No te despiertes.

Por DekaOntiveros

3.1K 210 40

«El sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las fun... Más

Capitulo uno.
Capitulo dos.
Capitulo tres.
Capitulo cuatro.
Capitulo cinco.
Capitulo seis.
Capitulo siete.
Capitulo ocho.
Capitulo nueve.
Capitulo diez.
capitulo once.
Capitulo doce.
capitulo trece.
capitulo catorce.
Capitulo quince.
Capitulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capitulo dieciocho
capitulo diecinueve.
Capítulo 21
Capítulo 22
Capitulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34.
Capitulo 35.
Capítulo 36
Capítulo 37
Capitulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40.

Capitulo veinte.

70 5 2
Por DekaOntiveros

Capítulo 20

—¿Qué fue ese ruido? —mi mamá asomó su rostro por la puerta de la cocina. —¿Jena? —estaba asustada. Corrió hacia mí. —¿Estás bien? ¿Qué pasó? —sus ojos se movieron a Scott con sospecha.

—No me siento bien —mi corazón estaba asustado y las puntas de mis dedos frías.

—¿Qué ocurrió? —demandó ella.

Scott permanecía en silencio, observando la escena.

—Me mareé —apresuré a contestar, no era necesario alarmar a mi mamá también.

—¿Estás segura? —me frotó los brazos con sus manos.

—Sí, quizás algo que comí.

—Tal vez..., la falta de sueño —agregó con tono cauteloso Scott.

Ojalá pudiera fulminarlo con la mirada, pero eso solo alertaría más a mi madre.

—¿Quieres que vayamos al médico? —me ofreció ella.

—No creo que sea necesario, ya me siento bien —me agaché para comenzar a recoger del piso los pedazos rotos.

—Iré por una escoba —anunció mi madre mientras desaparecía en la cocina otra vez.

Mi mirada se dirigió a Scott, quién ya había comenzado a tomar partes de la porcelana del suelo.

—¿Usted...? —dejé la pregunta a medias, tenía la garganta seca.

—Este no es el sitio Jena —me cortó sin mirarme, pero su rostro aún era imperturbable.

Terminamos de limpiar en silencio.

Subí a mi habitación, tomé el celular entre mis manos temblorosas y marqué el número de Steven.

—Jena —su voz aterciopelada me saludó.

—Necesito que vengas a mi casa ahora —estaba frenética.

—¿Qué ocurre? —su voz adquirió ese tono oscuro.

—Hay un hombre en mi casa que sabe lo que soy —estaba a punto de gritar.

—Voy enseguida —colgó.

Me alegré de que no hiciera más preguntas, no podía contárselo por teléfono, lo necesitaba aquí.

Tiré el celular a la cama y miré por la ventana de mi cuarto esperando por él, el tiempo parecía hacerse más lento aunque solo hubieran pasado unos segundos. Me abracé a mí misma, de pronto sentía frío aunque la temperatura fuera templada, el otoño nos saludaba con sus cielos nublados pero sin lluvia.

Finalmente escuché el motor de una camioneta que aparcaba frente a mi casa. Bajé apresuradamente las escaleras.

—¿A dónde vas? —me preguntó mi madre desde la sala, donde estaba sentada con Scott.

—Es que... —miré la puerta. —Steven llegó —dije como si fuera lo más normal del mundo.

No pasé por alto el velo que cubrió los ojos de Scott, su anterior aparente tranquilidad y carisma parecían haberse empañado.

—No me dijiste que vendría hoy —frunció un poco el ceño.

Ella había querido conocerlo –en realidad, hablar con él- desde hace mucho, pero yo siempre alegaba que estaba tan ocupado que no podía venir.

—Bueno, ya vez —me hundí de hombros y me dirigí a la puerta con paso más tranquilo y la abrí.

Steven se encontraba a medio camino de la entrada.

—¿Cómo estás? —sus ojos abrazadores me cubrieron como un manto cálido.

Reprimí las ganas de lanzarme hacía sus brazos.

—Bien, bien —aún estaba con los nervios de punta, pero su presencia me calmaba, él sabría qué hacer.

Vino hacia mí y me tomó de la mano, le dio un ligero apretón.

—Pasa —juntos atravesamos la puerta, pero antes de toparnos con mi madre yo solté su agarre.

Él pareció entenderlo porque no me dirigió ninguna mirada curiosa o represora.

—Mamá —la llamé, ella se puso de pie.

—Vaya, el famoso Steven —se acercó a nosotros.

—¿Famoso? —me miró divertido, de alguna manera toda la tensión se había esfumado o él la había guardado secretamente.

—Le he hablado un poco de ti —concedí sintiendo mis mejillas arder.

—¿Un poco? —dijo sarcástica mi madre. —Catalina Winters —extendió su mano hacía Steven.

—Steven Graves, un placer —él se inclinó hacia delante y le dedicó una de esas luminosas sonrisas. —Debo decir que lleva el nombre de una gran mujer.

—Al menos les enseñan algo de historia en esa escuela —ella seguía analizándolo de pies a cabeza, no sabía si él se había dado cuenta y yo rogaba porque no fuera así.

—Soy un aficionado de la historia —contestó simplemente.

—Pero déjame que te presente a mi amigo, Scott Compton —el aludido se acercó a nosotros, pero podía notar cómo hubiera preferido no hacerlo.

—Un amigo de Jena —dijo casualmente mamá.

—Mucho gusto señor Compton —Steven extendió su palma abierta con otra gran sonrisa.

—Igualmente —yo esperaba que todos se hubieran dado cuenta de la milésima de segundo que se tardó de más en responder el saludo, además de la frialdad repentina. Él estaba totalmente incómodo.

Oculté una sonrisa triunfante, quería que él sintiera lo mismo que yo.

—¿Te quedarías a cenar, Steven? —preguntó mi mamá.

—No quisiera molestar —comenzó a explicarse.

—Para nada —le dedicó una pequeña sonrisa. —¿Qué tal tú, Scott?

—Me temo que debo negarme Cat —esto tomó por sorpresa a mi madre que lo miró confundida. —Debo hacer unas llamadas algo importantes —diciendo esto fue hasta el sillón donde había dejado su abrigo.

—Será en otra ocasión entonces —se notaba algo decepcionada.

—Por supuesto —todos lo acompañamos a la puerta de entrada.

—Ven cuando gustes —mamá abrió la puerta.

—Claro, fue un honor volverlas a ver, Cat, Jena —nos miró de uno en uno. —Señor Graves —algo de acritud se coló por su voz.

—Fue un placer —respondió Steven, sabía que hacía esto solo para provocarlo.

Scott se despidió con un asentimiento de cabeza.

—¿Recuerdas cómo llegar al hotel? —preguntó mi madre.

—Claro, no te preocupes —nos dedicó un último movimiento de su mano antes de darnos la espalda y seguir andando.

—Qué extraño —murmuró mi madre. —Entremos, que hace frío.

—Vamos —le dije a Steven cuando nos encontrábamos dentro de la casa.

Los dos enfilábamos hacia la escalera cuando mi mamá nos llamó.

—¿A dónde? —parecía haber recuperado ese tonó autoritario.

—Solo vamos a mi cuarto —ambos nos habíamos quedado congelados en los primeros escalones.

—Muy bien, solo..., no olviden, yo puedo pasar por ahí en cualquier momento —una pequeña sonrisa malvada se instaló en sus labios.

Me tragué los reproches que estaban atorados en mi garganta y obedientemente asentí.

Ella sonrió nuevamente y se desplomó en el sofá.

Casi corrí escaleras arriba.

Abrí la puerta de mi cuarto y me senté en la cama, Steven permaneció de pie mirando a su alrededor, nuevamente esa sensación de que estaba exponiéndome frente a sus ojos me invadió.

—Entonces, ¿tú que crees? —le pregunté no con poca curiosidad, de verdad quería saber su opinión acerca de aquel sujeto.

—Es una linda habitación —respondió con una sonrisa y mirándome sobre su hombro.

—Steven —lo reprendí. —Esto es serio —hubiera gritado de no ser porque sabía que mi madre estaría más que atenta a cualquier sonido que saliera de esta habitación.

—Ya lo sé —se estiró con aburrimiento.

—Entonces te pido que te lo tomes así —no perdí detalle de las miradas curiosas que se dirigían a todas mis cosas.

—Te gusta leer —comentó mirando mi librero.

—Algo... —contesté recelosa.

—¿Crepúsculo? —preguntó con una curiosidad altanera.

—¡No es así! —brinque de mi cama directamente hacia donde estaba para darme cuenta que me había engañado.

Se rio cuando lo encaré con enfado.

—Qué tonto eres —lo golpeé en el brazo.

Pero sin previo aviso él me abrazó por la espalda. Sus brazos se deslizaban por mis hombros y su mentón descansaba en la punta de mi cabeza.

—Oye..., mi mamá podría vernos —traté de que mi voz no sonara tan nerviosa como yo me sentía.

—No lo hará —me tranquilizó.

Su voz era tan baja que me erizaba el cabello de la nuca. Mi corazón latía tan rápido contra su abrazo que no me cabía duda que él podía sentirlo contra su piel.

—¿Cuál es tu libro favorito? —me preguntó, aun con ese tono de intimidad entre los dos.

—Es una pregunta difícil —comencé a explicarme tragando saliva por mi garganta seca.

—¿Por qué?

—Tengo muchos favoritos, desde el romance —mi garganta tembló un poco en esta frase, —hasta el thriller psicológico —no podía alejar ese pensamiento de que mientras más hablara más lo aburriría.

—Dímelos —me pidió bajando su rostro hasta la altura de mi oreja.

«—¡¿Por qué me tortura de esta manera?!» —grité por dentro.

—Me gusta Orgullo y Prejuicio —comencé a hablar. —El Conde de Montecristo, Legend —trataba de recordar cada uno de los títulos, pero su respiración en mi oído turbaba mi mente. —Y más recientemente Eleanor and Park —no podía forzar a mi memoria a soltar más información.

De pronto sentí cómo uno de sus brazos bajaba por el mío y lo tomaba, alzándolo hacia el frente para señalar un punto en el librero.

—Ahí está —dijo simplemente.

—Sí —estaba temblando más que una gelatina y mi cara ardía, pero aquel gesto me transmitía una sensación tan agradable que pedía porque no se acabará.

Steven dejó escapar un suspiro mientras dejaba mi mano y se separa de mí.

—Es probable que Scott sea un saltador como tú —ahora su voz había abandonado cualquier rastro de coquetería e intimidad.

—¿Pero cómo me descubriría? —me giré para mirarlo a la cara.

—No es difícil, probablemente te vio del otro lado mientras realizabas alguna práctica, muchas personas ocupan ese mismo lugar. —Era cierto, en las recientes ocasiones en las que he estado ahí, he visto a muchas personas, pero no me he preocupado por ellas, solo he querido completar la tarea que me hubieran encomendado en ese momento.

Miré hacia otro lado sopesando la idea.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Simple; me odia —sonrió con ironía.

Alcé la ceja.

—Los guardianes y los saltadores no tenemos una buena relación —lo dijo como si fuera lo más normal del mundo.

—Porque se dedican a matar gente y robarles su dinero, entiendo —mis palabras eran tan amargas que podía sentir el sabor en mi boca.

—¿Recuerdas a los Necrófitos? —asentí. —La mayoría de ellos son saltadores, nosotros no congeniamos mucho —se rascó la nuca con incomodidad.

Guardé silencio, yo también lo había pensado así.

—La pregunta es, ¿qué hace él aquí? —le dije, aunque tenía una posible respuesta creciendo en mi mente.

—Tal vez, ahora que sabe lo que eres..., quiera algo de ti —su mirada fue cayendo hacia el suelo conforme terminaba su frase.

Nos hundimos en un silencio que duró poco porque fue roto por el grito de mi madre, quien anunciaba que la cena estaba lista.

Seguir leyendo

También te gustarán

47.3K 1.7K 37
en esta historia seras Mia 🔞
2.9M 169K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...
66K 6.2K 26
Eliza Jones y Stella Lambert son el prototipo de: "personas correctas en el momento equivocado", pues sus vidas habían coincidido en preparatoria, cu...
793K 48.4K 41
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...