Dimensión en llamas

Autorstwa Ms-Eleven

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Una relación mal vista por muchos reinos y sus altos mandos ¿Una miembro de la alta comisión teniendo amoríos... Więcej

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 20.5
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Happy Halloween 🎃
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Mi vida te pertenece
Estoy de vuelta
Donde todo comenzó
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43

Capítulo 27.5

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Autorstwa Ms-Eleven

Memorias compartidas

Sintió que sus pies estaban a punto de reventarse o atrofiarse, el corazón le iba a mil y sus pulmones ya no respondían con eficiencia. Para este punto no se podía decir que estaba corriendo, solo trotaba, cojeando y tambaleándose a un paso arritmico con cada vez menos fuerza en las pantorrillas. La vista incluso le estaba fallando, apenas podía moverse entre los árboles del bosque sin darse de lleno con algunas ramas o arbustos salientes.

Pero no podía parar, aún escuchaba en la lejanía los caballos y la muchedumbre como si le respiraran en la nuca. No se atrevía a mirar atrás, la última vez que lo hizo una cuchilla afilada le arrancó medio pómulo, y una flecha le pasó justo al lado del ojo, y ya era suficiente con las otras cinco que llevaba clavadas en la espalda.

No obstante, se vio obligada a detenerse, necesitaba tomar aire. En condiciones normales no sería un problema, no sentiría dolor, no estuviera exhausta y sus heridas habrían sanado en un santiamén, sin embargo, cada lanza, flecha o cuchilla que había tocado su cuerpo estaba impregnada de veneno, y era tan letal que contrarrestaba sin mayor problema su habilidad de regenerarse. Por fin el rey Kafuro había conseguido un arma capaz de doblegar a una Nereida.

Se detuvo detrás de un árbol, aún no los había perdido pero había logrado un margen de tiempo para al menos recuperar el aliento. Hizo intento de sacarse una de las flechas, la única que tenía al frente, clavada en el hombro, pero pronto descubrió que era una pésima idea, pues resultaba jodidamente doloroso. Ni siquiera tiró de ella con todas sus fuerzas porque el dolor fue indescriptible, estuvo a punto de gritar de agonía pero se contuvo, apretando la mandíbula mientras un hilo de saliva le bajaba por el mentón. Cuando se dio por vencida luego de varios intentos, no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, y entre gimoteo y gimoteo, dejó escapar un llanto silencioso, apretando con fuerza las manos contra su boca.

Nunca en sus muchos años de vida se había visto tan humillada y doblegada, ni siquiera era capaz de recordar la última vez que había llorado, no, porque esa era su primera vez per se. Con ese pensamiento en mente fue que decidió cortar de golpe su llanto. Llorar es de débiles, el dolor es para los débiles, el miedo es para los cobardes. Poco a poco fue calmado sus gimoteos, se limpió las lágrimas con brusquedad a la par que su semblante se contraía de rabia. No había tiempo para lamentos, debía encontrar la manera de solventar la situación.

Pero ni bien se puso en marcha cuando de pronto un apretón se afianzó alrededor de su cuello, y el filo de una espada sobre su abdomen le impidió cualquier movimiento.

—Ni un movimiento en falso, preciosa —dijo el hombre, acercándose tanto que Dhalia tuvo que apartar el rostro, con una clara mueca de repulsión. El tipo le dejó en claro que la espada también llevaba veneno—. Quién diría que tras esa cara perfecta y ese cuerpo de diosa se esconde una asesina.

Al lugar llegaron un par de hombres más, quienes al ver la escena felicitaron a su camarada por la captura. Lo siguiente era dar aviso a los demás.

—Alto —dijo el primer tipo. Los otros dos lo miraron sin comprender, a lo que él rápidamente agregó—: Eso puede esperar, ¿qué tal si nos divertimos con ella antes de entregarla?

—Qué dices, estás loco.

—Piénsenlo— insistió—, mientras nosotros hacemos el trabajo sucio, el rey y los otros cuatro monarcas aliados se reparten a todas las demás; cincuenta hermosas nereidas a su disposición para hacer lo que se les venga en gana, ¿no creen que es un poco injusto? —Dejó la pregunta en el aire por unos segundos y luego continuó—. Yo creo que lo es, y creo que podríamos disfrutar un poco con esta belleza antes de entregarla, ¿qué dicen?

Los otros dos tipos lo pensaron dubitativos, si el rey se enteraba no querían ni imaginar lo que haría con ellos, les cortaría la lengua, los desollaría y los empalaría en la plaza del pueblo con una estaca en el ano. Mientras tanto, Dhalia buscaba una manera de librarse de la situación. Estaba en clara desventaja y tenía todas las de perder, pero sabía que si no hacía algo correría el mismo destino que el resto de ninfas. No, peor, pues siendo la culpable de asesinar al primogénito del rey Namoru, definitivamente no le deparaba otra cosa que el infierno, por ningún motivo podía volver. Y debía actuar de inmediato pues los sujetos ya se habían convencido.

Tomó un respiro profundo y apretó con fuerza la mandíbula para lo que estaba apunto de hacer, y cuando reunió el coraje suficiente se impulsó con fuerza contra el árbol detrás suyo provocando que las flechas que tenía clavadas la atravesaran de lado a lado. El dolor fue espantoso por lo que irremediablemente dejó espacapar un alarido desgarrador.

Sin embrago, con esto logró dos cosas, la primera fue que ganó distancia entre la espada y su abdomen y la segunda era que ahora las flechas le habían salido por delante y por ende, las puntas envenenadas habían abandonado su cuerpo. Rápidamente mandó una patada al sujeto de la espada y no esperó a ver el resultado de la misma para salir corriendo de allí.

Los tipos se le fueron encima como bisontes furiosos en cuanto ella comenzó a ganar distancia. Era rápida, más que cualquier persona común, pero estaba envenenada y herida así que su velocidad se había visto afectada, por lo que no logró una gran ventaja, además aún cojeaba y para su mala suerte terminó tropezando y se fue de trompicón al suelo.

—¡Maldita zorra! —exclamó uno de ellos. Le saltó con un grito de furia, espada en mano y dejó caer el acero con todas sus fuerzas. Ella atinó a girarse al último segundo pero no pudo meter las manos, y en consecuencia, más de la mitad de la hoja le atravesó el abdomen hasta incluso perforar la tierra bajo su espalda.

—¡Tenemos órdenes de llevarte con vida, pero de ser necesario te llevaré en pedacitos! —decía al tiempo que empujaba con fuerza.

Dhalia se quedó mirándolo fijamente a los ojos, presa de la impotencia. Ahora le estaba costando hacer entrar el aire a sus pulmones, su inhalación era entrecortada y el dolor había escalado a un grado infernal.

Por un momento sintió que el tiempo se había detenido, o que todo parecía moverse con extrema lentitud. La Nana superior le contó una vez que eso es lo que se siente cuando estás a punto de morir, quizá para atesorar tus últimos instantes de vida y arrepentirte de lo que hayas hecho mal a lo largo de ella. Pero ante ese panorama, Dhalia se convenció de que ella no quería morir, y como si de una descarga eléctrica se tratase, la adrenalina le recorrió el cuerpo y tensó sus músculos en un parpadeo, al mismo tiempo que su expresión se contrajo en una mueca torcida de rabia.

Fue como un golpe rotundo volver a la realidad, de pronto escuchaba de nuevo los sonidos a su alrededor y desde su punto de vista, todo cobró movimiento de nuevo cuando advirtió algunas gotas de sangre brotando de la boca de aquel hombre. Y es que ni ella misma supo cómo ni en qué momento, pero su antebrazo ahora estaba atravesando al tipo con una perforación en el abdomen. Algunos pasos más atrás, los otros dos sujetos miraban horrorizados aquella mano con garras afiladas saliendo de la espalda de su camarada.

La mujer estaba en trance hasta ella misma, intentando asimilar lo que acababa de pasar. Sintió que todo aquello había cruzado muchos límites y llegado a un punto al que no debía llegar, sin embargo, por alguna extraña razón sentía un conflicto interno, un sentimiento que se abría paso segundo a segundo como el agua entre los arroyos. Y es que haber liquidado a un bastardo como ese resultó jodidamente placentero...

Entonces se lo quitó de encima y sacó el brazo de su estómago sin asco ni remordimiento. Ahora la embargaba una emoción difícil de describir, a decir verdad se sentía extasiada y recuperada, quizá porque el veneno había perdido fuerza también, pero muy en el fondo, podía percibir una especie de instinto carnívoro y depredador abriéndose paso por su sistema.

Se levantó, ante la mirada atónita de los sujetos, quienes se aferraban temblorosos a sus espadas; hizo acopio de fuerzas y voluntad y se sacó la hoja metálica del estómago, de nuevo, con un dolor espantoso. Aún seguía teniendo problemas para respirar, lejos de sentirse bien estaba hecha polvo y sentía los músculos molidos. Aunque eso no importaba ahora, debía lidiar con la peste primero. Alzó la mirada, dura y penetrante, con un semblante férreo y una sonrisa escalofriante que dejó perplejos a los dos hombres; se lamió la sangre que había salpicado en su mentón y por alguna extraña razón eso la llenó de entusiasmo.

Lo siguiente fue un despliegue de movimientos y golpes cegados por la furia y el éxtasis. Aunque recibió unos cuantos cortes y perforaciones, la adrenalina que sentía le amortiguaba cada uno de ellos, eso sumado a que su regeneración, aunque a paso lento, había retomado labor en sus heridas. Aquella escena fue una carnicería de principio a fin. Hizo aparecer sus tentáculos y rodeó por completo la cabeza de uno de ellos sin dejarlo respirar, le arrancó ambos brazos y alargó su agonía lo suficiente para no matarlo de asfixia, solo para acabar torciéndole el cuello, girando su cabeza a casi una vuelta entera. El sonido fue espantoso y el segundo sujeto se orinó en los pantalones.

El sentimiento era glorioso, se sentía extasiada, liberada, era una sensación adictiva que se hacía cada vez más grande y fuerte con cada gota de sangre que salpicaba, o cada hueso que tronaba. Su semblante inspiraba terror, sus ojos se mantenían bien abiertos con una mirada desquiciada y una sonrisa tan pronunciada que parecía mostrar más dientes de los que debería.

El último tipo no tuvo un destino menos vistoso. Cuando logró someterlo lo levantó rodeando su cuerpo con sus tentáculos sin permitirle mover un solo músculo, y le mostró la misma sonrisa escalofriante que lo hizo cagarse de miedo.

—¡POR FAVOR, NO ME MATES! —chillaba el hombre mientras sacudía la cabeza con desesperación y una cascada de lágrimas bajaba por sus mejillas—. ¡HARÉ LO QUE QUIERAS! ¡TE LO SUPLICO!

La mujer comenzó a abrir la boca al mismo tiempo que un sin fin de dientes afilados emergían y crecían en dónde antes había una dentadura normal. Pequeños hilos de saliva se cruzaban entre sus dientes inferiores y superiores pero se deshacían a medida que aquella mandíbula ganaba tamaño, abriendo paso a el serpenteo de una lengua larga y llena de pinchos.  Su maxilar inferior se desencajó de forma horrenda, con un ruido de huesos rotos de por medio, la sonrisa creció desproporcionada hasta casi tocar sus orejas, dejando expuesto una especie de membrana que parecía unir ambas mitades de la boca, la cual para este punto había llegado a un tamaño en el que fácilmente cabía una sandía.

Ante aquella escena, el hombre pegó un grito preso del pánico justo antes de que Dhalia se abalanzara de golpe y le arrancara la cabeza de un mordisco contundente y tan veloz como la arremetida de una serpiente.

La situación cambió desde ese día, cuando encontraron los cuerpos desmembrados y decapitados, las tropas de los cuatro reinos supieron que estaban frente a una depedarora que ellos mismos habían despertado. Se trataba quizá de la única nereida cegada por sus instintos primitivos merodeando por ahí. Lo que precisamente el rey Kafuro intentaba evitar desde un principio. Así fue como comenzó una de las mayores operaciones de búsqueda, con un despliegue de tropas rastrillando cada rincón del reino. Capturarla se había convertido en todo una odisea. Ya no se trataba de un capricho del rey, sino de matar al dragón del castillo que atemorizaba al pueblo.

Dhalia perdió la cuenta de cuántos hombres había liquidado desde entonces, y aunque disfrutaba asesinando a cuando bastardo se le acercara, en el fondo un sentimiento de desolación la hacia sentir cada día más miserable. Había perdido su hogar, y sus hermanas. Cada día se levantaba consciente de que al abrir los ojos tendría a un grupo de hombres pisándole los talones, sabiendo que su escondite del día había sido encontrado de nuevo, sabiendo que quizá ese sería la última vez que abriera los ojos, pues cada enfrentamiento por sobrevivir era una masacre de la que ella no salía exenta de salir herida de gravedad.

Así fue como terminó un día de tantos, habiendo eliminado a las tropas de turno pero acabando en un estado al borde de la muerte.

Se arrastró en la tierra como gusano pisoteado luchando por vivir, dejando a sus espaldas una escena grotesca de cuerpos hechos papilla. Se impulsaba con un solo brazo pues el otro solo era un pedazo de carne colgado chorreando sangre; llevaba una pierna mutilada, una flecha clavada en su ojo y otras tantas repartidas por el cuerpo, un sin fin de cortes profundos que ardían como el infierno y que el veneno recorriendo su interior impedía que cerraran.

Llegó hasta la orilla del río, agonizando de dolor y con serias dificultades para respirar, su pecho subía y bajaba tan rápido que apenas se notaba el movimiento, y con cada inhalación arrastraba un silbido tenue y agudo. Estiró el brazo con un temblor incontrolable y bajó la mano lentamente hasta que sus dedos rozaron el agua. A los pocos segundos, el líquido subió por sus dedos y comenzó extenderse por su brazo como si siguiera caminos invisibles surcando la piel. Cuando su brazo se vio completamente cubierto las heridas y los golpes comenzaron a sanar.

Sintió el agua llegar hasta su rostro y fue aquí que, reuniendo coraje, agarró la flecha clavada en su ojo y tiró de ella con fuerza, debía sacarla, su ojo no sanaría con un objeto de por medio. Dejó escapar un grito desconsolado y lastimero, el dolor era tan insoportable que se vio forzada a detenerse a medio camino. Bajó la cabeza y se derrumbó en llanto.

Al cabo de un rato, volvió a hacer el intento y, de nuevo, el dolor fue tan agudo que terminó mordiéndose la lengua cuando tensó la mandíbula, sin embargo esta vez lo había conseguido, y aliviada, miró la flecha con desdén y la arrojó tan lejos como pudo. Entonces, un par de gimoteos le abrieron paso al llanto por segunda vez. Tal vez lo mejor era rendirse, dejar de vivir cada día con la preocupación constante de ser asesinada, porque realmente era mejor morir que ser atrapada. Con ese pensamiento en mente, apoyó la cabeza sobre la tierra y se desconectó del mundo olvidándose de cualquier preocupación.

Cuando despertó supo que había pasado mucho tiempo porque el sol tenía un brillo mañanero. Se levantó y se sentó aletargada, soltó un bostezo y se estiró hasta sentir un hormigueo placentero. Entonces, se dio cuenta que algo andaba mal. «¿Dónde rayos estoy?».

Lo último que recordaba era su estado agonizante a la orilla del río. Ante aquel recuerdo fugaz se llevó la mano hasta su ojo; estaba recuperado, su brazo había vuelto y su pierna también. Eso no era nada fuera de lo normal, lo extraño era que se encontraba en una especie de cueva.

Rápidamente se levantó y fue directo a la salida. El sol la dejó ciega por un par de segundos, apretó los párpados con fuerza hasta que sus ojos se adaptaron a la luz.

Entonces, no supo qué cara poner ante aquella presencia.

Eclipsa is love ❤️

(Este dibujito lo dejé como boceto por dos motivos: por flojera xd y porque realmente me gusta mucho como se ve sin delinear).

___________________

—¡¿Eclipsa?! —interrumpió Marco con los ojos bien abiertos.

Dhalia levantó los brazos y dio un giro con la mirada hacia arriba, como queriendo abarcar la inmensidad del suceso.

—La mismísima reina de mewni, chico, ¿puedes creerlo?

Marco bajó la mirada y sonrió para sí mismo, sorprendido. Con todo lo que había escuchado de ella por parte de Hekapoo y ahora esto, Eclipsa parecía una mujer realmente admirable.

—Entonces ella te ayudó.

—Puedes llamarlo así si quieres. Aunque yo lo llamaría secuestro.

—¿Qué? —inquirió Marco.

—¡La mujer me sacó de Oceantía! —exclamó haciendo un gesto amplio con sus manos—. Literalmente me arrastró hasta Mewni.

Su voz y gestos eran complementos de un sarcasmo que casi parecía una regla a seguir cuando se trataba de ella. A Marco le tomó un momento darse cuenta de que estaba jugando. Entonces sonrió y negó con la cabeza.

—Entonces, ¿fue así como terminaste siendo un hechizo o algo dentro de la varita? ¿Qué pasó ahí? ¿Cómo llegaron a ese punto?

La mujer resopló inflando los cachetes y retorciendo los ojos.

—Eso es una historia aparte. Pero en resumen... Eclipsa me ofreció un escape de la realidad. Un lugar en dónde no debía preocuparme por nada, así que solo acepté —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Hablas de la varita?

—No, del libro.

—¡¿Vivías en el libro?!

—En su capítulo, específicamente.

Había algo que no encajaba para Marco, desde su punto de vista vivir en el libro no debía ser muy cómodo.. o posible siquiera.

—Así que estuviste ahí dentro tantos años. Aún así me da curiosidad saber cómo fue que tú y Eclipsa llegaron a esa conclusión.

—Ya te dije, es una historia aparte.

—Bueno, tenemos mucho tiempo —dijo Marco echando una mirada rápida a sus dos costados.

El lugar era agradable, arena bajo sus pies, un cielo azulado, palmeras y rocas adornando el perímetro en donde las olas del mar rompían cada pocos segundos. A pesar de tratarse de un lugar dentro de su propia mente, se podía sentir con claridad todo tipo de sensaciones; como la brisa o la aridez del ambiente.

—No, no lo tenemos —atajó Dhalia—. Tengo que irme ya —dijo girándose en dirección opuesta—. Ya te conté lo suficiente.

Entonces aquel bonito paisaje desapareció de un pronto a otro como si hubiera sido succionado por un agujero. El corazón comenzó a aumentar su ritmo y todo volvió a ser aquel lugar blanco sin fin, aunque con una diferencia, ahora parecía haber un cielo nublado y el aire de repente se sentía húmedo.

—¡Espera! —exclamó Marco pero la mujer lo ignoró y continuó caminando.

El plan de disuadirla no había dado resultado, pues parecía estar completamente decidida a desaparecer de su mente y de su cuerpo. Existía una especie de núcleo que fungía como una biblioteca de información vinculada al aura de cada individuo, algo que trasciende más allá de la materia orgánica, estando más bien directamente vinculada al aura de cada persona.

Sus intenciones eran claras, según lo que ella le dijo, solo tenía que llegar al núcleo y separar los enlaces que guardaban su información genética, de modo que terminaría desapareciendo de su cuerpo. Marco quiso convencerla de desistir pero fue inútil, parecía haber tomado la decisión. El corazón le dio un vuelco cuando de pronto vio aquel núcleo emerger a la distancia. Debía detenerla. Comenzó a correr tras ella pero se dio de lleno con una pared invisible que salió de la nada. La mujer echó un vistazo atrás por sobre su hombro.

—Quedate ahí —le dijo y Marco solo pudo observar cómo se acercaba cada vez más al núcleo. Palpó aquel muro preguntándose cómo ella era capaz de hacer esas cosas dentro su propia mente. La mujer leyó la confusión en su rostro así que agregó—: Paso mucho tiempo aquí, sobre todo desde que te pusieron la pulsera. Aprendí un par de trucos desde la última vez que nos visitó aquel tipo.

De pronto, aquellas nubes negras comenzaron a soltar agua en cantidades, y así mismo se manifestaron los rayos a cada tanto.

—¡No lo hagas! —gritó Marco golpeando la pared repetidas veces. Miró alrededor buscando con desesperación una salida, corrió de lado en un intento de rodear aquel muro invisible pero parecía no tener fin—. ¡No tienes porqué hacerlo! ¡Sabes que hay una solución!

Ella se volvió a girar, siempre manteniendo el paso.

—Perderás el brazo, Marco, ¿no crees que es estúpido hacer eso? Estoy intentando ayudarte.

Él pasó por alto que aquella había sido la primera vez que lo llamaba por su nombre. Y era horrible pensar que fuera justo cuando estaba apunto de suicidarse.

—¡Yo estoy intentando ayudarte!

Esta ves la mujer no contestó, mientras el chico desesperado intentaba atravesar la pared, a base de embestidas y puñetazos.

—¡¿Si planeabas hacer esto, por qué me hiciste venir en primer lugar?! —exclamó mientras continuaba golpeando desesperado. Llegó a hacerse daño en las rodillas, codos y nudillos, y de verdad dolía pese a ser consiente de que todo estaba en su mente—. ¡Sé que en el fondo tienes miedo! ¡Sé que en el fondo no quieres hacerlo! —Marco se sentía preso de una impotencia que lo carcomía a cada segundo. Sus puños estaban teñidos de sangre pero la lluvia que azotaba con fuerza terminaba lavando su piel casi de inmediato—. ¡Si querías matarte sin más lo hubieras hecho mientras dormía! ¡Estoy seguro de que querías convencerte de lo contrario, por eso me provocaste un desmayo! ¡¿No es así?!

Ella volteó hacia atrás de manera brusca y con el ceño fruncido, apretó la mandíbula y le lanzó una mirada llena de hastío antes de girarse de nuevo.

—No sé de qué demonios hablas —dijo en un tono hosco. Pero luego sus hombros tensos se relajaron. Marco no podía ver su rostro pero pudo intuir que había apaciguado la expresión—. Espero que tengas suerte con ella, Marco —dijo con voz ausente.

Entonces, el chico supo que no lograría convencerla. Debía encontrar una manera de llegar a ella así que se detuvo a analizar.

—Piensa. Piensa —se decía en voz baja—. Es tu mente, Marco, debe haber una forma de hacer algo.

Si ella era capaz de hacer lo que hacía, entonces él debía tener un mayor control allí dentro, al menos esa fue a la conclusión que llegó mientras se golpeaba la cabeza contra la pared. En esa serie de golpes terminó yéndose boca abajo de repente, así que tuvo que colocar las manos en el suelo encharcado para no darse de lleno. Tardó unos segundos en procesarlo pero se dio cuenta de que la pared invisible había desaparecido.

No se cuestionó por qué se había desvanecido, sacudió la cabeza y de inmediato arrancó a correr tan rápido como las piernas le respondieron. El corazón se le aceleró y así mismo aquellas gotas de lluvia de repente se habían vuelto un diluvio incontrolable, rayos y centellas cada pocos segundos, y una ventisca combinados que le dificultan ver apenas la silueta de Dhalia más allá. Estuvo apunto de gritarle pero decidió no alertarla.

Cuando estuvo más cerca pudo verla a escasos centímetros de tocar el núcleo, que parecía una especie de cilindro semitransparente flotando a varios pies del suelo. Apretó el paso a todo lo que pudo, tuvo un resbalón con el que se fue de bruces pero se recompuso rápidamente justo para plantarse a pocos pasos de ella y embestirla sin pensarlo.

Se giró en el aire para recibir la caída con su espalda, se dio contra el piso que para este punto del diluvio casi parecía un riachuelo. Se afianzó a ella por detrás con un agarre fuerte, rodeándole los brazos e impidiéndole el movimiento.

—¡Suéltame! —comenzó a gritar ella mientras se retorcía.

—¡Olvídalo! No te voy a dejar hacerlo.

—¡Déjame en paz, idiota! ¡¿Qué rayos te importa a ti lo que haga?!

—¡Me importa! —exclamó intentando mantener la fuerza de su agarre. Un destello en el cielo precedió a un estruendo que lo obligó a alzar aún más la voz—. ¡Por favor, deja de pensar que sigues sola! ¡No estás sola!

—¡No hables disparates! —Comenzó a patalear y mandar golpes hacia atrás con la cabeza. En uno de tantos Marco no pudo esquivar y terminó con la nariz rota. El chico se quejó del dolor pero se negó a soltarla—. ¡No tienes derecho a decidir por mí!

—¡Tal vez no! ¡Pero tú me hiciste venir aquí! ¡Estoy seguro de que... —Recibió un cabezazo en el pómulo y soltó un quejido—. ¡E-estoy seguro de que en el fondo no quieres hacerlo!

—¡Suéltame! —insistía sacudiendo la cabeza, y mientras arqueaba el cuerpo como gusano, miró hacia arriba y soltó un grito de desesperación —¡Maldición! ¡¿Por qué tengo que lidiar con este cuerpo inservible en este maldito lugar!

—Escucha, puedo entender cómo te sientes. Puedes pensar que no vales nada, que no tienes motivos para vivir. Perdiste mucho y debe ser difícil...

—¡Cierra la boca! ¡Tú no sabes nada!

—¡Sí lo sé! — vociferó y apretó los párpados—. ¡Sé que no recordabas nada, por eso no sabías ni tu propio nombre! —Ella abrió los ojos—. ¡Ese tipo me devolvió los recuerdos, pero también sé que en ese preciso momento tú recordaste todo también! —Dhalia se detuvo de golpe, dejó de moverse y se mantuvo así por un buen rato, cosa que resultó sopresiva para Marco —. Pude verlo...—continuó—, e-en mis sueños, era difuso y no lo entendía con claridad, pero ahora que me contaste pude unir las piezas que me faltaban...—Hizo una pausa, que no alargó mucho por temor a otro cabezazo—. Escucha, Dhalia, ¿e-es tu nombre no? Sé lo mucho que te atormenta pero no te castigues así. No eres culpable de lo que pasó a tus hermanas. No eres alguien débil ni cobarde como piensas...

Marco escuchó un siseo y luego sintió el movimiento brusco de un espasmo. «Está.. llorando», se preguntó con sorpresa. Aquella contracción se volvió a sentir repetidas veces, así como lo que Marco determinó que eran sutiles sollozos disimulados. Aunque esa poca quietud no duró mucho, pues ella comenzó a  sacudirse de nuevo con el mismo ímpetu de antes.

—¡Cállate, tú no sabes nada! —exclamó con fuerza, ahora sin embargo con una voz notablemente rota.

—Es cierto, no sé nada. Pero estoy seguro de que la razón por la que quieres hacer esto es por la misma que decidiste encerrarte en el libro de hechizos hace tantos años.

—¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE!

En ese momento la mujer mandó un cabezazo hacia atrás que dejó a Marco aturdido, con eso aflojó un poco el agarre así que ella aprovechó para zafarse. Se fue de medio lado y cayó a gatas en el agua. Luego le saltó encima y se sentó sobre él lista para descargar un golpe con el puño cerrado. Marco vio un rostro enfurecido pero triste a la vez, con los ojos llorosos y los dientes apretados. Ella se topó con una cara golpeada y una nariz rota botando sangre. «Rojo».

El escenario cambió. Sangre derramada, cuerpos desmembrados, una persona atravesada por el abdomen, el impacto de un rayo, un alguien que lloraba abrazando un cuerpo. Una punzada aguda amenazó con partirle la cabeza y un pitido hizo vibrar sus tímpanos. Un berreo molesto, como el llanto de un bebé, un destello cegador, una niña recién nacida.

Marco estiró la mano. Ella estaba en trance, con la mirada perdida en el infinito y las pupilas temblando a una velocidad acelerada, como si procesara gran cantidad de imágenes por segundo. Le rozó el codo y ella estalló en un grito de agonía. Se llevó las manos a la cara y se apartó de él haciéndose un ovillo por allá.

Hubo un silencio por largo rato, lo único que se escuchaba era el retumbar del cielo y la incesante caída de agua. Marco se acercó con timidez, y escuchó con sorpresa y pesar un llanto silencioso que le encogió el corazón. No sabía qué decir. Se sentía culpable porque él la había llevado a ese estado, y la situación empeoró cuando de pronto aquel ligero gimoteo se volvió un llanto desconsolado. Comenzó a gritar de una forma desgarradora mientras se apretaba el pecho con fuerza, lo que hizo al chico apresurarse hacia ella. Le tocó la espalda y le habló con suavidad. La reacción de ella lo dejó con un nudo en la garganta, pues se le fue encima directo al pecho, estallando a llorar.

—¡Idiota! ¡Eres un completo idiota! —exclamó ella mientras escondía la cara en su pecho, golpeando consecutivamente con su frente.

—S-sé que seguramente lo soy... —dijo, posándole una mano gentil sobre el hombro.

—¡Cállate! ¡No hables! —dijo ella, con un llanto que no hacía otra cosa que subir de intensidad, se sofocaba con gritos ahogados que reprimía para mantener su orgullo —. ¡Esto no cambia nada! ¡Eres un idiota, y siempre vas a ser un idiota para mí! ¡Que te quede claro!

A Marco se le humedecieron los ojos, pero no pudo evitar sonreír. No quería pensar en otra cosa que no fuera consolarla, aunque seguía con la espinita de que quizá no hubiera desistido de cometer aquella locura. Pasaron largo rato sin decirse nada, hasta que ella poco a poco apagó su llanto. Cuando se apartó tenía los ojos hinchados.

Se limpió las lágrimas, aunque para Marco eran casi inexistentes debido al agua de su cara. Se miraron por unos segundos hasta que ella apartó la mirada.

El chico tragó saliva y sopesó las palabras antes de abrir la boca.

—¿C-cómo te sientes? —preguntó retraído.

Dhalia lo ignoró y le dio la espalda. Se llevó las piernas al pecho y se quedó sentada con los brazos cruzados sobre las rodillas. Marco no quiso decir nada, se quedó en silencio por temor a otro arrebato.

La mujer se removió el pelo de la cara, que estaba adherido debido al agua.

—Será mejor que salgamos de aquí... —dijo ella—. Ya llevas mucho tiempo inconsciente.

«Salgamos», repitió él en su cabeza. Eso le sacó una sonrisa.

Dhalia se puso de pie. Se acomodó el vestido y se peinó con las manos llevándose las palmas a la cabeza y empujando el cabello hacia atrás. Se giró mirando por sobre su hombro, con una mirada severa que no coincidía con su semblante de antes. Emanaba soberbia y determinación, al igual que su postura altiva y elegante. Esa mujer era el orgullo hecho persona.

—Marco —insistió ella.

—¡Si! ¡Enseguida!

___________________

Marco despertó sintiendo que se había quitado un enorme peso de encima, se sentía realizado, descansado y quizá, excesivamente cómodo, con una sonrisa absurda en su rostro. El techo fue lo primero que vio, y una luz tenue que lo hizo reconocer el lugar: la enfermería.





















Hola chicos ❤️ Voy a aclarar algo en caso de que haya confusión. Este capítulo transcurre justo antes de la operación de Marco, evidentemente. Se trata de unos acontecimientos que decidí saltarme en el capítulo 25, cuando Marco se desmaya y aparece dentro de su mente.


Espero como siempre que hayan disfrutado el capítulo ❤️Muchas gracias por leer y nos leemos a la próxima.





Ms. Eleven
24/02/2022

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