Almas de cristal

由 leezluntz

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Cualquier acto atroz te condena a la destrucción, y enamorarse puede ser letal. Conoce el mundo donde mueren... 更多

|| Sinopsis y mundo
|| Guía de personajes + Nota de autora
Primera parte
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Segunda parte
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Extra
Tercera parte
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Cincuenta
Epílogo
Nota de autora
Extra II
Extra III
¡Especial 100k! (Pt. 1)
Especial 100k (Pt. 2)
Especial 100k (Pt. 3)
Especial 100k (Pt. 4)
Especial 100k (Pt. FINAL)
Especial de San Valentín 2024

Cuarenta y nueve

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由 leezluntz

Apenas llegaron a la habitación de Lyn, Marseus cerró la puerta, y lo tomó de la cintura, y en apresurados pasos en reversa, lo dirigió hasta su escritorio. Solo le bastó hacer un mínimo esfuerzo para cargarlo y sentarlo sobre la mesa, y así al fin, reanudar el beso que tanto habían contenido.

Lyn enroscó sus brazos alrededor del cuello del capitán, sin la menor intención de soltarlo mientras correspondía aquel ávido beso que con cada instante que sucedía, solo le hacía tener más y más ganas de él.

Fue cuestión de muy poco tiempo para que empezaran a abandonar cualquier noción de la decencia entre sus besos, probando cada vez más lejos sin detenerse. Si Lyn podía pensar en algo en ese momento, era que no se iba a permitir dejarlo ir jamás. Quería todo de él, y a su vez, le dejaría tomar todo de sí mismo.

Soltó un corto jadeo en cuanto separaron con la intención de retomar aire, echando en falta ya la lengua de Marseus dentro de su boca, sin darse cuenta aún de los rastros de humedad perlados entre los labios de ambos. Exhalaron continuamente sin dejar de mirarse, mientras pequeñas sonrisas se asomaban en los dos, casi con la confianza de haberse tenido así en muchas ocasiones, a pesar de ser la primera. Tal vez, era el hecho de que siempre se habían pertenecido, y al fin podían reclamarse.

Lyn terminó de desabrochar lo que le quedaba de la camisa del capitán, y no demoró más tiempo en sentir su piel con sus dedos, empezando a recorrer con ellos lo que más alcanzaba. Al mismo tiempo, Marseus tomó los muslos del rey para separarlos muy lento, y hacerse lugar entre ellos.

Solo un instante después, volvieron a devorar los labios del otro sin que nada más importara, sabiendo perfectamente lo que querían y dispuestos a otorgarlo. Incluso cuando respirar se volvía imposible para Lyn, y todos sus latidos le pertenecían al capitán, no hizo más que soltar un leve jadeo en cuanto este mordió su labio inferior, jalándolo solo un poquito mientras lo miraba con la intención de ir por más.

Al soltarlo, tomó el mentón del pelirrojo y lo alzó para hacerse un espacio hacia su cuello y empezar a dejar besos muy suaves en este. Poco a poco, estos se volvieron más húmedos y hambrientos, y su capacidad para detenerse o controlarse mermaba con cada jadeo contenido que le arrancaba a Lyn.

Este se aferró aún más al cuerpo del capitán con sus brazos, permitiéndole seguir con cada beso y pequeño mordisco, sintiendo que podría llamar ese, el momento más feliz de toda su vida.

Quizás era demasiado bueno para ser real. Quizás, solo estaba soñando porque había perdido para siempre a Marseus y la añoranza lo enloquecía. Y quizás, si aquello era real, no se lo merecía en absoluto.

No, por favor...

Quiso deshacerse de cualquier pensamiento que lo llevara a arruinar las cosas aún más, pero ya era demasiado tarde. Cada beso que recibía, cada gemido que pronunciaba, empezaba a llenarlo de culpa, y era malditamente contradictorio, porque se sentía demasiado bien, y a la vez, le provocaba el dolor propio de las equivocaciones.

«Maldita sea, ¿no podemos terminar de hacerlo, y sentirme culpable después?», quiso reclamarse a sí mismo, pero sabía que no podía ser tan egoísta, y si podía evitar lastimar a Marseus más de lo necesario, debía detenerse en ese momento.

Reunió la fuerza de voluntad para intentar apartarse él mismo, y también, colocar su mano para apartar un poco al capitán.

—¿Qué pasa, amor? —ronroneó él, aún dejando pequeños besos en su mandíbula hasta subir a su mejilla y luego mirarlo con tanta dulzura.

Y eso solo lo hacía peor, junto con la nueva manera en que acababa de llamarlo.

No sabía ni qué decir...

Al percibirlo, Marseus trató de alejarse para darle su espacio y calmarse él mismo también.

—¿Estás bien, Lyn? —preguntó preocupado—. Ey, si no te sientes listo para hacerlo aún, está bien. Puedo esperar. No voy a presionarte...

—¡No es eso!, de verdad que me muero de ganas de hacerlo... —respondió el pelirrojo, incapaz de corresponderle la mirada en ese momento.

—¿Y entonces...?

Marseus no quería mentirse a sí mismo, porque de verdad empezaba a temer que Lyn volviera a echarse atrás.

Incluso si no quería decirlo, con su mirada suplicaba una sola cosa:

«Por favor, Lyn, ya no me lastimes más...»

No obstante, quiso esperar a que dijera lo que tenía que decir... y trató de prepararse mentalmente para cualquier posible daño.

Lyn lo entendía muy bien, y no era como si tampoco sintiera su propio corazón encogerse mientras pensaba en todos sus errores y la razón por la que creía que debía cuidar a Marseus de sí mismo.

—Es solo que no entiendo por qué... —murmuró muy bajo, casi sin voz.

—¿Eh? —inquirió confundido el capitán. No parecía que Lyn hubiese dado vuelta atrás como temía, lo cual era un alivio, pero tampoco sabía a qué se refería—. ¿Por qué qué?

—¿Por qué viniste hasta aquí en realidad? ¿Por qué te gusto? ¿Por qué insististe tanto en nosotros después de todo lo que hice? Traicioné nuestra alianza, te hice prisionero en tu propio reino, y casi lo arruino todo por querer desesperadamente salvar el mío. ¿Por qué no me odias e intentas matarme?

Volteó la mirada al terminar de hablar, y estaba seguro de que había enumerado todas las razones suficientes para que su aliado diera vuelta sin despedirse.

Si no fuera porque Marseus estaba tan acostumbrado a que le hicieran varias preguntas a la vez, no habría sabido cómo reaccionar aún, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa de ironía como si al fin empezara a entender por qué estaba atrapado en un infinito juego de tira y afloja con el Rey de Wölcenn.

Acto seguido, Lyn contuvo un jadeo de sorpresa en el momento en que Marseus tomó de sus muñecas con fuerza, aún en frente de él para no dejarle salida.

—¿Es por eso que te fuiste? —preguntó, divertido. No podía encontrar más graciosa la situación, como si no hubiera pasado casi por una etapa de despecho, y en realidad, se sentía estúpido por no haberlo imaginado.

Los ojos verdes de Lyn evadiéndolo solo lo delataban más, pero levantó su mentón para obligarlo a verlo, y quién hubiera imaginado que esa mirada de rechazo que tanto lo había herido después de aquel beso en el Tritón, era realmente de remordimiento.

—¿No te has dado cuenta de que eso no me importa tanto...?

—Pues debería. —Lyn lo miró serio, como si quisiera recordarle que un rey debía actuar por encima de sus propios sentimientos.

Sin embargo, Marseus chasqueó la lengua.

—Tal vez yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en tu lugar. Tal vez solo me gustas lo suficiente como para que lo olvide y ya —admitió—. No te odio, pero juro que quise hacerlo cuando me dejaste así en Gewër...

El rey volvió a bajar la mirada con pena. Él también se odió por su elección, pero estaba seguro de que era otra ocasión en la que debía dejar sus sentimientos de lado.

—Pensé que era lo correcto...

Sintió un vacío enorme en cuanto el capitán soltó sus brazos, y se apartó pasos atrás, para mirarlo con parsimonia.

—¿Todavía piensas que no estamos hechos el uno para el otro?

—Al contrario —murmuró Lyn, mirándolo de manera más tímida, a pesar de que mordía su labio para contener su sonrisa—. Quisiera demostrarte que encajaríamos muy bien con el otro.

Inclinó un poco su espalda hacia atrás, mientras observaba expectante al capitán, seguro de que no negaría esa invitación.

Apenas pudo contener la respiración cuando él lo tomó detrás de la cabeza para estampar sus labios con los suyos, pero no importaba. Rápido, volvió a abrazarlo al tiempo en que se permitía saborear cada beso, pero sostuvo su rostro entre sus manos para detenerlo antes del siguiente, y lo miró con ojitos arrepentidos aún.

—De verdad lo siento por todo. Sé que no te merezco, pero...

—Shhh... —murmuró Marseus muy cerca de sus labios, y se permitió apreciarlo bien porque esa expresión en el fondo, lo derretía—. Ya solo olvídalo, Rojito...

Volvió a besarlo muy suave, pero al separarse, Lyn lo detuvo una vez más.

—Es que no puedo olvidarlo, pero necesito que sepas que jamás volveré...

El capitán contuvo apenas la risa, y se acercó al cuello del rey, desesperándose un poco. Lo último que quería escuchar de él, eran lamentos.

—No pienses más en eso, por favor —susurró, antes de saborearlo con la punta de su lengua—. Por favor, Lyn, solo déjate caer...

Tembloroso, Lyn quiso reír de ironía, porque Marseus lo decía como si fuera tan fácil, y no obstante, con cada húmedo beso que dejaba en su piel, lo hacía mucho más fácil. De pronto, todo pensamiento de culpa en su mente se extinguió, y fue él quien buscó besar sus labios, y probarlo de la misma manera en que lo había probado y jugado con él.

No duró demasiado, pues apenas podía reaccionar al hecho de que Marseus colocaba una de sus piernas entre las suyas para acariciar su entrepierna con movimientos muy suaves, casi imperceptibles y que podrían haber sido inocentes, hasta que la reacción en su cuerpo fue más obvia. Con la respiración tan pesada, se contuvo de soltar cualquier gemido, pero no pudo evitar mirarlo con necesidad, incluso cuando en ese momento, la sonrisa y mirada del capitán eran mucho más maliciosas.

—¿Te gusta? —inquirió tan cerca de sus labios como podía tan solo para sentir su respiración. El pelirrojo tragó con dificultad y asintió—. ¿No quieres que haga nada más? —Aprovechó para murmurar en su oído algo que sin duda, terminaría de volverlo loco—. No serás mi rey, pero por ti, sí que me pondría de rodillas...

El solo imaginarlo provocó que su rostro ardiera una inmensidad, y aunque quería verlo y sentirlo, negó con la cabeza.

—Está bien así...

Marseus lo miró con duda, pero aceptó su respuesta.

—De acuerdo —sonrió antes de ir por sus labios de nuevo, de una manera más profunda. Acarició el contorno de la cintura del rey entre sus manos, y volvió a morder con necesidad su labio inferior. Le encantaba sentirlo tan tembloroso junto a su cuerpo, y aun así, dispuesto a responderle con la misma ferocidad.

No iba a detenerse. Al fin era todo suyo; era su presa y no lo dejaría volver a escapar.

—No sabes cuánto te deseo... —exhaló Lyn luego del último beso, con la voz entrecortada por la necesidad, y al principio sorprendido, el capitán Marseus se dio cuenta de que no quería ser solamente el cazador.

Con una sonrisa ladina, tomó espacio, confundiendo al rey.

—No, no lo sé —admitió riendo, y solo un instante después, su mirada fue más seria y oscura—. Demuéstramelo.

Un escalofrío recorrió su espalda, y Lyn se sintió avergonzado de lo que dijo, teniendo que enfrentar las consecuencias.

Claro que podía tomar el lugar del cazador, pero en ese momento, estaba muy a gusto siendo la presa, y no sabía cómo reaccionar del todo.

—Bien... —murmuró mirando a ambos lados de su habitación. El escritorio ya no parecía una buena opción al menos en ese momento, y entonces, se fijó en el elegante sillón alargado en el que muy rara vez descansaba—. ¿Puedes sentarte allí? —señaló con el brazo, bastante tímido, y a pesar de que el capitán quería reír por ello, obedeció a sus palabras como si fueran órdenes.

Lyn pasó su mano por su cabello, llevándolo hacia atrás, y quiso pensar rápido en cómo demostraría lo reales que eran sus palabras, pero en el fondo, y con toda la ironía del caso, se sentía incluso inexperto.

Respiró profundo, y se encaminó hacia el sillón, pero al levantar la vista, vio a Marseus sentado sobre este, con la mirada ansiosa y a la espera de él. Sus piernas estaban abiertas, al igual que su camisa... y entonces, ya no pudo dejar de verlo.

Era suyo al fin, sin interrupciones ni arrepentimientos. Iba a ser todo suyo, y se lo demostraría.

Relamió sus labios, aún sin quitar la mirada de su torso.

—Creo que tengo algo de sed... —murmuró de repente, y acto seguido, se acercó a su estante, y sacó la primera botella de champagne a la vista.

Regresó al punto anterior, y se dispuso a abrir la botella con una agilidad propia de la experiencia, aunque se entremezclaba con cierto apuro y ansias, que hizo que al quitar el tapón, apenas pudiera mantenerlo en su mano, y la bebida comenzó a desbordarse en espuma.

No tenía nada de malo, e incluso, le dio bastante risa.

No obstante, esta se le borró en cuanto a pocos pasos del sillón, miró demandante a su presa, y se agachó hacia el capitán, que se mantenía a la expectativa de lo que sea que estuviera por hacer.

—Quiero que los aprietes entre tus manos, por favor —pidió el rey, a pesar de que aquello sonaba más a una orden.

—¿Eh? —articuló apenas Marseus, confundido y extrañado. Sin embargo, la mirada de Lyn fue más insistente y seria, en señal de que no lo repetiría de nuevo.

Admitía que se le hacía bastante provocativo cada vez que el rey demostraba el poder que tenía sobre él, y sus ojos verdes brillaban tan ambiciosos. Con mucha timidez, acató la orden, y apretó sus pechos entre sus manos.

Lyn empezó a derramar el contenido de la botella justo en medio, y al instante, acercó su boca, dispuesto a no desperdiciar ni una sola gota del contenido.

No estaba seguro de si era el sabor del champagne en sí, o el solo sentir su piel con su lengua y sus labios lo que realmente lo embriagaba, pero no quiso detenerse.

Continuó lamiendo hasta bajar a su abdomen, al tiempo en que se apoyaba con la palma de su mano, y lo tocaba más. Ni siquiera parecía ser consciente de todo lo que estaba causando en Marseus en ese momento.

—Basta ya... —pidió el capitán en un murmullo, al tiempo en que sostenía su mentón para atraerlo a sí mismo y robarle un largo beso con el que él se dio la oportunidad de explorarlo a profundidad con su lengua, y al soltarlo, relamió sus labios—. Tenías razón, es muy dulce...

En silencio y cohibido, Lyn lo miró como si aún fuera incapaz de creer que aquel momento era real.

Acarició su mejilla, muy suave, y sus dedos subieron hasta los mechones ondulados de su cabello, enredándose en en ellos, y con el corazón latiéndole de manera frenética, casi podía jurar que en cualquier momento acabaría llorando, por más anticlimático que fuera.

«¿Cómo es que de repente llegaste a mi vida? ¿Cómo es que puedo sentirme tan tuyo...?»

Pero ninguna de esas palabras salían de su boca.

No esperó más, y se entregó a sus labios de nuevo, abrazándolo como si su mayor miedo fuera volver a perderlo.

Siguió degustando de él, agradeciendo en sus adentros cada beso compartido como si se tratara de una nueva oportunidad otorgada. Su mano bajó muy despacio, primero hacia el pecho del capitán, queriendo asegurarse de que se sentía de la misma manera que él, y con la comisura de sus labios ensanchándose traviesamente, bajó mucho más para cerciorarse de la misma incógnita.

Acarició su entrepierna con lentitud, como si fuera solo un roce, sin dejar de mirar a sus ojos.

—¿Necesitas ayuda con eso? —inquirió con un aire de inocencia.

—Si eres tan amable... —bromeó Marseus en un murmullo, apenas ocultando su emoción por la iniciativa de Lyn.

Contuvo la respiración en el momento en que Lyn se colocó de rodillas en el suelo, y liberó su extensión. Este empezó a frotarlo un poco entre la palma de su mano, y lo miró una última vez mientras relamía sus labios.

Comenzó probando con su lengua muy lento, más para provocar al capitán, pero se dio cuenta de que así solo lo ansiaba mucho más, y no tardó en abrir la boca.

Intentó llegar tan profundo como le fue posible y miró a Marseus con malicia para saber qué reacción le ocasionaba.

—No sabes lo lindo que te ves así... —halagó el capitán con la voz jadeante, fijo en la mirada traviesa del pelirrojo.

Mordió su labio inferior al tiempo en que acariciaba los mechones de su flequillo y le permitió que siguiera probándolo. Empezaba a enloquecerlo el sentir la textura de su lengua; su boca era tan húmeda y caliente, y aunque no iba a negar que hacía un excelente trabajo por sí solo, no pudo evitar tomarlo del cabello para llevarlo tan adentro como podía al tiempo en que empujaba más sus caderas contra él, amando el quejido que contuvo el rey y que sintió vibrar contra su miembro.

Y ninguno de los dos quiso detenerse allí.

A gusto con los empujones, Lyn continuó mirándolo desafiante y lascivo aun cuando apenas podía controlar no atragantarse de más.

—¿Por qué tú sí, y yo no? —reclamó Marseus con un ronroneo, enredando el cabello del rey entre sus dedos, mientras este subía y bajaba. Podía sentir que sus labios se contenían de sonreír, para continuar con su trabajo, sin detenerse.

No obstante, salió haciendo un ruidito con su boca en el momento en que la abrió, y cuando se dirigió a él, podría jurar que su mirada era de lo más tierna a pesar del contexto de la situación.

—Confieso que sí quería, pero me dio vergüenza pedirlo... —admitió, sin dejar de atenderlo con su mano.

Agachándose para tomarlo de la cintura, y atraerlo a sí mismo, Marseus le indicó a Lyn que debía levantarse y sentarse a horcajadas sobre sus piernas. No tardó en besarlo de manera larga y profunda, y al separarse, saboreó con la punta de su lengua el labio inferior del pelirrojo.

—Menos mal, ya te olvidaste de la vergüenza —bromeó muy cerca de volver a besarlo, a lo que Lyn lo abrazó más, mientras se dejaba llevar por el calor que le ofrecía su contacto.

—No piensas dejarme vestido, ¿o sí? —preguntó juguetón muy cerca de sus labios, y enhorabuena lo decía, porque el capitán no dudó en sostener su cintura entre sus manos y admirarlo por un instante así, con una sonrisa dibujándosele en el rostro.

Empezó quitándole la casaca blanca y dejándola en el suelo, y fue por el nudo del pañuelo que usaba como corbata. Solo entonces, pensó que con tantos encajes, sedas y moños en su ropa, el Rey de Wölcenn se veía como un regalo dispuesto solo para él, y a la espera de que lo terminara de descubrir.

Guardó el pañuelo, seguro de que le daría un uso útil después, pero al desabrochar su chaqueta, empezó a desesperarse un poco más...

—¿Por qué rayos ustedes usan tanta ropa? —se quejó, a lo que Lyn no pudo evitar responder con una carcajada, al tiempo en que lo ayudaba a desvestirse.

No obstante, tan cerca de quitar su camisa, Marseus, decidió que eso era algo que quería hacer más detenidamente, con la apreciación debida. Tomó el cuerpo del pelirrojo para dejarlo con cuidado sobre el mueble, y no demoró en volver a besarlo tan suave y profundo a la vez.

—No puedo creer que al fin te tenga encima mío... —murmuró Lyn con una risilla, y se impulsó para reanudar el beso.

—Yo estaba pensando algo similar... —susurró Marseus, a punto de separarse un poco para terminar de desvestirlo, a la par que dejaba besos en su cuello y bajaba más por cada lugar que descubría.

Lyn acariciaba su cabello, e intentó terminar de quitarle la camisa abierta. El capitán decidió ayudarlo, sentándose por un momento para sacársela y dejarla en el suelo, y contempló cómo Lyn lo admiraba desde abajo, tragando saliva con dificultad a la par que sus mejillas le hacían honor al apodo que le había dado.

Era gracioso que ni siquiera tenía que preguntarle a Lyn qué era lo que más le gustaba de él, pero se sentía bastante halagado a la vez.

Sostuvo su cuerpo para quitarle la camisa también, y lo besó largo y profundo mientras acariciaba su cintura, pero no perdió más tiempo, y lo empujó de vuelta al mueble.

Lyn jadeó sorprendido, pero no pronunció ninguna queja, porque se encontraba más que hipnotizado por la mirada hambrienta del capitán, y era claro que podía dejarle hacer lo que quisiera consigo mismo.

Y entonces Marseus tomó los brazos de Lyn con fuerza, alzándolos, y recuperó el pañuelo que le había quitado y lo colocó alrededor de sus muñecas, amarrándolo al instante. Regresó a mirar al pelirrojo tan expectante con sus palpitaciones aceleradas.

—¿Tienes miedo? —le preguntó con voz grave mientras le sonreía.

Lyn correspondió la sonrisa sin dudarlo.

—No es precisamente miedo lo que me estás haciendo sentir ahora...

«Buena respuesta», pensó el capitán, a punto de besarlo sobre la clavícula, y chupar un poquito hasta saber que había dejado marca. Para serse honesto, quería dejar marcas en cada parte de su nívea piel y hacerle prometer que no dejaría que se le borrara ni una, pero era mucho mejor pensar en hacerle cada vez que se encontraran así nuevas marcas.

Bajó un poco más, tocando su entrepierna aún en su pantalón, e incluso así, podía reconocer lo necesitado que estaba, y se encargó de quitarle primero el calzado, y después, le pidió que alzara sus caderas para terminar de quitarle el pantalón, y allí lo tenía al fin frente a sus ojos.

Mordió su labio inferior, ansioso, y se regresó hacia Lyn.

—No me digas que aún te da vergüenza pedirlo...

Y a decir verdad, el solo pensar en las palabras apropiadas para pedirlo, le provocaba muchísima más vergüenza que cualquier otra cosa que pudiera hacer.

Tomó aire, a la vez que echaba el rostro hacia un lado, con la intención de que Marseus no lo mirara.

—Solo hazlo...

Entre risas, el capitán aceptó aquello como una petición, solo que no tenía intención de cumplirla de la manera en que Lyn esperaba...

Separó sus piernas y se ocultó entre ellas. Dejó un breve camino de besos en su muslo mientras frotaba suavemente su miembro con su mano, y relamió sus labios, pero bajó mucho más, y Lyn pronunció al instante un gemido de sorpresa al sentir su lengua en su entrada.

—¡Eso no...! —se contuvo, más avergonzado que nunca, tanto de la acción, como de su propia voz implorante—. Allí no...

¿Hmm? —pronunció Marseus mirándolo mientras continuaba su tarea, sintiendo sus músculos tensarse más contra su lengua. Mientras sostenía los muslos del pelirrojo, sentía cómo estos temblaban ante cada lamida, y eso lo hizo adorarlo más. Siempre se había prometido que era capaz de devorarlo de los pies a la cabeza, y estaba dispuesto a cumplir con su palabra.

—Ya no... —musitó Lyn bastante torturado, más porque le gustaba la sensación, pero a la vez, lo llenaba de vergüenza. Odiaba no poder usar sus manos para apartarlo, o empujarlo más contra sí mismo. No sabía bien cual tenía ganas de hacer, en realidad.

El capitán rio.

—Lo siento, tenía ganas de probar primero lo que voy a comer...

—Por favor...

—¿Por favor qué? —sonrió Marseus, levantándose un poco porque no quería perderse la expresión del Rey de Wölcenn en ese momento.

Este recuperó la respiración poco a poco, y le correspondió la mirada.

—¿Nos dejamos ya de juegos, por favor? —suplicó, y el capitán reconoció la necesidad en su voz, y la manera en que se lo pedía.

No iba a negar que también se moría de ganas de tenerlo al fin por completo.

—Como ordene su Majestad.

Dejó un dulce beso sobre su frente, y al volver a sentarse sobre sus piernas, se detuvo en un pensamiento que llevaba a una muy circunstancial duda, y era entonces él quién sentía algo de vergüenza.

—¿Por si acaso tienes algún tipo de aceite que haga que...?

Ni siquiera sabía si en Wölcenn aquello existía, o tenía algún nombre en específico, y aunque no tenía deseos de ir muy lento y suave, estaba dispuesto a intentarlo solo por Lyn.

El mismo entendió muy rápido a lo que se refería, pero con sus muñecas aún amarradas, sus opciones de guía se limitaban.

—Detrás de ti, en el estante sobre el lado derecho hay un pequeño frasco abajo... —Trató de indicar, y muy rápido, el capitán se adelantó a seguir las instrucciones.

Encontró un frasco transparente y lo abrió con curiosidad, vertiendo un poco en su mano, y dándose cuenta de lo resbaloso que se sentía. Sin duda alguna, era lo que necesitaba.

No obstante no pudo evitar también percibir esa fragancia que solo podía asociar con Wölcenn, y especialmente, con Lyn, que le llevó a hacer una mueca de duda.

—¿Qué obsesión tienen ustedes con las flores? —rio, volviendo de regreso a Lyn.

Se tomó un largo instante para admirarlo, completamente desnudo y dispuesto a él, sin darse cuenta de que había contenido la respiración en el momento.

Acarició su mejilla con sus dedos, y los bajó muy suave hacia su mentón, su cuello... Con el dorso, trazó una caricia desde su pecho, y avanzó a la silueta de su cintura en un silencio en el que apenas destacaban las respiraciones de ambos.

Vertió un poco más del frasco en sus dedos y primero tanteó su entrada de la misma forma en que lo había hecho con su lengua, pero no esperó más hasta descubrir su interior.

Exploró y jugó, atento a cada expresión y murmullo, queriendo conocer sus lugares más sensibles, y adorando sentir cómo se retorcía contra sus dedos. Podía seguir haciéndolo, y encontrar un placer enorme en cada lindo gemido que le provocaba.

—Ya... —pronunció tembloroso Lyn.

—¿Qué cosa? —preguntó el pirata, mas el rey se negó a responder—. Haré todo lo que tú desees, pero debes pedirlo primero para que pueda saberlo... —advirtió, perverso y consciente de que estaba más que listo para él.

Continuó arqueando sus dedos contra su zona favorita, sin dejarle tiempo de responder, o mucho menos pensar.

—Por favor... —intentó responder entre titubeos y suspiros—. ¡Por favor, te quiero dentro de mí ahora mismo!

—Iba a conformarme solo con el «por favor», pero ya que insistes...

Se acercó a Lyn solo para desamarrar sus muñecas, y volvió a sentarse sobre el mueble, bajando lo suficiente de su pantalón.

—Ven acá —indicó, atrayéndolo con un movimiento de sus dedos, y Lyn se acercó a él sobre sus rodillas—. Quiero verte en todo momento, así que marca el ritmo...

Vio a Lyn asentir, ansioso y seguro de lo que debía hacer, y que ya no quería esperar más. No pudo perderse ni un solo instante del momento en que el pelirrojo se ponía a horcajadas sobre su cuerpo, y tomaba su miembro con firmeza para colocarlo en su interior, apenas entrando...

Lo vio contener la respiración y apretar sus labios, mientras que con movimientos muy lentos buscaba acomodarse más en él. Quiso ayudarlo sosteniendo sus caderas a la vez que empujaba las suyas más contra él, y al verlo tan hambriento y jadeante, mientras sentía el calor tan ardiente que le ofrecía su cuerpo, junto a la humedad de la lubricación, supo que el verdadero juego al fin había empezado para ambos.

La ventaja absoluta la tenía Lyn, y no se molestaría en negarlo.

De por sí no podía quitar sus ojos encima de él, pero tomó su rostro entre sus manos para hacer que solo se fijara en sus demandantes ojos verdes, y nunca se sintió más suyo en todo aspecto, porque sabía bien que era él quien podía destruirlo o rehacerlo a su antojo, y no le importaba.

La manera tan suave en la que movía sus caderas contra su cuerpo, verdaderamente lo estaban enloqueciendo, y moverse más a su ritmo implicaba rozar su lugar favorito por mayor tiempo, pero también lo torturaba bastante, y decidió que aceleraría tan solo un poquito más...

Se sentó mientras sostenía y acariciaba la espalda del pelirrojo y se movía contra él, y Lyn solo aprovechó para besarlo con fuerza, hasta que sus gemidos lo interrumpieron, y no podía hacer más que aferrarse con sus manos a él.

Era demasiado excitante verlo llenarse de placer, sentir sus muslos temblando, enredándose en él, ver su flequillo cubrirle los ojos con cada embestida, y cómo le dejaba en claro lo mucho que le encantaba lo que estaban haciendo.

Quizás, demasiado alto, y aunque adoraba escucharlo gemir y pedir más, no podía evitar pensar que un número considerable de habitantes del Reino de las Nubes vivían en el mismo castillo, y que no quería que se enteraran —al menos, de esa forma—, de lo que estaba haciendo con su rey.

Llenó de besos su mejilla hasta llegar a sus labios.

—Shhh, calladito se siente mucho más rico... —susurró cerca de su oreja, antes de lamer el borde de esta, y a propósito, salir y entrar en él con fuerza.

Lyn se contuvo a tiempo, pronunciando apenas un quejido, y lo miró implorante mientras apretaba sus labios, y Marseus lo sentía mucho por él, pero no pudo evitar volver a embestirlo por completo, sosteniendo sus caderas para manejar su ritmo.

—Qué rico que estás, Rojito —gruñó grave mientras sentía la humedad entre ambos estirarse de sus pieles cada vez que salía y volvía a él.—. Espero que no te moleste si al terminar, quiera repetir...

Quiso bajar sus manos más allá de sus caderas, pero de manera inevitable, algo parecía detenerlo. Ya hacía con él casi todo lo que se le antojaba, y aun así, aquello le provocaba algo de vergüenza...

¿Acaso debía preguntárselo primero?

Sintiendo sus dedos ansiosos por bajar más, Lyn esbozó una sonrisa a la par que arqueaba una de sus cejas, y entre sus movimientos, tomó las manos de Marseus con las suyas y las bajó permitiéndole extenderlas con firmeza sobre sus glúteos.

—No tienes que pedir permiso para tocar lo que es tuyo... —pronunció un poco jadeante y entrecortado, pero con una seriedad bastante traviesa de su parte que por un instante provocó que Marseus se desconociera por completo, y lo empujara contra el mueble una vez más.

Alzó las piernas del chico para poder apreciar mejor su trasero, y una firme y muy sonora palmada sobre este bastó para provocar en el rey un grito apenas ahogado, y una marca muy rojiza que lo hacía temblar emocionado.

—Vuelve a hablarme así, y te lo dejaré más rojo.

Lyn rio un poquito, y se acomodó más sobre el mueble, al tiempo en que Marseus separaba sus muslos y los colocaba alrededor de su propia cintura para volver a entrar en él, y tomaba sus caderas con urgencia. Con una fuerte y precisa embestida, el rey se contuvo apenas de volver a gemir alto, pero no pudo evitar arquear la espalda, aún sobre el mueble, y apretar un poco más su interior.

Estiró su mano hacia su rostro, queriendo atraerlo a él mientras este se movía con un vaivén mucho más agresivo, en el que los suspiros y gemidos de ambos eran callados apenas por los golpes de sus cuerpos chocando.

Sin detenerse, el capitán quería más de él; de sus caricias, de su calor y humedad, de cada gemido que le ofrecía, de sus ojos suplicantes ante él y su boca tan sensualmente abierta. Desde su rostro hasta las orejas era tan rojito, que lo adoró una inmensidad.

No debía ser normal desear tanto algo.

Su abdomen empezaba arder ante cada movimiento, y no le importaba. En sus pensamientos solo existía el chico pelirrojo debajo de él que se retorcía entre dulces gritos que ya no le importaba callar.

—Sigue así, por favor... —pidió Lyn, empezando a frotarse con su mano para llegar lo más pronto posible, llenando a Marseus aún más de deseo.

—Eres tan hermoso... —lo contempló entre susurros, dispuesto a darle lo que más quería.

Continuaron moviéndose a la par, y quizás era por los besos, por cada caricia, o por la forma en que sus manos se buscaban para unirse, que Lyn estaba más que seguro de que lo que hacían, se sentía mucho más al amor, y a pesar de lo que su cuerpo pedía, y de lo cerca que estaba, no quería que aquello acabara.

Al borde del éxtasis, no dejaba de temblar, y solo Marseus sabía lo bien que se sentía en ese momento estar dentro suyo, lo delicioso que se retorcía entre sus espasmos, y su voz jadeante, llevándolo hasta el final también.

Solo al terminar, jadeó agotado mientras agachaba la cabeza contra el pecho de Lyn.

Se alzó un poco, y sonrió al verlo dejándose caer en el mueble, y tomó entre sus dedos el líquido que dejó caer sobre su vientre, para llevarlo a su boca y saborearlo.

—Mira qué desastre haces... —suspiró mientras buscaba mirarlo; a sus ojitos brillantes por él, sus labios tan hinchados y abiertos mientras recuperaba la respiración, y su flequillo delantero pegándose a su rostro a causa del sudor.

Con sus dedos, movió algunos mechones para despejar su frente, y dejó un beso muy dulce sobre esta. Había tanto que deseaba decirle en ese momento, pero no lo abrumaría con sus sentimientos aún.

—¿Estás bien? —preguntó sin dejar de mirar a sus ojos con tanta preocupación y ternura, que Lyn todavía aturdido (un poco por dolor, y mucho más por placer), alcanzó a asentir muy leve—. ¿Te gustó?

Él asintió de nuevo, con mayor decisión, y Marseus mordió un poquito su labio inferior, conteniendo la sonrisa.

—A mí también me gustó mucho —respondió a punto de darle pequeños besos en la mejilla, queriendo amarlo todavía más—. Descansa un poco, amor.

¿Así se sentía realmente ser correspondido?

A Lyn se le hacía confuso tener a la versión más cariñosa y adorable de Marseus de Wækas, justo luego de que lo hubiera embestido de manera tan agresiva, pero no se quejaba en absoluto. Se quedó aún tendido sobre el mueble, tratando de recuperarse, mientras que Marseus se sentaba a su lado, moviendo su cabello hacia atrás con la mano, y recuperando la respiración. Todavía tenía en mente el deseo de repetir la experiencia, pero quería un poco de tiempo para ambos.

Además, se había prometido que necesitaba la ocasión de observar la espalda de Lyn con mucho más detalle y tiempo.

No obstante, cuando por fin cumplieron el deseo de tenerse, en Lyn, la sensación de placer era reemplazada muy lentamente por la incertidumbre, y de la incertidumbre, muy poco le faltaba para llegar al miedo al rechazo.

«¿Y ahora qué...?»

No podía esquivar por más tiempo la duda, y a pesar de que le dolía un poco moverse, intentó sentarse al lado del capitán, de rodillas.

Pensó en lo mejor que sabía hacer, y sin duda, eso era lucir de lo más confiado, incluso cuando por dentro se quebraba en pedazos, y así fue que esbozó una sonrisa traviesa, antes de robarle un pequeñísimo beso, y recostarse sobre su pecho sin preguntar.

No necesitaba hacerlo, en realidad. Marseus lo recibió bien, abrazando su cuerpo, y tomó una de sus manos para llevarla a sí mismo, y besarla también.

—Después de todo lo sucedido, creo que es mejor si abdico de mi posición como monarca, y la dejo en manos de uno de mis guardianes. No es tan malo, a decir verdad, tendría más tiempo libre... —comentó el rey de la manera más casual que podía, como si se tratara de una conversación muy normal.

No obstante, Marseus tomó de su mentón, y lo movió un poco hacia él para hacer que lo mirara.

—No vas a dejar el trono por mí —respondió él con una sonrisa, a pesar de lo serio que fue su tono. Casi como una orden.

«Atrapado...», no pudo evitar pensar el rey con vergüenza, pero su lado más obstinado le impidió dejar el tema allí, por lo que quedó cara a cara con el capitán, correspondiéndole con la misma seriedad.

—¿Entonces qué haremos? ¿Aquí se termina todo?

Apenas se contenía de no sonar muy exaltado o dramático, y empezaba a odiarse, porque en parte, no habían establecido nada antes. No obstante, no percibió en Marseus ninguna señal de rechazo, lo que podía tranquilizarlo un poco.

El capitán llevó su mano a la mejilla del rey, acariciándola, sin poder dejar de verlo.

Por supuesto que sabía cuáles eran sus obligaciones y las de él también, pero no quería separarse ni un poco. Quería darlo todo por hacer que ese momento durara, por lo menos, una eternidad.

—Encontraremos la manera, lo prometo... —Fue todo lo que pudo pronunciar.

Estaba consciente de que aquello no ofrecía una respuesta en sí, pero entre más lo pensaba, más dificultades aparecían en el panorama, y no quería saber nada de eso.

Quizás, era porque no conocía una forma de establecer una relación con la certeza de que se mantendría inmune a toda circunstancia, sin importar el tiempo o la distancia. Lo más cercano que conocía a eso, era el matelotage, pero era exclusivo de su propio reino y del oficio de este, cosa a la que jamás arrastraría a Lyn por mero capricho.

Lyn bajó la mirada, consciente de que aquella respuesta no le ofrecía ninguna seguridad de que lo que tenían, pudiera perdurar, y no pudo evitar soltar un suspiro que denotaba dolor.

Regresó a mirarlo de nuevo, un poco más tímido debido a la urgencia que tenía de aprovecharlo todo el tiempo que le fuera posible.

—Al menos, déjame sentirte mío una vez más, por favor... —pidió con los labios temblorosos.

Marseus lo miró con ternura, y se inclinó hacia adelante para besar la frente del pelirrojo. Luego, acunó su rostro entre sus manos, queriendo que lo mirara solo a él para dejarle una cosa en claro:

—Tuyo ya soy.

*

*

*

Me ven muy tranquila, pero en el fondo, sí me estoy muriendo de vergüenza...

EN FIN, literalmente tuvimos esta escena a dos capítulos de terminar la historia 🤡🤡 Mil disculpas, es que me gusta el slowburn (?) y en mi defensa, Lyn tampoco ayudaba demasiado...

¡Cuídense mucho!

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