Las Dos Caras de la Luna © ✓

By MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro I La palabra que mejor describe a los residentes de White Rose, es paz... More

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Comienzo
Capítulo 2: Hielo, témpano y tormenta
Capítulo 3: De compras
Capítulo 4: Amados
Capítulo 5: Pasatiempo
Capítulo 6: El deseo
Capítulo 7: Familia
Capítulo 8: Fieles amigos
Capítulo 9: Hambre voraz
Capítulo 10: Calma en la barbacoa
Capítulo 11: Ausencia y apego
Capítulo 13: Tiempo sola
Capítulo 14: Viejos anhelos
Capítulo 15: El diario de mamá
Capítulo 16: Regalos de chicas
Capítulo 17: Padre e hija
Capítulo 18: Consanguíneas
Capítulo 19: Desconocido
Capítulo 20: La ultima herencia
Capítulo 21: Buscando a una extraña
Capítulo 22: Explorando el pasado
Capítulo 23: Aurora
Capítulo 24: Los Les Royals
Capítulo 25: Quello che eravamo, ció che siamo e ció che saremo
Capítulo 26: Despedida
Epilogó
Capítulo Extra (Sofía)
Playlist- Las Dos Caras De La Luna
Cosas Extras
Curiosidades de "Las Dos Caras de la Luna"
Nota de la autora

Capítulo 12: Necesidades

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By MariaAparcio

Los dos sonrieron animados y Elizabeth acomodó su melena de rizos negros largos y mi hermano se acercó a ella y le dio un suave beso en la mejilla. Ella se rió y él hizo una sonrisa tímida. Los dos eran muy dulces. Después de un rato aparecieron Carter y Jesse con una bandeja de costillas de cerdo, pedazos de pollo, salchichas y hamburguesas

— ¡Oigan, chicos la carne ya está lista! — exclamó Carter entusiasmado y con una improvisada reverencia

— ¡Esperamos que les gusten, a todos! ¡Gracias y a comer!— gritó Jesse complacido

Todos festejamos, unos silbaron y se alegraron por ello, Jesse colocó la bandeja en el principio de la mesa donde estaban Jack y Michael, ellos tomaron sus porciones. La pasaron a los siguientes que eran Sofí y Will, siguieron pasándolo a los demás, hasta que llegó a nosotros; Rick agarró un solo pedazo de carne, un montón de ensalada y salchichas, Elizabeth algunas hamburguesas, pero en cambio yo cogí varios pedazos y poca ensalada. Fruncí los labios, me parecía mucho.

Joel silbó

— ¡Dios, Cleo! ¡Tienes hambre!— comentó Joel sorprendido, ante la porción de me había servido en mi plato

—Hermanita, ¿eso...no es mucho? — preguntó Rick, intrigado

— Uhm, es que tengo... hambre. —balbuceé insegura

En eso apareció, Zane con una jarra de limonada y una gran sonrisa, la colocó en el medio de la mesa, sonrió y fue a traer la otra, mientras se iba; detalle a todo el mundo a Michael con su camisa gris y pantalones de mezclilla. Su piel oscura como el chocolate, sus orejas con sus ojos marrones y su rostro fuerte; sus rangos de padre y hombre acompañada de su muy distinto mostacho, pero también con su calva cabeza oscura, y en fin ese era el Michael, el que yo conocía. Seguí comiendo y con la pregunta en mi boca: ¿Dónde estaba Lucas? Tragué con la carne y la lechuga ya masticadas en mi boca, me serví un vaso grande de limonada de la jarra que pasaron para nosotros, agarré un gran sorbo, estaba fría, la tragué despacio y acomode mi garganta para entonar palabra.

Lucas no estaba y eso me dio curiosidad. Así que le pregunté a Joel por él. Joel me miró y me explicó que Lucas no está de ánimos para las reuniones. Apreté los labios. Hasta Ethan añadió, que lo habían visto transformarse e irse hacía el bosque. Sin nada que decir, no pregunté nada más. Suspiré, me mordí los labios y continué como si nada. Mi esposo, apareció con la otra jarra faltante, la puso para los demás y luego se sentó cerca de Desirée acompañada de Alex. Luego me observó con una más de esas sonrisas pequeñas pero cautivadoras y se puso a comer. En cambio yo con solo esa porción me sentí satisfecha, inhalé profundamente, apreté las manos hasta hacerlos puños, me levanté y agarré mi vaso de limonada

— ¿No vas a comer más, hermanita? — me preguntó mi hermano

—No, uhm, ya es suficiente—repuse levemente. Suspiré. — Estoy bien, Rick. Estoy bien así, estaba delicioso. Gracias— le mentí

— ¿No vas a esperar el postre, Cleo? —me dirigió Ethan mientras comía un poco con la boca llena

Su pregunta me extrañó. Y arqueando una ceja le contesté:

—No tenemos postre, no compramos o preparamos uno.

—Claro que sí, Troy y mi hermano fueron a comprarlo en el pueblo, Cleo— me aseguro Elizabeth

—Bueno...si es hacia, de acuerdo. ¿Esa era la razón por la que no los ve por aquí hace unas horas? — pregunté

—Si ellos se ofrecieron en ir por él, además creo...era...

Elizabeth se quedó un segundo pensando en el nombre del postre que esos dos nos traerán, y pero entonces, me percaté de que no había visto a Vanessa y ahora me preguntaba dónde estaba ella. ¿Dónde que se habría metido esa atolondrada, ah?

— ¡Ah, sí! ¡Ya me acordé! Es un pastel grande de chocolate— respondió finalmente ella.

— ¿Estas segura, Cleo?—insistió Ethan

—Sí, lo estoy— le dije con una sonrisa. —Y aparte de eso, creo que tal vez nos lo traigan a medias —

— ¿Por qué dices eso, hermana? — preguntó Rick curioso, a mi aclaración

—Porque esos dos, ¡son muy golosos con los dulces! — respondió Joel

—Sí, eso es muy pero muy cierto— añadió Ethan, haciendo un sonido cómico al terminar de decir muy pero muy, mientras tragaba su ensalada

Los miré un momento, a todos, desde el principio hasta el final, inhale suavemente y me fui a la casa. Entre por una de las ventanas corredizas, se sentía un poco rara la casa con todos los muchachos afuera, coloque el vaso vacío de limonada en el fregadero y me dirigí directo a mi habitación. Subí las escaleras y escuchaba las puntas de mis botas otra vez en la madera de los escalones, sin darme cuenta ya estaba en mi habitación, al entrar sol me dirigí a la cama me tire sobre ella, estaba fría; se sentía bien, me quite mis botas y más nada, me acurruque sobre una almohada de la cama. Por una extraña razón sentía que Vanessa estaba haciendo algo en este momento, pero no sabía que era, además me preocupaba cuánto más podría ocultar mi embarazo a los ojos de mis amigos y familia y si empezaría a notar los cambios en mi cuerpo. De repente sentí algo tibio en mi abdomen, puse mis manos en el sitio de ese calor tibio, y me di cuenta que las niñas podían comprender mis emociones con los sentimientos de mi cuerpo y que cambiaban la temperatura de mi vientre para decirme que no estaba sola en mi preocupación. Empecé a sobar mi abdomen tibio y comencé a tararear una canción de cuna que mi madre nos cantaba, sabía dónde están, en lo tibio y en las orillas de mi vientre estaban muy fríos, mientras les cantaba, escuche alguien tocar a mi puerta.

—Adelante —susurré

Al abrirse la puerta de madera chirriante, note un par de sandalias bajas y negras pensé que era Jennifer, pero en realidad se trataba de Vanessa. Me sorprendí al verla, por que como se había ido por algunas horas no la vi y no dijo a donde, pero tal vez al pueblo o a la ciudad cercana.

— ¡Vanessa! —gemí de felicidad

—Hola, Cleo— dijo algo avergonzada. —Perdóname por salir sin decirles, a ti y los chicos—se disculpó

Se acercó a la cama, me acomodé y ella se sentó en la orilla, se veía algo nerviosa y con miedo en su rostro. Sus ojos dulces color canela de esplendor divino, le hice una pequeña sonrisa superficial en mi rostro, como señal de paz para que hablara y desahogara sus temores combinados con sus nervios, le agarré una de sus manos suaves y nos miramos un segundo y nos reímos a la vez, por hablar las dos al mismo tiempo. Fueron risas bajas y discretas en la habitación.

—Cleo, perdóname de nuevo por haberme ido así de la barbacoa— susurró ella en un hilo de voz

—No, no, no tienes porqué disculparte, tú tienes todo el derecho se salir cuando tú quieras y los demás, Vanessa. Además tienes toda la libertad de ir a donde desees, yo solo te di mi sangre, no puedo obligarte hacer lo yo desee y tú puedes tener todo lo que quieres— le sonreí con un tono tranquilizador

—Pero, Cleo, hay algo que yo y Jesse no podemos tener.... —hizo una pausa larga

— ¿Qué es, Vanessa? —le pregunté con curiosidad

—Un bebé, un hijo— me contestó firme y rápido a mi pregunta

Sabía que ella también entendía sobre los embarazos y los riesgos que corremos al concebir un bebé. Vanessa tenía como cualquier mujer que se lo proponga un instinto maternal en su corazón, además si tuviese uno sería como el mejor regalo que te hubiesen dado en tu vida, y yo lo sabía. Pase mi mano por su cabello hasta las orejas, recortado en las puntas. Entonces cambió su expresión de su rostro de amargura y temor, a una llena de júbilo y dicha, lo mostraba en sus ojos canela.

—Cleo, ¿nos dejarías adoptar un bebé? —me preguntó de nuevo con temor en su voz

—Vanessa, lo que tú más deseas en este mundo es tener un bebé, ¿no es así? — le pregunté, para poder estar segura

—Perdóname, lo siento —me imploro

—No, no pidas perdón, por favor—le pedí. —Tú...y Jesse tienen mi permiso, para adoptar un niño, y sé que todo ese amor tuyo con el de Jess harán un pequeño con dulzura y mucho afecto —la consolé

— ¡¿En serio?!—exclamó con emoción

— ¡Sí! — exclamé. — ¿Y qué han hecho tú y Jesse para adoptar? —le pregunté

—Mmm, fuimos a algunas agencias pero creo que deberíamos hacer una adopción cerrada — contestó ella. —Pero Jesse y yo queríamos ver si Zane nos podía ayudar con eso, porque es todo muy complicado y no quiero que sea nada mal. No quiero que crean que seamos malos padres adoptivos por vivir contigo—murmuró con miedo.

La miré y sabía que Vanessa y Jesse serian excelentes padres para uno de esos bebés, pero en cambio yo no tenía aún la fuerza para decirles a ellos con respecto a mi embarazo, y lo que eso implicaba en nuestras vidas, además no quería hablarle de mis niñas a Vanessa, para no quitarle esa felicidad, y preocuparla y angustiarla pero ahora su alegría era que ella y su esposo lo que más anhelaban y esperaban con dicha, devoción y deleite: un bebé

—No te preocupes— le aseguré

***

La noticia Vanessa me emocionó. Ella sería una gran madre. Yo sabía que ella deseaba eso y también sabía el porqué de su anhelo de hijos.

—Cleo, ¿cómo crees que reaccionen los demás a esto?, ¿y si no les gusta la idea? — me preguntó dudosa

Hice una mueca y ella apretó los dientes. Había que hablarlo con todos primero y saber su opinión. Y también estaba el asunto de la adopción, era un asunto delicado y complicado pero no difícil. Sentía un poco de alivio que Zane fuera abogado y hasta yo sabía de leyes. Se podía adoptar pero debíamos hacerlo bien. Sonreí. Vanessa tenía mucho cariño en su corazón, ese amor que nos lo daba diario a nosotros, ahora se lo daría a un pequeño, inocente y dulce bebé que ella quería. Entonces, noté que Vanessa lloraba.

— ¿Sabes, Vanessa? Ahora sentirás ese hermoso y exquisito gozo de ser madre, como yo lo fui y soy al traer a este mundo a mis hijos— la consolé mientras le secaba con las manos sus lágrimas.

—Gracias...Cleo —me susurró

Le sonreí y le di un abrazo, ella me abrió sus brazos. En seguida, volvieron a salirle más lágrimas y a derramarlas en mi blusa. Lo único que pude hacer fue abrazarla; la dejé y me miró. Sonrió con timidez y salimos de la habitación. Bajamos y llegamos a la sala, vimos a Chad y Troy sentados afuera, con el resto de los chicos, habían quitado la mesa y colocaron los platos, vasos con los cubiertos de plásticos en la basura. Solo habían dejado las sillas donde estaban sentados, ellos se veían como si estuvieran en una fiesta, estaban conservando y riéndose de cosas que les pasaron e historias de sus aventuras, vidas y otras cosas de la vida habitual.

Todos estaban mezclados con entre cerveza, jugo y refrescos; mis hijos, Jack, Michael y algunos de los suyos. Mi sorella y el resto bebían sangre en vasos plásticos. Noté que ya habían picado el pastel enorme de chocolate, solo quedaban dos trozos pequeños, y algunos unos platos plásticos algunos pedazos comidos, no me sorprendió en ver de quiénes eran esos trozos. Will y Zack se los parecían disfrutar de ellos.

—Cleo, ¿vienes? — me preguntó Vanessa

Me negué e hice una mueca.

—No estoy bien —murmuré. —Ve tú, es mejor.

Se rió.

—De acuerdo— dijo y se fue hacia donde estaba Jesse.

Jesse frunció el ceño, cuando se le acercó; ella se encogió en hombros y agarró un pedazo de pastel sobrante y comenzó a comerlo. Jesse comenzó a conversar con ella, pero muy bajo pero no quise escucharlos; tal vez sobre la adopción que ellos querían y que mi persona había aprobado, solo faltaba que le restó decidiera sobre eso luego.

Después de estar unos minutos en la ventana, me fui a la sala de estar, me recosté en el sofá. Agarré un cojín y me estire; me enrolle varias veces, en qué posición podía sentirme más a gusto. Encontré el control remoto del televisor de plasma y lo encendí, aún tenía el poco volumen del día anterior, pero lo dejé así. Me acosté con el cojín envuelto entre mis manos y mi pecho, se sentía bien cómodo estar hacía; pase varios canales, sin embargo no había mucho que ver hoy, así que lo apague de nuevo.

Me movía como un niño inquieto en el sofá, acostándome en cualquier posición posible, me había puesto en varias posturas de yoga muy simples, desde las más sencillas hasta unas que yo misma invente. Suspiré. Respiré y expulse lentamente, pero cuando estaba llegando a una posición en donde tenía para arriba mis pies, oí llegar a alguien; entonces rápidamente me coloque como estaba antes y me recosté en el sofá como si nada. Y en eso sentí en una mano cálida y consoladora, acariciándome el cabello con ternura.

—Debe estar dormida, mi querida hija —susurró mi padre en voz baja

No me moví por un momento hasta que retiro su gran mano de mí; y entonces me volteé fingiendo dormir y poco a poco empecé a abrir mis ojos para verlo

— ¿Papá? ¿Ya te vas? —le pregunté con un bostezo fingido

—Cleo sí, ya debo irme a la iglesia del pueblo, además pronto se hará tarde— respondió el

— ¿Y por qué no te quedas a dormir esta noche, papá? — le pregunté

—Bueno... no se — vaciló

— ¡Vamos Jack! —gritó alguien de repente. — ¡Quédate! — dijo Troy de repente, mientras cargaba las sillas con Chad

Troy y Chad pasaban las sillas a la casa, venían los demás con algunas bolsas de basura, Alex y Jesse empezaron a colocar sus bolsas en la cocina, y así hicieron los demás. Era tarde, pero Chad se había quedado un momento Chad se quedó un momento para ayudarnos y mientras su padre con su manada lo esperaban en su camioneta, mis hijas vinieron conmigo y se sentaron en los sillones, una en cada asiento. Mientras que mi hijo se fue a su habitación que compartía con su tío Rick, tal vez a sumergirse en su computadora nueva que mi querido hermano Alex le dio en su cumpleaños hace casi tres meses, Desirée se fue a ser habitación, a tomar una larga siesta, además muy pronto ella se tenía que ir a una campeonato de motocross en California, dentro de unos meses con Alex, en el cual iba participar. Me reí. Y entonces vi a Carter, envolviendo entre sus brazos a mí sorella, Sofía.

Carter Raymond Rhodes. Solo Jennifer era reciente en nuestra familia, pero Carter tenía solo llevaba tres años y medio con nosotros. A Carter lo conocimos en Chicago donde nació. Tenía dieciocho años cuando estuvimos en Illinois y terminamos en Chicago; en aquel entonces estudiaba para ser paramédico y en un futuro no muy lejano, en bombero. Él era huérfano; su padre y su madre, ambos muertos en un incendio en su hogar, siendo tan solo un niño de ocho años, en ese tiempo. Había vivido en ciertas casas de acogida, pero aun así nunca lo habían adoptado; fue doloroso pero así transcurrió su vida hasta que cumplió dieciocho. Poco después de que nos mudamos, Sofí lo conoció en una cafetería de la ciudad una tarde de marzo. Y me sorprendió que en ese preciso momento mi hermanita, hubiese quedado tan cautivada por cómo era él, en su forma de ser. Carismática y dulce con los que lo rodeaban; pero a la vez maduro y respetuoso. Creo que fue un consuelo para ambos.

Cuando lo conocimos finalmente nos cayó muy bien a todos y en especial a mi papá. Y tan solo llevábamos cuatro meses allá por el fanatismo de Vanessa por la ciudad, pero aun así teníamos que regresar al pueblo con Michael y los demás. Sofí no quería alejarse de él pero tampoco no nos quería dejar, así que mi desquiciante hermana, se le ideó una solución hacia ese su problema suyo. La salida que se le vino fue la más sencilla pero osada decisión; casarse con él. Y así se formalizó su compromiso y el diez de diciembre de ese año, contrajeron nupcias. Rápidamente se conocieron y rápidamente se casaron; para ese momento yo tenía mis dudas al respecto sobre el matrimonio de mí, porque casar así, y me pareció raro. Siempre quise saber el porqué de su veloz boda, pero cada vez que trataba de preguntárselo o mencionárselo a Sofía, se molestaba, me gruñía y me regañaba, por meterme en su vida.

Pero en fin, Sofía también le pareció mejor vivir con Carter en Chicago; y nadie de la familia objeto con esa decisión suya. Ya habíamos tenido suficiente con su noviazgo y boda veloz. Aparte de su boda veloz, había otras cosas que me preocupaban con respecto su matrimonio, yo sospechaba que quizás Carter no sabía lo que en realidad era mi hermano o nosotros y yo, pensaba que sería un impedimento para su felicidad y no quería que mi sorella sufriera por eso. Pero mientras que nosotros estábamos en White Rose y ellos en Chicago, no pasó mucho tiempo para que mi cuñado tuviese un accidente en la casa donde vivía con Sofí. Solo estaba ella cuando ocurrió y Sofí no tenía tiempo en que pensar y de tomar la opción correcta sobre la vida de su marido estaba en juego.

Tuvo que tomar una decisión apresurada. Rápidamente encontró un cuchillo y con él se hizo una herida en su brazo izquierdo para que saliera de su sangre; está sufriendo para ayudar a Carter, aunque sabía que estaba eligiendo por la desesperación y el miedo. Sofí bebió suficiente para salvarle la vida, ella le dio a Carter toda esa sangre de una vez en sus labios. En el primer momento que la sangre Seivia entro en el cuerpo de Carter, la sangre comenzó a quemar y regenerar todos sus tejidos destruidos él.

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