El Recolector: Fuera de la vi...

By YunnuenGonzalez

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«Él fue mi Muerte, ahora será mi vida». Callie Elton perdió a sus padres en un accidente automovilístico a la... More

Acerca de "El Recolector: Fuera de la vida"
Compasión
TORRE DE LONDRES
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Anexo
Agradecimientos
La historia de Callie y George no termina aquí...

CAPÍTULO 23

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By YunnuenGonzalez

Los siguientes días fueron muy desalentadores y confusos. No pude estar con Colin a solas ni estar en la cafetería como en los días anteriores para aclarar lo que pasó entre los dos.

A pesar de que Eliot no tenía muchas asignaciones últimamente, me quedaba con él en el departamento. No quería que sospechara que algo pasó entre Colin y yo. No tenía claro cómo reaccionaría si se enterara. Lo más seguro era que, como mi Protector, me prohibiría verlo porque Colin era un humano que no debía saber de la existencia de los Recolectores. Una verdad que, tarde o temprano, terminaría confesándole.

Nuestros mundos estaban bien delimitados.

No se nos prohibía tener una relación con ellos, pero algunos aconsejan no hacerlo. Enamorarse de un humano aumentaba exponencialmente el riesgo a sentir compasión por la persona amada. Además, tarde o temprano, un sinfín de consecuencias puede surgir por nuestra inmortalidad y misión.

El amor exige honestidad y lealtad, y querré eso con Colin.

«Lo mejor será no arriesgarme y olvidarme de él», decidí una noche antes de volver a trabajar en la cafetería.

Eliot ya se había aburrido de estar encerrado y me pidió de favor que lo ayudara al día siguiente; dos empleados tomaron sus vacaciones.

❖ 

Desperté muy nerviosa por la situación que estaba a punto de vivir. Sin embargo, cuando bajé a la cafetería antes que Eliot, me encontré con la noticia de que Colin era uno de los empleados que tomó vacaciones.

Me alivió mucho, y pronto deduje que entre más tiempo pasara antes de volver a verlo, entonces, ese súbito enamoramiento se desvanecería sin más complicación.

La idea de no meterme en ese problema levantó más mi ánimo, y, sin esperarlo, bromeé con Eliot toda la mañana, como en los viejos tiempos. Eché de menos esa alegría entre nosotros, y por lo visto él también, pues jugueteaba conmigo o me hacía comentarios tontos que me hacían doblarme de risa.

En la tarde fui a la oficina para comer un sándwich y la bebida fría que había tomado del refrigerador. A Eliot no le gustaba que los empleados comieran frente a los clientes, eso era algo que tenían que hacer en la sala de descanso, pero, más allá de esa regla, quería privacidad. Quería relajarme y escuchar un poco de música.

Llamaron a la puerta cuando estaba muy relajada en el sofá que Eliot puso para reuniones más informales con proveedores; mi música favorita sonaba a un volumen normal.

—Adelante. —Apenas dije en lo que terminaba de dar un sorbo a mi bebida y bajaba el volumen de la música. Sin embargo, brinqué del sillón, literalmente, cuando vi a Colin entrando con timidez a la oficina. Tuvo cuidado de cerrar la puerta de tras de sí.

—Vine a recoger un paquete. Tenían que habérmelo traído hace unos días, cuando no estaba de vacaciones —se apuró a darme una explicación por su visita.

—Está bien —dije con falsa indiferencia. No estaba resultando tan fácil hacerlo.

Mientras seguía comiendo, escuché a Colin moverse por el lugar. Clavé la vista en el lugar vacío junto a mí para no mostrarle que me incomodaba.

—Audrey, ¿podrías ayudarme con esto? —me pidió con esfuerzo.

Tragué saliva porque no sabía cómo negarme, pero cuando dijo «Por favor», no pude resistirme más y me levanté para ir al anaquel en donde había prototipos de la nueva mercancía promocional de la cafetería.

—¿A quién se le ocurrió poner tu paquete aquí? —cuestioné cuando Colin me dio una caja para que la cargara, en lo que él se estiraba para tomar el paquete que estaba detrás.

—No... lo... sé —respondió con esfuerzo por recorrer el paquete hasta delante, luego suspiró cansado y me dijo—: Pero tengo que agradecerle porque me permitió hacer esto.

Sin esperarlo, sujetó mi rostro y me besó.

Entré casi en un estado de shock. No estaba preparada para eso, por lo que no supe cómo reaccionar al principio. Si nuestro primer beso fue agradable pero confuso, este era tan perfecto y lleno de fantásticas sensaciones que me hicieron olvidar mi ultimátum acerca de alejarme de él.

Después de un tiempo razonable, solté la caja inconscientemente para sujetarme de su cintura. Deseaba con fervor que ese beso durara todo el día; solo que la caja calló en nuestros pies, golpeándonos tan fuerte que logró separarnos.

Reímos nerviosos en lo que nos agachábamos para revisarla, en eso entró Eliot alarmado. Me erguí de inmediato y dejé a Colin terminar de recogerla y enseguida fui a Eliot para mentirle con que la caja resbaló de mis manos.

Eliot, aun de buen humor, me bromeó con que pagaría lo roto con mi parte de las ganancias. Seguí su broma, respondiéndole que no exagerara en cobrarme.

—Bien... ¡Cómo sea! Tenemos que irnos —me avisó un poco apurado.

—Pero la función empieza hasta dentro de...

—No. Ha surgido un gran problema —interrumpió con más impaciencia. Entonces, entendí a qué se refería.

A través de las décadas Eliot y yo hemos desarrollado un lenguaje sencillo para hablar de nuestro trabajo como Recolectores frente a los humanos. «Un gran problema» significa que un humano ha burlado su destino más de dos veces.

Aun cuando la muerte trataba de no cometer errores, en muy raras ocasiones los humanos lograban encontrar la ventana en su destino que los hacia invisibles a nosotros.

En todos mis años en esta vida jamás me tocó ver eso. El problema que representan esos humanos es que cada vez que escapan de la muerte se hacen más precavidos y perceptivos de nosotros. Pueden distinguirnos entre los humanos y ver en nuestras mentes las siguientes asignaciones que aun aguardan. Incluso algunos pueden comunicarse con las almas que vagan por este mundo.

Los humanos los llaman médiums... Profetas. Nosotros los llamamos «Ocultos».

Tartamudeé en lo que veía a Colin y Eliot intermitentemente, cada uno hacía gestos que me orillaban a que tomara una decisión. Eliot decía que me apurara, mientras que Colin que no huyera.

Pero el deber siempre estaba primero.

Solo solté un suspiro de rendición y salí detrás de Eliot. Era una dura huida, pero aún estaba decidida a no acercarme emocionalmente a Colin.

❖ 

—¿Cómo vamos a llevar esto acabó? —pregunté a Eliot en lo que esquivaba autos lo más rápido que podía. El Oculto iba a recolectarse en el sector financiero de Londres.

—Vamos a hacer un trabajo en equipo.

—¿Hay un plan?

—Sí. Uno que, si funciona, usaremos con ellos de hoy en adelante.

—¿Y en qué consiste?

—Jugaremos un poco al gato y al ratón.

Hice gestos de que no entendía, pero Eliot no lo notó porque estaba muy concentrado en el camino. Sin embargo, mi silencio le dijo que estaba esperando a que continuara.

—Ustedes van a ser la trampa.

—¿Nosotros? ¿Quiénes? —pregunté muy confundida.

—Los Protegidos... Los Ocultos no pueden percibirlos, así que nosotros lo cazaremos hasta llevarlo con ustedes...

—¿Nosotros lo vamos a matar? ¿No crees que es un castigo muy cruel?

—¡No, por supuesto que no! ¿Me dejas terminar? —me reprendió con una media sonrisa burlona.

—¡Okay!

—Lo empujaremos a la explanada de la catedral de Saint Paul. Él creerá que estará a salvo en suelo sagrado y con humanos alrededor. —Eliot calló para meter el auto a un estacionamiento, las llantas rechinaron un poco por la alta velocidad. Siguió mientras buscaba un lugar vacío—. Ustedes fungirán como una caja de contención hasta que llegue Bernard a recolectarlo.

—¿Por qué él? ¿No puedes ser tú?

—Sí, pero esta vez le daremos ese honor. Él era el Recolector asignado de ese humano... Limpiará su propio desastre.

—¿Cuántos Iniciados seremos?

—Cuatro.

—¿Por qué tan pocos?

—Porque son los que están próximos a «graduarse». Están más preparados a no sentir compasión.

—Bien —acepté dándome por satisfecha con su explicación.

—Prepárate. Esto puede ser tan ajetreado como una asignación rápida. Yo esperaré aquí —se detuvo en la esquina que daba a la inmortal Torre de Londres. Miró hacia allá como si ese lugar estuviera embrujado.

Creo que para Eliot era más un constante recuerdo de su pasado, que un monumento eterno del nacimiento de Inglaterra. O tal vez esperaba ver el fantasma de su hermana Anne rondando por ahí, como dice la leyenda urbana.

—¿Alguna vez la has visto?

—¿A Anne? —Su pregunta confirmó mi última conjetura. Asentí—. No, no creo esos cuentos. He venido a este lugar más veces de las que he querido y nunca la he visto.

»Por mucho tiempo supliqué a..., bueno, a Dios para que le haya dado un camino de paz. Sin opciones tentadoras ni nada de eso. Solo la felicidad que merecía.

Eliot soltó un profundo suspiro que lo hizo concentrarse de nuevo en lo que habíamos venido a hacer. Lo consolé rápido con una caricia en la espalda.

—¡Bien! Ve a la explanada de la catedral y ahí veras a los otros Protegidos —me ordenó.

—¿Cómo voy a distinguir al Oculto?

Eliot sonrió con gusto, lleno de mordacidad.

—No tendrás dificultad. Va a ser el único humano que estará huyendo de la muerte.

—¿Es una broma?

—No.

Me le quedé mirando con cara de que no me gustaba hacerlo así. Él me leyó sin problema.

—Tampoco me gusta, pero no hay otra forma de hacerlo. Por lo menos sin hacerlo sufrir.

—¡Está bien!

Eliot me deseó suerte con un rápido abrazo y me encaminó con un empujoncito en dirección a la catedral.

No hice contacto con ningún Iniciado cuando llegué, a pesar de que nos reconocimos de inmediato.


Esperamos entre los turistas que iban de visita a la antigua catedral. No había nadie que pareciera estar huyendo de alguien. Mientras tanto, contemplé largamente el monumento a la reina Victoria. Su mortalidad me hizo pensar en Colin y en ese montón de preguntas. No en relación con que me besó por segunda vez, sino a qué opinaría si se enterara de quién soy realmente y qué es lo que hago dentro de suelo sagrado.

Los humanos siempre han visto a la muerte como un ser que juega fuera de las leyes de su dios. Pero ¿cómo podríamos hacerlos entender que nunca hemos visto a ese dios, y que sus reglamentos no tienen jurisdicción con nosotros?

Me fue fácil entender que no podía estar con Colin, aunque lo deseara. Sencillamente no quería dar explicaciones de mi existencia y de qué es bueno y qué es malo.

Mi prohibición era muy débil y tenía que reforzarla de alguna manera. El problema era que esos dos besos me hicieron sentir querida. ¡Viva! Y no me he sentido así desde la última vez que besé a Eliot.

—¡Oh, no! ¡Te estás enamorando de Colin! —exclamé en un susurro mi revelación.

—¡Ten más cuidado! —gritaron.

—¡Fíjate por donde caminas!

—¡Disculpa!... ¡Perdón! —escuché a un hombre a finales de sus treintas excusarse a medida que caminaba rápido y chocaba con la gente.

Miré a una Iniciada, y me confirmó con un cabeceo que ese era el objetivo. Busqué a los demás y avanzamos apresurados hasta que el Oculto quedó acorralado entre nosotros.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó mirándonos a todos por momentos.

Solo lo miramos con toda la tranquilidad del mundo. Era necesario que él por fin reconociera y aceptara su destino.

—¡No, aun no! ¡Por favor, no! ¡Les daré información! ¡Ellos están aquí! ¡Puedo mostrárselos! —exclamó el hombre cuando vio a los Recolectores que se acercaban por detrás nuestro, un poco desesperados.

Lo que siempre nos han enseñado nuestros Protectores es a no creer a este tipo de humanos en el momento en que son acorralados, ya que mienten con descaro para conseguir nuestra compasión.

—¡Ellos nos van a destruir! ¡Por favor, úsenme! —suplicó.

Un Recolector se abrió paso entre nosotros. Su rostro se me hizo tan conocido, y fue una verdadera sorpresa recordar dónde lo había visto antes. Él era el Recolector que estaba con Rory en la primera asignación rápida a la que acompañé a Eliot.

Miré a todos lados hasta que me topé con ella, que ya me estaba marcando con los labios: «Bien hecho».

Por supuesto me molestó el gesto amigable de la mujer que más he odiado en el mundo. Solo me abrí paso entre los Recolectores que eran testigos del discurso del amigo de Rory al Oculto. Se veían como cuervos de la muerte.

—¿Todo bien? —me preguntó Eliot cuando alcanzó mi paso hacia el estacionamiento.

No le respondí.

—¿Aun te molestan las recolecciones? —me preguntó sujetándome el brazo para detenerme—. A estas alturas ya no deberías...

—No me molestan —respondí muy seria.

—¿Entonces?

—Es Rory.

Eliot soltó una risita con un mensaje escondido que no entendí en absoluto.

—Creí que ya no te importaba —comentó.

—Siempre lo hará.

Eliot siguió sonriendo gustoso por algo mientras que pasaba su brazo por detrás de mí cuello. Me encaminó al auto.

—¡Vamos! Nena celosa. Te invito una cerveza. Ambos hicimos un buen trabajo esta tarde.

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Photo by Katie Salerno on Pexels.

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