Títeres De Hilos Invisibles©

By yepescritora_98

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Los zombies devorarán tu psique. Ni siquiera esta pantalla podrá protegerte. Cierra los ojos y reza fuerte, p... More

Sinopsis
Booktrailer
Playlist
Prólogo
Títeres de hilos invisibles
Capítulo 1: "La llamada"
Capítulo 2: "Imaxtol"
Capítulo 3: "Cuchillos voladores"
Capítulo 4: "Intrusos"
Capítulo 5: "Suicidio Colectivo"
Capítulo 6: "Primeras impresiones"
Capítulo 7: "Uno y medio"
Capítulo 8: "Un mordisco amargo"
Capítulo 9: "Llanto escarlata"
Capítulo 10: "Bajo la sombra del viejo roble"
Capítulo 11: "Blancas sábanas de hospital"
Capítulo 12: "¿Y ahora qué?"
Capítulo 13: "El retorno al Edén"
Capítulo 14: "¿Amy?"
Capítulo 15: "Los senderos del destino"
Capítulo 16: "Tormenta eléctrica"
Capítulo 17: "Ese sabroso estofado"
Capítulo 18: "El origen del pecado"
Capítulo 19: "Otra perspectiva"
Capítulo 20: "Una sombra"
Capítulo 21: "Tras la tormenta, calma"
Capítulo 22: "Efluvios del pasado"
Capítulo 23: "Es uebos, no huevos"
Capítulo 25: "El olor del bosque"
Premios #houseawards2020
Premios #Retroawards2021

Capítulo 24: "Ardiente asfalto"

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By yepescritora_98

   Las ventanillas abiertas a tope y el ardiente viento azotando sus rostros, tostándolos hasta chamuscarles la piel. Cada mañana se untaban el cuerpo con protección solar, era una costumbre que habían adquirido desde que el clima comenzó a tener cambios tan bruscos entre estaciones.

   La atmosfera ofrecía menor resistencia al paso de la radiación solar y las quemaduras graves en la piel eran un problema bastante común ya fueran causadas por el ardiente sol del verano o las heladoras nevadas en invierno. Muchos morían a causa de insolación, enfermando, pues las quemaduras eran tan graves que se les infectaban o, simplemente, cáncer de piel. De una manera o de otra el resultado si se tomaba este factor de riesgo a la ligera podía llegar a ser fatal.

   Una discreta banda sonora acompañaba el ruido del constipado motor y el de las ruedas sobre el ardiente e irregular asfalto, Natural, de Imagine Dragons.

   —La conducción sobre asfalto es mucho más suave —comentó Becca golpeando el volante con los dedos de la mano derecha al son de la canción.

   —Podría estar de acuerdo si al menos no pisaras el acelerador a fondo para frenar de golpe cada vez que nos encontramos con un obstáculo en el camino... Y de paso, al menos así sería capaz de leer el mapa —la regañó Jon aferrándose a la puerta con una mano y al salpicadero con la otra.

   Un perro a medio morir sobre el negro asfalto y una bandada de aves carroñeras lo rodeaba arrancándole la carne a tiras al pobre animal. El olor a podredumbre y carne chamuscada se podía percibir metros antes incluso de avistar semejante escenario. Frenazo y rodeo. En aquel mundo, era conveniente evitar contacto incluso con los animales, pues pillar la rabia ya no era la mayor de las preocupaciones que pudiera azotar la mente de uno al cruzarse con un animal salvaje.

   Si las alimañas eran zombies, una mordida suya extendería el veneno de aquella enfermedad por el cuerpo de la víctima. Una vez la ponzoña hubiera acariciado cada uno de los órganos del cuerpo infectado, alcanzando por último su cerebro. En cuestión de horas la muerte abrazaría su condenada alma para,  entre ataques de ira y agonía, traerlo de vuelta al mundo, pero esta vez como un cuerpo autómata, carente de ese espíritu que lo llenaba en vida.

   —Cuanto antes lleguemos a la primera parada mejor. Digamos que esta monstruosidad traga combustible como Adam y tú las reservas de comida —rebatió ella.

   Una pequeña cabeza asomó desde atrás.

   —Si mantienes el funcionamiento del motor a máximo rendimiento y de manera constante, consume más de lo que lo haría si lo llevaras a una velocidad media y acelerando o frenando de poco en poco —explicó Glenn.

   Otra cabeza asomó, obligando a que Glenn se tuviera que apartar.

   —Además...Adam parece algo mareado. Ya es la segunda vez que pierde el conocimiento —añadió Dana.

   «Y eso por no hablar de lo muchísimo que me estoy meando de tanto hidratarme para sobrevivir bajo este sol infernal» masculló para sus adentros volviendo a su lugar con un gruñido. La vejiga le dolía tanto que sentía que o bien le explotaba o bien todos sus esfuerzos por mantener aquel flujo bajo control se vendrían abajo.

   —Entre el calor, los frenazos y las curvas... —suspiró Jon—. Dadle un poco de agua, pero no le dejéis que beba demasiada o terminará vomitándola y será peor.

   La velocidad del vehículo fue disminuyendo de poco en poco hasta detenerse por completo.

   —A ver, ¿cuánto nos queda para llegar a la primera parada que tenemos programada? —preguntó Becca al tiempo que ponía el freno de mano.

   —Pues... déjame pensar—dijo Jon dando una vuelta de trescientos sesenta grados al mapa de carreteras que había desplegado sobre el salpicadero—. Porque la verdad es que no tengo ni puñetera idea de dónde estamos.

   —¡Señor... dame paciencia, porque si me das fuerzas lo abofeteo hasta dejarlo tonto! —bufó Becca.

   La pelirroja tomó el mapa y con el dedo siguió la línea marcada con permanente sobre el mismo.

   —De Greenville, Carolina del Norte, a Clarksville, Ténesi, hay aproximadamente unos setecientos treinta kilómetros —calculó Becca a ojo de buen cubero.

   Con los dedos tomó la medida equivalente a unos cien kilómetros con sus dedos índice y pulgar, llevando la medida desde la escala que venía especificada en la esquina inferior derecha del mapa, hasta la ruta marcada, recorriéndola con sus dedos a modo de pinza y tratando de no mover la medida.

   —Eso equivale a un viaje de unas ocho horas en coche, pero teniendo en cuenta que hemos empezado este viaje a pie... —comentó Jon pensativo.

   Llevamos unas tres horas de conducción aproximadamente, si a eso le sumamos el recorrido a pie... digamos que nos quedan otras cuatro o cinco, por los inconvenientes con los que nos podamos cruzar. Son ya las cuatro de la tarde... —prosiguió Becca con sus cálculos.

   —Creo que lo mejor sería conducir un par de horas más hasta que encontremos un buen lugar para pasar la noche —intervino Dana.

   —Y si encontramos un buen lugar un poco antes yo voto por pasar allí la noche. Ya recuperaremos el tiempo mañana —propuso Adam aún con la cabeza dándole vueltas—. Yo ya no puedo más, siento que se me van a salir las tripas por la boca —expiró con voz débil.

   «Si yo te dijera lo que se me va a salir a mí...» gruñó Dana retorciéndose de dolor. «Yo sí que no aguanto más».

   —¡La bella durmiente ha resucitado! —exclamó Jon entre carcajadas.

   —Tú sigue riéndote que el karma te lo hará pagar —le amenazó el aludido—. Igual termino por vomitar sobre tu entrepierna mis jugos estomacales, porque si sale algo de mi cuerpo será ese ácido y nada más. ¿Podrías intentar bajar la intensidad de conducción? Me siento en la mierda, Becca.

   —Con que tus jugos estomacales sobre mi entrepierna eh... Hmmm...—musitó Jon tratando de comenzar una broma, pero fue brutalmente ignorado.

   —Ahora estamos parados, así que aprovecha para estirar las piernas, hidratarte y comer un poco —le ordenó la pelirroja sin levantar la vista del mapa que había desplegado sobre el volante.

   —No creo que pueda comer nada —el estomago de Adam gruñó—. Osea, tengo hambre, pero siento que si me meto algo en la boca, es más, solo con pensarlo me están dando arcadas y me vuelve el mareo.

   —Bebe agua —le sugirió Jon—. La verdad es que tienes muy mala cara.

   —¿Qué no entiendes tú cuando te digo que tengo el estómago más revuelto que unos huevos en una tortilla francesa? —gimió Adam dramatizando al más puro estilo Jon.

   —Anda bebe de sorbito a sorbito y verás cómo te empiezas a sentir mejor —le animó Glenn con un novedoso tono que endulzaba su voz hasta el punto de hacer que sonara algo entre sexy y maternal.

   La joven le acercó su botella ofreciéndosela con una tímida sonrisa.

   —Bueno, si lo dices tú tendré que hacerte caso y más si me lo pides así —le respondió Adam algo cohibido.

   Extendió la mano para aceptar la amable oferta de su amiga, pero le temblaba el pulso y por lo débil que se sentía, no pudo evitar que la botella resbalara por entre sus dedos.

   Gracias a sus reflejos, tan afilados como su agilidad, Glenn atrapó la botella en el aire antes de que pudiera derramase siquiera la más mínima gota de su contenido.

   —¡Mierda! —maldijo Adam entre gemidos. Su rostro palideció aún más, si es que eso era posible siquiera. —Perdona yo no quería...

   Antes de que el muchacho colapsase contra el ardiente metal de la parte trasera de la camioneta, con la mano que le quedaba libre, Glenn logró interceptar su caída. Sostuvo la cabeza de Adam en su pequeña pero fuerte mano y, con cautelosa lentitud, lo recostó sobre su regazo.

   —Is this the afterlife? —jadeó el sudoroso muchacho con una estúpida sonrisa dibujada en su mortecino rostro.

   —¡¿Qué?!—exclamó Glenn perpleja.

   —Creo que pregunta si está muerto y esto es el paraíso —intervino Jon asomándose por la espalda de Glenn, curioso y con ganas de montar drama—Había salido del coche para estirar las piernas y ver cómo se encuentra Adam, pero veo que está en buenas manos —rio con picardía.

   A pesar de su moribundo estado, Adam no pudo contener el ataque de risa que le provocó la intervención de su amigo. Ante esto, el rostro de Glenn comenzó a colorearse más allá del rubor causado por el sol.

   —Para sostener una botella en la mano no tienes fuerzas, pero veo que para hacer chistecitos te sobran —lo acusó Glenn amenazándolo con la susodicha botella.

   —No te enfades, es solo mi forma infantil y estúpida de darte las gracias por cuidarme y ser tan amable conmigo —respondió Adam, esta vez con un tono sereno.

   —Lo de estúpida es innegable, indudablemente irrefutable —bufó frustrada la muchacha.

   Con delicadeza fue ayudando a que Adam se sentara de manera erguida, levantándolo poco a poco. Le tendió la botella a Jon para que la sujetara mientras ella se ocupaba del desfallecido muchacho.

   —Ya que estás ahí plantado al menos colabora —le regañó la pequeña asiática—. Y ni se te ocurra asomar tu sucia boca para beber de mi botella.

   —Ya, ya entiendo, tranquila. La boquilla de esta botella solo podrá posarse sobre tus propios labios o los de tu abatido amado —bromeó Jon.

   —Esta coña no te la puedo reír, hermano —lo reprochó Adam.

   —Vale, vale. Sé cuando estoy de más —respondió con un exagerado suspiro y encogiéndose dramáticamente de hombros.

   —Deja en paz a los tortolitos, Jon —lo regañó Becca con una colleja juguetona.

   —¡Becca! —exclamaron Glenn y Adam al unísono.

   Jon no pudo evitar reír sorprendido ante la inesperada intervención de la pelirroja a su favor.

   —Por cierto, ¿dónde está Dana? —volvió a intervenir Rebecca cortando en seco la broma.

   —La he visto bajarse hace unos minutos. Dijo que iba a dar una vuelta para estirar las piernas —le respondió Jon con tono despreocupado.

    Glenn había acercado la botella de agua a los resquebrajados labios de Adam, dejando que el líquido fluyera de poco en poco, primeros humedeciéndole solo los irritados y resecos labios, para después permitir que un fino hilo se deslizara a través de su comisura.

   Para poder controlar el flujo de agua que vertía, necesitaba de una precisión que solo podía obtener empleando ambas manos, por lo que, Jon era quien sostenía la cabeza de Adam en el ángulo óptimo para que no se atragantara.

   —Esta agua está tan caliente que se podría hacer un té instantáneo en ella —rio Adam entre toses.

   —O bebes o hablas. Ya ves que las dos cosas a la vez no pueden ser —lo regañó Glenn apartando la botella de sus ahora hidratados y sonrosados labios.

   —Estoy bien así, gracias Glenn —le respondió el muchacho con una dulce sonrisa.

   Los ojos del joven volvían a brillar llenos de vida, incluso pudo incorporarse para estirar las piernas sobre el asfalto, aunque con la ayuda de Jon para lograr bajar del carro.

   Glenn insistió en prestarle su hombro a modo de apoyo para caminar y Adam lo aceptó, aunque no cómo ella se lo esperaba. El joven la envolvió ambos hombros con sus largos y fibrosos brazos, acercando sus cuerpos y posando parcialmente su peso de manera uniforme sobre el de la pequeña chica. A pesar del asfixiante calor que hacía, Glenn no hizo amago de liberarse de tan invasivo y sofocante gesto, pues se sorprendió a si misma descubriendo que en aquel desenfadado abrazo, el placer superaba con creces el sufrimiento.

   —No veo a Dana por ninguna parte —alzó la voz Adam girándose para dirigirse a Jon y Becca.

   —Se adentró en el bosque. No debería tardar demasiado —le respondió Jon sentado bajo la sombra que proyectaba el vehículo sobre el asfalto.

   —¡¿Qué?! —exclamaron Becca y Glenn a la vez.

   —¿Y la dejaste ir sola? —le reprochó Rebecca con un codazo entre las costillas.

   —Supongo que habrá ido a evacuar, ¿qué esperabas?, ¿que fuera detrás de ella? —le responde el chico desconcertado—. Admito que soy algo pervertido, pero esas cosas no me van.

   —¡Estúpido! —exclamaron tres voces en perfecta sincronía.

   —Que alguien me lo explique, porque no entiendo nada. ¿Qué me he perdido?, porque que yo sepa cualquier persona entiende que para hacer estas cosas uno requiere de cierta intimidad. Sino ni se hubiera molestado en meterse bosque adentro.

   —Déjalo, Jon. Simplemente podrías habérmelo dicho y ya la acompañaba yo —suspiró Becca rendida.

   —¿No crees que si lo necesitara te lo hubiera pedido ella? —le respondió Jon cruzando sus brazos sobre el pecho.

   —Definitivamente estás muy perdido, hermano —rio sin ganas Adam.

   Jon les dirigió una mirada confusa.

   —¿No se te ocurre que con la relación de piques que tienen estas dos y lo orgullosa que es Dana, preferiría que un zombie le mordiera sus desnudos panecitos mientras orina entre matorrales antes que rebajarse a pedirle un favor a Becca? —Trató de ubicarlo Glenn.

   —¡¿Panecitos?! —exclamaron entre confusos y divertidos.

   Apartando de su mente la decena de chistes que se le habían venido a la cabeza a causa de aquella palabreja, el joven se golpeó la frente sonora y dramáticamente, como solo él podía hacerlo.

   —¿Debería ir a buscarla? —preguntó avergonzado.

   —Deja, deja. Ya voy yo —le respondió la pelirroja impaciente.

   Se levantó de un salto y se dirigió decidida hacia la linde del bosque.

   —Por el amor de Dios, ¡Becca! No os peleéis y volved rápido o se nos hará de noche —vociferó Adam.

   Becca le dedicó un hermoso gesto alzando el dedo corazón de ambas manos mientras caminaba ladera arriba hacia el bosque. No necesitó darse la vuelta siquiera para imaginar la sonriente y burlona cara de su rubio amigo.

¡AL FÍN! He vuelto y os aseguro que iré actualizando más de seguido, pero aún os pido paciencia, que me queda un último examen y lo que tengo preparado para estos capítulos se sale un poco del guion que tenía establecido para la novela, por lo que los estoy creando de cero y eso me lleva un poco más de tiempo (aunque vosotros los devoráis igual de rápido XD)

Bueno, pues aquí lo tenéis, espero al menos que la espera haya merecido la pena y se os escape alguna que otra sonrisa leyendo las tonterías de los protagonistas. Recordad que tenéis disponible una hermosa playlist en Spotify con la que podéis acompañar la lectura.

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