Las Dos Caras de la Luna © ✓

By MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro I La palabra que mejor describe a los residentes de White Rose, es paz... More

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Comienzo
Capítulo 2: Hielo, témpano y tormenta
Capítulo 3: De compras
Capítulo 4: Amados
Capítulo 5: Pasatiempo
Capítulo 6: El deseo
Capítulo 7: Familia
Capítulo 8: Fieles amigos
Capítulo 9: Hambre voraz
Capítulo 10: Calma en la barbacoa
Capítulo 11: Ausencia y apego
Capítulo 12: Necesidades
Capítulo 13: Tiempo sola
Capítulo 14: Viejos anhelos
Capítulo 15: El diario de mamá
Capítulo 16: Regalos de chicas
Capítulo 17: Padre e hija
Capítulo 18: Consanguíneas
Capítulo 19: Desconocido
Capítulo 20: La ultima herencia
Capítulo 21: Buscando a una extraña
Capítulo 22: Explorando el pasado
Capítulo 23: Aurora
Capítulo 24: Los Les Royals
Capítulo 25: Quello che eravamo, ció che siamo e ció che saremo
Capítulo 26: Despedida
Capítulo Extra (Sofía)
Playlist- Las Dos Caras De La Luna
Cosas Extras
Curiosidades de "Las Dos Caras de la Luna"
Nota de la autora

Epilogó

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By MariaAparcio

Después del incidente de Aurora, mi familia y yo empezamos comprender muchas cosas. Aurora yacía mucho tiempo que había muerto y su "fantasma" fue quien nos habló todo ese tiempo, y al ver que la misión, que se le había encomendado resulto satisfactoria para ella, su alma pudo descansar en paz. Se había ido al otro mundo sin ningún asunto que haya quedado en pie, y por fin pudo irse, están muy feliz consigo misma. Nos dejó abrumados e intrigados por estar cara a cara con un fantasma, pero pronto nos acostumbramos a la idea e indagamos sobre el tema, de lo sobrenatural; no obstante a mi hermanita menor no le fue tan bien como a nosotros, porque aún le costaba creer, que aquello que había visto y que parecía de carne y hueso, no fuese lo que era.

Pero había logrado entender el motivó de Aurora conmigo: había sido una prueba. Fue una prueba.

En su memoria, enterramos el collar en el jardín. Fue una ceremonia corta pero modesta para su santo sepulcro, colocando en el final, un hermoso ramo de rosas blancas y rojas; solo para ofrecerle a su alma, aquí en White Rose, junto a las pocas y extrañas personas que la conocieron, al menos por unas cuantas horas. Al fin tuvo su descanso. Solo hicimos un día de duelo, por ese tipo tradiciones no eran de mucho agrado para mi familia, y honestamente a mi tan poco. Me hacían sentir aun peor de lo ya estaba, en esos momentos tan hepáticos y lamentables.

Había pasado ya una semana desde que había llegado de Arizona; y yo aún trataba de conseguir ese empleo de pintora en la galería, pero me había enterado por Internet, en su página. Y que solo vendrían a White Rose; el próximo año y sus exhibiciones aún se estaban haciendo en Moscú, Londres, Praga, Paris, Madrid e Italia. Resoplé cerrando la página y gruñendo. ¡Demonios! Estaba algo desilusiona, por haberme hecho anhelos con esa galería de arte

>>> ¡Oh, Italia! <<<, pensé en un suspiró con un cierto toque nostálgico en mi memoria

Recordar Italia me hizo, pensar en los Nobles y los Les Royals. Me preguntaba si era posible que ese tal Gabriel viniera por mí, tal como hizo con mi madre, y si ¿realmente en alguna parte la clave el poder de abrir la puerta le peor infierno del mundo?, el Inframundo, pero ¿era posible que nosotros fuésemos los salvadores? ¿Es que éramos la única esperanza que tenían los humanos, para detener el apocalipsis que los Les Royals deseaban ocasionar al mundo entero? Acaso, ¿podría mi abuelo Eustace Lombardi y su orden ayudarnos a detener a ese grupo de vampiros lunáticos y sádicos?, aun siendo así la cosa; no sabía que hacer realmente que íbamos a hacer cuando ese momento llegara a nosotros.

***

Nuevamente, estaba encerrada en las cuatro paredes de mi acogedora y calmada habitación. Podía concentrarme en nada que no fuesen mis bebés y la muy cercana amenaza de un peligro latente, sin embargo el miedo de mi embarazo, era una de los cosas de mayor prioridad en estos momentos. Yacía acostada en la cama de sábanas verdes oscuras y blanco, miraba el vacío del techado de madera y yo quería...desaparecer. Me sentía como una tonta y culpable por todo lo que me pasaba; no tenía aun las fuerzas suficientes para lograr mi objetivo esencial, ya no podía aguantar más el remordimiento y la culpa, tenía una ligera sensación de mareo. Seguí mirando el vacío y mi visión empezó a hacerse borrosa. No lo pude aguantar más y ahí, volví a descargar toda mi agobiante y desagradable ansiedad, en molestos e innecesarios sollozos de niñita. Era un hecho irreparablemente aceptado en mí arbitrariedad estaba muy convencida de ello: me había vuelto una llorona... y una idiota. Las hormonas del embarazo me habían vuelto una bomba desajustes emocionales

De repente estaba llorando descontroladamente, sin paro alguno en mis sollozos coléricos. Estaba histérica, perturbada y...me estaba dando un ataque de ansiedad. Y no sabía cómo parar. Pero en ese preciso instante apareció mi marido Zane; a rescatarme de mi arremetida. Estaba tan asustada que el aire me faltaba, mi corazón estaba por estallarme en el pecho y no lograba ni siquiera hablar.

— ¡Cleopatra, cariño! ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras de esa manera?— preguntó Zane asustado y a la vez preocupado, por el estada que me estaba encontrando

—N-o pue-do...— tartamudeé. Casi no lograba hablar

En ese momento, Zane comenzó a abrazarme y a mecerme entre sus brazos. Me tarareaba una canción. Acariciaba tiernamente mis cabellos rubí y me envolvía aún más fuerte entre sus brazos; pronto empecé a calmarme y relajarme, pero algo en mí no me dejaba tranquila, no tenía las fuerzas para descansar. Zane duro un rato meciéndome y cantándome, hasta que finalmente se detuvo para ver, como me encontraba. Unos de sus dedos pasaron delicadamente sobre mis mejillas aun humedecidas. Nos miramos fijamente por unos instantes, hasta que finalmente agarré el valor para hablar

— ¿Qué sucede, mi Cleopatra?—me preguntó muy serio y preocupado

No quise responderle. Deseaba no verlo a los ojos y así baje la cabeza. Pero nuevamente insistió, levantándome el rostro con su mano. Me obligo a verlo a sus ojos

— ¿Qué pasa?— me preguntó

—Soy...soy una estúpida, Zane—musité

Se apartó y me miró fríamente. Me asuste, tan solo ver esa mirada en sus ojos

—Yo ya no puedo continuar, Zane. —susurré con voz cortada. — Debemos decirles a los chicos y a mi hermana, lo que me está pasando. Ya tengo tres meses de embarazo y muy...pronto se va a notar en serio. Tengo el vientre hinchado y...ya empecé a sentir unas ligeras pataditas en mí, Zane. Dime, ¿qué podemos hacer?— le dije completamente alterada, otra vez. — ¡¿Que podemos hacer, Zane?! ¡¿Qué?!— exclamé

Zane no me respondió, inmediatamente. Solo se mantuvo sereno, pensativo; tal vez para ver cuáles eran las elecciones que teníamos a nuestro alcance. Unos segundos pasaron sin decir nada; mi marido se fue levantando de la cama y se colocó frente a las ventanas de la habitación. Se quedó congelado frente a ellas, observando el horizonte...con los brazos cruzados y una fría e inmensa seriedad. Lo podía ver, a través del reflejo del cristal. No estaba muy contento, que se diga.

—Hay una opción, mi amor. —repuso fríamente de su boca

De los tantos años que habíamos estado juntos, por primera vez en toda su vida Zane me estaba...mintiendo, lo podía percibir en su forma de hablar. Me mentía para hacerme sentir bien, porque realmente no había opciones para cuales tomar, solo una opción que debíamos tomar. Era la única salida posible, para estaba locura.

—Se cuál es, Zane...— contesté con la voz casi como un hilo. —Debemos decirles

Zane se volteó y asintió seguro de ello. Y del mismo modo, yo lo imite. Ya estábamos listos. Torpemente me levante de la cama, y al dar mi primer paso, un dolor intenso vino hacia mí, como si me estuviesen clavando algo caliente en mi estómago. Caí de rodillas, apretándome el vientre, mientras intentaba tragar ese chillido agudo, que tremendamente deseaba salir de mi interior. Mi esposo reacciono rápido y vino en mi auxilio. Me apretaba el labio inferior con los dientes, y mientras más fuerte se hacia ese intenso dolor, yo más aún me mordió el labio. Lentamente pero constante, fue pasando el dolor de mi abdomen. Zane me estuvo apoyando y consolando, no obstante...sentía la barriga resentida, por ese inesperado y agudo malestar. Con suavidad, mi Zane me ayudo a incorporarme, ofreciéndose como apoyo. Me sostuvo entre sus brazos, apretándome contra su costado y acariciándome los cabellos. Fue la oportunidad perfecta para un beso. Dócilmente, nuestros labios se movieron tiernamente, mientras revolvía sus lisos y sedosos cabellos, entre mis frías y débiles manos.

El tiempo, mi tiempo se me estaba acabando y Zane quería acompañarme. Igualmente, él se sentía culpable del hecho que yo estuviese embarazada, era normal, Zane era el padre de las criaturas que esperaba. Una parte de mi deseaba que él no sufriera conmigo, pero era demasiado tarde para arrepentirse; ya lo era. Cariñosamente, una de sus manos empezó a acariciar mi muy hinchado vientrecito. Su mano estaba fría y mi estómago cálido. Se sentía...una especie de conexión; algo muy difícil de explicar...algo que jamás había sentido en mi otro embarazo, tal vez por este si era de un Seivia completo y no humano.

—Cleo...te amo— me dijo Zane, con nuestras frentes pegadas

Me sonrojé y le sonreí feliz

—Oh, Zane...— dije débilmente, mientras acariciaba superficialmente su rostro y sus labios con la delicadeza de mi fría mano

Pero cuando iba a darle otro beso, fuimos interrumpidos por el repentino y sorpresivo sonido de la puerta chirriando abriéndose. Reaccionamos rápido, volteando nuestros rostros hacia la puerta. El pánico me invadió, porque aún tenía su mano en mi vientre y ese me estaba poniendo nervioso. Todo el miedo empezó apoderarse de mí, mi corazón empezó a latir aún más rápido casi sin control, las manos se me estaban poniendo cada vez más heladas y sentía que las piernas me iban a fallar. Era innegable, me iba a dar un colapso nervioso.

Era Sofía

Era en efecto mi hermana, pero en sus ojos había algo diferente. Sus ojos estaban llorosos, pero a la vez, mostraban una intensa e inmensa furia desquiciante y repulsión; jamás en mi vida la había visto. Ni siquiera en los humanos; vi tanta furia y aberración juntas, consumidas en las llamas del más intenso fuego.

>>> Nos oyó<<<, fue lo único que pude pensar en ese momento de pánico

—Maldita...embustera— masculló en un susurró ahogado, pero aun así se mostraba su rabia y cólera ante lo que había escuchado tras esa puerta. — ¡Asquerosa mentirosa!— exclamó ella sin miedo hacer oído

Podía ver en sus ojos amatistas; un odio incalculable y un rencor bestial que parecía brotar de afuera de su más allegado ser interior. Sus labios temblaban, mientras que sus manos se estaban haciendo puños; que iba apretando cada vez más hasta casi romperse los huesos de los dedos, la rabia le estaba ocasionando un descontrol total de sí misma. Apretaba sus dientes y respiraba ruidosamente, como si estuviese en una sesión de casería, esperando con impulso salvaje a su cálida presa. La rabia y el enojo habían hecho que el fino y delicado rostro de mi hermana, se volviera una llena de ira y fiereza incompresibles, aun para mí. Se había transformado en un monstruo lleno de furor y vehemencia por el engaño. Yo le había mentido. No había sido sincera con ella, no le dije nunca la verdad y lo que estaba pasándome, y... ¿Jack?; no deseaba saber cómo se iba a poner cuando supiera que nuestro padrastro también lo sabía, que él se había hecho nuestro cómplice, el de mi esposo y mío. No quería tener una imagen en mi mente sobre eso, lo quería fuera de mi cerebro. El pánico me invadió de nuevo todo el cuerpo, pero estaba vez iba de mal en peor.

—Sofí... — pronuncié débilmente, pero antes de yo poder decir algo ella me interrumpió de una manera brusca y desagradable

— ¡Silencio, sucia embustera!— me pidió en un bramido de molestia. —

¡Solo cállate, quieres! O, ¡¿vas a callarme con alguna de tus mentiritas, Clovelina Shepard?!— pronuncio con desdén

— Sofí yo iba a contarlo— respondí temerosa

—Es cierto, Sofía— intervino Zane. —Cleo y yo queríamos decírtelo, no solo a ti, si no...a todos los demás

Ella no respondió, solo se quedó mirándonos con una expresión llena de traición y engaño. Yo, Clovelina A. Shepard; había traicionado la confianza de mi propia hermana menor. Lo había hecho de una forma tan cruel y despiadada, que en ese momento apareció por mi mente la palabra "desleal". Yo era una desleal. Había sido una desgraciada. Una traidora. Innecesaria de uno de mis ojos celestes, broto una insignificante y redundante lágrima, que callo suavemente al piso de la habitación y sutilmente la vi caer

— ¿Cuántos meses tienes?— preguntó Sofía, de repente

Había cruzado los brazos y se puso firme, veía hacia la nada; mirando el vació de una esquina de la habitación. Se quedó congelada, tal vez de la sorpresa que se llevó. Un par de lágrimas empezaron a correr por sus mejillas claras. Tragué saliva

—Tres meses— contesté automáticamente

—Mmm...—pensó un corto lapso. —Noviembre. Concebiste en ese mes, ¿verdad, hermana mía? Idiotas, pero más Zane— pronuncio con recelo. Trago ruidosamente y se calló hasta que hablo. —Pues no voy ayudarte. En...nada, querida sorella maggiore

— ¿Qué?— pregunté confundida. — ¿Qué...quieres decir?— titubeé

—Lo quiero decir... ¡es que si te vas a morir dan a luz a tu bebé, como hizo mamá...conmigo no vas a contar, para nada! Nada— vocifero con molesta. Se mordió el labio superior, y empezó a sollozar.

—Sofí...yo—tartamudeé. —Perdóname. —

— ¿Perdono?— preguntó desconcertada y luego gritó: — Il perdono di Dio e madre nostra dovrebbero dare, non mí! ¡Porqué lo tú y tu maridito hicieron... para mí no tiene perdón alguno!— exclamó con ira y contrariedad. — Tú no tienes mi perdón, para nada. Te aborrezco—

—Sofí...—dije con la voz casi rompiendo en llanto. —Perdóname, por favor. Te lo suplico...perdóname—le imploré en un llanto agudo. Termine en el piso, llorando sin control en mis llantos, desesperadamente. —Al menos...ten...misericordia por mi bebé. Por favor— le pedí. —Por favor...

— Ti odio — masculló con ira—Te odio a ti, a tú bebé, hermana mayor. ¡Te odio, siempre te he odiado por ser todo el tiempo la consentida de mamá!— exclamó con resentimiento en sus palabras. —Todo el tiempo trate de ser la consentida de Ilusión, y me esforzaba, pero ¡TÚ!... tú siempre ganabas el cariño de ella y yo...nada, cero. Era lo mismo, yo siempre era la sorella minore, siempre a tu sombra. Casi todo mi vida a tus espaldas. Dime... ¡¿crees que es justo eso, Cleo?!—

Torrentes de lágrimas saladas emergieron de los ojos amatistas de Sofía, la rabia y la impotencia se apoderaron de ella. Yo, en cambio estaba tirada en el piso llorando desesperadamente, arrepentida de todo lo que había hecho, sollozaba histéricamente, mientras Zane yacía junto a mi consolándome. En ese momento, entre tantas de mis lágrimas derramadas, pude ver a Sofí y ella lloraba quieta parada, inmóvil, pero con jadeos dolientes, que se oían muy claramente salir de entre sus dientes. Duro un rato así, hasta que salió disparada como bala de la habitación, gimiendo por la mentira

— ¡Sofía, regresa!— vociferé entre mis ahogados llantos

Vai all'inferno! — me gritó en italiano

— ¡Espera, Sofía!— le gritó mi marido, mientras que yo me hallaba inclinada en el piso de madera de la habitación. Él me consolaba, frotándome la espalda

Perdonami, Sofí...—susurré. —Yo lo siento. Lo siento mucho —

Gimoteaba. Gemía y sollozaba; todo eso. No deseaba saber que me pasaría a mí, ni tan poco sobre creaturas que crecían en mi interior. Existía una gran posibilidad de que este, fue el principio de una serie de devastadores conflictos y escenas; entre mi familia y yo. No me cabía la menor duda sobre ello. Era muy consiente de ese riesgo. Lo estaba, porque era un nuevo pero depravado comienzo. Nuestras vidas son inmortales, pero el pasado siempre aparece y te hace sufrir.

________________________

Vai all'inferno : Vete al infierno

Perdonami : Perdóname

Sorella maggiore : Hermana mayor

Perdono? ¡Il perdono di Dio e madre nostra dovrebbero dare, non mí! : ¿Perdón? ¡El perdón de Dios y nuestra madre daría, no mío!

Ti odio : Te odio

Sorella minore : Hermana menor







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