entonces, se volvió hacia Mike—. ¿Qué te parece si quedamos otro día?

—Yo puedo ir con ella —soltó Nash de pronto. Al darse cuenta de que atraía todas nuestras miradas, se apresuró a agregar—: Es decir... solo si te parece bien. No tengo nada mejor que hacer y... O sea, en realidad tengo muchas cosas que hacer, ya sabes. Soy un adolescente ocupado, pero no sería ninguna molestia... A ver, es que tú... Bueno, ¿quieres que te acompañe o no?

Un extraño cosquilleo se adueñó de mi estómago.

—No me importaría.

—Genial... —musitó, relajando los hombros. Aunque volvió a tensarse al momento—: Eh, quiero decir... vale. Me vendrá bien andar un poco para hacer deporte, ya sabes, y... Mira, mejor vámonos.

Sin decir ni una palabra más, echó a andar con Dash pisándole los talones. Yo me despedí de Olivia con un guiño antes de seguirlo, a sabiendas de que, gracias a esto, iba a pasarme la noche en vela hablando con ella por teléfono, lo que me ayudaría abstraerme de los problemas de la asociación.

—Julie es una de las voluntarias, ¿no? —preguntó Nash cuando llegué a su lado.

—Lo es. Lleva con nosotros desde el año pasado.

Frunció el ceño.

—¿Y crees que...?

—No, no lo creo. Estoy segura —lo interrumpí—. Sé que va a abandonar la asociación, y no me sorprendería si decidiese llevarse a todos los socios que la conocen. No es la primera vez que me pasa. Ya estoy acostumbrada.

Al escucharme, la expresión de su rostro se tiñó de preocupación. Se me puso la piel de gallina cuando sentí el calor de sus dedos extendiéndose por mi brazo. Sorprendida por su acción, me volví a mirarlo, pero era demasiado tarde; Nash ya había apartado la mano.

—Bueno... —titubeó, presa del nerviosismo—, no te preocupes por eso. En las grandes empresas se contrata y despide gente todo el rato. Todo saldrá bien, ya verás.

—Ambos sabemos que no es así. UAG no es una gran empresa. Somos muy pocos y, si Julie se va, solo quedaremos cinco. Las cosas van muy mal, Nash. La asociación está hundiéndose.

—Lo sé, pero tienes que estar tranquila, ¿vale? Lo solucionaremos. Te lo prometo.

No pude evitar sorprenderme ante sus palabras.

—¿«Solucionaremos»?

—Claro que sí —respondió con decisión—. Lo haremos juntos. Yo te ayudaré, igual que tú me has ayudado a mí. La falta de voluntarios no es un problema. Podremos con ello. Confía en mí.

Abrí la boca para contestar, pero la cerré al darme cuenta de que no tenía nada que decir. Nash me sonrió tímidamente mientras apresuraba el paso, con las mejillas sonrosadas, y se limitó a guardar silencio durante el resto del camino.

Llegamos al café Daiana unos minutos después. El aroma a café que desprendían las paredes del local me inundó las fosas nasales en cuanto nos adentramos en él. El noventa por ciento de los clientes eran estudiantes, ya que estábamos bastante cerca de la universidad de Neville. Distinguí entre la multitud a algunos amigos de mis hermanos, acompañados por sus parejas, y a el profesor de matemáticas de Devon.

Podría haberme quedado parada en la puerta, viendo la vida pasar, intentando retrasar lo inevitable, de no haber sido por Nash, que, cuando volvió al interior del local, después de haber dejado a Dash atado a la puerta, me tocó suavemente el hombro para obligarme a alzar la vista y me señaló con la cabeza nuestro objetivo.

Julie estaba sentada en una de las mesas más céntricas del lugar. Llevaba su larga melena rizada recogida en una coleta, dejando a la vista dos ojos negros que destacaban en un rostro de tez oscura desprovisto de maquillaje. En cuanto nos vio, levantó nerviosamente la mano y nos hizo una señal para que nos acercásemos a ella.

Los nervios me oprimían el estómago. Sin poder evitarlo, miré a Nash, quien me devolvió el gesto con una media sonrisa en los labios.

—Vamos, todo saldrá bien —me dijo.

Asentí con la cabeza antes de comenzar a andar.

En cuanto llegué a la mesa, me apresuré a tomar asiento frente a la chica. Nash se acomodó a mi lado, juntando mucho nuestras rodillas, como si el hecho de estar con Julie —que era una completa desconocida para él— le intimidase mucho más que a mí. Entonces, sentí cómo sus dedos me apretaban el brazo por debajo de la mesa, y supe al instante que me estaba animando a hablar. Así que lo hice.

—Hola, Julie.

—Yo... —farfulló la chica, sin molestarse siquiera en devolverme el saludo. Al no encontrar nada que decir, cerró los ojos, y cuando los abrió, me los encontré rojos y llorosos—. Sé que lo más seguro es que ahora mismo estás preguntándote por qué narices te he pedido que vengas aquí, pero... Oh, Dios, Eleonor, lo siento tanto...

Sus palabras me sentaron como una patada en el estómago. No hacía falta que dijese nada más; tanto ella, como Nash, como yo sabíamos perfectamente a qué se refería.

—¿Vas a dejar la asociación? —demandé bruscamente, aguantándome las ganas de llorar. Ella asintió con la cabeza—. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? Sabes que no es nuestro mejor momento y...

—Lo siento.

—Julie, escucha...

—Tengo que guardarme las espaldas. Lo siento, Eleonor.

—¿Qué?

Julie frunció los labios ante mi tono de desesperación, como si no supiera qué contestar. Aunque tampoco podría haberla escuchado si lo hubiese hecho, pues mi corazón latía tan fuerte que era incapaz de oír nada que no fuesen los sonoros «bum, bum» que producía. Estaba quedándome sin aire, y me temía que pronto las lágrimas empezarían a brotarme de ojos.

Estaba presenciando en vivo y en directo cómo se hundía todo lo que llevaba meses intentando sacar a flote.

—Escucha, Eleonor... —Traté de tragarme el nudo de mi garganta cuando Julie se inclinó sobre la mesa, con la intención de hacer la conversación más privada—. No debería decirte esto, pero me caes bien y aprecio demasiado UAG como para dejar que se arruine ahora. Todo lo que está pasando no es una coincidencia. No tiene nada que ver con los exámenes, ni con la falta de tiempo... Estoy segura de que tú sabes a qué me refiero.

Intenté coger una bocanada de aire para no quedarme sin oxígeno en los pulmones. Sentía que me asfixiaba. Mi corazón latía a mil por hora, y el dolor en mi pecho era tan fuerte, que apenas era capaz de pronunciar la frase que no dejaba de dar vueltas por mi cabeza.

«Alguien está tratando de hundir mi asociación».

Estaba a punto de levantarme y salir corriendo de allí, presa del pánico, cuando de repente, sentí un extraño roce en la mano derecha. No me atreví a mirar, pero supe por la textura de su piel que era Nash quién me estaba tocando. Sus movimientos eran lentos y cuidadosos, como si tuviese miedo a mi rechazo. Aunque nada consiguió evitar que, finalmente, llegase el momento en que nuestras palmas chocaran. Mientras mantenía los ojos fijos en Julie, sentí cómo sus dedos se colaban entre los huecos que había entre los míos y viceversa, y terminaron por entrelazarse por debajo de la mesa.

No pude evitarlo: dejándome llevar por un impulso, le miré de reojo. Nash clavó sus ojos en los míos y me dirigió una media sonrisa, antes de apretar mi mano con fuerza. No fue un acto romántico, ni mucho menos, sino de apoyo. Una forma de decirme «No te preocupes, estoy contigo» sin necesidad de palabras. Solo una caricia y una mirada.

Solo eso, y sentí cómo todo mi cuerpo entraba poco a poco en un estado de calma.

—Aquí hay cosas que no cuadran, Eleonor —continuó Julie, completamente ajena a lo que acababa de pasar—. Hay mucha desorganización, cambios en las listas de socios de los que Olivia nunca está al tanto y... cosas horribles. Incluso amenazas. ¿Sabes que Will se fue por eso mismo? No sé quién, ni cuando, ni por qué, pero lo amenazaron. Y ahora no quiere hablar con nadie, ni siquiera conmigo... y éramos amigos.

Hizo una pequeña pausa, en la que fui incapaz de no desviar los ojos hacia la mano de Nash y la mía. Seguían entrelazadas. Cada vez que el chico sentía que algo de lo que Julie me estaba diciendo no iba a sentarme bien, apretaba más, como si eso pudiese resultarme reconfortante.

Lo peor era que lo hacía.

—Alguien está actuando en contra de UAG, Eleonor —terminó la chica—. Y me gustaría ayudarte a averiguar quién, pero no puedo arriesgarme. Soy delgada y pequeña. Podrían partirme en dos con la misma facilidad que a una galleta. No te pido que me entiendas, pero...

—No te preocupes —respondió Nash inmediatamente, al notar que yo no me encontraba en condiciones de hablar—. Lo entiende... supongo. Es normal que no quieras meterte en esto. Todo lo que has hecho por la asociación... es genial y... bueno, no sé. Muchas gracias y eso, Julie.

La chica nos sonrió agradecida y se despidió con un susurro antes de levantarse de un salto y prácticamente echar a correr hacia la puerta del local. Nash la siguió con la mirada hasta que salió del café, pero yo no me tomé la molestia de hacerlo. Estaba demasiado aturdida intentando asimilar lo que había pasado como para fijarme en otra cosa. ¿Alguien estaba intentando arruinar UAG? ¿Por qué?

La mano de Nash se deslizó lentamente de la mía y cayó a su costado. Cuando lo miré de forma directa, él se limitó a quedarse callado y esperar a que yo dijese la primera palabra.

—¿Por qué has hecho eso? —pregunté, refiriéndome a todo en general.

Pero no me contestó. En su lugar, me pasó un brazo por los hombros y me hizo una seña para que me pusiera de pie.

—Vamos, te acompaño a casa.


Siete.



Recuerda que puedes leer la versión mejorada de esta historia en papel, con escenas extras y un nuevo epílogo. A la venta en librerías de España y Latinoamérica :)

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