⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀
eleanor
BERKSHKA
⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀
En cuanto cruza las puertas del castillo de Hogwarts— Eleanor se esconde entre los pasillos gélidos del lugar —, subiendo las primeras escaleras aguardando no ser vista por nadie mientras empuja su cuerpo contra la pared de piedra al tiempo que desliza una mano por sus labios y sus ojos se cierran con fuerza.
Lo odiaba.
Odiaba la forma en la que la había tocado.
Odiaba la manera en que la había mirado.
Y por sobre todo, odiaba cómo la había hecho sentir...
Sentir más cosas de las que ella estaba acostumbrada. Sensaciones que creyó nunca experimentar y emociones que revolvieron su estómago de una manera tan agradable como despreciable al igual.
Hace mucho tiempo que su corazón no latía de forma tan acelerada, y nunca había sido por efecto de un hombre.
Quizo desgarrar de un solo puño el órgano en su pecho porque no soportaba que siguiera latiendo de manera tan desesperada cada vez que recordaba el momento.
O a él...
Aún podía sentir un hormigueo vivo en su pierna, serpenteando hasta llegar a su muslo donde su daga aguardaba. Pensó en las barreras que él podría haber traspasado. Lo fácil que habría sido que colara su manos un poco más alto bajo la tela de su vestido. Lo fácil que ella se habría rendido...
El desprecio siempre se convierte en una palabra más fuerte cuando de odio se trata.
No. No podía dejarse ante él. No sin primero tomar lo que le pertenece.
—¿Eleanor, estás bien?
Su mirada se elevó de golpe al oír la voz de Pansy Parkinson justo a frente a ella. El ceño de la azabache del hallaba fruncido mientras la miraba con preocupación.
Eleanor asintió rápidamente, deslizando las palmas de sus manos por la tela de su vestido para arreglar las arrugas poco visibles— Si, yo solo-
—¿Necesitas un vaso de agua? —volvió a hablar la mujer, tomándola de la mano para ayudarla a caminar escalera abajo— Estás algo acalorada, tus mejillas están rojas.
Se zafó del agarre de la azabache, dando un paso atrás para alejarse de ella— Estoy bien Parkinson, no te preocupes. Debo ir a mi posición.
Los ojos de la mujer pareciendo lucir tristes, ¿pero que sabía ella? Quizá solo era una máscara como la que todos llevaban finamente acomodada sobre sus rostros. Nunca está claro quiénes son los que se muestran con marcas y cicatrices ante los demás.
—Está bien —habló Pansy, asintiendo levemente y volviendo su gesto a uno neutro, como siempre—. Debo cuidar de Hermione Granger esta noche. Theodore y los Mortífagos acaban de llegar y dentro de poco la trasladan, ¿cuál es tu misión de hoy?
Eleanor comenzó a bajar las escaleras junto a ella— Que ninguno de nosotros muera, supongo.
—Una tarea bastante complicada —murmuró la pelinegra, dándole un leve toque con el codo—. ¿Estás nerviosa?
Frunció el ceño— ¿Me has visto estarlo alguna vez?
—En absoluto.
En cuanto llegaron a la inmensidad del primer salón, los ojos de Eleanor se vieron envueltos en cada rincón del lugar.
Lámparas de cristal flotaban en los altos techos, empañados por un cielo hechizado para imitar la oscuridad de la noche. Copas de cristal y bandejas de plata se movían en la estancia, siendo tomadas por mujeres de mejillas robustas y cuellos enjoyados, junto hombres regordetes con corbatas ajustadas. Era la viva imagen de que el dinero y los lujos parecían ser una capa más de piel adherida a ellos.
Eleanor se adentra en el lugar, esquivando a los camareros que se mueven en sintonía los unos con los otros a la vez que saluda cordial y rápidamente a los Ministros que le muestran un dejo de atención cuando ella pasa.
Así son las ceremonias entonces... todo quien es "alguien" en el Mundo Mágico está allí. Oficiales, generales, esposas u damas de compañía y caballeros de los departamentos más destacados.
Durante los días de espera a la gran noche, pensó que la celebración sería algo más tétrica que solo personas bebiendo vino y charlando, pero supuso que Draco Malfoy— después de todo —, no era la viva imagen de Voldemort en ese sentido.
Parecía llevar las cosas más calmo, tranquilas pero elegantes y bien formadas, como si de pronto toda la sangre derramada y los cuerpos mutilados fuera olvidados por una noche. Solo una.
Eleanor avanza hasta el costado del pequeño estrado, donde un asiento de espalda alta tallado en madera de nogal y fundido en gamuza espera con ansias a su anfitrión.
Desvía la mirada sintiendo la bilis subir por su garganta. Es ahí cuando nota una cabellera brillante y de tono vivaz.
Ginevra Weasley no parecía tan diferente a la última vez que la vio, hace unas cuantas semanas. Su piel seguía tan lechosa como siempre, pero las pecas de su rostro ya no demarcaban tanto sus facciones. El vestido que llevaba parecía incomodarle, porque tensaba sus hombros cada vez que bebía de su copa, y tiraba de la tela en su cintura para despegar la prenda de su piel.
Pero no estaba sola.
Theodore Nott llegó a su lado un momento después. Sus rizos revueltos en su frente probablemente desordenados por la Aparición.
Sus ojos se enfocaron en él cuando se acercó al odio de Ginny, moviendo sus labios de forma tan mínima que ni siquiera teniendo conocimiento de la lectura de estos podría haber adivinado que decía.
La pelirroja asintió a sus palabras.
Una sensación extraña coló por su espina dorsal, y entonces, avanzó hacia ellos.
Sus tacones marcaban cada uno de sus pasos siendo embelesados por el compás guiado de los violines al otro lado del salón. Esquivó a un par de hombres y tomó un martini de la bandeja de un camarero cuando este pasó por su lado.
Cuando se plantó frente a ellos, habló— Weasley, no esperaba verte aquí. Capitán Nott... —extendió su copa—. Es un gusto verlos.
Ginny pareció confundida, y no la culpaba... tras el pasar de los años habían tenido cierta actitud arisca la una con la otra, cosa que perduró hasta la actualidad, aún cuando no trabajaban juntas.
En cambio Theodore, pareció neutral. Nada parecía importarle demasiado— Señorita Berkshka, ¿a qué debemos el honor? No suele ser demasiado amable en cuanto se trata de concordias.
—¿Honor? Capitán, no desperdicie el aliento tratando de rebajar a mi persona —resopló ella—. Es de sumo respeto brindarles un saludo a mis compañeros de bando, ¿no es así, Weasley?
Ginevra asintió, cabizbaja— Lo es... —mantuvo un corto silencio—. ¿Todo ha ido bien?
—Perfectamente —respondió ella al instante, jugando con la aceituna en su bebida— ¿Cómo tienes a mi región? Espero que no hayas causado un desastre, porque quiero retomar las riendas apenas todo esto acabe.
Los ojos de la pelirroja ardieron y por primera vez Eleanor pudo ver algo de lucha en ellos— Surrey está en buenas manos. Los hombres son fuertes y cada día colonizamos más tierras.
Los labios de Eleanor se apretaron— Creo que los he adiestrado muy bien entonces...
—Berkshka —interrumpió Theodore, dando un paso hacia ella mientras cubría a Ginny—, ¿me darías un minuto?
Su ceño se frunció pero no tuvo objeción porque su brazo se vió fuertemente encerrado por la mano de Nott, quien tiró de ella hasta que ambos caminaron hasta la esquina opuesta del estrado— ninguna mirada poniendo atención sobre ellos.
—¿Has hablado con Draco? —soltó él al instante, manteniendo sus dedos firmemente presionados sobre su piel.
Eleanor jadeó, soltándose de su agarre de un tirón— No me parece adecuado mantener una conversación de esa índole en un salón repleto de gente, qué incordio.
—Incordio es que me hayas estado evitando durante todo el día, Berkshka. ¿Quién es el que actúa de forma grotesca aquí?
—No te evito.
—Lo haces.
Tenía razón... pero ella no lo admitirá realmente.
Desde que se había atrevido a besarla— y por consiguiente —, haber tenido aquel roce extraño con Draco Malfoy, había echo que fuera demasiado consciente de la diferente reacción que tuvieron su cuerpo y su mente hacia ambos.
No le gustaba pensar demasiado en eso, pero a veces no podía evitarlo.
Los ojos de Theodore la escudriñaron un par de segundos acompañados de un temible silencio. Parecía que luchaban el uno contra el otro en una batalla que solo ambos podían notar. Las miradas suelen ser el mayor gesto, y las palabras muy pocas veces logran encapsular todo lo que estos transmiten.
Eleanor finalmente suspiró, deslizando una mano por su pecho— No he cruzado palabra con él desde-
Desde que acarició tu pierna.
Desde que alteró tus sentidos.
—Desde hace días —terminó, alzando su barbilla—. No he hallado nada, si es lo que te interesa saber.
—Para esta noche... —murmuró Theodore, ladeando la cabeza— Para esta noche ya nada importa, cherie.
Los labios de Eleanor se separaron y la confusión envolvió su rostro— ¿Qué se supone que significa?
Pero él no contestó porque en ese mismo segundo, las altas puertas de roble se abrieron de par en par y el nuevo Lord del Mundo Mágico avistó con su cabeza en alto mientras el aire duro pero atractivo de su alma azotaba a todos como si deseara dominarlos con ello.
Su capa flameó tras él con cada paso que daba y sus botas fueron— durante aquel minuto —, el único sonido que pudo oírse en todo el salón. Su camisa color negro, como de costumbre, parecía tener un toque especial esa noche. Eso, o tal vez se vio embelesada por la forma en que su pecho se apretaba contra la tela, como si lo alzara para ganar un mayor volumen y altura de su ya gran presencia. Podía ver los rizos rubios ya oscuros de su cabello rozar su frente, y el gris de sus ojos era tan claro como el cielo en tiempos de invierno.
Quizo maldecirse al instante al notar como sus ojos lo seguían, como si alguna parte de su cerebro deseara que la imagen quedara plasmada en su mente por la eternidad.
Las personas a su alrededor se vieron postradas al instante, preocupadas de no perder cada paso de su nuevo Señor mientras este se acomodaba en su trono seguido de la Chica Dorada de rizos perfectos y piel limpia que lo acompañaba.
De repente, su mirada se encuentra con la de él.
Es rápida, la forma en que sus ojos la miran con recelo al ver que es la única— en todo el salón —, que no yace con su espalda curvada en reverencia. Pero aquel interés que muestra en ella se ve nublado cuando todos los presentes vuelven a erguirse, llevando sus miradas al frente para ver al hombre que ahora los gobierna.
Eleanor aparta su vista de él, llevándola a la copa que sigue en sus manos. No ha bebido ni una sola gota de alcohol y duda hacerlo esta noche. Hay cosas mucho más importantes de las que debe ocuparse y no desea que nada la saque de su encuadre.
—El camino a la gloria ha sido trágico y hermoso a la vez —comenzó a hablar Draco, llenando la sala con el tono grueso de su voz—. Nos hemos unido como una sola alma para llevar al Mundo Mágico al ápice de la plenitud, y todo eso ha sido gracias a la fuerza y persistencia que tuvo Lord Voldemort en sus días en vida.
La multitud brinda. Los murmúrelos aumentan y algunos aplausos se oyen entre los invitados.
Hermione Granger parece un cuerpo petrificado desde donde se encuentra, mirando con ojos vacíos lo que se le presenta. Pansy a su lado sostiene sus manos tras su espalda, sonriendo levemente ante el público.
—Si bien la muerte de nuestro Señor ha sido el fin de una vida, también ha abierto paso a una nueva. Porque señores, esto no ha acabado aquí —prosiguió Draco, poniéndose de pie y dando un paso adelante—. Si bien el triunfo ha calado en nuestros huesos, nuestro propósito aún no se cumple... limpiar la historia y la sangre de nuestros magos sigue estando en nuestras manos. En mis manos.
La mirada de Eleanor volvió a centrarse en él, y recordó la mañana lluviosa en que llevaron a cabo el funeral de Voldemort. La manera en que sus ojos la miraron cuando se nombró el nuevo Lord.
—Hoy, ante todos ustedes, prometo dar mi vida por que el legado de nuestro Señor se haga valer —posó una mano sobre su pecho, justo en su corazón—. El camino que nos queda por recorrer será uno largo y lleno de baches que podrían dificultarnos el viaje. Pero confíen en mi. Seré la sombra oscura del mundo y haré que, quienes lo merecen, paguen por su decadente existencia. Lo juro.
—¡Que viva el Lord!
—¡Viva!
La respiración de Eleanor se contuvo cuando los gritos, aplausos y celebraciones llenaron en creces cada rincón del salón. Sintió la ira comenzar a hervir bajo su piel, su sangre corriendo rauda por sus venas.
—Confíen en mi... —repitió Draco, elevando sus brazos con sus palmas extendidas como si tratara de recibir toda la energía que le era envida en devoción— Desde esta noche me concedo el honor de ser el amo de todos los magos. Su Lord. Su Señor.
El corazón de Eleanor frenó cuando nuevamente, él la miraba.
—El líder de La Nueva Orden.
⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀