CAPÍTULO 13

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El tiempo corre de diferente manera cuando se es inmortal. Lo que para un mortal es un día, para nosotros son horas; las semanas, días; los meses, semanas; y así.

Y lo que me pareció la duración de un respiro, en realidad, han pasado treinta y cinco años desde mi Iniciación. Ya dominaba todas mis habilidades desarrolladas, excepto dos: la que Eliot deseaba que hubiere heredado de él y la que me permite extinguir la vida en el mortal para liberar el alma; esta última es la que me convertiría en un Recolector completo.

Durante mi preparación he descubierto que el negocio de la muerte no es sencillo. Hay una planeación estricta para cada tipo de situaciones. La culminación de cada destino debe embonar perfectamente con la visión del Recolector. De ahí que un Iniciado tiene que entrenar cincuenta años para estar listo en su primera asignación y hacer todo rápido y natural.

Por un tiempo me sorprendió la facilidad con la que acepté la identidad de Eliot y lo que me ofreció tras mi muerte en mi primer año. Sé que cualquier ser humano racional vería todo esto como algo terrible, una maldición... Mi propio infierno, por así decirlo. Pero he tenido bastante tiempo para analizar esta vida, y lo cierto es que por fin comprendí el significado de ser Marcada. Muy aparte de que quedé inscrita para una nueva identidad a una corta edad, la compasión de Eliot quedó grabada en lo más profundo de mí ser. ¿Con que finalidad? La respuesta es sencilla: Para no pensar en el concepto de la muerte como algo malo, algo diabólico, sino como una etapa que ayuda al ser humano a transcender para que puedan escoger su camino a ser alguien mejor... o peor.

Tal vez ese es el único libre albedrio que tienen y deben aprovecharlo bien.

Todo sería más sencillo si los humanos no nos temieran y se dieran cuenta que no es nuestra intención arrancarlos de la vida, de que no somos seres egoístas que disfrutan cada lágrima derramada. Solo estamos cumpliendo nuestra misión en este mundo: Ayudarlos a seguir adelante.

Somos quienes damos un empujón más al ciclo de la vida.

Es difícil de entender mi punto de vista, sobre todo cuando he conocido Recolectores que se creen dioses verdaderos, pero puedo asegurar que debajo de esa incoherente máscara hay personas que se desviven para que esta indeseada maquinaria siga funcionando a la perfección.


Mi relación con Oliver se enfrió tanto con el paso de los años que solo quedó nuestra amistad.

Oliver y Théo estaban por recibir la visión de su primera asignación y no querían que nada los distrajera. Ni siquiera la vida tan mundana que Laia y yo llevábamos aún. A pesar de que mis amigos todavía vivían en Barcelona, ya han pasado unos cuantos años desde la última vez que hablé con ellos.

Théo aún no sabía que yo ya vi su asignación. Tanto Eliot como yo quisimos decirle, pero Catarina nos lo prohibió. No quiso predisponer a su Protegido.

A veces, no lo quería admitir, pero extrañaba a Oliver. ¿Podría ser que sentía algo por él, muy en el fondo? Espero que no, porque era la primera vez en tanto tiempo que mi corazón está libre de sufrimiento sentimental. No solo ha terminado mi interés romántico con Oliver, sino también con Eliot.

El amor que sentía por él se desvaneció dentro del tiempo. Aún sigue siendo todo lo que me queda, esa percepción como tal jamás cambiará, porque que Eliot es el único eslabón que me une con el pasado. Esto no quiere decir que no aceptó mi nueva vida. Todo lo contrario, pero no puedo olvidar que mi vida como humana me ha convertido en la persona que soy ahora. Y Eliot ha tenido que ver mucho con eso.

No podía negar que a veces me maravillaba la evolución de mis sentimientos por él. Han pasado de la indiferencia a la admiración, del amor verdadero al platónico... y ahora al fraternal. No como la relación que puede existir entre dos hermanos, sino como la de dos soldados que harían lo que fuera por su amigo en el campo de batalla. No por obligación, sino por una profunda y sincera amistad.

El Recolector: Fuera de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora