You and me (Percabeth)

By HiddenInTheGloom

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Percy y Annabeth tienen un pasado difícil. Al igual que la mayoría de los chicos que ellos conocen. Pero este... More

Sinopsis
Capítulo 1. Academia Coast River.
Capítulo 2. Nuevos Amigos.
Capítulo 3. Sesos de Alga.
Capítulo 4. Una Vieja Amiga.
Capítulo 5. El Primer Día de Clases.
Capítulo 6. Bajo el Agua.
Capítulo 7. Primer mes en C.R
Capítulo 8. Cambio Total.
Capítulo 9. Furia en la Escuela.
Capítulo 10. Sólo Ignorémoslo.
Capítulo 11. ¿Porqué a mí?
Capítulo 12. Propuesta Inesperada.
Capítulo 13. Catástrofe Total.
Capítulo 14. Baile de Halloween (Parte 1)
Capítulo 15. Confesiones.
Capítulo 16. Baile de Halloween. (Parte 2)
Capítulo + Reproche.
Capítulo 17. Malentendido.
Capítulo 18. Vergüenza y Disfraces.
Capítulo 19. Esperanzas y Pesadillas.
Capítulo 20. Amenazas.
Capítulo 21. ¿Y si no le Gusto?
Capítulo 22. Nervios y más nervios.
Capítulo 23. Baile de Halloween. (Parte 3)
Capítulo 24. ¿Me concede esta pieza?
Capítulo 25. Traición y Terror.
Capítulo 26. Baile Estropeado.
Capítulo 27. Cuando te sientes inútil...
Capítulo 28. ¿Explicación? (Parte 1)
Capítulo 29. ¿Explicación? (Parte 2)
Capítulo 30. Respuestas, Al Fin.
Capítulo 31. ¿Trato? Trato.
Capítulo 32. Confusión.
Capítulo 33. Pelea. 1/2
Capítulo 34. Pelea 2/2
Capítulo 35. Explulsión e Incendio.
Capítulo 36. Rescate ¿Doble?
Capítulo 37. Atrapado.
Capítulo 38. Juego de Novios.
Capítulo 39. Tutora.
Capítulo 40. Lluvia.
Capítulo 41. Tienes Que Creerme.
Capítulo 42. ¿Montamos?
Capítulo 43. Sorpresas y Decepciones.
Capítulo 44. Día Treinta.
Capítulo 45. Una Navidad Complicada.
I Capítulo Especial.
Capítulo 46. Errores y Llamadas.
Capítulo 47. ¿Una Guía Telefónica?
Capítulo 48. Taxis y Pelirrojos Estúpidos.
Capítulo 49. Grietas en el Techo.
Capítulo 50. Schnauzers, Arañas y Fuentes.
Capítulo 51. Fiestas Infantiles. (Ah, y Navidad)
Capítulo 52. Zanahorias.
Capítulo 53. Garabatos y Pingüinos.
Capítulo 54. Festival.
Capítulo 56. Cabras.
Capítulo 57. Campamento Mestizo.
Capítulo 58. Aves, Trenes y Heavy Metal.
Capítulo 59. Perseus.
Capítulo 60. Cosa de Costumbre.
Epílogo. Fogatas y Finales.
.agradecimientos o algo así.
¿Hola?

Capítulo 55. Dragones, Grandes y Pequeños.

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By HiddenInTheGloom

N/A: ¡Holis! No, esto sí es un capítulo, pero voy a dejar mi nota aquí porque... ya verán después. So, sí, cambié la portada. No sé exactamente por qué (la otra no la hice yo, esta sí. ¿Se nota mucho?) y sé que no es la mejor, pero es que no tengo la menor idea de como se hacen esas cosas. No tengo gran cosa que decir... los sucesos de este capítulo son algo que sabía que iba a pasar desde el décimo capítulo, y bueno, no quiero hacer spoiler, así que los dejo leer...

Mariana *_*

*_* *_* *_* 

Cuenta regresiva para el final: 7

P.O.V Percy.

Soprendentemente, lo que me despertó esa noche no fue la ventisca que había estado atacando al país desde hacía semanas, sino la voz de Leo, azotando en la habitación a las tres de la madrugada.

Jason se cayó de la cama, con los pelos rubios de punta, de modo que parecía una gran flecha. Yo me senté con tal rapidez que me golpeé la cabeza contra el techo del cuarto.  

Mi dolor de cabeza pasó a segundo plano cuando Leo me tiró una almohada a la cara, una enorme sonrisa dejando ver sus grandes hoyuelos.

 - ¡Lo logré! - gritó - ¡Lo logré! ¡Toma eso, Summers!

 - Ya me di cuenta de que lo lograste, Leo - murmuró Jason, poniéndose de pie. Había crecido en los últimos meses, y ahora, muy a pesar mío, era unos cuantos centímetros más alto que yo - ahora, ¿podrías largarte?

Leo rodó los ojos y sacó algo de su bolsillo. No era más grande que la palma de su mano. Al principio solo pude distinguir su brillante color bronce, y luego sus alas.

 - Wow - exclamé - ¿qué es eso?

Él se limitó a sonreír, orgulloso de sí mismo.

 - Summers se arrepentirá de dudar de mi asombrosidad. ¡Se caerá de su silla cuando vea esta preciosura!

Entonces, al fin pude distinguir lo que era. No voy a negar que me quedé sin aliento cuando la pequeña criatura de metal abrió su boca, expulsando fuego de esta. Agitó sus alas, emitiendo chirridos y pitidos que casi parecían un idioma. El pequeño dragón se volvió a acurrucar en la mano de Leo, y se quedó quieto como en el principio.

 - ¿Eso es un..?

 - ¡Un dragón, sí! - gritó él con emoción - Le puse Festus. 

Jason quiso tocarlo, pero cuando su mano estuvo cerca del animal de metal, éste volvió a expulsar fuego, haciendo que el rubio pegara un salto.

 - ¿Tiene un sensor o algo..? - preguntó.

 - No puedo hacer eso aún, Grace. Solo sigue una secuencia, hace lo mismo una y otra vez.

 - Es la cosa más genial que he visto - le dije a Leo - ¿cómo aprendiste a hacer eso?

 - Esperanza Valdez, Percy. Mi madre. Vivo con ella en Houston, tenemos un taller mecánico. Crecí entre cables y metal, tiburoncín.

Rodé los ojos, pero me quedé admirando la obra de Leo. Sí, se había demorado bastante. Las clases se terminarían en una semana y Leo solo tenía dos días para presentar su trabajo. Annabeth y yo habíamos estado bastante seguros de que no lo lograría, pero parecía que Frank había ganado la apuesta esta vez. 

Después de eso, no pudimos dormir. Aunque Festus solo repetía las mismas acciones, era divertido verlo y escuchar a Leo hablar sobre cables, mecanismos, motores y otras muchísimas cosas que no entendía.

Fue entonces cuando se me ocurrió que lo extrañaría. 

Es decir, estaba plenamente consciente de que cada uno de nosotros iría a casa para las vacaciones de verano y que no nos veríamos por dos meses; pero en ese momento lo tomé en cuenta.

Debo estar loco como para extrañar a Leo Valdez.

Pero su presencia era estimada, igual que la de Jason, que aunque a veces él y su complejo de líder eran insoportables, se había convertido en una parte del día a día. Extrañaría a Piper y su extraña repulsión a llamar la atención, extrañaría a Frank y a su timidez, a Hazel y a su característica dulzura, a Nico y a su odio hacia todo ser viviente, a Thalia y a su sarcasmo e irreverencia.

Y sobre todo, extrañaría a Annabeth. 

¿Es necesario decir por qué?

*****

Our lawyer made us change the name of this song so we wouldn't get sued, de Fall Out Boy sonaba a través de los audífonos que Annabeth me había regalado la pasada navidad, casi seis meses atrás. Era mi último fin de semana en la academia, antes de volver a casa.

La piscina estaba prácticamente desierta desde que habíamos ganado la temporada de natación, y ni siquiera yo había puesto un pie ahí en los últimos meses.

El agua se sentía como mi hogar. Mis brazos cortaban la superficie con rápidos movimientos y, aunque no podía escuchar el chapoteo de mis pies al golpear el agua por la música, sabía que estaba ahí, haciéndome sentir como en casa.

No estoy seguro de cuánto tiempo estuve nadando, pero paré cuando el cielo se tiñó de un color anaranjado, y la brisa se incorporó de nuevo, sacudiendo los vidrios de la piscina.

Mientras me cambiaba, mi teléfono comenzó a vibrar. Al principio creí que era Annabeth, pero cuando leí la pantalla, cuatro letras que no había visto en mi celular desde hace meses brillaron en la pantalla.

Mamá. Fruncí el ceño, pero mis dedos se apresuraron a tomar el teléfono, ansiosos de escuchar la extrañada voz.

 - ¿Percy? - su voz hizo que mi corazón se retorciera. Cuánto la había extrañado. Las palabras parecieron atorarse en mi garganta, pero no importó, porque ella siguió hablando - ¡Oh, cariño! Te extraño tanto... pero nos veremos en una semana, gracias a Dios. ¿Qué tal todo por allí?

Le ordené a mi boca que se moviese. 

 - ¿Mamá? - pregunté. Me sentí estúpido de inmediato, pero las palabras ya habían sido dichas.

Ella soltó una risita. - Sí, cariño - dijo - Yo también te quiero.

La conversación prosiguió con mayor fluidez, pero no le estaba prestando mucha atención. Solo dejé que el sonido de su voz me recorriera, perforando cada centímetro de mi piel, haciendo que sintiera una preciada calidez que hace tiempo no llegaba a experimentar.

Dejé que ella hablara mientras yo jugueteaba con un hilo suelto en mi camiseta, imaginándomela a mi lado. Sin embargo, tuve que concentrarme cuando soltó ciertas palabras.

 - Percy, hay algo importante que tengo que decirte.

 - ¿Si? - dije, mi estómago dando una voltereta de 360 grados. La última vez que pronunció esas palabras, Paul Boflis había entrado por mi puerta, una tímida sonrisa en su rostro. 

 - Mira... ¿recuerdas mi viaje a Alemania? - mi corazón se detuvo, literalmente. 

Asentí, y luego recordé que no podía verme.

 - Sí... - susurré.

 - Mira, cariño, no quise decírtelo antes, porque no estaba segura, pero necesitas saberlo ahora... hay una razón por la cual viajé. 

Me quedé en silencio, y mamá retomó la conversación unos segundos después.

 - Yo... Paul consiguió un muy buen trabajo ahí, Percy. Mi editorial no tiene problemas con que escriba desde allí. Y... Paul y yo viajamos ahí porque hay una academia que está interesada en darte una beca por natación... fuimos a inscribirte, Percy. Si entrabas, pues nos mudaríamos, y si no, nos quedaríamos en Nueva York. Y, bueno, entraste. 

Tuve que repetir las palabras de mi madre en mi mente seis veces hasta que cobraron sentido. 

 - No - dije, simple y claro. No me mudaría. No dejaría Nueva York. No dejaría a Annabeth. No me iría.

 - Cariño... 

 - ¡No! - repetí, casi demasiado alto. 

 - Percy, escucha... 

 - ¡No puedes esperar que esté de acuerdo con la idea, mamá! ¡Cómo se te ocurre! Yo...

 - Será más seguro para ti, car...

 - ¡No, mamá! Escúchame, en serio me alegro por Paul y eso. Pero no me mudaré. ¡Tengo una vida!

 - La decisión está tomada, Percy.

 - ¡No! - estaba consciente de que sonaba como un niño caprichoso, pero no me importaba. ¿Es que mi madre estaba loca? ¿Mudarme al otro lado del mundo?  - ¡Estás siendo egoísta!

 - No, Percy - su tranquilidad me sorprendió - tú estás siendo egoísta. 

 - Hablamos después - dije, y antes de que me arrepintiera, colgué. 

La habitación dio vueltas a mi lado, y mi respiración se agitó. Traté de concentrarme y calmarme. Esto era un sueño, un simple sueño. 

Pero no funcionó. Conozco a mamá. Ya lo había decidido, no había nada que pudiera hacer. No era como si pudiera quedarme, ella y Paul son la única familia que tengo. 

Mierda, pensé, mierda, mierda, mierda... Annabeth. 

*****

Dos día después, me encontraba clavando mi vista en el reloj colgado en la pared del salón de Literatura, viendo la aguja del segundero seguir su usual patrón. La clase estaba en tal silencio que podía oír el suave sonido que emitía, un pequeñísimo golpe que me sacudía entero. 

Aunque Thalia, Frank y Piper estaban a mis costados, no tenía la mínima intención de dirigirles la palabra, ni ellos a mí. 

17, pensé, 16, 15...

Unos cuantos segundos más y sería libre. Me iría de la academia el lunes, pero de todos modos, sería libre. Vi a Thalia clavar las uñas en su carpeta, sus dientes aprisionando su propio labio con demasiada fuerza.

9, 8, 7...

 - Bueno - la voz del Sr. Peterson, el maestro de literatura nos hizo pegar un salto a todos. Había olvidado que estaba ahí - pueden irse, chicos. Fue un placer tenerlos como mis alumnos este año y espero poder verlos el año siguien...

Pero sus palabras fueron interrumpidas por el sonido de la campana, y todos nos pusimos de pie, caminando, casi corriendo, hacia la puerta. 

Salir no fue fácil, he de admitir. Todos rodeaban la puerta, viendo como dos chicos y una chica trataban de pasar por allí al mismo tiempo, sin llegar a ningún lugar.

Luego de muchos empujones y maldiciones, estuve afuera. Los alumnos se precipitaban hacia todas partes, sin importar a quién pisaban hasta la muerte en el camino. Bueno, quizás estoy exagerando. 

Sentí que alguien me revolvía el cabello, y cuando levanté la vista solo vi a Frank, sonriéndome desde arriba. Me sentí pequeño.

 - ¡Lo hicimos, Percy! - dijo él con alegría - ¡Oficialmente ya no somos novatos!

Frank vio a Hazel salir de su salón y corrió hacia ella, dejándome en medio del pasillo. Mis ojos comenzaron a buscar inmediatamente esa cabellera rubia, pero no la veía por ningún lado.

Ahora, en las parejas normales, la chica se acerca por detrás del chico y le tapa los ojos, preguntándole con voz dulce, ¿quién soy?, ¿verdad?

En mi caso, la chica se abalanzó sobre el chico, tratando de subirse a su espalda. El chico, por estar desprevenido (no es como si fuera un debilucho o algo) cayó al suelo, con la chica encima suyo, rostro contra rostro.

Aunque, viéndolo desde otro ángulo, sigue siendo romántico.

Annabeth me sonrió, uno de sus mechones dorados me acariciaba la frente. 

 - Hola, sesos de alga - me dijo, una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

 - Hey, listilla.

Ella terminó la distancia que había entre los dos, pegando sus labios a los míos. Le devolví el beso apenas sentí su sabor explotar en mi boca, buscando su lengua. 

Nos perdimos en el beso durante unos segundos, solo estábamos yo y ella, cuando una voz divertida me sobresaltó.

 - ¡Búsquense un cuarto! - dijo la voz. Me separé de Annabeth, listo para golpear al entrometido, pero me encontré con un Nico di Angelo sonriente, mirándonos con burla - obstruyen el camino.

Annabeth se puso de pie con prisa, aunque su sonrisa no desapareció ni por un segundo. Me extendió la mano y también me puse de pie, acercándome a ella.

 - Se acabó - dije - no más clases.

 - ¿Está muy mal que no quiera que se acaben?

 - Rarita - respondí, pero obviamente ella sabía que solo jugaba.

 - Ven - susurró, tomando mi mano. Dimos media vuelta, en la dirección contraria a los demás. En la dirección contraria a la puerta. 

 - ¿Annabeth, a dónde me llevas? - le dije al oído, y ella solo sonrió.

 - A la biblioteca, sesos de alga. ¿No quieres algo de intimidad?

Pasamos toda la tarde en la biblioteca. Annabeth leía y yo simplemente la miraba. Luego, jugamos un estúpido juego de mesa. Nos deslizamos por la escalera y jugamos al escondite, haciendo caer algunos libros en el camino. Y nos besamos. Un poco. Tal vez mucho. 

Ya era bastante tarde cuando nos dignamos a irnos. Quería decirle a Annabeth sobre la estúpida idea de mi madre. Había estado pensando sobre aquello todos los días desde el sábado, cuando recibí su llamada. 

Viviría solo. No iba a dejar mi vida, no iba a dejar a mis amigos. Ni a mi novia.

Pero nunca tuve el valor suficiente para decírselo. ¿Cuál era el punto de todos modos, si no me iba a mudar? No iba a mudarme, por más que mi madre insistiera. No y punto. 

Caminamos por los pasillos en un cómodo silencio, nuestros dedos entrelazados. Estaba bastante oscuro, pasaban de las once de la noche. Estábamos cerca de la habitación de Annabeth cuando Grover y Enebro aparecieron corriendo por el pasillo. 

Traían muecas de terror tatuadas, y lucían al borde de la desesperación. 

 - ¡Percy, Annabeth! - gritó Grover - ¡tenemos que irnos!

 - ¡Ahora! - apresuró Enebro, usando un tono de voz que nunca había escuchado antes. 

 - ¿Pero... qué? - preguntó Annabeth, soltando mi mano. 

 - ¡No hay tiempo! ¡Nos encontraron! ¡Los demás están listos, los buscábamos a ustedes!

 - ¿Quién nos encontró? - pregunté, frunciendo el ceño - Grover, amigo, cálmate.

 - ¡No lo entienden, se los explicaremos después, ahora tiene que seguir..!

Su voz fue cortada por el fuerte sonido de un batir de alas. Mi corazón se congeló y sentí mi cuerpo paralizarse con el miedo. 

 - ¿Grover..? - la voz de Annabeth era suave, y temblaba un poco. El sonido se hacía cada vez más fuerte - ¿qué..?

Pero Annabeth se calló de inmediato, su rostro perdiendo el poco color que le quedaba. Cuando despegué mi mirada de ella, entendí por qué.

Era una especie de centauro con cuerpo de mujer de cintura para arriba. Pero en vez del cuerpo de caballo, lo tenía como de dragón. Debía medir unos seis metros, y estaba cubierta de tentáculos y escamas viscosas. Era ilegalmente fea, y en vez de cabello tenía cientos de serpientes, bailando en su cabeza. En la intersección entre su cuerpo de dragón y de humano, había una especie de cinturón. Un cinturón de animal que cambiaba de forma constantemente. Un oso, un león, un tigre, una serpiente. 

Tuve ganas de vomitar. 

Sentí como si mis pies se pegaran al suelo, mi corazón latiendo tan rápido que, al escucharlo, no había silencio entre un latido y otro. 

 - Kampe - murmuró Grover, sus manos temblando. Enebro lucía aterrorizada, pero no tanto como Annabeth. La criatura se acercaba a nosotros con una velocidad alarmante.

 - Corran - dijo Enebro suavemente. Nadie reaccionó - ¡Corran! - gritó, y fue como si alguien le quitara el pausa a mi vida, dejando que me moviera. 

A penas tuve tiempo de tomar a Annabeth de la mano y salimos corriendo, con el estruendo de la criatura detrás de nosotros. 

Llegamos al frente de la habitación de Annabeth, en un pasadizo sin salida. El monstruo, (Kampe, lo había llamado Grover) se acercó a nosotros, mascullando cosas en una lengua que no conocía.

¿Qué se suponía que iba a hacer ahora? Quise pensar que todo era una pesadilla, pero se sentía demasiado real como para ser un sueño. 

Escaneé rápidamente la mirada de los demás. Todos portaban un miedo increíble, y yo no debía estar mejor. Pero tenía que protegerlos. 

Se me ocurrió una idea. 

Tomé del antebrazo a Annabeth y la empujé dentro de su cuarto. Ella forcejeó un rato, sin entender muy bien lo que sucedía. 

Grover y Enebro parecieron entender en lo que consistía mi plan, y les rogué con la mirada que me ayudaran. Asintieron y se pararon frente a Kampe, cada vez más cerca. 

Entré con Annabeth a su cuarto y tomé la llave, apresurándome hacia la puerta.

 - ¿Percy..? - su voz estaba cargada de miedo, pero aún así sonaba decidida - ¿qué haces?

 - Es por tu bien, Annabeth.

 - ¡Percy! - sus ojos se agrandaron con comprensión.

 - Te amo - le dije, justo antes de cerrar la puerta. La sentí forcejear,  y con esfuerzo, cerré la puerta con llave. 

La tiré lejos, y el miedo fue remplazado con adrenalina, un empujón recorriendo mis venas.

Annabeth golpeaba la puerta con desesperación, gritando mi nombre a todo pulmón. 

Me acerqué al monstruo, que estaba siendo distraído por Grover y Enebro. 

 - ¡Eh! - grité - ¡Vamos, ven por mí!

Sabía que era estúpido. Sabía que era suicidio. Pero no iba a dejar que nadie saliera lastimado. Nadie. 

Me puse en frente de Grover y Enebro, que me miraban con asombro. Me gusta creer que también había admiración en sus miradas.

Tragué saliva y suspiré, mirando al monstruo a los ojos. 

La criatura se abalanzó sobre mí. 

P.O.V Annabeth.

Todo parecía tan irreal.

Llegué a pensar que todo era un sueño muchas veces, pero los gritos y estruendos al otro lado de la puerta me devolvían a la realidad.

Sentí el usual sabor salado de una lágrima introducirse en mi boca, y aguanté un sollozo.

 - ¡Percy! - chillé. Mi voz se escuchaba ronca - ¡Abre la maldita puerta, grandísimo hijo de puta!

Estaba plenamente consciente de que no serviría de nada. Pero tenía que intentar. La desesperación me manipulaba, y aunque tratara de pensar, aunque tratara de usar toda la lógica que tenía, nada podía cobrar sentido. 

Seguí golpeando la puerta un rato más, y fue cuando rompí en llanto. 

Hasta el día de hoy, no recuerdo cuanto tiempo estuve gritando, llorando y aporreando la puerta, tratando de salir. La golpeé con una silla, con la lámpara y rasguñé la puerta hasta que mis uñas sangraron, pero no había manera de abrirla.

Justo cuando todo iba tan bien. 

¡¿Por qué?!

Una eternidad después, los ruidos de detrás de la puerta cesaron. Todo estuvo en silencio un buen tiempo, mientras yo trababa de tragarme los sollozos. 

Escuché el sonido de la llave al ser introducida en la cerradura, y volví a golpear la puerta.

Cuando se abrió, casi caigo hacia adelante, pero Enebro me atrapó.

Lucía pálida y triste. Culpable.

Vi a Grover, que se veía igual que su novia. Había una pequeña herida en su frente, pero parecía haber envejecido veinte años en solo unos minutos. 

Revisé el perímetro rápidamente.

No vi al monstruo.

Tampoco vi a Percy. 

Miré a Grover. Ninguno de los tres había dicho una palabra, pero algo en la boca del estómago me hizo saber que algo andaba mal. Terriblemente mal. 

 - ¿Y Percy? - pregunté. Mi voz fue casi inaudible.

 - Yo... - murmuró Enebro, sin verme a los ojos.

 - ¡¿Dónde está?! - grité, pero sabía que nada estaba bien. Dios, nada volvería a estar bien. 

 - Él...

 - ¡Dime, Grover! - supliqué.

El mantuvo la vista clavada en el suelo, su expresión imposible de descifrar.

 - Percy.. él... oh, Annabeth.

Me quedé en silencio. 

 - Percy está muerto. 

*_* *_* *_*

PD: ¡Piensen en lo que hizo J.K Rowling en Las Reliquias de la Muerte y no me odien!


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