CAPÍTULO 9

10 3 0
                                    

El día de mi funeral llegó. Eliot me despertó temprano para prepararme.

Estaba tan nerviosa porque era el día en que se cerraría mi ciclo como Callie Elton y la identidad de Audrey Bennet será usada por mí para siempre.

Eliot preparó una backpack para que pudiera traer mis recuerdos ahí.

No crucé ni una palabra con él en todo el camino al departamento que compartí con Casey.

Llegamos en el momento justo en que mi amiga se marchaba para el funeral. Verla fue el primer golpe de recuerdos nostálgicos que tuve ese día.

—¡Vamos, tenemos que ser rápidos! —me dijo Eliot apurado, como si fuéramos dos ladrones que estaban a punto de dar su más grande golpe a un banco.

Abrí la puerta del departamento con las llaves que Eliot tomó como mi primer recuerdo. La sensación que tuve al ver lo que fue mi hogar, fue de haber encontrado algo que había perdido por mucho tiempo.

Eliot me apresuró con la mirada cuando volteé a verlo para buscar su consuelo. Corrí al que fue mi cuarto para buscar en lo más profundo del cajón de mi buró: una caja de madera que tenía todas las cosas que guardé de mis padres.

Iba a tomarla cuando Eliot me gritó contenido que no lo hiciera, rápido sacó un guante de la backpack y me lo arrojó.

—No hay tiempo para recordar —me advirtió abriendo la backpack para que echara la caja, pero la dejé sobre la cama por ahora.

Después busqué en mi alhajero el collar que mi tía Sophie me regaló tras la muerte de mis padres. Iba a ponérmelo cuando Eliot me carraspeó para recordarme que no lo hiciera. Eso de tener cuidado con los objetos era muy difícil de recordar.

Nos contuvimos en reír. Después Eliot me hizo gestos de que siguiera en mi recolección.

En realidad, solo quería eso. Pero cuando vi el osito de peluche que fue mi fiel compañero desde niña, supe que no podía dejarlo atrás. Le iba a dar un mejor hogar.

Por último, tomé la caja. Entre las fotografías que tenía ahí escogí una de cada ser que fue parte de mi vida.

—Eso es todo —avisé a Eliot cuando corrí el cierre de la backpack.

—Bien, vámonos o llegaremos tarde —me comunicó mientras se echaba la backpack al hombro.

Di un último vistazo al departamento, disfrutando por última vez los recuerdos que se presentaron en una oleada, y salí tragándome el deseo de quedarme ahí.

Fuimos directo al entierro. A pesar de que estaba un poco nublado, Eliot me dio unas gafas oscuras y acomodó mi cabello para que ocultara parte de mi rostro de los demás. Ya era bastante raro estar presente en mi propio funeral, y todo se agravó cuando se me hizo un hoyo en el pecho al ver a mi tía frente al féretro de madera oscura, llorando desconsolada mientras escuchaba el poema que Casey recitaba en mi honor. Tuve la intención de gritarle que estaba viva, pero Eliot me abrazó tan fuerte que sus suaves latidos me silenciaron.

—Es mejor que nos marchemos —me susurró.

—¡No! —grité, pero mi negación se escuchó como un murmullo—. Prometo contenerme —dije cuando logré separarme un poco de él.

Contemplé el rostro enrojecido de mi tía todo el tiempo. Solo hasta ese momento noté que tenía un gran parecido con mi madre.

«Vas a ser una madre maravillosa», le dije en silencio. Eliot me prohibió hablar con ella, pero eso no significaba que no pudiera hacerlo en mi interior.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now