BROKEN SOULS, 𝙙𝙧𝙖𝙘𝙤 𝙢𝙖𝙡𝙛𝙤𝙮

O2O: for love ❞

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draco
MALFOY

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—Dime, ¿sabes quién soy?

La mirada del hombre frente a él se torna desesperada. Sus labios se aprietan contra el trapo sucio que rodea su rostro amordazando su boca— y aunque no puede hablar —logra oír pequeños jadeos a través de la tela al tiempo que niega con su cabeza.

Le gusta aquello... lo visible que se vuelve el miedo cuando tus sentidos están aplacados. Los ojos dictan mucho más que las palabras y a través de ellos puedes ver más de lo que podrías saber tan solo vacilando entre palabras.

Aunque también le gustaba hablar, por supuesto. Hacía ya muchos años, cuando eran tan solo un pequeño niño corriendo por los pasillos de una gran mansión, su madre dijo que tenía cierta afinidad con las palabras. Pocos tenían la capacidad de hacer magia con ellas y tener la precisión para saber qué decir o cómo hacerlo, era algo en lo que Draco trabajó por años.

No le gustaba infundir discursos sin realmente dejar una marca en sus oyentes.

Por eso mismo le encantaba tener aquellas pequeñas conversaciones con sus víctimas. Ver coló se horrorizaban cuando les decía de forma poética las mil maneras en que se desharía de sus cuerpo o cómo les cortaría el pequeño hilo de vida que les estaba quedando.

Era embriagador...

—Dime —continuó, mirando el filo brillante de su cuchilla—, ¿ninguno de tus compañeros ha mencionado mi nombre?

El hombre volvió a negar, removiéndose sobre la hierba seca que cubría el suelo del bosque.

A veces las labores de búsqueda y matanza de sangres sucias se volvía completamente tediosas cuando eran conscientes a lo que estaban destinados. No quería decir que esperara algo más, pero ver que todos estos magos habían aceptado su final sin apenas dar un pie de lucha lo hacía desear que al menos dieran guerra por su vida.

No entendía por qué.

O en realidad, no quería admitir la razón...

Estaba comenzando a acostumbrarse demasiado a que la mujer a la que trataba de dominar se opusiera constantemente a sus órdenes y disposiciones; siendo fuerte y llena de valentía a la hora de defenderse a sí misma y a sus ideales.

Pocas personas tenían el vigor para ello. Según él, no hay virtud mayor que la de serse leal a sí mismo. A tu vida. A tu fe. A todo lo que por años has creído y te recompone como persona.

Eleanor era así. Una mujer digna que no se dejaba pisotear por nada ni nadie y que jamás permitía que doblegaran sus principios.

Aunque eventualmente, ella también se había roto.

Se rompió en el mismo momento en que se arrodilló ante él aquella noche oscura y fría tras las paredes protectoras de su oficina, con su melena despeinada encuadrando su rostro y su piel brillando bajo el sudor de su cuerpo.

No esperó que eso sucediera y en efecto aún parecía haber sido un sueño, pero lo único que su mente podía decirle— fuera real o no —era que ella, como todos los que caían bajo su mano, había renunciado a todo por él.

Por él y solo por él.

En cualquier caso, Eleanor se habría mostrado altanera y sagaz, esquivando todas sus palabras como si una barrera invisible pudiera protegerla de sus dardos cargados de ira.

Pero esa noche simplemente pareció olvidar elevar las paredes que impedirían los impactos y movió sus caderas para él como si fuera lo único en lo que podía creer ahora.