BROKEN SOULS, ๐™™๐™ง๐™–๐™˜๐™ค ๐™ข๐™–...

By belovedraco

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๐๐’ | Voldemort ha muerto... pero no sin antes dejar su gran legado en manos del que serรญa el nuevo gobern... More

( ๐“” ) EPIGRAPH
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OO1: obedience โž
OO2: govern โž
OO3: potential โž
OO4: veritaserum โž
OO5: reflexes โž
OO6: sword โž
OO7: revenge โž
OO8: justice โž
OO9: bad move โž
O1O: the diamond โž
O11: traitor โž
O12: devotion โž
O13: dark shadow โž
O14: jealousy โž
O15: heart โž
O16: incarcerated โž
O17: mercy โž
O18: on your knees โž
O19: pleasure โž
O2O: for love โž
O21: who are you โž
O22: inevitably โž
O23: don't feel โž
O24: choice โž
O25: one dance, two lovers โž
O26: hate โž
O27: the art of provocation โž
O28: mine โž
O29: insane โž
O3O: two demons โž
O32: oblivion โž
O33: how you feel โž
O34: i'm yours โž
O35: i want to touch you โž
O36: don't go away โž
037: what did you see? โž
O38: try me โž
O39: protect my heart โž
O4O: always โž

O31: the moon and the sun โž

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By belovedraco

𝒇. broken souls

CHAPTER THIRTY-ONE
𝓔leanor 𝓑erkshka

⠀⠀
Reina de la oscuridad.

La mujer del Lord.

Suya.

Su cabeza repetía constantemente las palabras en una seguidilla de remolinos que giraban mil y una vez para evocar más confusión y una vana estabilidad que apenas si la lograban mantener en ritmo mientras avanzaba por el pasillo del castillo, sintiendo su corazón fervientemente latente golpear contra su pecho justo bajo la palma caliente de su mano.

Su maldito cuerpo hervía a pesar de estar completamente empapada de lluvia. La brisa había tratado de enfriar su piel mientras los rayos golpeaban entre las nubes como una señal divina del cielo de que el tiempo oscuro y frío se avecinaba— pero nada en ella podría estar gélido cuando él estaba cerca.

No cuando Draco estaba cerca...

Porque todo parece arder en llamas cuando se trata de él— y aunque siempre ha sido de gran conocer que la misma esmeralda era el tono que alineaba el alma de los afamados sangre pura —el rojo vivo era el único color que podría definirlo.

Oscuro.

Atrayente.

Adictivo.

Una dulce rendición en la que no sabía si estaba dispuesta a caer.

No te acerques al Lord, pensó alguna vez. No te dejes llevar por él.

Pero lo hacía... y en una sola noche— cuando el carmesí cubría sus pieles de un color intenso y de aroma metalizado —él había tomado su cuerpo y alma tal cual lo haría un ente poderoso que desea adueñarse de lo que cree pertenecerle. Tan voraz como un demonio aclamando su presa.

Eleanor había tratado de decirse a sí misma que nada de esto era lo suficientemente importante. De hecho, había culpado a sus propios años de soledad inmaculados en un cristal como el paso perfecto para verse fallar ante sí misma y todo lo que alguna vez había proclamado.

¿Lujuria? ¿Placer? ¿Deseo?

Cualquiera que se haya visto privado de ello podría romperse en tan sólo segundos ante un escenario tan conmovedor como el de un hombre usando su propia daga para romper tus prendas; con la necesidad corriendo por la punta de su eje y su cuerpo temblando por el calor de su centro.

Se maldecía a sí misma por rememorar aquella imagen viva y nítida en su mente. Había muchas cosas en las que pensar. Muchas cosas más importantes, como La Orden, Granger y la manera absoluta de acabar con todo el desorden y caos del nuevo reino para finalmente volver a su puesto de General en Sussex, muy lejos del Castillo de Guildford.

Porque era lo que debía hacer, ¿no?

Era el trato que ambos habían consumado...

Mientras se dejaba caer sobre sus tobillos en el suelo de su oficina; pudo realmente decir que se sentía devastada, porque no había manera en que su mente y cuerpo dejaran de bordear aquel magnetismo imposible de ignorar incluso días después de su encuentro bajo la lluvia.

Había vuelto a pasar las horas encerrada bajo sus cuatro paredes.

Las noches se hacían eternas cuando el cansancio no la dejaba en paz. Trataba de esforzarse en hacer que su mente conectara las ideas, indicios y meros pensamientos respecto a la captura; pero nada parecía funcionar.

Entonces, cuando decidía que la luna le había acompañado lo suficiente durante su estadía en el cielo y sus pies la llevaban al aposento oscuro donde yacía las sedosas sábanas de su cama— sus sueños se preocupaban de hacer realidad los deseos que su mente escondía como un secreto.

Y siempre estaba él.

Siempre estaba Draco, poniéndose de rodillas frente a ella mientras sus manos se deslizaban suavemente por su cuerpo.

Allí no se abstenía. Solo se acallaba, apretando sus ojos y labios mientras las emociones casi tan febriles como las que algún día sintió se esmeraban en hacer que cada uno de sus poros explotara en el más delicioso de los placeres que alguna vez había tenido la afanía de experimentar.

Podía tocarlo. Besarlo. Acariciarlo.

Podía odiarlo e incluso amarlo.

Porque todos eran sueños.

Siempre sueños.

Y cuando el amanecer tocaba los cristales de su habitación y el mundo volvía a tener color y sentido— todo en su interior se desmoronaba.

Ya se había dejado tentar fuera de sus sueños, y ciertamente, el caer en las redes del nuevo Señor oscuro era algo que podría haber evitado.

¿Pero cómo podía evitar los pensamientos que ahora la acorralaban? ¿Esos donde el título de reina de la oscuridad y la palabra mía se incrustaban en lo más profundo de su alma?

Ella estaba en Guildford por una razón, y nada podía interponerse en su plan de cortar la vida de aquellos traicioneros que no dejaban a la pureza de sangre reinar en paz. Tener a un hombre en su cabeza rondando con sus estúpidas ofrendas no hacía más que atolondrarla.

Al menos eso era lo que pensaba mientras caminaba hacia el jardín de lirios en el frontis del castillo, casi tres horas antes de que el amanecer se atreviera a abrir paso entre las montañas rocosas que los rodeaban.

Había algo en el frío y la oscuridad de una noche a punto de ser iluminada que la atraía enormemente. La forma en que todo el negro que cubría el cielo cambiaba de forma y consistencia cuando los rayos de sol comenzaban a proyectarse incluso a través de las estrellas.

Parecía mágico entonces... ver a los dos eternos enamorados tener la oportunidad de verse el uno al otro. Y aunque a veces aquella conexión finita duraba tan solo segundos, siempre podía sentir como el frío de la luna se volvía una cálida brisa cuando el sol estaba allí.

Eso, hasta que las nubes los envolvían y ambos desaparecían.

Eleanor pensó que quizá la luna estaba tan confundía como ella, y desde que comenzó a notar que ambas tenían aquella similitud, su visita aumento día tras día.

Cada madrugada— justo cuando el reloj marcaba las cinco —Eleanor se desprendía de sus sábanas, deslizando sus jeans oscuros por sus piernas y acercándose a su armario para tomar la gruesa capa color negro que besa el suelo cuando la deja caer sobre sus hombros, asegurándose de que la capucha cubra lo suficiente su rostro para pasar desapercibida si algún hombre se encuentra allí afuera.

Acostumbraba a tomar también su daga, ajustando la correa como era debido en su muslo antes de ponerse sus botas y salir a la intemperie.

No era difícil escabullirse... la mitad de los Mortífagos que ocupaban hacer sus rondas de seguridad nocturnas pasaban las últimas horas de la noche bebiendo y riendo como si acaso nada más importara.

Le molestaba, claro... pero no podía quejarse ahora mismo de ello, mucho menos cuando le facilitaba el trabajo a salir del castillo.

Seis días después Eleanor yacía sentada nuevamente en el pequeño jardín, con su cabeza rebosando en un pilar de cemento mientras sus ojos se posaban en la forma lenta y atrayente en que el sol comenzaba a salir.

Los rayos cálidos abrazaron su rostro cuando las nubes permitieron el paso de estos, evocando así que la luna emergiera también, elevándose a la misma altura que el sol mientras ambos se conectaban.

Pero pronto, la luna se oscureció y las nubes se apresuraron a lanzarse en contra del ente cálido, haciendo que el cielo se tornara de un gris oscuro al tiempo en que la luna poco a poco comenzaba a desaparecer.

Eleanor suspiró.

¿Podían ser sus pensamientos nubes cargadas de ira que la hacían siempre alejarse de todo? ¿Era posible que su mente estuviera convirtiéndose en su peor enemiga?

Años de una lucha interna consigo misma siempre la habían llevado a levantar sus muros; encerrarse entre sus propias capas para alejarse lo más posible del mundo exterior y todo lo que la rodeaba. Era sencillo poner un armazón en su frente que recibiera todos los puñales mientras ella permanecía con la cabeza en alto como si ninguno de estos la atravesara.

Lo llamaba fuerza. Esa habilidad nata de que nada ni nadie podía contra ella y que era invencible ante cualquier espada, hechizo y maldición que se le cruzara.

Jamás sintió el regocijo del miedo ni la dicha del terror crujir en su sangre porque siempre se dijo a sí misma que no temía. Su cerebro estaba proyectado a evadir cualquier rastro de ello y no había espacio en su mente para inseguridades o debilidades.

Y tan pronto como lo pensó fue que una extraña respuesta se formó en su cabeza.

Eleanor se puso de pie, oyendo el ruido del pastizal húmedo bajos sus botas mientras sus ojos declinaban en la forma en que el cielo comenzaba a esclarecer— al igual que su mente.

Nunca se permitió temer...

Así como nunca se ha permitido amar.

¿Pero cómo podía saber que lo que se reprimía en su interior era amor cuando jamás había sentido algo como aquello?

Un dolor palpitante martilleó su sien y Eleanor apretó los ojos, siseando en voz baja mientras cerraba sus manos en puños ante el ardor.

Estaba perdida...

Desde que él marcó su piel supo que lo estaba.

Trataba de ser la misma de antes. Intentaba volver a actuar como si nada de los últimos meses hubiera ocurrido pero era algo completamente imposible.

Ella jamás volvería a ser la misma, después de todo.

Durante otro amanecer— semanas después de haber visto a Draco por última vez —una nueva pregunta retorció su mente.

¿Estaba dispuesta a entregarse a un hombre que estaba demostrando darle el mundo? ¿Un hombre al que conocía hace años pero que hace tan solo meses se volvía un verdadero cercano para ella?

No estaba segura... de nada, en absoluto.

Se preguntó si era posible tener sentimientos más allá de la lujuria tan repentinamente; he incluso cuando se trataba de la persona a la que juraba odiar.

Aunque ya no la odiaba, ¿verdad?

Eleanor frunció el ceño, comenzando a caminar por el jardín cuando la luna desapareció y el sol se vio escondido tras las densas nubes.

¿Pero cuánto importaba ya si sus cuerpos habían encajado tan maravillosamente bien— que incluso cuando el extasis y la lujuria habían dejado de nublar su pensamiento —ella habría deseado tener más?

Sus pies frenaron y su rostro se alzó.

Porque allí estaba el problema...

Él le estaba obsequiando un poder que, hace tan solo meses, la habría impulsado a matar por obtener. Y ahora, el trono y puesto de reina era lo que menos le importaba.

La sangre sube por sus mejillas aún cuando el clima gélido de la mañana impregna su rostro. El rubor llena su pecho y rostro, su garganta arde ante la anticipación de su pensamiento.

Había algo tirando fuertemente de este. Algo que no le permitía admitir el hecho si quiera en su cabeza, pero debía hacerlo.

Necesitaba aceptar el hecho de que su enemigo— su mayor fuente de odio y ser culpable de toda la ira que la sucumbió durante meses —ahora la atraía de una manera fatal y mortífera que habría sido indebida para su yo de hace no mucho tiempo.

Eleanor no quería el trono.

Eleanor no quería poder.

Eleanor ya no tenía sed de venganza.

Eleanor Berkshka solo quería tener al Lord Draco Malfoy en sus manos, y también quería tenerse a sí misma en las de él.

Era pecaminoso. Prohibido. Violento.

Pero era lo que quería, y ya no podía seguir negándose a sentir todo lo que su cuerpo descargaba cada vez que estaba junto a él. Reprimirse ya no era una opción y escapar aún estaba como un atajo en su mente pero en realidad, era a Draco a quién quería.

Y tendría que decírselo por más que le costara derribar sus muros.

Eleanor avanzó por el jardín, tirando de su capa para aferrarla a su cuerpo mientras caminaba rápidamente por el pastizal hasta llegar al costado del castillo. Los Mortífagos que yacían en guardia probablemente estarían en la puerta principal, por lo que su única alternativa era llegar a la parte trasera de Guildford, justo en el ala donde se encontraba la oficina de Draco.

Era temprano, por supuesto, pero no importaba cuando su pecho latía con fuerza bajo el hormigueo de su piel. No sabía si decir exactamente que estaba nerviosa, porque no era algo común en ella. Pero por una vez quiso darle la mano al sentimiento y dejarse consumir por este.

Eleanor inspiró, tratando de que el sonido de sus botas sobre el cemento fuera silencioso mientras se dirigía al siguiente campo. Aquel de muros verdes y empalmados de hojas que funcionaban como un laberinto hacia el jardín de pavos reales que estaba en su centro.

Su respiración se tornó pesada conforme más rápido avanzaba y la sequedad en su garganta formó un nudo en su base.

¿Qué le diría cuando estuviera junto a él? ¿Cómo le explicaría lo que sentía sin trabarse en sus propias palabras?

Sus labios temblaron ante el pensamiento y su cuerpo se congeló por un momento, casi instándola a parar aquella locura que estaba a punto de cometer.

No lo amaba... quizá no aún. Pero había algo palpable entre ambos y era tan asfixiante que si seguía tratando de soportarlo, probablemente estallaría y arremetería contra él de una manera poco delicada.

Tal vez no era necesario explicárselo entonces; porque él también lo sentía. Lo sentía tan fuerte como ella y estaba consciente de cómo todo paralizaba cuando estaban juntos.

Eleanor suspiró, cerrando los ojos por un segundo para darse un pequeño empujón a sí misma antes de seguir andando.

Y cuando creyó que estaba completamente lista para enfrentarlo, sus ojos se encontraron con la escena.

Porque Draco estaba allí... de pie a unos cuantos metros de ella— con su capa de terciopelo negro y sus botas de cuero gastado —plantando frente a un hermoso corcel color caramelo en el que la figura de una mujer encapuchada le daba la espalda.

Sus manos conectándose en un toque leve y delicado.

Los labios de Eleanor se separaron. Su cuerpo se quedó petrificado mientras su espalda se apoyaba en las hojas verdes, tratando de pasar desapercibida en aquella mañana fría de invierno.

No estaba segura de que fue lo que la hizo decidir... pero en cuanto dio media vuelta para volver a escabullirse en el jardín; se dijo a sí misma que reprimir sus sentimientos tal vez era la única manera de protegerse del dolor.

⠀⠀
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( 🗡 )

ik que este cap pudo ser tedioso pero quería aclarar cómo se siente Eleanor. también es probable que se hayan perdido en el tiempo pero es lo de menos, solo deben saber que todos los pensamientos transcurrieron durante días diferentes y fueron narrados de corrido pero no necesitan ubicarse en una fecha o tiempo en específico— son solo pensamientos.

no sé cuando actualice de nuevo la verdad pero trataré que sea lo más pronto posible <3

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