A matter of heart

By thatsmyego

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Levi Braun es profesor del departamento de cardiología. Valerie Berkowitz, de Psicología. Ella le promete a é... More

prólogo
uno
dos
tres
cuatro
cinco
siete
ocho
nueve
diez
once
doce
trece
catorce
quince
dieciséis
diecisiete
dieciocho
diecinueve
veinte
veintiuno
veintidós
veintitrés
veinticuatro
veinticinco
veintiséis
veintisiete
veintiocho
veintinueve
treinta
treinta y uno
treinta y dos
treinta y tres
treinta y cuatro
treinta y cinco
treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
treinta y nueve
cuarenta
cuarenta y uno
cuarenta y dos
cuarenta y tres
cuarenta y cuatro
cuarenta y cinco
cuarenta y seis
cuarenta y siete
cuarenta y ocho
cuarenta y nueve
cincuenta
cincuenta y uno
cincuenta y dos
cincuenta y tres
cincuenta y cuatro
cincuenta y cinco
cincuenta y seis
cincuenta y siete
cincuenta y ocho
cincuenta y nueve
sesenta
sesenta y uno
sesenta y dos
sesenta y tres
sesenta y cuatro
sesenta y cinco (i)
sesenta y cinco (ii)
sesenta y cinco (iii)
sesenta y seis
sesenta y siete
sesenta y ocho
sesenta y nueve
setenta
setenta y uno
setenta y dos
setenta y tres
setenta y cuatro
epílogo

seis

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By thatsmyego

Levi se dejó caer en la silla de su despacho con un largo, cansado y grave suspiro.  Su bandeja de entrada estaba llena de correos de sus estudiantes a los que seguramente iba a responder con una escueta frase, pero lo peor de todo no era eso: era el email del Decano preguntando por el proyecto con Berkowitz. Tan solo el título, Proyecto Psicología-Cardiología, le hizo querer tirar los butacones de la sala por los ventanales. ¿Por qué narices le estaban dando tanto peso a la disciplina de Berkowitz? ¿No estaba la mayoría del equipo docente en contra del nuevo plan de estudios y, en concreto, contra la nueva profesora? Aunque el Doctor Braun no había escuchado grandes barbaridades sobre Valerie, sí que había notado el descontento general con las nuevas asignaturas de Psicología. Había oído, por algún pasillo y en alguna junta del departamento de cirugía, algunas palabras del estilo de ''no durará ni dos días''. Casi todo el mundo parecía estar de acuerdo: Berkowitz no encajaba en los engranajes de la Escuela de Medicina de Harvard, que funcionaban como un reloj suizo -con precisión, donde cada pieza era en sí misma la más importante de toda la maquinaria-, a pesar de su corta edad y larga lista de méritos. Ella era burbujeante, como una soda al limón; el resto de la plantilla, como un té amargo y aguado, sin azúcar. 

El Doctor se remangó las mangas de la bata y se acercó al escritorio, agarrando la madera y empujando la silla hacia delante. Hizo doble click sobre el correo del Decano para responder.

De: levi.braun@harvard.edu

Para: d.david.harris@harvad.edu

Asunto: RE: PROYECTO PSICOLOGÍA-CARDIOLOGÍA

        Buenas tardes, señor Harris.

        El proyecto está yendo como esperábamos. Todo bien. No tiene por qué preocuparse. 

En cuanto pulsó el botón de enviar, se arrepintió. Levi no era una persona mentirosa, pero prefería salvarse las espaldas y dejar de sentir el peso de las expectativas sobre él durante, al menos, un par de días. Seguía sin entender el interés que tenía el Decano -y su círculo más cercano- con aquel proyecto. Y con Valerie.

Aprovechando que la chica pasó por su mente, Levi clicó en el icono de 'nuevo correo'. 

De: levi.braun@harvard.edu

Para: valerie.berkowitz@harvard.edu 

Asunto: PROYECTO

         Necesito que busques artículos sobre el uso de terapias complementarias en pacientes con síndromes coronarios o patologías crónicas. También quiero que elabores un calendario con fechas de evaluación y una lista de posibles pacientes del hospital que puedas ver a lo largo de este semestre. Conviene que filtres entre los que tienen antecedentes personales sobre depresión, ansiedad y demás.  

        Envíame todo antes del martes a las doce.

De: valerie.berkowitz@harvard.edu

Para: levi.braun@harvard.edu

Asunto: RE: PROYECTO 

      Doctor, no soy tu secretaria. Puedo buscar los artículos, pero creo que es mejor que seas tú quien elabore el calendario y la lista. Al fin y al cabo, son tus pacientes, y parece que solo quieres formar parte del proyecto si tú tienes el mando... Que mejor oportunidad que esta, ¿no?

      Si necesitas una mano, avísame. 

Levi no estaba dispuesto a ceder, y mucho menos a crear una muestra experimental lo suficientemente amplia él solo, así que buscó un fichero que contenía los historiales de algunos de sus pacientes, lo adjuntó en un nuevo correo electrónico y se lo envió a Berkowtiz, sin siquiera poner un mísero ''adjunto varios archivos'' en el cuerpo del email. Simplemente, dio al clic. Apagó el ordenador y las luces del despacho antes de marcharse. 

ººººº

Apretando aún más la goma que recogía su melena oscura, Valerie caminó hacia la sala de musculación del gimnasio. No solía hacer pesas, pero supuso que aquella era una buena oportunidad; era temprano y la sala estaba totalmente vacía. Tranquila, canturreando la canción que sonaba a través de sus auriculares, la psicóloga preparó las cargas en una de las barras metálicas. Mientras contestaba los mensajes que Bennett le había enviado, alguien se colocó justo enfrente de ella, tapando la luz de los focos de la sala. Valerie alzó la cabeza.

—Responde a mis correos. 

No era una sugerencia ni una petición: era una sencilla y evidente orden. Valerie no pudo evitar alzar las cejas al ver al Dr. Braun allí, enfrente, con un enfado bastante palpable y con una toalla alrededor del cuello. —Si no te importa... —la joven señaló la barra que había cargado. —Estoy intentando-

—¿Has hecho la lista? —insistió él, manteniendo las distancias pero disminuyendo el tono de su voz. Sonó grave, haciendo aún más visible su enojo. 

Valerie se sintió un tanto violentada. Un poco abrumada. Pero se mantuvo firme. En algún momento de su vida, alguien le había dicho que 'no había mayor desprecio que no hacer aprecio', así que, sin mediar palabra, dejó su teléfono móvil en el suelo, se acuclilló y puso los seguros de la barra.

—¿Puedo?

Claramente no. El Dr. Braun puso su pie sobre uno de los discos, impidiendo a Valerie realizar el ejercicio. Ella cerró los ojos un instante y contó hasta tres para mantener la calma. Fue capaz de fingir una sonrisa. Miró al médico y se cruzó de brazos, expectante, esperando una explicación coherente del porqué de sus acciones. 

—Berkowitz, te dije que tuvieras todo preparado para el martes. —no había ni un ápice de amabilidad en la voz de Levi. Era un tono totalmente imperativo, típico de un jefe con rasgos de psicopatía. Por gracia o desgracia, no era la primera vez que Valerie se topaba con alguien como él. Ella se limitó a observar el rostro serio de Braun. —¿Sabes acaso qué día es?

—Martes. —contestó ella. —Pero es que las cosas del trabajo solo las trato en el trabajo. Lo siento. 

—Necesito el calendario ya. 

Valerie se encogió de hombros. —Mi horario de trabajo en la universidad es de ocho y media a tres. 

Resignado, el Dr. Braun asintió. Soltó una risilla amarga al ver que la psicóloga volvía a dedicarle una de sus sonrisas fingidas. Señaló las pesas del suelo. —Ten cuidado. A lo mejor se te cae la barra en el pie y te lo rompes. 

Valerie, viendo cómo el rubio se daba la vuelta para abandonar la sala con los hombros tensos y agarrando la toalla que llevaba al cuello con el puño, dijo: —¡Lo mismo digo! ¡Ten cuidado, no sea que te tropieces mientras corres y te rompas las cervicales! 

La joven profesora inspiró profundamente antes de comenzar con el ejercicio. Pensó que, quizá, su forma de actuar había sido demasiado infantil, nada adecuada para una mujer de veintiséis años que, para colmo, sabía de sobra cómo confrontar a personas como el Doctor Braun. Luego, se dio cuenta de que, de vez en cuando, tampoco estaba tan mal aplicar la estrategia de 'donde las dan, las toman'. 

ººººº

Martes, mediodía. El aula 320 estaba abarrotada de alumnos desesperados por entender lo que, desde su atril, el Doctor Braun explicaba. Valerie tenía una vista panorámica de la clase, semicircular, con suelos enmoquetados y largos pupitres de madera oscura. En las pizarras negras había varios números y borratajos que no entendía, y en una pantalla blanca se podían observar varias imágenes proyectadas. No le hacia falta escuchar al profesor para saber que estaba irritado, gritando; bastaba con ver cómo se inclinaba hacia delante, cómo sus cejas se juntaban y cómo daba repetidos golpes con el índice en el atril. Valerie no sabía qué habían hecho sus alumnos para que se pusiera así, pero sabía que no era nada grave. Suspiró y, paciente, esperó a que la clase terminara. 

Las puertas se abrieron y los alumnos comenzaron a salir. Escuchó algunos ''no puedo más'' y ''voy a suspender seguro'' entre el murmullo algo lúgubre, apagado. Valerie aprovechó que el flujo de personas saliendo del aula no era muy elevado y entró a la sala. Bajó los escalones sin mucha decisión, como si se le hubiera contagiado el miedo que tenían los alumnos al Doctor Braun, que recogía algunos papeles en un viejo maletín. Valerie se quedó cerca del atril. Levi ni siquiera prestó atención.

—¿Qué quieres? —preguntó con desdén, creyendo que la persona con vaqueros y converse negras que tenía delante era una alumna. —Mis horarios de tutorías-

—¿Qué les has dicho a esos pobres chicos para que salgan de tu clase como si fuera un funeral?

Levi alzó la vista por fin. Sus ojos claros se cruzaron con los de Valerie un instante mínimo, apenas una milésima de segundo. El médico terminó de guardar sus cosas y se echó el maletín al hombro. Metió las manos en los bolsillos de su bata blanca. —Algo que jamás entenderías. 

La de cabello negro no quiso comentar nada para no entrar en conflicto, pero le molestó la condescendencia y la soberbia del Doctor, a quien solo le faltó añadir un ''porque eres psicóloga y eres tonta''. —Necesito que revises el calendario, la lista y el nuevo borrador del proyecto. —dijo ella, intentando mantener un tono amable. —Quiero que el trabajo salga adelante, así que, por favor, intenta poner de tu parte. 

Valerie no tenía muchas expectativas, pero Levi, ante todo, era profesional. —Vale. Pásate por mi despacho antes de la una. Ya habré revisado todo.

ºººººº

—Es totalmente absurdo. — Levi lanzó unos cuantos folios sobre el escritorio de su despacho. Luego, señaló la pantalla del ordenador. —¿Se puede saber qué es esto? 'Se puede estimar una correlación entre altos niveles de cortisol y enfermedades cardiovasculares'. ¿¡De dónde ha salido esto!? ¿¡De la universidad de mis cojones!?

Valerie dejó que Braun soltara unos cuantos improperios y, mientras hacía oídos sordos e intentaba mantener la calma para poder explicarle más tarde que se trataba de una revisión de varios artículos anteriores, se dio cuenta de que los ojos amarronados de Levi tenían cierto brillo, como si, en parte, le resultara divertido resaltar todos errores. 

—No van a publicar esto. —concluyó, por fin. 

Berkowitz tomó aire y se acercó al escritorio con intención de justificarse. —Este párrafo-

—No. —volvió a cortar Levi. —No me sirve que ahora me vendas esta mierda. Aquí, las cosas no funcionan así. 

La nueva interrupción sumó un punto más al nivel de indignación de Valerie. Estaba a punto de pasar al nivel de la rabia. —¿Acaso los médicos no tenéis compresión lectora? ¿Sois robots que solo operan a gente? Por favor, no es tan complicado. ¡Mira! —se inclinó hacia delante para poder ver la pantalla. Se apoyó con una mano en el escritorio y señaló una frase con el índice de la otra. —He citado a los autores y-

—Nosotros utilizamos Vancouver, no tus normas APA de mierda. 

Valerie cerró los ojos un instante. —Bien, se lo diré al resto de psicólogos y psicólogas de la Asociación. ¿Podemos seguir o...?

—Vuelvo a repetir, Berkowitz, que no puedes hacer un puto proyecto basándote en suposiciones.

Se giró hacia él y le miró con cierta hostilidad.—Son hipótesis de trabajo. Tan científico y tan formal y no eres capaz de seguir los pasos de-

—No trabajamos así en Harvard.

¡Me la suda, me la pela, me la bufa Harvard! Valerie se alejó del escritorio. —Bueno, pero un proyecto es un proyecto, sea aquí o en Columbia. 

Levi se reclinó en su asiento, echándose ligeramente hacia atrás. Entornó los ojos y miró a la psicóloga, vestida con una blusa oscura y con el pelo semirecogido; parecía más una alumna que una profesora de la prestigiosísima universidad de Harvard. Además, su piel pálida, de aspecto suave, y sus mejillas redondas le hacían ver algo más joven que Levi, de aspecto más demacrado. —¿Sabes? Por mucho que seas miembro de la APA, por mucho que tengas un artículo citado por setecientas personas y por mucho que tengas un maravilloso PhD en neurociencia, no encajas aquí.

—Estoy al tanto. 

El doctor chasqueó la lengua, molesto por la aparente tranquilidad de Valerie. ¿No iba a llorar como el noventa por ciento de sus alumnos? ¿No se sentía angustiada ni dolida? ¿No iba a intentar hacerle cambiar de opinión? —Voy a darte un consejo: no seas tan flexible. No cambies las fechas de entrega porque un alumno te suelte que ha tenido un mal día. 

—No es ser flexible, es ser una persona decente.

—Si a tus alumnos les das la mano, te cogerán el brazo. Son peores que los monos.

Levi distinguió un atisbo de enfado en Valerie, que frunció el ceño. —¿Te parece normal decir eso de tus alumnos?

—Los alumnos están aquí para aprender Medicina, no para contarte su vida o para que tú les cuentes la tuya. Me da igual todo este rollo de pedagogía moderna, —gesticuló haciendo círculos con las manos— que si aprendizaje significativo, que si el modelo de no sé quién narices. Me da igual. No estás preparando a los alumnos para que sean buenos médicos.

Valerie soltó una carcajada suave; no podía creerse lo que estaba oyendo. —Ah, y tú sí, ¿no? Cuando tu método es totalmente antipedagógico, basado en la autoridad, más cercano a la enseñanza de hace siglos que a la actual, haciendo que los alumnos salgan de tus clases al borde del llanto. ¿Eso sí es enseñar medicina? 

—Han elegido una carrera dura. 

—¡Todas lo son! —exclamó ella para deleite del Doctor, que empezaba a notar la ira creciente de Valerie. —Además de ser un profesor que hace que sus alumnos pierdan la vocación, eres un maldito elitista. 

—Es la verdad. —entrelazó las manos sobre la madera del escritorio— Medicina es una carrera sufrida, larga, y no puedes compararla con... Psicología, por ejemplo. ¿Cuántos años de residencia has hecho?

Valerie se señaló a sí misma. —¿Crees que yo no me he dejado el culo estudiando para ser la mejor y poder tener un PhD? —volvió a reírse —¡La exigencia no es exclusiva de Medicina! ¡Todas las carreras universitarias, todos los cursos del instituto, todos los trabajos tienen un nivel de exigencia! ¡Dios! 

—Cualquiera puede ser Doctor, pero un buen médico no lo es cualquiera.

Levi estaba orgulloso de su última frase, que parecía sacada de un libro. Esperaba que Valerie se diera por vencida, que se fuera a llorar al pasillo como hacían la mayoría de alumnos y doctorandos. Levi estaba deseando verla soltar alguna lágrima... pero no contaba con dos cosas. Una, que Valerie no era la alumna promedio con la autoestima destruida; y dos, que era capaz de dar un golpe en la mesa. Literalmente.

La palma de la mano de Valerie chocó contra el escritorio. El fuerte ruido hizo que Levi se sorprendiera. Sí, Valerie había entrado en cólera. Estaba rabiosa, cabreada, tensa, todo lo contrario a lo que Levi esperaba. 

—Deja de creerte el enemigo de todo el mundo. —por primera vez, el tono de voz de Valerie era amenazante. No quedaba ni rastro de su tono cantarín y dulce. Era como si Levi se viera en un espejo, solo que del sexo contrario y con cabello azabache en lugar de rubio. —No es que seas mal profesor, es que eres mala persona. Alguien como tú debería estar lejos, muy lejos de la docencia. Si quieres sacar adelante el puto proyecto, vas a tener que ceder. Así funcionan las cosas. No pienso hacer lo que me digas y no pienso volver a tolerar tus faltas de respeto. ¿Te queda claro? 

El cambio repentino de humor de Valerie le había dejado perplejo. Sin palabras. Se limitó a tragar saliva. Sus labios permanecieron cerrados, impidiéndole contestar con algo ingenioso. 

Valerie cruzó una última mirada con él. —Revisa el calendario antes de empezar a seleccionar pacientes, por favor. 

Tomó una de las copias del dicho cronograma que había impreso para dárselas a Braun y se dio la vuelta, dispuesta a marcharse de allí cuanto antes. Sin embargo, Levi no parecía tener muchas ganas de querer perder la batalla. —Y tú deberías deshacerte de ese complejo de salvadora. No eres mejor que nadie por venir a dar lecciones de buenismo. Solo estás aquí para poder poner en tu currículum de mierda que has estado una temporada en Harvard y volver a Nueva York para ganarte un extra... ¿o me equivoco? Solo te importa el prestigio, no dar clase o este proyecto. 

—¿Sabes? Me parece irónico que seas médico cuando estás destruyendo la vida de tus estudiantes. 

Los labios de Levi se curvaron en una sonrisa algo perversa. —Muy poética.

—Haré lo que sea para que te vayas de la Universidad. No puedes seguir dando clase y que haya alumnos replanteándose toda su vida porque tú has decidido ser un imbécil. 

—Lo mismo digo. ¿Quieres hacer una apuesta? ¿Se irá antes la novata o alguien que ya tiene plaza fija?

Valerie abrió la puerta del despacho. —Gilipollas. —y cerró de un escandaloso, rabioso y airado portazo. 

Levi sacó uno de los bolígrafos del bolsillo superior de su bata. Sacó la punta con un 'clic'. —Pondré que me has insultado en la queja formal que presentaré al rectorado. —dijo, lo suficientemente alto para que Valerie, aún en el pasillo, le oyera. 

ºººººººººº

bueno señoras (y señores?) después de este pequeñisisisisisismo parón, espero que sigáis leyendo la historia y comentando, porque si no me voy a cabrear y me voy a tirar otros 15 días sin subir capítulo 

es broma

pero sí expliqué en mis stories de ig que mi plan era llegar a la 'catarsis' de Valerie para dejar la problemática principal de la historia planteada, así luego puedo ir actualizando con más calma.......... esta historia lleva rondando mi mente unos cuantos meses y me gustaría acabarla YA pero me temo que si no no la vamos a disfrutar tanto jaj






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