Dimensión en llamas

By Ms-Eleven

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Una relación mal vista por muchos reinos y sus altos mandos ¿Una miembro de la alta comisión teniendo amoríos... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 20.5
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Happy Halloween 🎃
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27.5
Mi vida te pertenece
Estoy de vuelta
Donde todo comenzó
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43

Capítulo 27

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By Ms-Eleven

Fotosíntesis parte II

Leyla se levantó del suelo, jadeando y sujetándose el hombro. Apretó los párpados y tomó un respiro profundo, un respiro que salió entrecortado, le dolía cada parte del cuerpo pues esa última demonio fue la más difícil hasta ahora. No obstante, algo le decía que estas clones estaban bastante lejos de mostrar su verdadera fuerza. No, estaba segura de ello. Miró hacia el suelo y no bajó la guardia hasta que se aseguró de que el cuerpo se había desvanecido.

Entonces comenzó a dirigirse de prisa hacia Marco, guiada por la energía de su aura, y mantuvo el ritmo sin pausa abriéndose paso por la bruma que poco a poco se iba despejando por fin. Pero entonces, ensanchó los ojos y se detuvo de golpe, sintió algo, una precencia conocida.

—Keyren —Se dijo a sí misma. Se concentró en esa energía, y tan pronto como la ubicó supo que debía estar peleando, se sentía agitada.

En el fondo quiso ir a ayudar pero decidió seguir su camino, debía encontrar a Marco. Y habría sido así de no ser porque perdió la concentración pensando en el príncipe, y justo por ese motivo fue que otra precencia más le llegó de golpe. Una precencia demasiado familiar.

—No puede ser... —dijo volviendo a ensanchar la mirada.

El problema era que no confiaba en su percepción, debía estar loca, no podía tratarse de Janna, su aura se sentía diferente, se sentía más... grande. Le costaba trabajo percibir más de una a la vez, pero guiada por la curiosidad cerró los ojos y puso toda su concentración en esta última presencia hasta que no le quedó ninguna duda. Era su prima.

Una Janna que estaba teniendo problemas serios con el chico, quién había resultado ser más habilidoso de lo que esperaba. Este tenía una pinta diferente, según ella, y no tardó en darse cuenta de que se trataba del príncipe. En parte por la vestimenta que llevaba, ningún soldado o civil vestiría tan refinado; y en parte también por una segunda cosa en particular que no pudo pasar por alto.

—Vaya, después de todo era cierto lo que decían —Le dijo mientras mantenían una secuencia de ataques y bloqueos continuos—. Eres bastante apuesto.

—Hablas demasiado.. —dijo Keyren con hastío.

—Oh, lo siento. Es que nunca me había enfrentado a una cara tan bonita. Se podría decir que me pones nerviosa. Y eso, galán, eso no pasa con frecuencia.

En medio de la ráfaga, Keyren dio con un escudo bajo sus pies, así que se apartó unos pocos centímetros y le dio un pisotón fuerte con el que el disco se levantó a media altura, justo para girarse y de una patada lanzarlo hacia Janna. Ella lo atrapó y lo usó para cubrirse de la embestida inmediata que le cayó encima, cuando el príncipe se lanzó sin darle un respiro. Las garras de sus manos terminaron perforando el escudo, eso fue lo que vio Janna desde su lado, cosa que la dejó con la boca abierta.

—¡¿De qué mierda están hechas tus uñas?! —exclamó soltando el escudo y dando un salto hacia atrás.

Desde ahí, aprovechó para lanzar un ataque a distancia, o más bien una técnica rebuscada, pues hizo aparecer un escudo bajo los pies del chico quién sin tiempo a reaccionar terminó siendo elevando hasta casi tocar el techo, lo que parecía una altura de diez metros.

—Quedaté ahí, galán. En unos minutos el disco descenderá. Mientras tanto yo debo irme.

Con lo que Janna no contaba era que el príncipe estaba igual o más loco que ella. Eso lo determinó cuando con asombro, lo vio tirarse en picada hacia al piso. Ante semejante idiotez estuvo tentada a ayudarlo ¡Se iba a hacer papilla! Sin embargo su sorpresa fue mayor cuando en el aire cambió su forma y el aterrizaje fue amortiguado por las patas de un enorme lobo negro, el cual comenzó a cortar distancia mientras gruñía.

—Okey.. lindo perrito —dijo ella mostrando las palmas al tiempo que retrocedía—. Tengo un par de preguntas sobre esto, una de ellas es: ¿A dónde fue tu ropa?

Keyren continuo avanzando y ella retorciendo, manteniendo ese juego de miradas hasta que de repente, una flecha azul se cruzó en sus caminos, la cual quedó clavada en un tanque en medio de ambos.

Los dos se giraron hacia la dirección de donde provino la flecha, pero fue Janna la que abrió los ojos como platos al ver a su prima sosteniendo un arco. Aunque por su parte, la mirada de Leyla era de confusión.

—¿Charlotte..?

Por otra parte, el rescate de Marco había sido frustrado por Araziel y la enfermera Neya, cosa que hizo a Hekapoo estar al límite de la rabia . Su sangre hervía, y no en un sentido figurativo, porque su piel había comenzado a desprender humo de un pronto a otro. Tenía el ceño tan contraído que su pupila se escondía bajo la ceja.

—¿Por qué le hicieron esto? —balbuceó Hekapoo entre dientes, o más bien entre colmillos, mismos que ahora parecían haber crecido, y la mandíbula apretada solo hacía aquella expresión más atemorizante.

—Alto. No es lo que piensas —dijo la enfermera—. Él estuvo de acuerdo con todo esto.

—No mientas —intervino Star, quién seguía encañonada por Neya—. Si fuera así, ¿por qué lo esposarían a la camilla?

—Estaba sufriendo —agregó Hekapoo—. Lo escuchamos.

—Ma-manipular las moléculas de un cuerpo puede resultar doloroso, a-aún con anestesia—dijo Araziel, apuntando el arma contra Hekapoo—. Eso es algo que se le explicó mucho antes de que tomara la decisión.

Hekapoo estuvo apunto de responder, pero se detuvo al último segundo. La enfermera quiso aprovechar para seguir persuadiendo, si no podía convencerla al menos debía ganar tiempo, y esperar los refuerzos que Araziel le aseguró que ya venían. Y habría funcionado de no ser porque de pronto notó algo en la mirada de la demonio: un gesto tácito, rápido y discreto. Al darse cuenta de esto se giró hacia atrás de inmediato, pero era demasiado tarde porque Tom ya la había tomado por la espalda. Sujetándola con fuerza, le rodeó el cuello con un brazo, le impidió el movimiento de la mano izquierda y con la cola la obligó a soltar el arma de la derecha.

Al mismo tiempo, Araziel fue sorprendida por la espalda, por una de las clones de Hekapoo, tomándola por sorpresa y despojándola del arma.

Rápidamente Hekapoo se apresuró hacia Marco, y lo mismo hizo Star ahora que estaba libre.

—No puedo creerlo, Tom, ¡¿tienes cola?! —dijo esta última, a lo que Tom soltó una risa nerviosa.

—Star, no es momento —Intervino la demonio—. Concéntrate.

—Sí. Lo siento.

No les tomó mucho tiempo terminar lo que habían empezado, por lo que al cabo de un rato Marco estuvo libre por fin.

—¡Alto! —exclamó Araziel de pronto, aunque su voz tan dulce y llena de timidez era confusa—. P-por favor, si van a llevárselo al menos cierren la herida.

Fue al oír esto que Tom se percató del estado de Marco. Hekapoo se detuvo por un instante, furiosa, llena de una rabia que solo le dejaba pensar que quería hacerles lo mismo a todos. Miró la herida sin saber cómo actuar. Era un corte entre el hombro y el codo, justo a mitad del bícep; limpio, liso, demasiado perfecto; de hecho ni siquiera sangraba, y parecía estar cubierto por una especie de película escarchada, dando la impresión de que estaba brillando.

—El brazalete —continuó Araziel—. E-ese artefacto a su derecha... Funciona como una especie de torniquete. Debe colocarlo en el muñón o de lo contrario el recubrimiento que la cauteriza no sellará por completo.

Hekapoo dudó por un momento, pero decidió confiar en que sería verdad. Siguiendo las indicaciones de la enfermera lograron colocarle el artefacto. Cuando estuvieron listos para irse, Hekapoo miró a Tom y con un gesto discreto le dio a entender el siguiente movimiento. La primera en hacerlo fue su clon, quién de un golpe contundente dejó inmóvil a Araziel.

—¡Araziel! —reaccionó la enfermera, pero Tom no tardó en hacer lo mismo con ella.

El chico la bajó con suavidad para dejarla en el suelo, y al momento se percató de que la clon de Hekapoo se estaba desvaneciendo, dejando a Araziel a su suerte, así que rápidamente se apresuró hacia la chica justo a tiempo para evitar que se diera contra el suelo. Tom miró a Hekapoo pero esta ya se alejaba cargando a Marco, lo tomó de su brazo y lo apoyó contra ella. Cuando pasaron por la cápsula enorme, Hekapoo y Star se sobresaltaron al advertir un fuerte golpe que provino de adentro. A la vez, Hekapoo reparó el movimiento del chico.

—¡Marco! —reaccionó cuando lo escuchó musitar algo—. ¿Estás bien? ¿Puedes oírme?

—Hek-apoo... —dijo este adormecido.

—Aquí estoy —dijo ella conteniendo un sollozo—.Te encontré.

—¿Dónde... ¿D-dónde está ella?

—¿Quién?

—T-tengo... que estar con ella —Su voz era grave y la manera de hablar muy pausada.

—¿Con quién? —Insistió Hekapoo

Star se adelanto para abrir el portal pero antes de hacerlo se giró a preguntar:

—Hekapoo, ¿en dónde está Janna?

—Dijo que nos alcanzaría —contestó Tom detrás de Hekapoo—. Intenté convencerla pero no quiso venir.

—¿Qué? No podemos dejarla.

—Janna puede volver por su cuenta —aseguró Hekapoo—. Confío en ella. Si dijo que nos alcanzaría, lo hará.

Esta vez fue Hekapoo quien decidió abrir el portal, pero cuando estuvo a punto de sacar sus tijeras se detuvo de golpe. Tom también dejó de caminar, y como Star iba al frente fue la última en enterarse. Se giró preguntando porqué se detuvieron, solo para darse cuenta de que los chicos parecían estar paralizados, y sin tiempo para reaccionar fue alcanzada por un rayo que la dejó en el mismo estado que ellos.

Aparecieron un numeroso grupo de soldados de élite portando armas y escudos, todos apuntando con precaución hacia los tres. De entre ellos, la reina Selene se abrió paso, bella, imponente y elegante; alzó una mano y dio una orden, ante la cual, uno de los soldados se salió de formación y fue hasta donde estaba Marco; usando una protección especial en su traje, lo tomó, adormilado como él solo, sacándolo de aquella burbuja paralizadora, ante una Hekapoo presa de la impotencia que no pudo hacer nada, pues lo único que podía mover eran los ojos.

—Hekapoo —comenzó Selene—, guardiana interdimensional procedente de la X667; Star Butterfly, futura heredera de Mewni, y Tom Lucitor, primogénito y príncipe del Inframundo. ¿Qué tienen qué decir ante esta violación al reino Licantio?

Con una orden de la reina los soldados permitieron, desde sus armas, que ahora Hekapoo, Star y Tom  pudieran moverse, aunque continuando encerrados en la burbuja traslúcida.

Hekapoo sostuvo el aliento intentando mantener a raya su rabia, aunque su mirada decía todo lo contrario. Star y Tom quisieron objetar pero ella les cortó la intención con un gesto de sus manos.

—Me parece, su majestad, que no somos los únicos que han incumplido con el tratado de paz —dijo Hekapoo—. Puedo enumerar unas cuantas pautas que se han roto en este laboratorio.

Y de pronto, la voz de una mujer se adelantó a la respuesta de la reina.

—Me gustaría saber a qué se refiere —dijo la duquesa. Se abrió paso entre los demás y saludó a la reina con una leve inclinación al llegar.

—Artículo 24, sección 3. —replicó Hekapoo—. Bajo cualquier circunstancia quedará estrictamente prohibida la experimentación con algún ser vivo de la X667. Esto incluye plantas, animales o personas, así como microorganismos en una etapa evolutiva que demuestre signos de conciencia.

—¿Insinuas que el chico Marco es mewmano? —inquirió la reina.

—Es más mewmano que licantio, eso seguro.

En medio de la discusión, un Marco más recuperado y consiente observaba el suceso desde varios metros más allá. Seguía desorientado y un poco aturdido pero se puso al tanto de la situación con la ayuda del soldado que lo ayudaba a mantenerse de pie.

Al lugar llegaron Janna, Keyren y Leyla. Esta última se acercó preocupada en cuanto lo vio, también pidió amablemente que le trajeran una silla. Janna por su parte quedó pasmada ante lo que estaba pasando, y más aún al ver a Marco sin su brazo derecho. Para este punto su prima le había explicado todo, pero verlo en esa condición no dejaba de ser impactante. Por supuesto, Marco no reconoció a Janna hasta que Leyla le dijo quién era, lo cual lo dejó aún más desorientado, si cabía. 

Los oficiales y soldados que estaban cerca no tardaron en notar la presencia de la bruja y alzaron sus armas contra ella por lo que Keyren tuvo que intervenir.

—Alto, viene conmigo. —dijo el príncipe levantando las palmas y posicionándose frente a ella—. Bajen las armas, por favor.

Marco continuó viendo la acalorada discusión entre Selene y Hekapoo. A cada argumento que lanzaba una, refutaba la otra, y él cada vez más deseoso de intervenir. Aunque en el fondo estaba feliz de verla, también estaba nervioso porque precisamente había pasado mucho tiempo, no sabía qué decir o hacer. No obstante, al cabo de un rato decidió ir hasta ella. Leyla intentó evitarlo pero él insistió, y seguidamente caminó a paso lento y cansado hasta que llegó con la reina, por lo que ambas detuvieron la discusión al verlo. Marco saludó con su debido respeto y le pidió dejarlo hablar con Hekapoo. Selene aceptó sin tanta resistencia.

Marco comenzó a caminar, nervioso y tembloroso, con el corazón bombeándole cada vez más rápido conforme se acercaba a Hekapoo. Ya sabía que tendría una reacción similar cuando por fin la viera de nuevo, pero no esperaba que fuera tan pronto, no estaba preparado.

La reina ordenó liberar a Hekapoo de la burbuja, algo a lo que la duquesa quiso oponerse, alegando que, ante la hostilidad que mostraron los intrusos podría ser mala idea, sin embargo, Selene se mantuvo firme. El soldado obedeció y dejó de presionar el gatillo que mantenía la burbuja de Hekapoo activa.

Y cuando aquella barrera que los separaba se deshizo, Hekapoo se derrumbó. La piel se le erizó, su corazón comenzó a bombear acelerado y toda la fuerza de voluntad que había guardado hasta ese momento se fue por la borda cuando, sin poder evitarlo, cedió a un impulso irreprimible que la hizo correr y embestir a Marco con un abrazo sopresivo, el cual lo forzó a mantener el equilibrio.

Qué más da si todos la estaban viendo, no podría importarle menos en ese momento. No importaba que Star la viera, que Tom la viera, que Janna, que la reina, que todos los soldados y todas las malditas personas presentes vieran su faceta más frágil. Que se dieran cuenta que era presa del sentimiento más hermoso, y horrible a la vez, que alguien puede sentir, aquel sentimiento tan invasivo y enfermizo que te obliga a preocuparte más por esa persona que por ti mismo. Y ella era consciente de esto, pues hasta ese momento había pasado esclava de una angustia e incertidumbre insufribles mientras jugaba a ser alguien fuerte. La situación la había superado, las emociones le habían ganado. Era fácil pensar que alguien como ella mantendría una postura firme frente a la tensión, pero en ese instante todo lo demás dejó de ser importante, en ese instante, lo único que quería era presionar la oreja contra su pecho, apretar con fuerza y embriagarse con su aroma mientras escuchaba los latidos de su corazón. En el fondo quizá, como un reflejo innecesario de asegurararse que estaba vivo.

Hekapoo deshizo el abrazo al cabo de un rato, cuando se percató del subidón de pulsaciones en el pecho de Marco. Se separó solo para verle los ojos llorosos. Ella ladeó la cabeza y sonrió conmovida, y por un fugaz instante estuvo tentada a besarlo, cosa que descartó de inmediato, el solo imaginarlo la hizo ruborizarse.

—Marco —dijo ella con voz suave. Ahora había empezado a sentirse nerviosa, pero poco después el sentimiento cambió a confusión, al percibir tristeza en esa mirada.

—Hekapoo —musitó él, con una voz grave que tuvo un pequeño desliz. Al notar esto decidió aclararse la garganta para continuar—. ¿H-hekapoo... Qué haces aquí? —dijo limpiándose las lágrimas.

—Bueno... Estaba.. Hemos estado buscándote. Luego de lo que pasó en la escuela yo... Nosotros nos preocupamos.

—Lamento haberlos preocupado. Estoy bien, no era necesario.

—No digas eso, Marco. Tus padres deben estar preocupados, ha pasado mucho desde...

—Mis padres ya lo saben —interrumpió y Hekapoo enarcó las cejas—. Mi prima... —dijo mirando en dirección a Leyla por un segundo—. Ella se encargó de avisarles.

—Oh, no sabía e...

—Por lo que veo tú no volviste a casa luego de lo de la escuela.

Hekapoo arrugó las cejas.

—C-claro que no —contestó con una risa nerviosa—, no iba a regresar sola ¿cómo se supone que les explicaría que no volví con su hijo porque una bestia enorme se lo llevó?

—Lo más lógico habría sido ir con ellos, ¿no crees?

—Bueno.. Tal vez pero... No sabía qué hacer, lo primero que se me ocurrió fue salir a buscarte. Estaba preocupada.

—Me gustaría creer que es verdad —replicó—. Pero de ser cierto, ¿por qué tardaron tanto? Según lo veo yo, no sería un problema para la guardiana de las dimensiones rastrear a alguien. ¿O es que solo cuando te conviene lo puedes hacer?

Hekapoo había empezado a exaltarse, el corazón le bombeaba a un mayor ritmo y ante esas últimas palabras perdió la cordura por un segundo, teniendo un pequeño arrebato de histeria.

—¡No es fácil para mí! ¡No soy tan hábil! —dijo alzando la voz, pero sintiéndose arrepentida al instante. Echó una mirada fugaz a su alrededor. Todos la veían, debía calmarse, aunque era difícil porque ahora había comenzado a hiperventilar.

¿Pero por qué Marco estaba actuando tan extraño? Estaba siendo odioso, desconsiderado, todo lo contrario al chico dulce de siempre. No, Marco no es así. Cuando logró calmarse un poco, acortó la distancia entre ambos y aunque estaban bastante apartados del resto, habló en voz baja.

—Dime qué pasa Marco —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Qué está pasando? Mira lo que te hicieron. Yo... No confío en esta gente, no ahora que te veo así. Si te están obligando a hacer o decir cosas...

—Nadie me está obligando a nada —cortó él de golpe—. Y a diferencia de lo que crees ellos son buena gente. Puedo confiar en ellos... Pero, por otro lado, no puedo decir lo mismo de ti.

Hekapoo ensanchó la mirada.

—Qué dices...

En ese momento Hekapoo sintió una sensación horrible recorrerle el cuerpo. Había vuelto a exaltarse y así mismo respondió su corazón, aumentando el ritmo de nuevo. Comenzó a sentir un hormigueo en los ojos y por eso los movió con rapidez para evitar que se humedecieran. Fue ahí que de pronto Marco tomó su mano y le entregó algo.

Y entonces, se congeló al ver la foto. Aquella foto que había guardado con recelo tanto tiempo. Aquella única foto que sobrevivió a ser triturada o quemada tiempo atrás, cuando llena de ira y dolor, maldijo con todas sus fuerzas haber conocido a Marco. Tenía mil preguntas al respecto, pero la principal era: ¿Cómo es que Marco tenía esta foto?

Fue aquí cuando ya no pudo contener las lágrimas. Algo andaba mal.

—¿Cómo es que...? ¿D-desde cuándo tienes esta foto? —Alzó la cabeza para verlo y se encontró con una mirada igual a la suya, llena de lágrimas y confusión.

—Lo recuerdo todo —dijo Marco. Y lo que al principio pudo ser alegría para Hekapoo, pronto se convirtió en un sinsabor ardiente, cuando se percató de que había un deje de molestia en su expresión.

—Marco...

—Dime algo, Hekapoo ¿Cuando pensabas contarme todo?

Marco apretó los ojos y se restregó la cara para limpiarse las lágrimas. Hekapoo no podía ni moverse, ni siquiera parpadear, por eso en sus mejillas escurrían unas líneas de lágrimas que poco a poco se convertían en un caudal.

—Responde, Hekapoo —insistió Marco, y ella agachó la cabeza levemente.

—Yo... Iba a decirtelo... —dijo con voz temblorosa—. Te juro que iba a... Yo solo estaba esperando...

—¿Esperando? —repitió Marco con hastío—. ¿Esperando a qué? ¿Cuál es el motivo para no contarme algo tan importante como eso?

Hekapoo se sintió vulnerable. Nunca en la vida había tenido tanta impotencia y confusión juntas. Se sentía en ese momento como si estuviera en un interrogatorio, sospechosa de un delito que no cometió.

—Marco...

—Perdí la memoria, Hekapoo, ¿y tú lo viste como un simple juego? ¿Lo viste como una manera de diversión o algo? Claro, aprovechémonos del pobre que no recuerda nada, y así de paso puedo enmendar las cosas que hice mal antes, ¿no? La oportunidad perfecta para moldear al tonto a mi antojo.

—¡No digas eso! —dijo exaltada—. ¡Así no pasaron las cosas!

—¡¿Y entonces por qué no decirme desde un principio?! ¿No pensaste que lo mejor sería contarme? No, en lugar de eso decidiste jugar conmigo.

—No. Jamás haría algo así. Nunca pensaría en algo así.

Desde lo lejos, los demás precensiaban la escena sin saber cómo reaccionar. Tom y Star estaban más cerca pero dada la situación ninguno de los dos quiso decir nada, además, estaban encerrados y no entendían que estaba pasando. Aunque Star perdió la paciencia y estuvo a punto de decir algo, y previendo la intención, Tom le lanzó una mirada firme y le hizo unas señas, no debían entrometerse. Pero Marco estaba siendo un patán ¿Cómo podía quedarse de brazos cruzados? Este mismo pensamiento lo tuvo Janna, pero como estaban más lejos, realmente no sabían qué estaban hablando, no escuchaban apenas, lo único que hacían desde ahí era intuir en base a los gestos, pero era claro que estaban discutiendo, y cuando Janna decidió que era suficiente Leyla le cerró el paso con el brazo.

En ese momento, Hekapoo se sentía como una niña siendo reprendida por una travesura. Pero sobre todo, se sentía incapaz de hilar bien las palabras para no empeorar las cosas. Era angustiante, los nervios no la dejaban pensar con claridad.

—Por favor, déjame explicarte las cosas —dijo Hekapoo cada vez más dolida, y con un hilito de voz a punto de romperse.

—No creo que haya algo que puedas decir para justificarte —replicó Marco—. Dime, ¿cuál sería el motivo para haberme ocultado todo?

—¡Porque tenía miedo! —gritó ella cohibida y apretando los ojos con fuerza—. ¿Después de todo lo que habíamos pasado, cómo se supone que debía sentirme? ¡¿Cómo se supone que debes actuar cuando una persona con la que compartiste tanto, de repente no te recuerda?! 

Esta vez se llevó las manos a la cara, en parte para limpiarse las lágrimas, pero también necesitaba un refugio. No podía verlo a los ojos. No se atrevía.

—Dime —dijo ella entre sollozos—. ¿Qué hubieras hecho tú?

Hubo un silencio largo de por medio. Como estaba encorvada no podía ver a Marco así que llegó a pensar que no respondería. Lo que sí creyó escuchar fue un leve gimoteo y fue en ese momento que alzó la mirada. La expresión de Marco era confusa. Su mirada parecía mostrar tristeza y rabia al mismo tiempo. Eso le aterró.

Pero entonces, él se acercó y le agarró una mano, con una delicadeza y suavidad que solo acresentaron las ganas que tenía de llorar y el impulso incontrolable que sintió de aferrarse a su pecho en un abrazo fuerte. Y estaba tan distraída en su mirada que no se dio cuenta de que Marco le había quitado la foto de las manos.

—No sé cómo lo habría resuelto yo —dijo Marco—. Pero lo que definitivamente no habría hecho es ocultarte la verdad.

Hekapoo quiso contestar, pero quedó paralizada cuando de repente vio frente a ella, la foto en la mano de Marco consumiéndose por las llamas. Sin darse cuenta, la había llevado hasta su tiara para prenderle fuego.

—Agradezco que te hayas tomado la molestia de venir —dijo este— Pero por favor, no me vuelvas a buscar nunca más.

Y eso fue lo último que dijo antes de soltar la foto. Hekapoo estaba atónita, con los ojos bien abiertos, la voz se le quedó atrapada en la garganta cuando quiso gritar de pavor. Tardó unos cuantos segundos en procesar lo que ocurría, y otros tantos más en lanzarse al suelo, temblorosa y desatada en llanto, en un intento desesperado por salvar la fotografía.

Marco comenzó a caminar, lo único que quería era alejarse de Hekapoo lo más rápido, mantuvo el paso firme, sin mirar atrás ni tampoco al frente, miraba al suelo con el semblante en blanco. Y continuó hasta que repentinamente sintió un testarazo fuerte en el pecho y un segundo después se vio en el suelo, y frente a él estaba Janna tan enfurecida como pocas veces se ve a una persona.

—¡¿Qué mierda te pasa, idiota?!  —gritó Janna mirando a Marco con rabia. Y no, no estaba enojada, estaba soberanamente cabreada—. ¡¿Quién demonios te crees para tratarla como basura?!

Solo fue un parpadeo, solo una pequeña distracción de Leyla bastó para perder de vista a Janna, quién en cuestión de segundos había desaparecido de su lado y ahora estaba empedernida frente a Marco. Y la cosa empeoró cuando se abalanzó a puño cerrado sobre él.

—¡Charlotte! —gritó Leyla por allá, lanzándose en carrera a detenerla.

Pero Janna reaccionó de inmediato. Rápidamente plantó las palmas sobre el suelo y con un destello fugaz de sus ojos, un pentagrama enorme se expandió por el piso de cerámica y poco después una especie de cúpula enorme, traslúcida y rosa, se cerró sobre ellos, bloqueando el paso a todos, y dejando adentro solo a Hekapoo, Star, Tom, Marco y ella.

Leyla se estampó con el domo rosa sin poder avanzar, entonces comenzó su intento desesperado por abrirlo, lanzando todo tipo de ataques mientras le gritaba a Janna que se detuviera. Keyren también colaboró, así como la reina, que tras una orden de ella, cada soldado comenzó a disparar contra aquel escudo.

Debido a la cúpula las burbujas de Star y Tom se deshicieron, aprovechando esto ambos chicos para socorrer a Marco.

— ¡Janna! —gritaba Star acercándose.

Janna los vio venir y de nuevo actuó en consecuencia. De repente, unas extensiones de energía, similares a dos serpientes traslúcidas comenzaron a emerger de su espalda, funcionado como dos brazos extra aferrados a su columna, y como si tuvieran consciencia propia se estiraron veloces hasta a Star y Tom, y se enrollaron alrededor de sus cuerpos sin dejarles movilidad alguna.

Janna estaba fuera de sus cabales, con los ojos brillando en blanco y la mueca contraída, su ira parecía crecer más con cada puñetazo que plantaba en la cara de Marco, y este, lejos de defenderse, parecía estar dispuesto a recibirlos.

—¡No sabes todo lo que hemos pasado para encontrarte!—gritaba Janna, golpe tras golpe—. ¡Hekapoo ha estado preocupada por tu trasero todo este tiempo! ¡Se puso en peligro sin importarle su integridad! ¡No tienes idea de cuánto la he visto sufrir por tu estúpida vida! ¡¿Y así se lo agradeces?!

Pronto la cara del chico estaba teñida de rojo, al igual que los nudillos de Janna, pero esto no detuvo el impulso de la bruja, porque ella estaba viendo algo que los demás no hacían, y es que por alguna razón, el rostro de Marco estaba sanando a una velocidad anormal, pues la hinchazón y las heridas desaparecían tan pronto como llegaban.

—¡YA BASTA, JANNA! —gritó Hekapoo con la voz rota, saliendo del trance emocional en el que estaba atrapada. Tenía la mirada empapada en lágrimas, y el semblante tan caído que parecía como si estuviera con los ojos cerrados.

Pero ni bien escuchó el grito de Hekapoo cuando de repente, Janna recibió un empellón con una fuerza desproporcionada. Todo pasó muy rápido, como una especie de rayo que impactó en su pecho y que en un abrir y cerrar de ojos la mandó a estamparse diez metros hasta el fondo de la cúpula. Esto hizo que Janna perdiera la concentración y en consecuencia el domo desapareciera.

La bruja quedó aturdida y desorientada. Cuando abrió los ojos se encontró con un par de iris púrpuras que la miraban con soberbia.

¿Cómo había entrado a la cúpula?

Allá donde quedó Marco tirado llegaron enseguida Araziel y la enfermera Neya. Se arrodillaron buscando socorrerlo pero para su sorpresa, su cara apenas tenía raspones.

—Marco, ¿se encuentra bien? —preguntó Araziel, y el chico asintió con la cabeza.

Poco después llegaron Star y Tom y la misma sopresa se llevaron. Leyla no tardó en aparecer y con ella fue lo mismo. Esta última también se enfocó en Araziel, sobresaltándose cuando notó la mancha de sangre que tenía en la sien.

—¡Ara! ¿Qué te pasó?

—E-es solo un pequeño golpe, nada grave.

—Por el amor de Dios, te dije que no te involucraras.

—Lo-lo siento —contestó agachando la mirada—. Yo solo quería ayudar.

—¡Ya lo sé! Eres testaruda —dijo Leyla. Se acercó para darle un abrazo al que la pequeña chica se aferró con fuerza—. Para la próxima me aseguraré de amarrarte.

Star se había apartado del grupo y se dirigió donde Hekapoo. Allí se sentó sobre sus talones de la misma forma en que lo estaba la pelirroja, la cual parecía no haberse percatado su presencia . Tenía la mirada clavada en la foto, por suerte había logrado rescatarla, al menos la mayor parte.

Star no sabía qué decirle y tampoco quería molestarla, así que solo se limitó a hacerle compañía. Se sentó a su lado un poco nerviosa y le poso la mano con suavidad sobre la espalda. Sin embrago se sorprendió cuando Hekapoo se apoyó sobre su hombro.

Por otra parte, todos voltearon hacia la conmoción que se había formado más allá, cuando escucharon los gritos de los soldados apuntando sus armas hacia aquella criatura imponente y enorme, pues a simple vista parecía superar, por mucho, los dos metros de altura.

Janna había permanecido en el suelo, manteniendo un duelo de miradas con la criatura hasta que se escuchó el grito de la duquesa acercándose a la escena.

—Que a nadie se le ocurra disparar —dijo esta.

La reina también se acercó, custodiada por un grupo de soldados atentos a cualquier movimiento.

—Duquesa Darya —habló Selene—. ¿Esta criatura es quien creo que es?

—Así es, su alteza. La criatura que salió del chico.

—Maldición, ¿podrían dejar de llamarme criatura? —dijo la aludida, y al escucharla los soldados tensaron sus armas. Aunque a la vez, la voz de esta les erizó la piel a todos, en especial a los hombres.

—Oh, que descortés de mi parte —dijo Selene, llevándose la mano enguantada a los labios.

En ese momento ordenó traerle algo de ropa a la mujer, pues estaba completamente desnuda. A falta de prendas de su enorme talla tuvieron que darle una capa de tela suave y grande.

—Te ofrezco una disculpa —dijo Selene—. Dime, ¿cómo deberíamos llamarte?

—Dhalia —saltó Marco por allá, poniéndose de pie con ayuda de Araziel y Neya—. Su nombre es Dhalia.

Entonces la susodicha se giró hacia Marco. Un movimiento que, de nuevo, puso en tensión a los soldados. Pero esta vez, fue porque aquel simple movimiento estaba excesivamente dotado de sensualidad.

Aquí fue donde aquella mujer de más de dos metros comenzó a perder su tamaño gradualmente hasta que llegado a un punto terminó con una estatura más acorde a una chica normal. Y no solo eso, pues su aspecto también se acercaba a uno más humano.

Esa mirada que le lanzó era terrorífica.

Pero la sonrisa tenía una extraña mezcla entre inocente y burlona. Y ante eso, Marco no supo ni qué cara poner.

—¿Espera, Cactus es mujer? —preguntó Leyla confundida, pero su aura le decía que se trataba del simbionte. Lo extraño era que podía sentir el aura de Marco dentro de ella. No como cuando compartían cuerpo, porque en ese estado podía percibir con claridad la diferencia de auras, cada una por separada. No, ahora se sentía como si dos entidades estuvieran fusionadas.

—No solo es una mujer —intervino el príncipe Keyren acercándose por allá—. Es una Nereida —dijo viendo a la mujer a los ojos—, ¿o me equivoco?

Ante lo dicho Selene se sorprendió, parecía haber entiendo con asombro de lo que hablaba su hermano. Recordaba haber leído acerca de dichas mujeres hace muchos años, cuando solía frecuentar la biblioteca en plena formación escolar.

—¿Eso es cierto? —preguntó Selene a la Duquesa Darya junto a ella.

—Es cierto, su majestad. Es una Nereida.

En medio de la confusión, nadie parecía haberse dado cuenta de que ninguno de los intrusos que habían irrumpido en el laboratorio se encontraba más en el sitio. Nadie a excepción de Araziel, la que no tardó en comentárselo a Leyla, pues los cuatro individuos parecían haber desaparecido de la nada.

Leyla se limitó a guardar silencio ignorando el comentario, cosa que extrañó a Araziel, pero luego entendió todo cuando Leyla la miró llevándose el dedo índice a los labios. Todos seguían sin percatarse y era mejor así. Por eso se acercó hasta la multitud reunida por allá, así podría contribuir a la distracción.

—Hola, disculpen... ¿Alguien me puede explicar lo que es una Nereida?

Selene se adelantó a la respuesta de la Duquesa.

—Las Nereidas son las ninfas del mar, mujeres que existieron —Se detuvo y miró a la mujer, entonces se aclaró la garganta y se corrigió—: existen desde hace cientos o miles de años. Fueron uno de los primeros seres vivos que habitaron la X667, muchos años antes del primer mewmano o monstruo.

    »Eran conocidas como deidades, con una conexión innata con la naturaleza; adoradas y respetadas tanto por hombres como por animales y monstruos. Se les veía como la representación de la belleza femenina, poseían un poder de seducción imbatible y se creía que eran la reencarnación de la mujer ideal e inalcanzable.

—Me sorprende lo buen informados que están —dijo Cactus, más bien, Dhalia—. Pero no hablen de mí como si no estuviera parada justo aquí.

—Oh, lo siento —dijo Selene.

Dhalia se percató de un detalle importante, cuando alzó la mirada y no pudo encontrar a Marco en ningún lado. Así mismo se alertó al resto de la desaparición de los intrusos, lo que originó una conmoción en el lugar. Comenzaron a mover las cabezas como borregos y buscar por todo el lugar hasta que cayeron en cuenta de lo obvio, los cuatro individuos habían abandonado la dimensión.

Araziel se acercó a Leyla y Dhalia. Ella vio salir a Marco pero no sabía si debía decir algo, porque el chico claramente no se encontraba bien. Pero por lo que pudo intuir, probablemente quería estar solo.

—Intenté detenerlo advirtiéndole de su herida —contaba Araziel—. El brazalete le ayudará pero es mejor que su brazo sea tratado como se debe. Acaba de salir de la operación y además fue peligrosamente interrumpida, por lo que podría haber irregularidades en el proceso.

—Entiendo —dijo Leyla—. Yo iré a buscarlo.

—No, yo me encargo —intervino Dhalia—. Yo sé cómo lidiar con él.

En ese momento, Leyla se giró hacia la mujer con los ojos llenos de brillitos y una sonrisa aterradora, o al menos así fue para Dhalia.

—¡Cact... Digo ¡Dhalia! ¿Por qué nunca nos dijiste que eras una chica?

La mujer infló los cachetes y resopló a la vez que retorcía la mirada.

—Ay no.

Al cabo de un rato, se encontraba fuera de aquellas instalaciones, y ahora que sus pies habían tocado césped, miró a la lejanía y pudo reconocer el lugar, recordaba con claridad cada rincón que llegó a recorrer con Marco. Pese a las restricciones del brazalete, solían moverse por muchos lugares con libertad.

Luego de unos minutos caminando se le ocurrió ir hasta donde creyó que lo encontraría, un lugar que él solía frecuentar en las tardes antes de ponerse el sol, o en las mañanas antes de entrar a trabajar. A decir verdad era un sitio agradable, debía admitirlo. Se trataba de un arroyo rodeado de árboles, arbustos y flores que le conferían al sitio una vista pintoresca; el árbol más cercano al agua era el de roble, enorme y frondoso, que brindaba la sombra y el espacio perfectos para sentarse. Fue justo allí que lo encontró, recostado al tronco, con la vista hacia el arroyo, y con su, ahora único brazo, apoyado en su rodilla izquierda.

—Allí estás... —dijo mientras se acercaba, y conforme lo hacía trataba de pensar qué demonios decirle. Se le daban bien las palabras si se trataba de sarcasmos o insultos, pero esta situación la superaba. Cuando estuvo a su lado se aclaró la garganta antes de seguir—. Sabes... Me trajiste tantas veces aquí que había comenzado a odiar este lugar.

Marco movió la cabeza, solo un poco, sin voltearse ni mirarla.

—Tendrías que ser una persona sin alma para odiar un sitio así.

Dhalia notó el cambio de voz en el chico. Su tono era muy grave, casi como si hubiera estado gritando por horas.

—Deberías saber que soy el ser más cercano a una descripción similar.

Marco dejó escapar una risa discreta, aunque a leguas carente de humor.

—Eso no es verdad... O no del todo.

La chica se acercó y se colocó justo a la par. Ahí, viendo de reojo Marco notó que llevaba algo puesto, aún sí no hizo intento de mirar. Ella decidió sentarse a su lado, apartándolo de la manera más amable que pudo:

—Quítate —dijo y se metió en ese pequeño espacio entre raíces en dónde Marco creyó que solo alcanzaba él. Quedaron apretados como salchichas

Pero entonces se dio cuenta de que ella no estaba en su forma humana, aunque por alguna razón su tamaño sí que lo era. Su cabello no dejaba de agitarse, se movía con ondulaciones lentas y suaves, como si se tratara de un cabello bajo el agua.

—Ah.. Qué feo lo que pasó —dijo ella sin voltearse—. Supongo que debe ser duro.

Marco se mantuvo en silencio por unos segundos.

—No estaba preparado para verla —dijo manteniendo la mirada fija en el agua—. Sabía que sería difícil pero no pensé que... —Hizo una pausa—. No pensé que...

—No pensaste que dolería, lo sé.

En ese momento, Marco sintió una punzada en el pecho, y una molesta obstrucción en la garganta lo forzó a tragar áspero. Miró para otro lado en cuanto lo atacó un ardor en los ojos y contuvo el aliento cuando un sollozo quiso interrumpir su respiración.

—Debo decir que me alegra no estar sintiendo lo que sientes. Aunque si aún estuviera dentro tuyo quizá podrías soportarlo mejor.

Marco arrugó las cejas. ¿Acaso está intentando consolarlo? Conociéndola podría apostar a que esa fue su extraña manera de decirle que quiere ayudarlo pero no puede. Eso irremediablemente lo hizo sentirse un poco mejor.

—Gracias por el esfuerzo —contestó y justo cuando iba a decir otra cosa, un escalofrío le creció en la nuca y un segundo después se percató del tentáculo que trepaba hacia su cabeza.

—¡Oye! ¡¿Qué haces?!—exclamó Dhalia. Marco la miró confundido, solo para darse cuenta de que no le hablaba a él si no a su propio cabello.

El tentáculo se detuvo y se giró hacia ella, entonces Marco lo vio retroceder cabizbajo. Si es que eso era posible.

—¿Acaso...?

—Cállate —interrumpió ella con un leve sonrojo, algo que Marco notó por lo que no pudo evitar sonreír.

Ahora que había prestado atención, se fijó en que cada sección de su cabello parecía moverse de manera independiente. Era un poco extraño pero podría apostar a que esa melena tenía vida propia.

—No me esperaba esto —soltó ella, resoplando y retorciendo los ojos.

—¿Qué cosa?

—Esto —replicó levantando una parte de su cabello—. ¿Te parece normal este mechón oscuro? ¿Qué le pasó a mi cabello?

—Ah, eso... Supongo que se debe a..., ya sabes, haber salido de mí. Y eso explicaría lo de tu ojo también.

—¿Mi ojo? ¿Qué tiene mi ojo?

Marco se rascó la cabeza nervioso, lo que hizo a la chica levantarse de golpe e ir directo al agua, en dónde asomó la cabeza y se dio cuenta que tenía cada ojo de diferente color, uno marrón y el otro morado.

—¡No puede ser!  ¡Me parezco a ti! —exclamó hacia su reflejo—. ¡¿Y qué demonios es esto?!

—Oh, eso es un lunar, y ahora que lo veo, lo tienes del lado contrario al mío —dijo Marco intentando no reírse.

Seguidamente la chica comenzó su intento por deshacerse de esos rasgos que la acercaban, según ella, a ser un patético humano. Fue variando entre una forma y la otra transformándose varias veces, quizá buscando un resultado diferente, eso sí, su ojo marrón sí desaparecía. Sin embrago, pasado un par de minutos se dio por vencida. Marco hacia un esfuerzo enorme por contener la risa, aunque al final se le escapó una carcajada corta.

—¡No te rías!

—Lo siento. Lo siento.

Quizá tratándose de ella lo mejor era contenerse porque de un pronto a otro sintió que lo elevaban en el aire. Dhalia lo había envuelto con su cabello... sus tentáculos, alzándolo con mucha facilidad, como si estuviera sujetando a un simple bebé. Marco ensanchó los ojos, frente a él tenía una mirada terrorífica, o quizá esa esclerótica teñida de negro hacia resaltar sus iris púrpuras, dando un aspecto un tanto escalofriante. Tenía los pies suspendidos en el aire por más de metro y medio, la chica era enorme. Marco no dijo nada, solo se limitó a mirarla fijamente a los ojos, un tanto pasmado. Un rato después, uno de sus tentáculos le dió un par de golpecitos en la cabeza, y así sin más, lo colocó de vuelta en el suelo. Ella se hizo más pequeña sin perder su trasformación, y algo que le llamó la atención es que en ese estado era más bajita que él, bastante más.

—Oye.. ah.. ¿No crees que deberíamos buscarte algo de ropa?

—Lo que deberías buscar es que te traten ese brazo —replicó ella—. No creo que esté bien que andes así.

—Buen punto.

Cuando estuvieron a punto irse una presencia los alertó. En unos arbustos más allá, salió de repente un tipo, enorme, musculoso y bastante feo, o eso fue lo que pensó Dhalia, quién contrajo el rostro de rabia en cuanto lo vio. Marco también frunció el ceño.

—Ya cumplí con lo que pediste —dijo el chico—. ¿Qué es lo que quieres?

Las apariciones de este sujeto lo tenían cansado, desde la primera vez hasta ahora lo había estado acosando en reiteradas ocasiones.

—Supongo que Hekapoo al fin dio contigo entonces, ya veo... Oh, ¿qué le pasó a tu brazo?

—Eso no te concierne.

—Tranquilo chico, se nota que estás tenso. Yo solo pregun...

De repente el sujeto fue silenciado por un trastazo que recibió directo al rostro, con tal violencia y fuerza que fue a dar varios metros hacia atrás, impactando en un árbol que se dobló como si fuera una simple rama.

—¡Dhalia! —gritó Marco cuando la chica se había lanzado a molerlo a golpes.

Se subió a horcajadas sobre él y comenzó con una ráfaga interminable de puñetazos directo al rostro. Los cuales, más que afectarle a él le afectaban a ella, pues su rostro hecho de diamante le estaba haciendo papilla los nudillos, la sangre salpicaba de sus manos y escurría por su brazo. Aún así continuó con la faena, envuelta en ira y con los ojos inyectados en sangre.

Marco llegó hasta ella intentando calmarla sin mucho éxito. Quiso someterla pero ahora con un solo brazo le resultaba imposible. La chica se detuvo cuando el tipo lanzó un ataque desde su rostro y su palma quedó atrapada en un guante de diamante. Esto lejos de detenerla la enfureció, aunque para evitar otro ataque de esos se apartó de inmediato y con una patada lo mandó a volar hasta el arroyo.

Dhalia se recompuso rápidamente. Su mano izquierda estaba irreconocible, chorreando sangre y dejando expuesta la carne y los huesos. Marco vio esto y quedó perplejo, sin embrago fue testigo inmediato de cómo el tejido se fue regenerando a una velocidad irreal, y al cabo de pocos segundos la mano terminó como si nada hubiera pasado. El proceso fue el mismo en su brazo derecho, pero el puño estaba envuelto en diamante así que sin pensarlo dos veces la chica tomó su antebrazo y tiró de él hasta arrancárselo de manera grotesca. El mismo terminó de regenerarse en cuestión de un parpadeo.

Más allá, Rhombulus salía del agua.

—¿Quién... —dijo jadeando—. ¿Quién demonios eres tú?

—No te importa quién soy. Lo único que te diré es una cosa —dijo mientras se ajustaba la muñeca recién regenerada—. No vuelvas a meterte en mi mente... Digo e-en la de él... ¡E-en nuestra mente!

Y ante esa declaración, Rhombulus no tardó en unir las piezas y darse cuenta de quién era, o  más bien, de quién se trataba, porque la pregunta seguía siendo la misma: ¿Quién era ella?

—Ustedes dos, ¿como es qué..? Tú... ¿Cómo es que estabas en su mente? —preguntó mientras se sobaba el rostro, cosa que hizo saber a Dhalia que apesar de todo, podía sentir dolor. Y la serpiente que tenía en lugar de mano, sintió una grieta, una casi imperceptible, pero que significaba que la chica había logrado lo que parecía imposible: romper su cara.

—¿Qué más es lo que quieres? —preguntó Marco —. Ya hice lo que me dijiste, déjanos en paz.

—Lo haré —contestó el hombre—. En cuanto confirme lo que me dices cumpliré con eso, no te preocupes.

Rhombulus sacó sus tijeras y abrió un portal. Justo antes de cruzarlo Marco le hizo una última pregunta:

— ¿Cómo sé que no invadirás mi mente de nuevo?

—Descuida, chico, ya no puedo hacer eso. Perdí la conexión directa que tenía contigo.

Marco no entendió a que se refería, pero eso no lo reconfortó. Pese a eso, no le quedaba de otra más que confiar en su palabra.

—Aunque no lo creas.. —Continuó Rhombulus—, te compadezco, chico. —Hizo una pausa aguardando a ser interrumpido, pero eso no pasó—. Sé que debe ser difícil para ti, pero ten presente una cosa. Recuerda que todo esto es por el bien de ella.

Y así sin más, se marchó del lugar.


















Curiosidades

#1. El nombre de Cactus (por si acaso) se pronuncia *Dalia*. Este deriva de la planta con el mismo nombre, y a su vez, refiere a una de las ninfas marinas u oceánides de la mitología griega llamada Halia (o Halía).

#2. Así mismo, su nombre hace un paralelo entre su identidad como oceánide, y su antiguo nombre (Cactus), manteniendo la categoría de planta.

#3. Hace poco leí una confusión respecto a su verdadero nombre. En una escena hace unos capítulos cuando Marco la llama "Rosa". Aquí quiero aclararme, y es que con esa escena no quise dar a entender que ese era su nombre, si no que se trataba de un nombre que se le ocurrió a Marco de repente, intentando, él también, mantener la categoría de planta.

#4. Para mi sorpresa, este pasó a ser el capítulo más largo que he escrito, e irónicamente, el que menos me he demorado en terminar.

#5. Dios, el diseño de Dhalia es el que más tiempo me ha tomado. No daba con la apariencia que más me convenciera pese a tener su aspecto muy claro en mi mente.










Un dibujito extra 🥰

Bueno, no extra, sino más bien la versión a color. Me tomé el tiempo de colorearlo para que tengan una idea más clara de cómo se ve el personaje (sí, es como cuando agarras y estrujas dos bolitas de plastilina de diferente color, así mismito. Como decimos en Costa Rica, ¡es un arroz con mango!).

Y aprovecho para decir que intentaré hacer una ficha con los demás personajes a color también.









Espero que hayan disfrutado el capítulo ❤️

¡Nos leemos a la próxima!

Ms. Eleven
10/02/2022

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