CAPÍTULO 23

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Los siguientes días fueron muy desalentadores y confusos. No pude estar con Colin a solas ni estar en la cafetería como en los días anteriores para aclarar lo que pasó entre los dos.

A pesar de que Eliot no tenía muchas asignaciones últimamente, me quedaba con él en el departamento. No quería que sospechara que algo pasó entre Colin y yo. No tenía claro cómo reaccionaría si se enterara. Lo más seguro era que, como mi Protector, me prohibiría verlo porque Colin era un humano que no debía saber de la existencia de los Recolectores. Una verdad que, tarde o temprano, terminaría confesándole.

Nuestros mundos estaban bien delimitados.

No se nos prohibía tener una relación con ellos, pero algunos aconsejan no hacerlo. Enamorarse de un humano aumentaba exponencialmente el riesgo a sentir compasión por la persona amada. Además, tarde o temprano, un sinfín de consecuencias puede surgir por nuestra inmortalidad y misión.

El amor exige honestidad y lealtad, y querré eso con Colin.

«Lo mejor será no arriesgarme y olvidarme de él», decidí una noche antes de volver a trabajar en la cafetería.

Eliot ya se había aburrido de estar encerrado y me pidió de favor que lo ayudara al día siguiente; dos empleados tomaron sus vacaciones.

❖ 

Desperté muy nerviosa por la situación que estaba a punto de vivir. Sin embargo, cuando bajé a la cafetería antes que Eliot, me encontré con la noticia de que Colin era uno de los empleados que tomó vacaciones.

Me alivió mucho, y pronto deduje que entre más tiempo pasara antes de volver a verlo, entonces, ese súbito enamoramiento se desvanecería sin más complicación.

La idea de no meterme en ese problema levantó más mi ánimo, y, sin esperarlo, bromeé con Eliot toda la mañana, como en los viejos tiempos. Eché de menos esa alegría entre nosotros, y por lo visto él también, pues jugueteaba conmigo o me hacía comentarios tontos que me hacían doblarme de risa.

En la tarde fui a la oficina para comer un sándwich y la bebida fría que había tomado del refrigerador. A Eliot no le gustaba que los empleados comieran frente a los clientes, eso era algo que tenían que hacer en la sala de descanso, pero, más allá de esa regla, quería privacidad. Quería relajarme y escuchar un poco de música.

Llamaron a la puerta cuando estaba muy relajada en el sofá que Eliot puso para reuniones más informales con proveedores; mi música favorita sonaba a un volumen normal.

—Adelante. —Apenas dije en lo que terminaba de dar un sorbo a mi bebida y bajaba el volumen de la música. Sin embargo, brinqué del sillón, literalmente, cuando vi a Colin entrando con timidez a la oficina. Tuvo cuidado de cerrar la puerta de tras de sí.

—Vine a recoger un paquete. Tenían que habérmelo traído hace unos días, cuando no estaba de vacaciones —se apuró a darme una explicación por su visita.

—Está bien —dije con falsa indiferencia. No estaba resultando tan fácil hacerlo.

Mientras seguía comiendo, escuché a Colin moverse por el lugar. Clavé la vista en el lugar vacío junto a mí para no mostrarle que me incomodaba.

—Audrey, ¿podrías ayudarme con esto? —me pidió con esfuerzo.

Tragué saliva porque no sabía cómo negarme, pero cuando dijo «Por favor», no pude resistirme más y me levanté para ir al anaquel en donde había prototipos de la nueva mercancía promocional de la cafetería.

—¿A quién se le ocurrió poner tu paquete aquí? —cuestioné cuando Colin me dio una caja para que la cargara, en lo que él se estiraba para tomar el paquete que estaba detrás.

El Recolector: Fuera de la vidaWhere stories live. Discover now