Las Dos Caras de la Luna © ✓

De MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro I La palabra que mejor describe a los residentes de White Rose, es paz... Mais

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Comienzo
Capítulo 3: De compras
Capítulo 4: Amados
Capítulo 5: Pasatiempo
Capítulo 6: El deseo
Capítulo 7: Familia
Capítulo 8: Fieles amigos
Capítulo 9: Hambre voraz
Capítulo 10: Calma en la barbacoa
Capítulo 11: Ausencia y apego
Capítulo 12: Necesidades
Capítulo 13: Tiempo sola
Capítulo 14: Viejos anhelos
Capítulo 15: El diario de mamá
Capítulo 16: Regalos de chicas
Capítulo 17: Padre e hija
Capítulo 18: Consanguíneas
Capítulo 19: Desconocido
Capítulo 20: La ultima herencia
Capítulo 21: Buscando a una extraña
Capítulo 22: Explorando el pasado
Capítulo 23: Aurora
Capítulo 24: Los Les Royals
Capítulo 25: Quello che eravamo, ció che siamo e ció che saremo
Capítulo 26: Despedida
Epilogó
Capítulo Extra (Sofía)
Playlist- Las Dos Caras De La Luna
Cosas Extras
Curiosidades de "Las Dos Caras de la Luna"
Nota de la autora

Capítulo 2: Hielo, témpano y tormenta

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De MariaAparcio

Salí y me envolví con una bata de baño azul que estaba colgada al lado de la ducha. Fui hacia armario y al abrirlo me fijé en Zane. Seguía dormido y ahora estaba roncando. Me acerqué hacia él, le di un beso en la frente y continué con el armario, miré y había prendas de ropa de varios colores, de la derecha había los zapatos de Zane y míos y la izquierda los cajones con mi ropa interior. Escogí unos pantalones de mezclilla y una camisa manga larga de algodón, de color perla. Me vestí y me dispuse a arreglarme el pelo, así que me lo teñiría de color rojo. Me encantaba ese color, muy pocas veces usaba mi color natural; así que fui otra vez al baño y empecé a prepararme para colocarme. También podía escuchar a los muchachos, a Vanessa consintiendo a Jesse, Jennifer comiendo los huevos, tragando y hablando de su espectacular belleza con la perfección de su pelo, pero Carter estaba más tranquilo. Lo pude reconocer por como movía el periódico en el sillón de la sala, era casi invisible. Después terminar de aplicar el tinte en el cabello, lo amarre con una cinta de pelo y lo coloque hacia arriba, mientras el pelo se coloreaba de rojo, fui hacia el escritorio y ahí ordené todos los papeles, de las cuentas de luz y de las tarjetas de crédito American Express y MasterCard de Jennifer y Vanessa

>>> ¡Dios! Estas dos están locas por las compras<<<, pensé poniendo los ojos en blanco

Cuando encendí mi computadora, escuché que alguien bajaba las escaleras y supuse que era Alex, mi hermano, y sí, era él. Alex no suele madrugar, pero creo que es porque Desirée, su mujer, también madruga. Desirée y Alex son un poco diferentes en su forma de pensar, pero el uno para el otro, ella siempre está preocupada por él, cualquier cosa que Alex necesite, son muy cercanos. Ambos se parecen a Vanessa y Jesse, solo que Vanessa es más alegre y entusiasta; Jesse es muy serio y maduro. Alex es un poco infantil, juguetón pero muy inteligente y en definitiva Desirée. Es seria, madura, responsable, tiene buen sentido del humor y es tan inteligente como su marido.

— ¡Buenos días, Desirée! —chilló Vanessa. — ¿Quieres jugo o huevos?

—No gracias, Vanessa. No me apetecen los huevos, pero jugo si quiero—respondió Desirée

Entonces, escuché a Jennifer comentar algo y Carter le contestó.

—Estas mejor así, Jennifer, además el negro es tu color, va con tu piel—dijo Carter

— ¡No te pregunté a ti, Carter! ¡No te metas! — le regañó Jennifer

—Oh, vamos chicos. No vamos a pelear tan temprano, ¿verdad?—les advirtió Alex

—Tienes razón, amor. Además, ¿quién quiere pelearse a estas horas de la mañana? — añadió Desirée

—Tienen razón. ¿No lo crees Jess? — comentó Vanessa

—Sí, es verdad —murmuró Jesse con un bostezo

Los escuché hasta que se callaron

>>> Qué consuelo... <<< pensé con un suspiró en mi mente

Mientras revisaba mi correo, ya habían pasado el buen tiempo con el tinte, creo que fue mucho más tiempo requerido. Fui al baño, me metí a la ducha, la abrí y empecé a quitarme el tinte rojo, pasándomelo desde la raíz hasta la punta, dejando correr el agua helada. Dure un tiempo en retirarme todo el tinte, cuando finalmente me lo saque, me miré en el espejo y vi mi pelo de color fuego carmín. Me sequé con una toalla, después fui a uno de los cajones del armario y encontré el secador de pelo y un cepillo. Conecte el secador en el baño y cerré la puerta. Después de un rato, me miré. Unos agraciados y llanos cabellos color escarlata lustroso, se hacían sentir en mi aspecto, eran suaves al tacto y despedían un olor delicioso a moras; mi shampoo favorito.

Bajé a la sala y vi a todos comiendo excepto Vanessa, ella estaba haciendo los desayunos. Miré los rostros de mi familia; Vanessa el corto cabello negro ondulado, detrás de las orejas. Me sonrió. El cabello chocolate de Alex, estaba revuelto y él me hizo una mueca con la lengua. Desirée levantó las cejas mientras comía y tenía un rojizo cabello natural lleno de perfectas ondas. Jennifer me miró de arriba abajo, me sonrió; pero con la boca apretada y tenía su largo cabello negro parejo y recto. La ignoré, y miré a Carter. Sus ojos azul pálido de Carter brillaron y cabello liso y suave color caramelo—entre el rubio beige y el castaño dorado— estaba espectacular y recién lavado. Levantando su cabeza, cuando pronuncié su nombre y me guiñó un ojo. Después de ver a casi todos, me senté en la mesa de la cocina, de madera; era pequeña y desgastada. Vanessa me sirvió el desayuno y comí con gusto. Poco después bajo, Troy. Tenía sueño por lo que pude ver y sus rizos cortos rubios, se movían lento. Bostezó y se dirigió hacia Jennifer. Le dio un beso y se sentó conmigo en la pequeña mesa, y Jennifer le trajo su desayuno. Minutos después apareció mi sorella, Sofí venía con su pijama de seda rosada, tenía su cabello negro suelto, decorado con una diadema rosada. Se dirigió directamente a su amado, Carter

—Buenos días, amor —saludó mi hermana hacia él

—Hola, cariño—contestó. — ¿Cómo dormiste?

—Bien—le susurró ella

Se dieron un beso, y luego vino hacia mí. De inmediato cambió su rostro un poco feliz, a algo de amargo en sus labios. Arrugando los labios con recelo. Me dio los buenos días con molestia. Agarró una manzana dulce de color verde del frutero de la encimera y se sentó en la mesa y comenzó a comerla. Después escuché que bajaba mi otro hermano menor, Rick acompañado de mi hija, Madison. Rick, era mi medio hermano. Hijo de mi madre pero también de mi padrastro humano, Jack Shepard. Mitad humano y mitad vampiro. Un híbrido

Sonreí. Mi hermano, Rick era un chico muy abierto, listo y encantador. Lo vi bajar las escaleras con una sonrisa y su pelo castaño oscuro de cortos rizos enmarañados y despeinados. Vino hacia mí con su enorme sonrisa fresca, le sonreí y se fue a la sala de estar con Carter. Encendió el televisor, colocó las noticias de la mañana, mientras yo terminaba de comer y entonces se aproximó mi hija menor, Madison. Ella era la menor de mis tres hijos, de mi embarazo de trillizos, sus hermanos mayores Zane y Carly. Mi hijo, Zane era el mayor de los dos. Ellos tres eran humanos como vampiros; híbridos, en pocas palabras, al igual que su tío. Su padre, mi marido, había sido humano cuando lo conocí hace varios años, en los ochenta, cuando él contaba veinticuatro años. Los tres sacaron rasgos de su padre y sus abuelos paternos, — cabello color negro y un distintivo azul zafiro, en sus ojos—. Madison tenía el cabello liso pero muy corto, a diferencia el de su hermana mayor, Carly que era mucho más largo y el de mi hijo era casi igual que el de su padre, corto pero liso en ciertas partes, no obstante tenían una pequeña parte mía en ellos. Su color de piel de los tres era como la mía, un tono de blanca arena, que al menos algo de mí. Era algo muy inusual ver esas características físicas de ese modo entre ellos tres, pero para mí la más posible explicación fija para esos rasgos en mis hijos. Además, de que mi esposo e hijo compartían el mismo nombre. Sonreí. Habían heredado unas únicas y raras facciones, de su lado paterno. Su legado humano.

>>>Y por ay algo mío, aún no se note mucho<<<, pensé en un suspiró

Madison vino hacia mí, me sonrió; luego se sentó a la mesa conmigo y nos saludó a todos. Le preguntó su tía sobre el desayuno, y Vanessa sonreía encantada al darle su plato. Después de un rato, todos se fueron a ocuparse de sus asuntos, velozmente. Vanessa terminó de cocinar, ordenar los utensilios y se fue. Jesse fue detrás de ella. Desirée agarró unos libros y revistas, desapareció hacia la oficina. Troy, Jennifer y Carter también, se esfumaron, mientras que Rick seguía viendo las noticias y Alex se marchó al garaje, diciendo que revisará el convertible de Jennifer. Solo quedo mi hija comiendo y yo. Suspiré.

Miré por las ventanas cercanas, como el clima cambiaba, de gris a negro por las lluvias que venían. Después de un rato me aburrí, dejé los platos en el fregadero y me fui hacia arriba. Subí para ver a mi marido, y a mi hija dormir, pasé por la habitación de mis niñas. Carly dormía en el paraíso, la distinguí cuando entraba en sus sueños al dormir, al roncar y también reírse. Pase a ver a mi marido, quien estaba destapado sin sábanas, lo cubrí y me quedé a su lado; acariciando el hermoso y sedoso cabello gris azulado, poder sentir su cuello frío. Después empecé a levantarme del borde de la cama para dejarlo dormir, pero de repente sentí un tirón de uno de mis brazos, y entonces oí una voz serena y hechizante; me estremecí por completo. Me apretaron el brazo con fuerza y solté, un quejido.

— ¡Ay, no! — chillé. — Eso molesta—me quejé

— ¡Aja! — susurró. —Te ibas a ir sin darme mí beso de los buenos días...—me insinúo. —Eres muy mala —me regañó

***

Observé a mí marido con esos ojos esmeraldas, podía sentir que nuestras miradas se mezclaban perfectamente en el vacío. Se acomodó en la cama, con su pijama de seda negra que resaltaba su piel mármol, y su cabello azulado grisáceo suave, estaba revuelto. Me acerqué para besarlo, pero él tomó mi rostro con sus manos tibias, nuestras frentes chocaron. Podía sentir, sus labios cálidos y suaves como la seda, moverse perfectamente sincronizados con los míos, fríos y sumisos a la vez, en ese momento tan agraciado e íntimo, se detuvo. Me estremecí y gemí. Por un momento me miró, se apartó y con su voz de ángel hermosa pero a la vez firme, me susurró:

—Te ibas a ir sin darme mi beso de los "buenos días"

—No, solo iba a ver si despiertas, cariño— respondí algo avergonzada. —Además casi todo el mundo está despierto, solo faltas tú y nuestros dos hijos. Los demás ya están despiertos, amor—repuse

— ¿En serio? —inquirió. —Bueno será mejor que me levante, ¿no?—

—Sí, vamos, levántate, hoy hay muchas cosas que hacer — lo animé.

Salí de la cama y mi marido, saltó de una vez de ahí, se pasó el pelo con las manos. Y con la poca luz que pasaba a través de él, lo veía como un ángel que había caído. Se paró frente a mí. Me quedé contemplando su forma por unos segundos, hasta que volví a la realidad. Me quedé contemplando su forma por unos segundos, hasta que volví a la realidad. Zane se quedó mirando hacia la ventana y veía el horizonte junto con las nubes.

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