Lo que nos cuentan las estrel...

By belkistorrs

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INCLUIDAS LAS TRES PARTES DE LA TRILOGÍA ESTRELLAS Jade Reeve siempre ha evitado las fiestas, y los problema... More

Lista de reproducción:
Parte 1: LO QUE NOS CUENTAN LAS ESTRELLAS
Capítulo 1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Capítulo 11:
Capítulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capítulo 15:
Capítulo 16:
Capítulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 20:
Capítulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23:
Capítulo 24:
Capítulo 25:
Capítulo 26:
Capítulo 27:
Capítulo 28:
Capítulo 29:
Parte 2: ¿Y SI TODOS FUÉRAMOS ESTRELLAS?
Prólogo:
Capítulo 1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Capítulo 4:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Capítulo 11:
Capítulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capítulo 15:
Capítulo 16:
Capítulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 20:
Capítulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23:
Capítulo 24:
Capítulo 25:
Capítulo 26:
Capítulo 27:

Capítulo 5:

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By belkistorrs

Antes de comenzar quiero decirles que no tuve mucho tiempo de revisar los dos capítulos, así que si hay algún error ni siquiera duden en decirme ;)

Maratón 1/2

Dejé la pesada caja en el suelo del pasillo, más específicamente delante de la puerta de la que sería mi habitación.

Solté una maldición cuando casi me voy de boca contra el piso por el desmesurado peso que estaba cargando.

¿Saben de esas veces en las que te pones a ver cada una de las cosas que tienes, y te parece una barbaridad la cantidad de objetos inútiles que posees? Bueno, yo me había pasado toda la mudanza con ese pensamiento dándome vueltas en la cabeza.

- ¿Ya has terminado?- le pregunté a mi hermano cuando regresé al salón.

El aludido se comenzó a abanicar con la mano dramáticamente.

- Gracias a todo lo sagrado, sí- contestó.

Le dediqué una pequeña sonrisa.

- Gracias por haberme ayudado, idiota.

- No iba a perder la oportunidad de faltar un día a la universidad, enana- replicó él, como si fuera bastante obvio.

Rodé los ojos con diversión. En ese momento Carla, Ari y mi padre, hicieron acto de presencia en el departamento. Los tres se veían igual de cansados que Jace y yo.

Digamos que tengo demasiadas cosas, y eso, sumado a todas las que Stev... mi padre, insistió en comprar para que me pudiera instalar, son la principal causa.

Eran cerca de las cuatro de la tarde, y llevábamos horas transportando cajas desde el camión que estaba estacionado junto a la acera del edificio, hasta la quinta planta. Gracias a Dios estaba el elevador, sino, nos hubiésemos muerto a medio camino, en las escaleras.

El piso estaba completamente amueblado, lo único que tuve que comprar fue una cama, y sólo por decisión de mi padre, quien había insistido tanto en cambiar la mueblería del dormitorio que yo iba a ocupar, que al final no tuve muchas opciones que digamos. Como les dije antes, no tuve que preocuparme por comprar nada de lo que necesitaba para el departamento, porque mi padre y mi hermano se habían encargado de todo.

Jace fue hasta uno de los sofás en la sala de estar, y se dejó caer sobre él, haciendo que los cojines del otro extremo del mueble saltaran.

- ¡Oye! Ve a ver si me vas a romper el sofá- lo señalé con un dedo.

Mi hermano soltó una carcajada.

- Ya suena a mujer responsable y todo- comentó entre risas-. Papá, ya es una mujer responsable- dijo, estirando un poco la cabeza para mirar al hombre, que venía saliendo de la cocina con un vaso de agua en la mano.

Puse los ojos en blanco y me fui hasta la habitación, dejándolos a ellos en la sala, conversando de no sé qué. En el recorrido, tomé una de las cajas que había en el suelo del pasillo, que tenía escrito dormitorio con un marcador negro.

Sonreí como una tonta cuando entré en la estancia.

Esa era mi casa. Mi primera casa, y no podía estar más feliz.

Dejé la caja sobre el colchón, el cual no tenía todavía ninguna sábana o almohada; esas cosas aún estaban en el paquete que habían mandado desde la tienda donde compraron la cama.

Era de dos plazas, y con un hermoso cabecero de madera blanco, el color de todos los muebles de la habitación. A la derecha e izquierda de la cama, habían dos mesitas de noche, todavía vacías. A la derecha -en la dirección opuesta a la cama-, estaba mi tocador, el cual tenía sobre él un sencillo espejo en forma de rectángulo; también venía incluída una banqueta pequeña. Junto al tocador, estaba el armario, pegado a la pared, y con mi espejo de cuerpo completo al lado.

Esa había sido una de las pocas cosas que me había llevado de casa, y fue porque me había comprado ese espejo después de pasar un mes ahorrando hacía dos veranos.

Más allá, junto a la ventana -que quedaba en la pared frente a la puerta-, estaba mi escritorio, con su silla incluída.

En la pared de la izquierda, a unos metros de mí cama, se encontraba la puerta que daba acceso al cuarto de baño. Era el único servicio de la casa, pero bueno, tampoco necesitaba otro; no tendría compañeros de piso ni nada de eso.

Pasé más de dos horas acomodando las cosas de las cajas dentro de la habitación, bueno, lo que eran los adornos, las cosas que iban sobre el tocador, dentro de los cajones de las mesas de noche, y tal. También puse los botes de mis productos de limpieza en el baño. Coloqué mi champú, acondicionador, y cremas en el cuarto y entonces, llegó lo más pesado: acomodar toda la ropa dentro del armario. Lo odiaba, sí, pero prefería hacer eso antes de cualquier cosa, sólo por lo pesado que se me hacía.

Los demás se habían ido desde hacía un largo rato ya, después de que casi les ordenara que se fueran a descansar. Se habían pasado todo el día ayudándome, y se merecían una ducha y un descanso. Además, para lo que quedaba, podía apañármelas sola.

Después de tres largas horas en las que solamente me dediqué a doblar ropa o a ponerlas en ganchos, y meterla en el armario; por fin había acabado con el dormitorio -insertar aire de la Rosa de Guadalupe.

Salí de la habitación y avancé por el pasillo, al tiempo que doblaba un poco mi espalda hacia atrás para estirarme ligeramente.

Estaba agotada, realmente agotada, pero no les voy a negar que el día había sido de lo más productivo. ¡Ya me había mudado! ¡Aaaaah!

Cuando llegué al salón, me dejé caer sobre uno de los sillones individuales de color blanco, que hacían juego con el sofá, colocado a la izquierda de ellos. Llevé mis ojos hacia adelante, y los fijé en las ventanas delante de mí. Desde mi piso se veía perfectamente el lado sur de la ciudad, y a esa hora -después de que se hubiera puesto el sol-, los edificios de esa zona estaban completamente iluminados.

Era una vista sencilla, pero se me hizo demasiado hermosa y relajante.

Me quedé así por unos minutos, observando las luces que se extendían delante de mis ojos. Por una fracción de segundo, me vi tentada a hacerle una foto al paisaje, pero entonces recordé que no tenía mi celular.

Sí, no lo había encontrado, pese a que rebusqué por todo el pasillo y pregunté en la recepción. Nadie lo había encontrado. Obviamente, tampoco había hablado con Nora o los demás, no me sabía sus números, y la única manera de comunicarnos era por el celular.

Después de estar un rato más sentada ahí, haciendo nada básicamente, me voy directa hasta el baño, para darme una larga ducha de agua caliente.

Me quité toda la ropa sudada y la dejé caer al piso sin prestarle mucha atención a dónde cae específicamente; me encontraba en un estado de profundo cansancio en el que lo único que quería en ese momento era ponerle mi pijama de Los Picapiedras -uno que me había comprado mientras estaba en la Academia-, e irme a dormir.

Abrí la ducha y el agua caliente no tardó en comenzar a caer, deslizándose por mi cuerpo, y calmando el dolor en los músculos de mis brazos y piernas. Aproveché también para lavarme el cabello, por el sudor que se me había acumulado en él y que hacía que se sintiera grasoso al tacto.

Bueno, tampoco era como que alguien me iba a tocar el pelo, ¿verdad?

Enseguida sacudí la cabeza para desviar el rumbo que comenzaban a tomar mis pensamientos; todos sabemos acerca de quién.

El día anterior, cuando regresé al edificio para buscar el móvil, temí encontrarme con él de nuevo, pero no fue así. Y, siendo honesta al cien por ciento, no estoy segura de si eso me alivió o me molestó. Claro, que jamás lo admitiría.

El sonido del timbre me hizo salir de mi ensoñación, y justo a tiempo, porque comenzaba a pensar en tonterías. Grité un nada fino ¡ya voooooy!, mientras cerraba la llave de la ducha y salía de ahí. Con toda la velocidad que pude -pero cuidando no resbalar, caerme, partirme el cuello y morir desnuda-, me envolví el pelo con una toalla, y me puse mi bata de baño de color blanco.

No sabía quién era esa visita inesperada, pero gracias a ella mi pijama tendría que esperar.

Fui rápidamente hasta la puerta, imaginando que a lo mejor eran las chicas, o Jace, o mi padre; pero nada más alejado.

Al otro lado de la puerta estaba de pie una mujer de más o menos cuarenta años, esbelta y enfundada en un vestido primaveral con algunos estampados de flores; en sus manos sostenía una bandeja redonda con un pastel sobre ella. Su cabello era rubio, pero estaba más que segura de que era teñido. Desde que abrí ls puerta, algo de ella se me hizo familiar, pero no fue hasta que me fijé en sus ojos. Fruncí el ceño cuando la reconocí.

- ¿Señora Thompson?- pregunté, totalmente confundida y descolocada.

Sí, esa señora Thompson. La madre de Jed.

- ¡Jade, querida!- exclamó ella, como si estuviera muy contenta de verme-. Así que eres tú la nueva vecina- comentó, aunque me pareció que lo dijo más para sí misma.

Entonces, todo me cuadró; por eso también es pastel en sus manos. Me estaba dando la bienvenida al edificio, lo que también significaba...

- ¿Usted vive aquí?- le pregunté, tragándome el nudo que se había formado en mi garganta.

Laura me sonrió con mucha dulzura y calidez. Incluso pude notar algo de condescendencia en sus ojos.

La respuesta era demasiado obvia, aún así yo evitaba admitirla por todos los medios.

- Efectivamente, Jade- asintió-. Aquí al lado, más específicamente- añadió, señalando hacia la derecha con un gesto de cabeza.

Por un momento me quedé como el gato del meme, con un símbolo de cargando plantado en mi frente, entonces, reaccioné.

Forcé una sonrisa que, desafortunadamente, no me llegó a los ojos, aún así, me hice a un lado en la puerta.

- Pase, señora Thompson, por favor- le pedí, extendiendo la mano para señalar el interior de mi casa.

Vale, estaba en shock, pero que conste que sigo teniendo modales.

La mujer entró en el piso, y yo cerré la puerta detrás de ella. Cuando llegamos a la sala se giró hacia mí y extendió los brazos para darme el pastel que traía en las manos.

- Un pequeño regalo de bienvenida- comentó cuando lo tomé.

Hasta ahí me llegó el delicioso aroma a vainilla y canela proveniente de la tarta. Le sonreí como agradecimiento, de verdad que era todo un detalle, y amaba el pastel.

- Siéntese, que voy a guardar el pastel en la nevera- propuse, a lo que ella me respondió con un asentamiento y una nueva sonrisa.

Hice eso lo más rápido que pude, y regresé con ella enseguida.

Había ocupado el mismo sillón en el que yo me había sentado antes, así que yo me senté en el sofá para poder tenerla de frente, y así charlar mejor.

Siendo completamente honesta, se me hacía un poco raro estar a solas con ella. No había sido muy apegada a nosotros, y yo lo conocía por las contadas veces que había ido a buscar a Jed a mi casa cuando aún era un niño y yo era aún más pequeña; también por eso me había costado un poco más de trabajo reconocerla. Además, los años se le notaban y estaba más diferente, pero seguía siendo igual de guapa.

- Pero, mira que grande estás- dijo, señalándome-. Hacía ya tiempo que no te veía.

Sonreí y asentí con la cabeza, totalmente de acuerdo con ella.

- Sí, supongo que he crecido- repuse, medio en broma.

De repente, su semblante cambió a uno más serio. Por un momento me dio algo de miedo pensar que había dicho algo malo, pero cuando vi tristeza en sus ojos me relajé un poco.

- Jade, escuché lo de Evan- se estiró hacia adelante y puso una de sus manos sobre las mías, las cuales reposaban sobre mi regazo-. Lo siento mucho, sé que fue hace algún tiempo ya, pero yo llegué de Francia hace muy poco, así que no había tenido la oportunidad de darles el pésame a Jace y a ti- dijo a modo de explicación.

Realmente lucía apenada, pero no me molestaba ni un poco. Las personas tienen sus propias vidas, y no pueden estar siempre para nosotros, y eso lo comprendía a la perfección.

- Muchas gracias, Laura- me detuve enseguida-. Puedo llamarla Laura, ¿verdad?- pregunté apresuradamente, sintiendo mi rostro calentarse.

Dios, ¿por qué estaba tan nerviosa de tenerla ahí? Si me caía realmente bien y era una persona muy buena y agradable.

Quizás porque en algún momento fue tu suegra, ¿recuerdas?

Mierda, era cierto. Laura había sido mi suegra, y ya ese era motivo suficiente para que me tensara por completo.

- Bueno, cuéntame, ¿cómo te va todo?- quiso saber ella, pero fue claramente una excusa para cambiar de tema, lo cual agradecí-. Jed me dijo que te habías ido a la Academia Naval para terminar la preparatoria.

Espera, ¿se lo había dicho él? ¿Le había hablado de mí, de... nosotros?

La sola mención de su nombre hizo que un escalofrío me recorriera por completo. ¡Vamos! Sólo había dicho su nombre, no podía ser posible que se me erizara el vello del cuerpo solo por eso.

En realidad, si es posible. Te está pasando ahora mismo.

Siempre señalando lo obvio, gracias conciencia querida.

Oye, ¿y si le preguntamos a su madre cómo...-?

No.

Sacudí la cabeza de una manera casi imperceptible, y me centré en la pregunta que me había hecho la mujer delante de mí.

- Así es- respondí. De paso enderecé un poco la espalda-. Me fui a Maryland para terminar allá mi último año de Instituto- añadí, repitiendo lo mismo que ella había dicho.

Por favor que no me pregunte.

Por favor que no me pregunte.

Por favor que no me...

- ¿Y por qué te fuiste? ¿Tuviste problemas en tu antigua escuela?- inquirió con verdadera curiosidad.

¡Mierda, sí que me preguntó!

¿Qué se suponía que le diría? Algo como: "Oh, de hecho es una historia graciosa. ¿Recuerda a Jed, su hijo? Bueno, comenzamos a salir después de que una noche yo le confesara que estaba enamorada de él hasta los cimientos, estando muy borracha. Incluso vivimos juntos por unas semanas, primero en mi casa y luego en su piso. Bueno, el día de mi baile de fin de año en el Instituto, mi prima Cristina apareció y me contó que ellos nunca se habían dejado a pesar de que ella llevaba dos años en Nueva York. Al final resultó que yo no fui más que la encargada de calentar el sitio de mi querida prima hasta que regresara. Terminé con su hijo y eso me destrozó, así que me fui al otro extremo del país para olvidarme de él, aunque claro, no lo conseguí porque sigo enamorada de él como una idiota, a pesar de que no se merece por ser un puto mentiroso".

- Estudiar en la Academia me daba cierta ventaja sobre los demás a la hora de hacer las solicitudes a la universidad- repliqué, en vez de soltarle lo que había pensado-. Por ser una escuela militar del gobierno, las personas que estudian ahí normalmente son genios y con unas referencias perfectas, así que me convenía irme- le expliqué.

De hecho, no era del todo mentira, eso sí que era cierto. Gracias a la Academia me habían llegado muchísimas ofertas de universidades importantes, que estaban interesadas en hacerme entrevistas.

Laura asintió una vez con la cabeza, comprendiendo mi explicación, pero algo en su expresión me decía que no se había creído esa historia del todo.

Justo ahí, como si el universo quisiera salvarme, el timbre sonó. Me excusé con la mujer rápidamente y me fui hasta la puerta principal. No me molesté en mirar para saber quién era, todo con tal de escapar de la incómoda conversación que había comenzado con la madre de mi ex novio.

Pero, ¡gran error!

Cuando abrí me encontré con una figura que yo conocía a la perfección -a más profundidad de la que me gustaría, vale aclarar-. Lo miré como si fuera el mismísimo diablo aparecido delante de mí.

Jed me devolvió la mirada, luciendo tan sorprendido como yo. Entonces, recordé cómo iba vestida por las prisas de abrirle rápido a su madre. Sus ojos me recorriendo de arriba abajo y de repente, me sentí expuesta frente a él.

- ¿Tú eres la nueva vecina de mi madre?- preguntó él después de lo que me pareció una eternidad, aunque sólo fueron unos segundos en los que nos mantuvimos en silencio.

No pude articular palabra, sólo asentí una vez con la cabeza.

Quería salir corriendo, o que una mezcladora de cemento me pasara por encima...

Anda, mira que hacía tiempo que no decíamos eso.

... pero necesitaba que algo me hiciera reaccionar, porque aunque odié admitirlo, me había quedado perdida dentro de esos dos Iris azules que me observaban expectantes.

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