A matter of heart

By thatsmyego

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Levi Braun es profesor del departamento de cardiología. Valerie Berkowitz, de Psicología. Ella le promete a é... More

prólogo
uno
dos
tres
cuatro
cinco
seis
siete
ocho
nueve
diez
once
doce
trece
catorce
quince
dieciséis
diecisiete
dieciocho
diecinueve
veinte
veintiuno
veintidós
veintitrés
veinticuatro
veinticinco
veintiséis
veintisiete
veintiocho
veintinueve
treinta
treinta y uno
treinta y dos
treinta y tres
treinta y cuatro
treinta y cinco
treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
treinta y nueve
cuarenta
cuarenta y uno
cuarenta y dos
cuarenta y tres
cuarenta y cuatro
cuarenta y cinco
cuarenta y seis
cuarenta y siete
cuarenta y ocho
cuarenta y nueve
cincuenta
cincuenta y uno
cincuenta y dos
cincuenta y tres
cincuenta y cuatro
cincuenta y cinco
cincuenta y seis
cincuenta y siete
cincuenta y ocho
cincuenta y nueve
sesenta
sesenta y uno
sesenta y dos
sesenta y tres
sesenta y cuatro
sesenta y cinco (i)
sesenta y cinco (ii)
sesenta y seis
sesenta y siete
sesenta y ocho
sesenta y nueve
setenta
setenta y uno
setenta y dos
setenta y tres
setenta y cuatro
epílogo

sesenta y cinco (iii)

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By thatsmyego

El rostro de Valerie valía más que mil palabras: sus ojos verdes brillaban con el reflejo del pesar, del arrepentimiento; sus labios, que ya no estaban cubiertos por aquel gloss rosado casi opaco, estaban curvados en un puchero que era el preludio de un llanto que empezaba a anudar su garganta. Levi dejó de sentir su calor. A pesar de tenerla encima y de tener sus manos sujetando su rostro, ya no sentía su calidez. Sus dedos estaban fríos.

—Valerie, si no quieres-

—No es eso. —respondió ella con rapidez. Querer, quería. Quería quedarse en su cama para siempre, comer el maravilloso strudel de manzana que horneaba de vez en cuando, quería ver ilimitadas veces su sonrisa algo tímida, quería oírle hablar sobre sus gatos. Y, por supuesto, quería acostarse con él todas las veces que pudiera; era irremediablemente guapo e hirientemente dual. Porque sin duda, esa dualidad de Levi era lo que había terminado conquistándola. Era frío pero cálido, sarcástico pero afable, directo pero dulce.

Y se notaba en su tacto: sinuoso pero firme. Levi condujo sus manos desde el muslo de Valerie hasta sus costados, agarrando su cintura con suavidad. —¿Entonces...?

Valerie cerró los ojos un instante e intentó grabar aquella sensación en lo más profundo de su cerebro. Buscó las palabras menos dolorosas mientras inspiraba por la nariz, despacio, intentando deshacer el nudo de su garganta. Dejó de sostener el rostro de Levi, que continuaba mirándola como si fuera una especie de mecanismo estropeado (con una mezcla de preocupación y extrañeza), y colocó sus manos en los anchos hombros del rubio. 

—Fui yo. —dijo, por fin. —Fui yo la que abrí la puerta a tus gatos. Sé que dijiste que no entrara, pero Ginger insistió y... No pude evitarlo. 

La carcajada suave que emitió Levi desde el fondo de su diafragma no le resultó tranquilizadora a pesar de ser una de las más relajadas y naturales que había escuchado en meses. El médico acarició la cintura de la pelinegra con intención de mostrarle que no pasaba nada. 

—Pues me debes pasta. —soltó. —Las figuras que Ginger ha roto cuestan doscientos dólares... 

—¿Solo?

Valerie esbozó una sonrisa amarga, y Levi supo que aquello no era todo lo que le quería contar. Intentó quitarle hierro al asunto. —Es broma. —añadió con rapidez. 

Y ella suspiró. Su mirada seguía siendo cristalina y, a pesar de tener aún un pequeño resquicio de una sonrisa en los labios, Levi supo que estaba más cerca que nunca de llorar. ¿Había hecho daño a Valerie? ¿Se había pasado con la fuerza? ¿Que fuera un otaku desde los trece años le daba tanta pena que tenía que llorar en vivo y en directo...?

—Valerie, ¿qué narices te pasa? 

—Tengo algo más que contarte.

Aun con las manos en la cintura de Valerie, Levi enarcó las cejas, expectante pero sin dejar de lado su creciente preocupación. —¿Y...?

Una mueca. Un par de pestañeos aguantando las lágrimas y una horrible sensación de ardor en el pecho. Tragar saliva para deshacer el nudo de su garganta. Demasiada compasión por Levi y un cariño que iba a terminar desbordándola. Suspiró antes de hablar. 

—Lo siento muchísmo.

—¿Qué cojones...?

—Sé que te gusto desde hace meses. —comenzó. Sostuvo el rostro de Levi con su mano y le miró a los ojos, a aquellos profundos ojos amielados, y volvió a estremecerse ante la cantidad de emociones que estaba mostrando. Él, el Doctor Braun, médico milagro, estoico, impasible y en ocasiones despiadado... estaba sintiendo demasiadas cosas a la vez. —Y yo...

—Sí. —le interrumpió, urgente. —Me gustas.

Aquella confirmación le hizo sonreír de nuevo, con tristeza y una pizca de lástima. —El problema, Levi, es que te has enamorado de una Valerie que no existe.

Le vio fruncir el ceño, pero la preocupación y aquel cariño no desaparecieron de su mirada. —No entiendo lo que dices.

—Te gusta la Valerie que has visto. —continuó ella, haciendo un esfuerzo inmenso para que su voz sonara, al menos, más firme de lo que ya estaba sonando. —Cuando llegué a la universidad y me topé contigo, me pareciste un arrogante, un imbécil y un sádico... y me propuse que te echaría, fuera como fuese. Pero tú mismo me hiciste saber que no sería tan fácil como pensaba y, con el tiempo, cuando me di cuenta de lo podrida que está Harvard, decidí que lo mejor sería jugar sucio. Cuando vi que te acercabas a mí, que eras igual de vulnerable que cualquier otro hombre... Supe que tenía que convertirme en una Valerie que desearas. Y es lo que hice. 

La mirada de Levi comenzó a analizar el rostro de Valerie de forma meticulosa. Llegó a la conclusión de que no mentía. —¿Qué?

—Supe que, si comías de mi mano, cambiar todo el sistema sería mucho más fácil. Si te tenía de mi lado, nadie dudaría de mí, y la única forma que tenía de conseguirlo era hacer que me desearas... que me desearas tanto que no tuvieras miedo de perderlo todo. —la preocupación abandonó la mirada de Levi y fue sustituida por el desconcierto. —Te has enamorado de una Valerie que no existe, Levi, pero a mí me gusta el Levi real. Esto no entraba dentro de mis planes, pero he caído. 

El ardor que Valerie sentía en el pecho se convirtió en dolor, como si tuviera un puñal clavado en el corazón. Y el desconcierto que experimentaba Levi se fue transformando en una especie de desengaño.

—Tienes que estar de coña.

Fue lo único que el rubio pudo decir. Valerie notó la decepción en los armónicos de su voz. Volvió a fruncir los labios en una especie de mueca. El pecho comenzaba dolerle más y creía que en cualquier momento iba a sangrar. 

—Pero- —suspiró de forma entrecortada y aguantó las lágrimas de forma encomiable— pero estos últimos meses he estado viviendo algo muy real, Levi. Me gustas. Me gustas porque eres asquerosamente alemán, asquerosamente guapo y... porque eres . —resumió, siendo incapaz de describir mejor al rubio, que continuaba sentado debajo de su cuerpo.

Las yemas de los dedos de Levi dejaron de estar en contacto con la piel de Valerie. Sacó las manos del vestido despacio y dejó los brazos a sus costados. Su respiración comenzaba a ser superficial, a estar agitada. 

—Me has estado utilizando.

No era una pregunta, pero Valerie asintió con todo el pesar de su corazón. —Lo siento muchísimo.

La sinceridad de sus palabras no bastó a Levi. Estaba demasiado descolocado como para reaccionar de otra forma que no fuera con el silencio; era mucha información de golpe: él se había enamorado de una Valerie falsa, y ella se había enamorado de un Levi demasiado real. Pronto, comenzó a arrepentirse de no haber hecho caso a aquella vocecita que, en su cabeza, le decía que algo iba mal cada vez que Valerie le dedicaba aquellas sonrisas algo crueles. No era su inseguridad, era su razón. Se sintió la persona más tonta del planeta. 

—Me has utilizado para echar a ese gilipollas. —repitió.

—Lo siento. 

No podía decir nada más que aquello. Las palabras se quedaban atascadas en su laringe. 

—No me lo creo.

Valerie tragó saliva con dificultad. La lástima que sentía por él hizo que su pecho, al fin, comenzara a sangrar de la forma más vil e inhumana. Sentía un incómodo hormigueo en los brazos, las manos frías y el corazón demasiado caliente. Se deshizo por dentro. No supo cómo fue capaz de no romperse en llanto y tampoco cómo fue capaz de decir:

—Es la verdad, Levi, pero- —rebosaba tanto amor por él que tenía que decírselo; tenía que decirle que le había mentido para que, al menos, él pudiera superarla. Que pudiera odiarla de verdad. Que tuviera un verdadero motivo para hacerle la vida imposible. Con suerte, el rencor le ayudaría a olvidarse de ella.

No fue capaz de explicárselo. Levi, con desdén, retiró la mano de Valerie de su rostro. En su mirada ya no había cariño ni preocupación.

Era una mirada gélida y enfurecida como el mar de inverno, y Valerie supo que estaba enfadado.

Tan furioso que apenas podía moverse.

—Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadado conmigo. —le dijo ella. —Lo que he hecho ha estado muy, muy mal. Y, con el tiempo, me he arrepentido tanto de querer hacerte daño... Eres-

—¿Te has divertido jugando conmigo?

La pregunta descolocó por completo a Valerie. El tono de su voz, su mandíbula tensa, su pecho inflado con coraje y su mirada dura eran indicios para saber que no estaba rabioso, sino dolido. 

Valerie guardó silencio unos instantes demasiado largos. —No. 

Levi notó una pizca de duda en aquel monosílabo. No le sonó convincente. Apretó con tanta fuerza los dientes que llegó a chascarlos. Agarró a Valerie por la cintura una vez más, pero aquella vez fue totalmente diferente: brusco, casi violento, airado. Apartó a la psicóloga de su regazo con un empujón, lanzándola al sofá. Se levantó del asiento, se dirigió al ventanal dando la espalda a Valerie y por fin, respiró.

—Puta mentirosa.

Ella no pudo hacer nada más que agachar la cabeza, incapaz de mirar como Levi hacía un esfuerzo inimaginable para controlar la ola de rabia que estaba sintiendo. Inspiró profundamente por la nariz, despacio, contando hasta diez, tal y como hacía cuando algún alumno le sacaba de quicio por no saber el significado de las curvas del electrocardiograma, y expulsó el aire de la misma forma, lento. Si no fuera Valerie, se habría abalanzado sobre ella. le habría lanzado lo primero que tenía a mano.

Por el rabillo del ojo, en la isla de la cocina, vio su bolso. Sin pensárselo, en piloto automático, se acercó a la cocina, agarró el bolso con una mano y se dirigió al sofá. Agarró la muñeca de Valerie y tiró de ella con ferocidad, obligándola a levantarse del sofá de forma violenta y brusca. Le dio el bolso con el mismo desprecio, golpeando a la psicóloga en el pecho, y continuó tirando de su muñeca. 

Valerie no opuso resistencia. Caminó de forma torpe detrás de Levi mientras sujetaba su bolso contra el pecho. Se dio cuenta de que Levi la conducía a la puerta del apartamento. 

Una vez allí, el rubio la abrió con rapidez. 

—Vete. 

Una única palabra y tono autoritario, insensible, distante. La psicóloga se quedó un momento entre el cuerpo de Levi y el marco de la puerta, indecisa y demasiado atónita como para moverse. Era la primera vez que Levi la trataba así.

Con verdadero odio.

Me lo merezco. —Lo siento —dijo, por enésima vez, mientras sentía cómo Levi le daba un último empujón para que saliera del apartamento.

—No vuelvas.

Y sintió el aire del portazo moviendo los mechones sueltos de su pelo y la puerta rozar su rostro. Valerie se quedó observando las vetas de la madera un instante, y la sensación de tener algo clavado en el pecho se multiplicó por mil. Tenía cientos de puñales en el corazón, incluso algún que otro pedacito del corazón roto de Levi Braun incrustado en el suyo. 

Suspiró mientras se secaba con el dorso de la mano algunas de las lágrimas que acababan de rodar por sus mejillas. Caminó hacia el ascensor, entró y utilizó el enorme espejo para arreglar su maquillaje. Alisó la falda de su vestido, se colgó el bolso del hombro y se irguió, echando los hombros hacia abajo y atrás.

Salió del edificio y se dio cuenta de que estaba lejos de su casa, en mitad de la noche y rodeada de rascacielos que le resultaban ajenos. 

Una especie de carcajada se escapó de sus labios cuando porque, de la nada, se acordó de lo que siempre decía su madre: ''ten cuidado, Valerie. Si sigues jugando con eso, te vas a caer''. Y ella, por hacerse la valiente, siempre se caía. Le había pasado exactamente lo mismo décadas después, solo que la caída había sido más estrepitosa y lamentable que aquellas.

Había jugado con algo con lo que no debería haberlo hecho.

Porque, cuando se trata el amor como si fuera un juego, siempre se tienen las de perder. 


**********

y con esto y un bizcocho...

pero chicas qué ha pasado que no me comentáis NADA estáis VIVAS!!!??? NECESITÁIS AYUDA??? HABÉIS DEJADO DE LEER ESTA MIERDA!!!???? MANIFESTAOS!!! 

pregunta de control: os esperabais este momento arrepentimiento de valerie o pensabais que realmente iba a hacer daño a levi 🤔🤔 porque creo que se podía intuir (más que nada porque me he encargado de escribirlo y de asegurarme de que empezara a caer por él poco a poco jajaj) 

pero lo que no se intuye (espero) es lo que va a pasar ahora!! abro espacio para teorías jejejejej

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