CAPÍTULO 30

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Escuchar el quejido de las piedras cuando eran aplastadas unas contra otras debajo de mis pies, siendo acompañadas con el siseo constante del mar golpeando en la costa, era algo que rompía por completo con el bullicio de la ciudad y la agitación en la vida de los Recolectores que dejamos unos días atrás.

Nueve Recolectores abandonaron esos dos mundos por solo un mes.

Solía bromear que la muerte se tomaba sus vacaciones, y resultó que sí sucedía, solo que este sorprendente suceso pasaba una vez cada década. Eliot jamás se tomó dichas vacaciones durante mi etapa como Iniciada, pero ahora que era uno de ellos, decidió tomarlas junto con nuestros amigos.

Estábamos en Islandia, en la casa de descanso de Nicholau, donde iban a aislarme si la guerra llegaba a Barcelona.

Era el lugar más pacífico en el que he estado. No puedo contar a Limeuil porque la vida ahí fue solo un sueño.

Con el viento abrazándome a placer, volteé hacia la antigua casa recién renovada. Oliver y Catalina estaban apilando maderos para hacer una fogata que sería prendida al atardecer. El viento frío que llegaba del norte opacó durante todo el día los cálidos rayos que lograban colarse entre las nubes. El calor de la fogata iba a ser bienvenido durante nuestra admiración de la vista.

Nicholau salió trayendo consigo una cafetera de estufa, tras de él salió Adele, su Iniciada, quien traía una charola con todo lo necesario para el café.

Adele era española, tres años mayor que yo, y fue marcada y renacida por Nicholau meses después de que Eliot y yo nos mudamos a Londres.

La compasión de Nick despertó tras tener la visión de la recolección de Adele. Al parecer, ella era una réplica moderna del primer y único amor de Nick.

Sabíamos que él era el Recolector más viejo en nuestro grupo, y fue una sorpresa saber que él renació durante las Cruzadas. Más de 900 años han pasado por Nick, haciéndolo frío, ecuánime e indiferente con los humanos, y ahora estaba en una situación que despertaba su pasado.

La historia es una cadena enérgica y cruel. Se ha enamorado tanto de él que arruinará cualquier dejo de felicidad que se le ponga en frente.

Noté en Nick la aflicción que estaba escondida tras esa tímida sonrisa que estaba regalando a Adele.

—Está a punto de cometer el mismo error de Eliot —concluí en un suave murmullo.

Miré de nuevo al canal, mientras que decidía que iba entrometerme. Hablaría con Nick acerca de todo eso durante sus paseos solitarios por la costa, ya entrada la noche.

«Quizás piensa que podría perderla si le dice la razón por la que la marcó».

Por ahora quería seguir disfrutando la tranquilidad que se respiraba en el ambiente.

Han pasado dos años desde mi primera recolección y no he tenido otra. Nadie sabía por qué esta pausa hasta el momento. Quizás el haberme adelantado a mi tiempo, y el sentir compasión por Alexandra, me pusieron en la lista de Recolectores que solo hacían asignaciones especiales.

Fue una deducción inconcebible, pero Nicholau ha escuchado rumores acerca de esos Recolectores muy raros. Yo esperaba ser uno de esos.

Con todo, no pasé los días sin hacer nada. No tenía asignaciones planeadas, pero me encargaba de hacer aquellas que no lo estaban. Aquellas que cualquier Recolector debía hacer.

Mi técnica seguía siendo la misma que con la pequeña Alexandra. Hablaba con ellos, solo una o dos oraciones, y después los ayudaba en su transición. Eliot se ponía nervioso cada vez que me veía hacer eso. Siempre lo comparaba con dar brincos en el borde de un precipicio. Un riesgo innecesario.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now