Lo que nos cuentan las estrel...

By belkistorrs

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INCLUIDAS LAS TRES PARTES DE LA TRILOGÍA ESTRELLAS Jade Reeve siempre ha evitado las fiestas, y los problema... More

Lista de reproducción:
Parte 1: LO QUE NOS CUENTAN LAS ESTRELLAS
Capítulo 1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Capítulo 11:
Capítulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capítulo 15:
Capítulo 16:
Capítulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23:
Capítulo 24:
Capítulo 25:
Capítulo 26:
Capítulo 27:
Capítulo 28:
Capítulo 29:
Parte 2: ¿Y SI TODOS FUÉRAMOS ESTRELLAS?
Prólogo:
Capítulo 1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Capítulo 11:
Capítulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capítulo 15:
Capítulo 16:
Capítulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 20:
Capítulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23:
Capítulo 24:
Capítulo 25:
Capítulo 26:
Capítulo 27:

Capítulo 20:

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By belkistorrs

La brisa caliente y con olor a sal que provenía del mar, azotaba mi cabello, despeinándome sin que pudiese evitarlo. Abrí mis ojos lentamente, para contemplar la inmensidad del océano frente a mí.

Amaba ir a la playa, siempre había sido así, a pesar de que era una pésima nadadora.

— ¿Otra vez estás absorta mirando hacia allá?— preguntó la suave voz de mi madre a mi espalda.

Giré la cabeza y asentí en su dirección. Ella se sentó a mi lado en la arena, con las piernas pegadas al pecho, imitando mi postura.

Me encanta venir a este lugar— admití, volviendo la vista a las olas, que golpeaban furiosamente contra la orilla.

Ya estaba anocheciendo, por lo que la marea era mucho más alta que de costumbre, por ello, el mar estaba mucho más agresivo que el resto del día. Me gustaba hacer eso: sentarme a observarlo cuando estaba en todo su esplendor. Era algo extraño que una niña de diez años se interesara por algo tan enigmático como el océano, pero así era.

¿Sabías que aquí fue donde tu padre y yo nos conocimos?— preguntó entonces, con el pelo revuelto como el mío.

La miré con curiosidad.

¿En serio?— asintió.

Una tarde vine con mis amigas después de la escuela, y él estaba ahí—señaló una vieja caseta de playa más allá de nosotras—, con unos amigos, bebiendo cerveza y charlando de cualquier estupidez— sonrió, nostálgica, y llevó sus ojos hacia adelante—. Fue algo así como un flechazo a primera vista. Estaba tan guapo e irresistible, que todas mis amigas se volvieron locas al instante- narró.

Por un momento, me pareció muy raro que hablara de mi padre con tanta soltura, sobre todo después del final que había tenido la historia con él, pero no mencioné nada de eso. Estaba feliz de que hablara de mi papá; un completo extraño que nos había abandonado, pero al que yo quería conocer con todas las fuerzas de mi corazón.

¿Tú no te volviste loca?— pregunté, riéndome un poco.

Mamá sonrió.

Claro que sí— contestó enseguida, abriendo mucho los ojos, formando un gesto muy gracioso que me hizo soltar una carcajada—. Sólo que no demostré nada al principio; supongo que el hecho de que no me lancé sobre él en modo desesperado, hizo que se fijara en mí— se encogió de hombros.

Me quedé esperando a que dijera algo más, pero no lo hizo, entonces caí en la cuenta de que no había ido a sentarse a mi lado sólo para contarme eso.

Conocía bien a mi madre, y eso incluía que sabía perfectamente cuando quería algo.

¿Y me estás contando eso porque...?— dejé la frase en el aire.

Ella me miró, sonriéndome directamente.

¿Cómo es que me conoces tan bien?— inquirió.

Me encogí de hombros.

Te tengo psicoanalizada, mamá— expresé con cierto aire de superioridad.

Niña, tienes doce— farfulló, algo shockeada.

¿Me vas a decir o no?— apremié.

Sólo quiero que sepas que te quiero, hija— dijo después de largar un suspiro—. Que no importa lo que pase, o a dónde me vaya; siempre vas a tener una parte mía en ti.

Arrugué el entrecejo, confundida por sus palabras.

¿Qué quieres...-?

No me dejó terminar de formular la pregunta, sólo me jaló por el brazo hacia ella, y me estrechó en un fuerte abrazo. Así nos quedamos un buen rato: abrazadas y mirando al mar.

(+++)

Abrí los ojos lentamente cuando la claridad de los primeros rayos del sol se comenzaron a colar por la ventana, y a iluminar mi habitación.

Acababa de soñar con mi madre, cosa que no pasaba muy seguido y que se me hacía de lo más raro.

Lo primero con lo que se toparon mis ojos fue con la mesa de noche de mi lado de la cama, y enseguida pude sentir un peso sobre mi cuerpo. Giré mi rostro hacia el lado contrario y con lo primero que me encontré fue con el cabello de Jed, haciéndome cosquillas en la mejilla.

Incliné un poco la cabeza para poderlo mirar mejor, y, ¡Dios! ¿Cómo es que alguien puede verse tan bien inconsciente?

Ok, no... Espera, eso sonó muy mal.

Oh, ¿tú crees?

A lo que me refiero es que, así dormido, se le veía con una calma indiscutible y envidiable.

Su cabeza reposaba sobre mi pecho, mientras que uno de sus brazos estaba encima de mi cintura, rodeándola por completo.

En un impulso que no pude contener, comencé a acariciar sus rizos castaños con mucha delicadeza, teniendo cuidado de no despertarlo. Lo miré fijamente por unos minutos en los que el silencio se apoderaba de la habitación, iluminada solamente por los rayos que se colaban por los cristales de la ventana.

— Así que esperas a que esté dormido e indefenso para manosearme, ¿no?

La voz de Jed me sobresaltó y enseguida lo volví a mirar a la cara. Me observaba con un solo ojos abierto, porque el otro lo tenía aplastado contra mi pecho.

— Se suponía que estabas dormido— repliqué en voz baja; también acababa de despertar después de todo—. Además, yo no te estaba "manoseando"— añadí, defendiéndome.

Levantó la cabeza y apoyó la barbilla sobre mi piel, todavía en la misma posición: con casi todo el cuerpo sobre mí.

— Claro, claro— siguió pinchándome.

Puse los ojos en blanco un momento, pero luego sonreí, incapaz de contenerme.

El castaño se incorporó un poco, echándose hacia adelante para depositar un tierno y casto beso en mis labios.

— Buenos días— dijo, sonriendo.

— Buenos días— respondí, dedicándole una pequeña sonrisa.

Definitivamente había descubierto la manera de que las mañanas de lunes fueran lo mejor del universo: despertarme al lado de Jed. Porque, ¡que buena mañana era esa!

— Oye, como que estás muy sonriente tú— comenté cuando el castaño se quitó de encima de mí y se sentó en la cama, al parecer con intención de levantarse.

— ¿Yo?— se señaló a sí mismo—. Yo no estoy sonriendo— negó, con una enorme sonrisa en el rostro,

Bueno, al menos yo no era la única que estaba con un envidiable buen humor.

— Voy al baño, ya vengo— informó, poniéndose de pie.

Estaba a medio camino rumbo a la puerta, cuando retrocedió sobre sus pasos con rapidez. Apoyó una rodilla en el colchón, y puso ambas manos una a cada lado de mi cuerpo. Se inclinó, y volvió a besarme, para después salir del cuarto sin detenerse.

Cuando cerró la puerta a su espalda, me dejé caer sobre mi espalda a la vez que solté una exhalación de pura dicha. Estaba feliz y demasiado emocionada por el despertar que había tenido, pero si no quería llegar tarde al instituto —ese maldito lugar al que se nos obliga a ir—, debía salir de mi letargo y alistarme para mi día.

Me levanté, y seguí la rutina que ya tenía hecha. Primero, hice la cama con mucho cuidado. Mientras lo hacía, recordé el sueño que había tenido antes de despertarme esa mañana, había sido con mi madre. En realidad, no fue un sueño en sí, sino un recuerdo, de una de las tantas veces que fuimos juntas a la playa. Sonreí con nostalgia.

Cuando el tiempo pasó, y la herida por la muerte de mi madre se hizo menos dolorosa, comencé a pensar en ella como un recuerdo feliz, no de una manera triste.

Una vez que terminé con la cama, fui hasta mi armario para rebuscar algo que ponerme. En ese momento escuché la puerta abrirse, con medio cuerpo metido en el mueble. Pensé que era Jed, hasta que la puerta se cerró de golpe, dándome un buen tortazo en las costillas.

— ¡Serás descarada!

Me incorporé y cerré completamente la puerta, mientras me sobaba la zona golpeada y miraba a Carla con ojos asesinos.

— ¡Y tú serás salvaje!— repliqué, mitad confundida, mitad enojada—. Pero, ¿a ti qué te pasa? ¿Acaso quieres matarme, engendro del demonio?— reclamé, molesta.

Joder, sí que me había pegado fuerte.

— ¿Cuándo me ibas a contar que Jed se quedó a dormir anoche?— reclamó, cruzando los brazos sobre su pecho.

— ¡Pues cuando te viera, psicópata!— exclamé, aún adolorida.

Entonces, me di cuenta de algo. Me giré hacia mi mejor amiga y alcé la mano lentamente para señalarla.

— Espera— fruncí el ceño—. ¿Qué haces tú aquí tan temprano?

— ¿Yo?— repitió, nerviosa. Asentí una vez con la cabeza, mirándola con una ceja enarcada—. Es que... mhmm... Verás...— comenzó a reírse, demasiado nerviosa—. Te va a dar una risa cuando te cuente.

Apreté los labios para no soltar una carcajada ahí mismo en su cara, aunque se lo merecía por el golpe. Después me vengaría de ella por eso, pero en ese momento no me reí. Conociendo como conocía a Carla, sabía que si me burlaba de ella, se colgaría de esa excusa para no decirme nada, y esa no era ni siquiera una opción.

— Carla— la llamé.

— ¿Qué pasa, querida Jade de mi vida y de mi corazón?— preguntó, pestañeando de una manera exagerada y tierna.

— Ok, ahora incluso divagas- mencioné—. ¿Tan malo es?

La castaña se encogió de hombros.

— No sé, honestamente— contestó-. ¿Cuál sería tu reacción si te dijera que anoche tuve sexo con tu hermano?

Abrí los ojos como platos, y sentí mis piernas flaquear. Menos mal que cuando me dejé caer, estaba justo delante del sillón que tenía junto a la ventana, sino, me hubiese dado un buen golpe en el trasero.

— Justo así— añadió, señalándome y asintiendo con la cabeza.

La miré aún en shock, pero por alguna razón no pude articular palabra.

A ver, no me malentiendan, podría decirse que yo era la persona que más apoyaba esa relación, en serio, aparte, se les veía a ella y a mi hermano de lo más felices. Pero, nada de eso cambiaba el hecho de que fueran mi mejor amiga y mi hermano mayor, ya no solamente juntos como pareja, o sea ya habían hecho... cosas. Mejor no menciono la imagen tan desagradable que se formó en mi mente.

Sí, mejor no, por Dios.

— ¿Jade?— llamó mi mejor amiga, sacándome de mi estado de trance—. ¿Estás bien con eso?— preguntó, ladeando la cabeza.

Le dediqué una sonrisa que pareció tranquilizarla.

— Claro que sí, tonta— dije, poniéndome de pie—. Eso sí, no vuelvas a pegarme con la puerta de nada, o esperaré a que Jace y tú estén dormidos, y te asfixiaré con una almohada, ¿queda claro?— bromeé.

La castaña asintió, soltando una carcajada.

— Como el agua— añadió ella.

(+++)

Un golpe seco contra la mesa nos hizo pegar un salto a Carla y a mí. Llevé mis ojos a Ari, quien en ese momento recogía la manzana que se había salido de su bandeja cuando la tiró sobre la mesa de la cafetería, y se sentaba en su sitio habitual: al lado de Carla.

— Hola a ti también, encanto— dijo sarcásticamente la castaña, girándose hacia ella.

— Carla, ¿alguna vez te has tragado una caja de jugo?— inquirió la pelinegra, molesta. La otra negó con la cabeza—. Entonces déjate de bromitas, porque hoy podría ser tu primera vez— dijo a modo de advertencia.

— Lo he intentado. Ahora te toca a ti— murmuró Carla, mirándome.

— Sabes que puedo oírte ¿verdad?— se quejó Ari.

— Sabes que no me importa, ¿verdad?— se mofó Carla.

— Bueno, basta las dos, ¿no?— interferí, haciéndolas callar a ambas.

Gracias a Dios cada una se puso a farfullar cosas por lo bajo, pero dejaron de pelear.

— Ari— me miró de mala gana-. ¿Qué pasa que recién ahora te vemos?— ya era la hora del almuerzo—. ¿Dónde has estado?

A Carla y a mí nos había extrañado llegar al instituto, y no ver a nuestra mejor amiga. En los minutos de descanso entre la primera y segunda hora de clases, intentamos llamarla, pero no nos contestó a ninguna de las dos. Entonces, ahora llegaba y estaba así de enojada, definitivamente algo había pasado.

— ¿Quieres saber lo que me he pasado la mañana haciendo?— repitió, y yo asentí—. Limpiando los vestuarios de las chicas como castigo por haber llegado dos horas y veintidós minutos tarde— informó, dándole una mordida con rabia a su manzana.

Dios, sí que estaba furiosa, pero la entendía. Los castigos del director Rogers podían llegar a ser demasiado. El tipo era un explotador innato.

— ¿Por qué llegaste tan tarde?— inquirió Carla, girándose en su silla para quedar de frente a ella.

La pelinegra soltó un largo suspiro antes de responder.

— En la mañana fui al café de Sally a por un americano, porque me pasé la noche trabajando en unos bocetos, y estaba más muerta que viva— comenzó a narrar—. Un tipo ahí, al parecer demasiado apurado como para comportarse de una manera medianamente decente, quiso llevarse mi café.

Rodé los ojos.

— No me digas que te pusiste modo bestia con un extraño, todo por un café, Ariette— dije a modo de regaño.

— ¡Claro que no!— saltó, luciendo muy ofendida—. Me puse en modo bestia con un idiota que se estaba burlando de mí porque tenía el cabello revuelto— dijo en un intento de defenderse—. Y que se quería llevar mi café— añadió segundos después.

Carla y yo nos miramos la una a la otra, con la confusión danzando en nuestros rostros.

— A ver si entiendo—alegó Carla—. ¿Pasaste dos horas y veintidós minutos discutiendo con un tipo por un café?

— Por supuesto que no— Ari puso los ojos en blanco—. Sólo los últimos minutos— se encogió de hombros.

Me la quedé mirando por unos segundos, sin poderme creer las cosas que solamente le pasaban a ella. Era sencillamente increíble.

Sacudí la cabeza.

— Bueno, ¿y qué te pide tu demonio interior que hagas para aplacar tu ira, y así evitar que mates a tus mejor amiga, aquí presente?— pregunté, señalando a la castaña.

— ¿Y por qué a mí?— se quejó, frunciendo el ceño.

— Porque eres la más desesperante, claramente— respondí, encogiéndome de hombros.

Ari resopló sonoramente, como si no pudiera aguantarnos.

— Compartí castigo con Ema Gómez— informó, cortándonos—. Le conté lo que me había pasado, y le describí al sujeto con el que había peleado, y resultó ser que ella lo conoce de no sé qué sitio.

— ¿El punto es...?— apremié.

— Es que, me dijo dónde estudiaba, su nombre y su año— explicó, sonriendo por primera vez desde que se sentó.

La miré con recelo, temerosa de lo que vendría después de esa sonrisita, y que yo me sabía de memoria.

— Tienes algo en mente, ¿verdad?— lloriqueé, hundiendo la cabeza entre mis brazos, apoyados en la mesa.

— No sólo tengo algo en mente, pequeño poni— expresó ella.

Carla repitió mi gesto.

— Oh, no. Ya vamos a seguir un loco plana de venganza hecho por Ari— farfulló, mientras que nuestra mejor amiga nos observaba con malicia.

Sí... definitivamente, lo que sea que Ari tenía planeado, nos iba a meter en problemas.

——————————————————
¡Hola, holaaaaaaa! ¿Cómo están mis unicornios rosados y brillantes? Yo con crisis por todo el tema de ATDMV, o sea, #JulioMiVaron 😂😂😂
Por cierto, actualización más temprano de lo normal🤗

Espero que les haya gustado este capítulo. Sé que no pasan muchas cosas, pero quería escribir algo más... relajado😅
De todas maneras, dejen en sus comentarios todas sus impresiones, como siempre.
Algo importante que debo decirles es que, si no han leído la nota que publiqué más temprano, ¡CORRAN! a ver la información, porque en serio les puede interesar (*tono setsi*)

Les mando besos cargados de arcoíris y chocolate❤️

Belkis T.

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