Las Dos Caras de la Luna © ✓

By MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro I La palabra que mejor describe a los residentes de White Rose, es paz... More

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Comienzo
Capítulo 2: Hielo, témpano y tormenta
Capítulo 3: De compras
Capítulo 5: Pasatiempo
Capítulo 6: El deseo
Capítulo 7: Familia
Capítulo 8: Fieles amigos
Capítulo 9: Hambre voraz
Capítulo 10: Calma en la barbacoa
Capítulo 11: Ausencia y apego
Capítulo 12: Necesidades
Capítulo 13: Tiempo sola
Capítulo 14: Viejos anhelos
Capítulo 15: El diario de mamá
Capítulo 16: Regalos de chicas
Capítulo 17: Padre e hija
Capítulo 18: Consanguíneas
Capítulo 19: Desconocido
Capítulo 20: La ultima herencia
Capítulo 21: Buscando a una extraña
Capítulo 22: Explorando el pasado
Capítulo 23: Aurora
Capítulo 24: Los Les Royals
Capítulo 25: Quello che eravamo, ció che siamo e ció che saremo
Capítulo 26: Despedida
Epilogó
Capítulo Extra (Sofía)
Playlist- Las Dos Caras De La Luna
Cosas Extras
Curiosidades de "Las Dos Caras de la Luna"
Nota de la autora

Capítulo 4: Amados

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By MariaAparcio

Era un gran fastidio, pensar que tenía que ir al pueblo, buscar una tienda y comprar casi medio local en comida normal. Inhalé profundamente, cerré las cortinas, fui hacia el armario y busque mis botas de cuero negro, me gustaban porque eran acalorados y para este clima eran perfectas. Escudriñe y busque en el armario y los cajones, hasta encontré un abrigo, pero eran de los de mi esposo, estaba un poco sucio y con polvo, era negro como mis botas; era como de piel de cuero a la vista pero al tocarlo solo algodón liso. Tenía el cuello en V y como una cinta o correa en la parte de la cintura, a mí me parecía una túnica negra como una capa de monje o de sacerdote. La miré un tiempo, extendida sobre la cama, suspiré y miré el reloj de la mesa de noche, eran casi las nueve y media. Me apresuré, no dudé en colocarme ese abrigo, lo agarré y me lo puse con rapidez. Olía raro. Abrí la puerta y bajé con prisa, escuchaba como las botas cascaban, el piso de madera, eran como pasos de tac, tac, tac. Me dirigí hacia el garaje para tomar mi auto negro, e ir al pueblo. Cuando llegue noté a Alex terminando con el convertible amarillo de Jennifer, limpiándose las manos con un trapo, cubierto de aceite. Suspirando me dirigí hacia mi auto, pero Alex había desarmado todo el motor, en el piso piezas de metal sucias; otras limpias y algunas con grasa. Miré con desconcierto mi auto y casi con la boca abierta el ver el mío hecho pedazos en el piso del garaje. Grité su nombre y apareció como si nada. Me moleste y le exigí por lo de mi auto. Alex se encogió en hombros, diciéndome que debía revisarlo y eso no me animó, en absoluto. Y expliqué el por qué y me sonrió; me arrojó las llaves del convertible de Jennifer.

Me las lanzó. Salté de una vez en el convertible amarillo de Jennifer, me coloque en el asiento del conductor, subí el techo. Puse las llaves en el encendido del auto, arrancó feroz el motor. Me puse el cinturón, puse el retroceso y salí del garaje. A acomode derecho el auto, Alex me saludaba desde el garaje, arregle el espejo retrovisor y los otros dos espejos de los lados. Me fui en marcha, miré el camino de grava, escuchaba como las ruedas y el suelo crujían juntos, verifique de izquierda a derecha, no percibí autos. Seguí y agarré la izquierda, acelere un poco, conduje con cuidado porque el camino estaba un poco húmedo. Había algo de rocío, vi como los arbustos y pinos se habían cubierto con él. Conduje un poco más a prisa, miré con detenimiento las señales de tráfico o cualquier obstáculo. Duré diez minutos en entrar en el puente que conectaba mi hogar con el resto del pueblo, no había nadie, excepto una patrulla de la policía local. Había algunos problemas con varios conductores de la zona y de afuera, así que la policía puso una o dos patrullas en cada entrada y salida del pueblo. Diferencié que había solo un oficial parado, cerca de unos conos naranjas para señalar dónde hay que colocarse. Estaba sola, no existía nadie por detrás ni adelante, y la vía contraria estaba vacía. Reduje la velocidad, el oficial era un hombre un poco mayor, tenía varias canas gris en el cabello marrón, la mandíbula firme y los pies puestos en el suelo firme, cargaba un arma negra y brillante de un lado de su cinturón. Pase con cuidado, había algo de nieve, pero no mucho en el puente, seguí y baje la ventanilla un poco, y avancé hasta el oficial. Se notaba serio, me miró un segundo. Agarré el volante con mis manos, que parecía que se iba a romper, continúe prudente. Subí el vidrio oscuro del convertible, continué recorriendo el puente, seguí con el camino hasta que llegué al pueblo. Se veía poca gente, era normal, hacía frío y la mayoría no salía hasta las doce del mediodía. Avancé por el asfalto negro de la calle principal, observando varias tiendas estaban abiertas; la floristería, Buds & Flowers, la carnicería de la familia Green, la Ferretería de Michael Corbett, Veronica's Passion y otras pocas más.

>>> Espero que hayan abierto temprano hoy<<<, pensé soltando un suspiró

Tenía que estar abierta, solo en este pueblo hay tres tiendas, una de ellas tenía que estar abierta. Seguí hasta casi el final del asfalto, hasta encontrar en la que trabajaba Jesse, estaba abierta. Había varias personas en la tienda, una madre y su bebé, un señor mayor con su bastón de madera, hasta donde pude ver. Estacioné el convertible cerca de la tienda, abrí la puerta, me arreglé el abrigo y caminé hacia la tienda. Hacía un poco de frío, continué y me arregle el pelo rubí con las manos, entre los dedos calientes. Entré a la tienda, por la puerta de cristal con su pequeña campana, tenía un tapete en la entrada que decía "Bienvenido", de color negra sus letras y amarillo oscuro de fondo. Lentamente, caminé hacia los carritos, agarré uno de la fila y comencé a examinar los corredores del local.

Avancé hacia uno tenía muchos enlatados. Agarré algunos de atún, una lata de alcaparras y anchoas en salmuera. ¡Puaj! Sabía que Alex y Troy eran los únicos, que les gustaba comer cosas así. Suspirando, recorrí un poco más y metí en el carrito de compras, más cosas y otras delicias. Continué y agarré pastas y bolsas de harina, — porque a Vanessa le gusta la panadería y pastelería—me fui y continué hacia la sección de las carnes. Ahí fue dónde puse buena cara, tomé pollos completos, chuletas de cerdo y varios paquetes de bistec de carne. Suspiré. Era suficiente carne, por el momento. Así que seguí con las verduras; agarré lo que más "importante", solo para aparentar aun así, con lo que tenía en el carrito de compras seguí con otras cosas. Continúe con mi recorrido y logre tomar botellas de kétchup, mayonesa y una mostaza. Y así sin más me fui de ahí algo fastidiada

>>> Es todo creo. ¡Por lo menos compre carne! <<< pensé con consuelo vacío

Fui a la primera caja vacía, que pude visualizar, me acerqué y vi a Jesse en el mostrador de la caja, seguí con más aprisa, hasta tocar el mostrador con el carrito. Ahora Jesse se encontraba debajo de él, al tocarlo, recogía unos papeles de facturas. Toque el mostrador con la mano, para llamar su atención.

— ¡Ya la atiendo, señora! — me dijo apresurado, desde el abajo del mostrador

—Tomate, tu tiempo —dije y levantó la mirada

Me miró sorprendido

—Hola, Jesse—salude tímidamente

—Cleo... ¿Qué haces aquí? — me preguntó

—Vine para llenar la alacena un poco, es todo. — respondió encogiéndose en hombros

—Me hubieses dicho —repuso arqueando una ceja.

—No te preocupes, está bien —le dije con calma

—De acuerdo — dijo y empezó a revisar

Empezó a colocar, todas las cosas en la caja, pasando los precios con el escáner rojo. Íbamos los dos contando uno, dos, tres, cuatro; todos los alimentos en el mostrador y él pasándolos por el escáner. No presté atención a lo que me decía Jesse, mi mente está ocupada pensando en lo que Zane me había dicho: "Cleo...necesitó hablar contigo. Urgentemente, mi amor". Lo que había escuchado, no lo había inventado. Pero, ¿por qué?, ¿no era más que una invención de mi mente?, pero lo había escuchado fuerte y claro pero, ¿qué quería hablar Zane conmigo? ¿Quería hablar sobre nosotros? ¿Nuestro matrimonio? o ¿qué nos fuéramos de aquí?, no sabía en qué pensar, para solucionar esta incógnita. Suspiré preocupada y estremecida. No sabía qué otra cosa podría ser lo que deseaba decirme mi Zane. No tenía idea de nada

Después de pagarle a Jesse, agarrando las bolsas de las compras, me encamine hacia el convertible, y Jesse, desde luego, me ayudó con las pesadas y yo iba con las livianas. Abrí las puertas.

—Cleo, ¿por qué tienes el auto de Jennifer? — me preguntó Jesse curioso, al yo tener el auto de ella...en mi posesión

—Alex desarmo el mío, por unas cosas que arreglar y me entregó las llaves del convertible de Jennifer— mascullé un poco molesta, por ese recuerdo

Después de ahí, Jesse no dijo ni una sola palabra. Me subí en el asiento del conductor, me puse el cinturón de nuevo, con el abrigo negro de mi esposo, encendí el motor, baje la ventanilla para despedirme de Jesse. Aceleré todo lo que pude el motor, miré el reloj del auto, note que casi eran las diez y media y empezaba a salir el sol. Avancé por la vía contraria de regreso a casa, ya había más autos y camiones en la vía contraria y en el otro canal. Seguí por donde me vine, estaba una patrulla más en el puente, oxidado y metálico de la vía de este, venían más autos y camiones en el carril contrario, por donde yo había pasado recientemente, me sorprendí por ello, continué y conduje hasta llegar al camino de grava de mi casa. Me fije en la entrada del garaje, Alex seguía con mi auto y Desirée sentada en una silla de madera que habíamos guardado. Me acomode cerca de ellos, apague el motor y salí, hacía frío en el garaje; caminé y fui a las puertas, para sacar todos los alimentos. Agarré algunas bolsas y empecé a bajarlas en la entrada del garaje de la casa. Desirée se levantó y fue a ayudarme

—Compraste mucho, Cleo —comentó. — ¿En serio no había nada de esto en la casa? —

—Sí. —farfullé. —Nos faltaban algunas cosas. Además, Jesse me ayudó—

— ¿Jesse?, ¿fuiste a donde trabaja? —inquirió

—Sí, estaba abierto, así que entre. No había mucha gente—

Desirée y yo, entramos las dos llevando las bolsas. Ambas estábamos nos congelamos, pero ella mejor abrigada que yo. Llevaba un suéter marrón de mangas largas, unos vaqueros y sus botas marrones con borde de pelaje falso, de color pardo. Su piel delicada y tersa blanca rosácea, tenía un enrojecido más notorio de lo normal en sus mejillas llenas de pecas y también, por encima de su nariz y sus magníficos ojos color cobrizo, brillaban, al igual que el color de sus cejas. Su cabello rojizo natural de llamaradas de flamas, está liso, dócil y lleno de perfectas ondas, que olían a manzana dulce; su preferido. Y sus labios ligeramente gruesos, en forma del arco de cupido, estaban pintados de color cereza.

Empecé a temblar y le sugerí a mi cuñada, encender la chimenea. Ella estuvo de acuerdo.

Ambas dejamos las bolsas en la cocina, y fuimos a la sala, busqué los leños y Desirée buscó el encendedor. Mientras Desirée colocaba los leños y encendía la chimenea, yo me quite el abrigo negro; lo puse en el perchero cerca de la entrada, por ahora, escuche como los leños crujían con el fuego que ardía, seguí hasta la cocina y Desirée me acompaño, yo la quería mucho, era como mi sorella, una más. Ella era confiable, ingeniosa, fuerte y valiente y la mejor en su deporte favorito, motocross. Ella y Alex eran los mejores en eso, pero también era muy listos, los "cerebritos", ambos en su habitación tenían maravillosos y espectaculares trofeos de campeonatos de motocross, en los que participaron en estos años, de todos nosotros —al igual que Jesse y mi esposo—, ella era seria y firme en algunas ocasiones, siempre mostraba sus dos lados, el serio y frío, pero también el dulce, amable y gentil como un ángel de dios, era un poquito a Vanessa, pero no tanto.

Empecé a abrir las bolsas con la comida, las carnes en la parte fría del refrigerador, todos los vegetales en otro lado. Coloque todo, las leches y los quesos juntos, la harina y las pastas en otro lugar, en la alacena encima de la cocina. Rápidamente, deje todas las cosas que había comprado afuera y la carne. Suspirando saque unas pastas largas y los otros ingredientes para hacer una sala verde; Desirée regresó y se puso a ayudarme. Mientras preparamos las pastas me percaté de que no hay nadie en la casa. Estábamos solos. Los tres.

>>> ¿Dónde está todo el mundo?<<<, pensé

— ¿Oye, Desirée ?... —

— ¿Sí?

— ¿Dónde están los demás? —pregunté

—Están de salida... —me dijo, mientras tarareaba una canción

— ¿De salida? —inquirí arqueando una ceja. — ¿Y por qué no fueron con ellos? — le pregunté curiosa

—Uhm, no teníamos mucha sed. — dijo calmada. — Además había un poco de sangre en el refrigerador, Cleo— repuso con una sonrisa

Desirée y yo continuamos preparando el almuerzo, poco a poco las pastas ya estaban listas. Tomé mi tiempo hasta que se formó una pasta homogénea, y empecé a añadir el aceite de oliva extra virgen, mientras removía con el mazo del mortero. Suspiré, dejando la mezcla en el mortero, limpié un poco y así me fui hasta donde estaba Desirée y me dirigí hasta la sala espaciosa y cálida, donde estaba ella leía un libro de romance, su favorito. Avancé hacia ella y me senté en el sillón, cerca de la gran y caliente chimenea, lo que quería era hablar con Desirée, por lo de Zane, quería que me ayudara a entender, que podía hacer con lo que quería mi marido.

—Desirée, necesito que me ayudes en algo —le susurré algo asustada

—Sí, dime, ¿en qué te puedo ayudar, Cleo?— se ofreció entusiasmada

—Bueno, es un problema que tiene que ver con Zane y yo. — le expliqué preocupada

— ¿Ahora qué pasó entre ustedes dos? —preguntó algo fastidiada

—Lo que pasa es que...bueno Zane...me parece que él..., quiere hablar conmigo de algo, pero no sé qué es— murmuré en titubeos tontos

— ¿Cuándo empezó esto, Cleo? — preguntó acomodándose en el sofá

—En realidad, comenzó hoy, en la mañana— le dije en un hilo de voz

—Y bueno, como inicio, ¿Cleo, necesito hablar contigo? o ¿Cleo, tenemos que hablar, cariño? ¿Algo así? — me preguntó

Negué con la cabeza.

—Al serte sincera —repuse e hice una pausa reflexiva. — Él me dijo: "Cleo...necesitó hablar contigo. Urgentemente, mi amor" y no tengo ni idea que...quiere a Zane conmigo ahora. No lo sé, Desirée — repuse elevando un poco más la voz.

— De acuerdo. ¿Cleo? — me llamó. — ¿No crees que lo que Zane quiere hablar contigo es sobre ustedes...? —me insinuó Desirée

— ¿A qué te refieres? —pregunté confusa. — ¿Qué quieres decir con eso, Desirée? Zane y yo estábamos bien — repuse frunciendo los labios.

—Por Dios, Clovelina Annabella Shepard. —masculló entre dientes. — ¡¿Es que no te das cuenta de lo que Zane quiero contigo?! — chilló algo molesta

— ¡¿Qué, Desirée?! ¡¿Qué?! — exclamé alterada y sorprendida, ante su sorpresiva reacción

Desirée entre cerró los ojos e hizo un mohín. Eso me confundió y ella resopló, resignada. Me sorprendió la reacción de Desirée, al no poder entender lo que ella me quería decir. Me preocupe más, cómo había reaccionado hacia Desirée, ente lo que habíamos estábamos hablando hace un momento, además ¿a qué se refería ella con lo de "sobre ustedes"? Solo sabía que Zane quería algo, pero aún no entendía qué era lo que él deseaba. Regresé y me senté en el sillón, Desirée se puso otra vez con su libro romántico, no me dijo nada; la miré con un vistazo rápido. Tomé una de las revistas; Vogue y comencé a leer en silencio. Luego de un rato miré el reloj de la cocina, eran las doce y media

>>>Vaya el tiempo corre <<<, pensé

Suspiré lenta y lánguidamente sin poder hacer más nada.

***

Ya casi eran la una de la tarde y aún Desirée y yo no hablamos del tema anterior. Ella seguía tensa por lo que le había dicho, sin embargo, siguió como si nada. Luego de un momento Desirée guardó su libro y le colocó un separador. Y yo solo seguí pasando las páginas de la revista; y en eso Alex apareció con las ropas llenas de aceite de motor, por toda su camiseta que tenía escrito The Avengers y pantalones de mezclilla. Sonreí al notar que tenía calcetines de color diferente; azul y naranja.

—Mmm, bueno, ¿qué hay de almuerzo, chicas? — preguntó en tono de hambriento

—Hay espagueti, cariño —le dijo Desirée

—Alex, ¿por qué no te lavas o mejor te bañas?— le recomendé a mi hermano

Por un instante, Alex nos observó confundido y luego miró sus ropas

— ¿Estoy muy sucio, chicas? —inquirí alzando una ceja

Desirée y yo nos miramos por un momento y luego lo miramos a él

— ¡Sí! —exclamamos Desirée y yo coro

—De acuerdo, bueno, ¡cálmense, cielos! — repuso sorprendido, por nuestra respuesta. —Ya me baño, locas— masculló a lo lejos

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