No te despiertes.

By DekaOntiveros

3.1K 210 40

«El sueño es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica que permite restablecer las fun... More

Capitulo uno.
Capitulo dos.
Capitulo tres.
Capitulo cuatro.
Capitulo cinco.
Capitulo seis.
Capitulo siete.
Capitulo ocho.
Capitulo nueve.
Capitulo diez.
capitulo once.
Capitulo doce.
capitulo trece.
capitulo catorce.
Capitulo quince.
Capitulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
capitulo diecinueve.
Capitulo veinte.
Capítulo 21
Capítulo 22
Capitulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29.
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capitulo 33
Capítulo 34.
Capitulo 35.
Capítulo 36
Capítulo 37
Capitulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40.

Capitulo dieciocho

63 4 1
By DekaOntiveros

Capítulo 18

Steven estaba ausente, sin bromas, sin ese brillo perverso en los ojos. En mi mente, su piel había dejado de ser morena para ser de un color gris; curiosamente todo a nuestro alrededor tenía ese color también.

Me acurruqué en el asiento del copiloto intentando no lastimarme, el efecto de las pastillas seguía en mi sistema, pero aún permanecía tensa debido a que era una paranoica que nunca se había quebrado más que las uñas. El camino estaba despejado, yo mantenía abierto un ojo por precaución, realmente Steven había mejorado mucho conduciendo.

—Nunca me dijiste como entraste a mi cuarto esa noche —no sé por qué pregunté, tal vez porque me gustaba escuchar su voz o la manera en la que sus labios se movían cuando hablaba.

—Una vez me confesaste que no cerrabas la ventana de tu cuarto por temor a un incendio —mantuvo sus ojos fijos en la carretera.

—Ah, claro —puse los ojos en blanco.

Sentí una ligera punzada de desolación cuando él no continúo con la charla.

—¿Alguna vez me contarás lo que pasó cuando yo estaba inconsciente? —rogaba por no agotar su paciencia y que todo él se enfadara..., más.

—¿Por qué te importa tanto?

—Porque me hace sentir al descubierto —fijé la mirada en el camino.

—¿Hay algo que temes haberme contado?

—No —sí.

—Mientes —me acusó.

No dije más, no quería escuchar si lo sabía y no quería tener que contarlo. Me mordí el interior de mi mejilla. Era obvio que había cosas, pensamientos que nadie más que yo debería saber y experiencias que se supone no debería recordar.

Steven estacionó el auto —no muy bien, debo decir- afuera de mi casa.

—¿Estarás bien regresando solo? —por primera vez en mucho tiempo lo miré a los ojos.

—Sí —dijo simplemente y se hundió de hombros.

—Bien —estaba a punto de salir del auto cuando él me llamó.

—Jena —la emoción que sentía cada vez que él decía mi nombre parecía ir en aumento.

Me giré.

Steven desvió la mirada antes de hablar, estaba dudoso.

—Sé lo que dicen —las palabras parecían demasiado pesadas para que su boca las pronunciara, —y es verdad —apretó los puños y sus ojos cobraron vida de nuevo.

Tragué saliva.

—¿Por qué? —me atreví a preguntar.

—No puedo soportar verte lastimada —apretó sus labios en una fina línea. —Siento..., sentí que iba a estallar cuando Robin... —golpeó el volante. —¡Maldita sea! —masculló. —Me importas —su mirada me quemó como fuego. —Jena, ¿estás escuchando? —su mano se puso sobre la mía.

Asentí.

Mis mejillas estaban soltando chispas aun cuando solo estuviéramos tomados de la mano, esto era aún más privado que cualquier otra situación en la que haya estado, incluso con la distancia que había entre ambos. Lo sentía, esto era algo que no nos habíamos dicho nunca pero lo sabíamos, decirlo en voz alta lo volvía real, y con su mano que me quemaba, descubriendo que me gustaba tanto sentirlo así de cerca que casi me dolía el alma. Quería tener su contacto para siempre, aunque me dificultara el llevar aire a mis pulmones, como si mi cuerpo no necesitara más el oxígeno.

Dejé escapar un suspiro.

—Yo no sé qué decir —alejé mi mirada apenada.

—No te estoy pidiendo que me digas nada, porque estos son mis sentimientos y no van a cambiar, aun si dices algo o no.

El sentimiento dentro de mí crecía con cada palabra suya haciendo que quisiera llorar, bailar y cantar, mi corazón parecía saltar dentro de mi pecho.

Coloqué un mechón detrás de mí oreja.

—Debo entrar —me vi reflejada en sus ojos, estaba sonriendo.

—Bien —retiró su mano tan lento que casi me jalé de los cabellos por la desesperación. Reprimí la necesidad de colocar mi otra mano encima para evitar que el calor se fuera.

Ambos salimos del auto, me entregó las llaves y nos despedimos con un movimiento de mano. Cuando estuvo lo suficientemente lejos posé mi mano en donde había estado su contacto; afortunadamente aun podía sentir su calor.

Mi madre me recibió en la puerta, llevaba una taza de café que casi deja caer sobre la alfombra cuando me vio.

¡Mierda! ¡Me había olvidado!

—¡¿Qué tienes en la cara?! —hacía años que su voz no se elevaba tanto.

Los siguientes treinta minutos fueron tan espesos como la nata. Entre preguntas y acusaciones -al parecer mi madre temía que me involucrara en pandillas y cosas de esas-, le expliqué que una niña loca me había atacado mientras practicábamos en el trabajo de Steven.

—Espero que esa..., chica, haya recibido su merecido —seguía examinando mi labio con detenimiento.

—Steven es muy estricto cuando quiere —ella alzó una ceja. —Quiero decir..., es buen maestro —cállate, Jena cállate ya.

—¿Segura que no quieres ir al médico?

—Estoy bien, enserio —aparté con delicadeza sus manos.

—Debería limpiar la herida —intentó colocar sus manos otra vez en mi rostro.

—Mamá, ya te dije que estoy bien —me masajeé la frente con cansancio.

—Espera aquí —se alejó hacia su bolsa.

Emití un bufido. Solo quería estar sola, sentía que con cada palabra que decía esa sensación de estar flotando se alejaba de mí y yo quería disfrutarla, revolcarme en ella hasta que no quedara ni la más mínima sombra de ella. Pero no me libré de dos aplicaciones de un antiséptico en spray, mi madre era un poco tosca, así que probé el sabor amargo en mi lengua.

—¡Escúpelo! ¡Pero en el baño! —me alcanzó a corregir antes de que fuera yo quien manchara la alfombra.

Subí las escaleras hasta mi habitación y por fin me hundí en todas mis emociones. Reviví cada palabra, parpadeo, inhalación y sensación que había vivido. Quería recordarlo minuciosamente para guardarlo como la más impecable cinta de video dentro de mi mente, sentía que si perdía cualquier detalle luego no podría recordarlo perfectamente. Imaginé que de tanto pensarlo, el recuerdo se gastaría en mi mente -como si eso fuera posible-.

Saqué mi celular y revisé las notificaciones, mensajes de un grupo en el que estaba con Alex y Rachel, y un mensaje de Steven: una berenjena. Él siempre tan enigmático. Solté una carcajada y contesté con una sandía; esto era tan absurdo. Nuestra profunda charla se extendió hasta terminar con todos los íconos de frutas, para entonces ya era hora de que durmiera. Finalmente él mandó un beso y yo le envié la berenjena.

Se supone que debería dormir pero no podía. Aun masajeaba el lugar donde su mano había estado y que instintivamente había protegido de la visa de mi madre. Creía que todo el mundo podía darse cuenta con solo mirarme, era como un secreto que yo tenía que guardar sin que nadie lo supiera.

Habíamos estado cerca antes, en la parte trasera d una camioneta, pero esto era distinto, se sentía más intenso.

Después vino la inseguridad.

¿Era bueno sentirse tan cerca de alguien? Ya sabía que cuando comienzas a sentir aprecio por otra persona le das el poder de hacerte daño; el sufrimiento es parte de querer demasiado a alguien. Alex y Rachell siempre me habían contado sus historias de amor, cómo era que ellas amaban y terminaban lastimadas. Incluso yo quise a alguien y éste se consiguió a alguien más; lloré cuando pasó pero nunca dudé en superarlo.

Pero Steven era diferente, era de esos puntos de no retorno, lo sabía. ¿Estaba yo dispuesta a cruzar ese límite? Aun ni siquiera estaba segura de sentirme bien entre sus brazos. Una pequeña agitación creció en mi pecho. Me asustaba lo cómoda que me sentía en su compañía, me preguntaba, ¿cuánto estaba yo dispuesta a hacer para que esa comodidad nunca se acabara?

...

Estaba claro que este no iba a ser un día de perfil bajo. Todos con los que me topaba me miraban de manera poco delicada, incluso hubo uno que pareció no notarlo hasta que regresó su mirada a mí como si fuera un vómito de chico de primer grado.

Pretendía disimular que no me daba cuenta, pero de vez en cuando les sonreía y ellos parecían captar la indirecta y alejaban apenados su mirada. No quería ni escuchar los rumores que se harían con esto.

Muchas gracias Robin.

Cuando estaba a punto de alcanzar la puerta de mi clase, donde al menos tendría solo veintisiete miradas en mí y no docenas, una voz cruzó el pasillo.

—¿Quién jodidos te hizo eso? —Alex me señaló y tan solo en dos zancadas libró los metros que nos separaban.

—No es nada —estaba cansándome de repetir lo mismo a cada momento del día.

—¿Qué no es nada? ¡¿Estás ciega o qué?! —movió mi barbilla de un lado a otro. —¡Dime quien lo hizo! —sus ojos destellaban con furia.

—Una chica en la clase de Steven se volvió loca.

—¿Y ese pendejo te defendió, verdad?

—Por supuesto —estaba más que cansada de esto.

—¿Pero cómo se le ocurre tener gente idiota practicando? —el cuello comenzaba a dolerme de todas las sacudidas de mi cara.

—Alex estoy bien, enserio, mi mamá lo desinfectó como tres veces ayer.

—¿Por qué no nos llamaste? —se cruzó de brazos.

—No era necesario... —debía tener cuidado con una Alex enojada.

Ella dudó unos segundos, después la campana sonó.

Mi amiga apretó sus labios con frustración mientras yo cruzaba la puerta evitando la congestión que se presentaría ahí en unos momentos. Al entrar mis ojos fueron directo al asiento detrás del mío, y ahí estaba, con su sonrisa cómplice mirándome. Nunca me había gustado tanto que alguien me mirara, pero me hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo.

Al ocupar mi lugar pude sentir cómo él se acercó a mi nuca, de nuevo estaba ese olor fresco y vibrante que era su marca de colonia personal.

—¡Más te vale que la cuides, idiota! —una pequeña cabecita de cabello negro con un mechón azul se asomó por la puerta.

Todos fueron de ella a mí, si al menos no tuviera esta cosa en el labio..., ¿por qué no tenía de amiga a Michelle Phan1?, seguro ella sabría cubrir este moretón.

Apenada me cubrí la cara con ambas manos, pero de nuevo Steven me hacía sentir mejor con su solo toque en mi hombro; ahora había otra zona de mi cuerpo que era prohibida para los demás.

Pasada la distracción, me percaté de que el profesor tenía un ojo atento en nosotros y así se mantuvo durante toda la clase. No podía toser sin que él pareciera a punto de saltar de detrás de su escritorio, pero al menos no nos había hecho sus conejillos de Indias, esta vez eran otros los que pasaban a pizarrón, aunque creía que esto era para evitar otra confrontación.

La clase terminó y preferí salir lo más rápido de ahí, solo en caso de que el profesor se hubiera guardado algo para el final. Steven iba a mi lado con una amplia sonrisa.

—Pudo ser peor —dijo al llegar a mi casillero.

—¿Qué parte? ¿Alex o el profesor? —metí dentro el libro de cálculo; hubiera querido meterlo hasta el fondo y no verlo en años pero eso era imposible.

—Alex está preocupada —se recargó contra el casillero siguiente. —Es normal.

—Estás en su radar —cerré la puerta y me coloqué la mochila al hombro. —Ten cuidado de terminar en mitad del Polo Norte muy confundido.

Alzó las cejas.

—Odiaría estar en el Polo Norte —sexy sonrisa de medio lado.

—Claro, el frío, la mitad de la nada —comencé a andar.

—Y porque no podría hacer esto —su mano tomó la mía y nuestros dedos se entrelazaron.

—Mentiroso —mi interior se derritió como la miel y un mareo se apoderó de mi cabeza.

¿Qué pretendía hacer? Por el rabillo del ojo miré su perfil sonriente y despreocupado, ojalá que por medio de este contacto pudiera contagiarme algo de eso. Mantuve la vista al frente fingiendo que no me daba cuenta de las miradas curiosas que iban rodeándonos, aunque no podía evitar sentirme algo orgullosa de que vieran con quien iba. ¿Y qué si era egoísta? Una sonrisa se me escabullo de los labios y él lo notó, dio un ligero apretón a nuestras manos y yo tuve que reprimir la carcajada. Otra vez esa sensación que solo él me provocaba, reír y cantar de alegría con cualquier gesto.

—Llegamos —me dijo frente a la puerta de mi salón.

—Así es —no quería soltarlo.

—Te veré más tarde —otro apretón y luego el frio.

Steven sonrío y se alejó del pasillo hacia su clase.

Quería sostenerme del marco de la puerta para no caerme al suelo.

Michelle Phan1 : Michelle Phan es una vietnamita estadounidense, conocida por crear tutoriales de maquillaje y belleza, y videos con trucos en Youtube.

Continue Reading

You'll Also Like

798K 48.6K 41
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
60K 4K 91
Donde Mia Campos entra a la casa más famosa del mundo a jugar o donde conocera a gente que se volverán parte de su vida y conocera también al amor ic...
267K 14.5K 40
Ayla Walker pasó de ser una simple fan de la formula 1, que sólo fue a una carrera gracias a un concurso, a ser la nueva novia de Charles Leclerc, pi...
33.2M 4.3M 46
[COMPLETADA] ¿Es posible enamorarse de alguien sin conocerlo? ¿Sin haberlo visto? ¿Es posible desarrollar sentimientos por una persona que solo has e...