Títeres De Hilos Invisibles©

De yepescritora_98

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Los zombies devorarán tu psique. Ni siquiera esta pantalla podrá protegerte. Cierra los ojos y reza fuerte, p... Mais

Sinopsis
Booktrailer
Playlist
Prólogo
Títeres de hilos invisibles
Capítulo 1: "La llamada"
Capítulo 2: "Imaxtol"
Capítulo 3: "Cuchillos voladores"
Capítulo 4: "Intrusos"
Capítulo 5: "Suicidio Colectivo"
Capítulo 6: "Primeras impresiones"
Capítulo 7: "Uno y medio"
Capítulo 8: "Un mordisco amargo"
Capítulo 9: "Llanto escarlata"
Capítulo 10: "Bajo la sombra del viejo roble"
Capítulo 11: "Blancas sábanas de hospital"
Capítulo 12: "¿Y ahora qué?"
Capítulo 13: "El retorno al Edén"
Capítulo 14: "¿Amy?"
Capítulo 15: "Los senderos del destino"
Capítulo 16: "Tormenta eléctrica"
Capítulo 17: "Ese sabroso estofado"
Capítulo 18: "El origen del pecado"
Capítulo 19: "Otra perspectiva"
Capítulo 20: "Una sombra"
Capítulo 21: "Tras la tormenta, calma"
Capítulo 23: "Es uebos, no huevos"
Capítulo 24: "Ardiente asfalto"
Capítulo 25: "El olor del bosque"
Premios #houseawards2020
Premios #Retroawards2021

Capítulo 22: "Efluvios del pasado"

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De yepescritora_98

   Era como mirar una película con los ojos muy pegados a la pantalla. La intensidad de los pensamientos y la fugacidad de los mismos le provocaron un persistente dolor de cabeza, haciendo que perdiera la noción de su entorno e incluso el equilibrio. La primera guardia la llevarían Jon y ella. Por fortuna, nadie se había percatado de su estado de vaivén, o eso pensó Dana.

   —¿Te encuentras bien, reina? —Se preocupó Jon al ver la palidez del rostro de su compañera.

    Los ronquidos de Becca, Adam y Glenn ya eran audibles desde el exterior de la tienda en la que estos descansaban. No habían tardado demasiado en caer exhaustos, lo que resultaba compresible después del día al que habían sobrevivido.

   Dana suspiró, el aire pasó por su abdomen entrecortándose, haciéndola temblar en el proceso. Trató de recuperar un ritmo natural de respiración antes de responder. En ocasiones, cuando la ansiedad invadía la mente de la joven, era como si su cuerpo cayera al mar y sus aguas la arrastraran sin piedad hacia el fondo. La presión que sentía sobre su cuerpo era tan realista que su ansiedad creciera más y más, retroalimentándose, hasta el punto en el que se le olvidaba incluso respirar.

   «Respirar. Tengo que respirar.» Se repetía ella mentalmente. «Aire, necesito aire». Pero este cántico desesperado se veía constantemente interrumpido por imágenes borrosas, chillidos y golpes que rompían las cadenas de su concentración.

   —¿Dana? —Jon agitó la mano delante de los ojos de la joven—. ¿Qué estás mirando? ¿Has visto algo?

   La voz de Jon sonaba embotada y distante, surrealista. Sin embargo otra voz masculina sonaba rasposa y potente contra la nuca de la chica.

   «¿Me echabas de menos, peque? ¿Verdad que extrañabas jugar con el tío Matt?»

   Dana sintió el cálido aliento contra su piel e incluso percibió el efluvio de alcohol que provenía de la boca que había pronunciado aquellas palabras.

   Las pupilas de la joven se dilataron hasta el punto de tragar la miel de su iris casi en su totalidad. Un sudor frío comenzó a recorrer cada rincón de su cuerpo, induciendo a que la ropa se volviera a humedecer, pegándose contra la piel de la joven. Su pecho se contraía y retraía arrítmicamente. Dana se acariciaba las sienes, creando círculos con las yemas de sus dedos, presionando quizás demasiado.

   —¡Danaaaa! —Jon la zarandeó sujetándola de los hombros.

   «¿Peque?, ¿estás ignorando al tío Matt?»

   El presente y el pasado comenzaban a mezclarse y Dana ya no podía distinguir de manera consciente ni tan siquiera su verdadera identidad. ¿Acaso volvía a ser aquella niña indefensa de seis años? El aire volvía a sus pulmones de cuando en cuando.

   «Ya conoces las reglas del juego, preciosa. Si no te portas bien, tendré que decirles a tus papis lo que has hecho y ¿qué crees que pensarán? Te echarán de casa y tendrás que venir a vivir con el tío Matt.»

   —No, no, no... —musitó Dana aún bajo el zarandeo de Jon—. No quiero jugar contigo. No quiero, no quiero, no...

   —Dana, mírame a los ojos, joder. Me estoy cagando de miedo —le suplicó Jon desesperado.

   Un mar de lágrimas comenzó a recorrer las pálidas mejillas de la chica. Jon no dejaba de echar la mirada hacia atrás y devolverla desesperadamente hacia su amiga.

   «¿Por qué no hacemos eso, peque? Sería genial, podríamos jugar todos los días. Aunque no volverías a ver a tus papis nunca más, porque te odiarían y tú no quieres eso, ¿verdad?»

   —¡Quítame las manos de encima! —gritó Dana empujando a Jon con todas sus fuerzas, haciendo que este perdiera el equilibrio, pues estaba de cuclillas.

   Algo se agitó en el interior de la tienda y asomó la adormilada cara de Becca.

   —¡Cerdo! Eres un cerdo. No me toques nunca más. No volverás a engañarme. Enfermo, depravado. Seré yo quien grite a los cuatro vientos lo que me has hecho. —Dana gritaba con los ojos cerrados y los puños apretados a los costados.

   —¿Qué clase de obra estáis ensayando? —le preguntó Becca a su amigo con el ceño fruncido.

   Jon seguía en el suelo, observando desde abajo cómo Dana se ponía en pie y sin mirarlo siquiera le señalaba.

   —Es más, te mataré. Te voy a matar y con tu muerte será como si esto nunca hubiera pasado. Nadie tiene por que saberlo y mis padres no me odiarán— continuó Dana tomando un cuchillo de su cinturón y sujetándolo entre sus temblorosas manos.

   —Dana... cálmate. Abre los ojos y mírame —le susurró Jon poniendo las manos al frente y tratando de levantarse sin hacer movimientos bruscos.

   «No serías capaz de hacer daño a tu querido tío. Vamos, peque. Sabes que en el fondo te gusta jugar como los adultos conmigo. Lo pasamos muy bien. No tiene nada de malo. Tu mamá y tu papá también juegan a esto. Lo hacen todos.»

   La rasposa voz del hombre comenzó a perder la seguridad y la fuerza con la que había comenzado a hablar. Sin embargo, no se dio por vencido.

   «Es la verdad. Lo que pasa es que no te lo pueden contar, porque es un secreto entre las personas que lo juegan. No te enfades con tu tío Matt, ya sabes especial que eres para mí.»

   —¡MUERE!

   Dana levantó el cuchillo en el aire y, con los ojos aun cerrados, se dispuso a abalanzarse sobre Jon con todas sus fuerzas. Reaccionando justo a tiempo, Becca saltó detrás de ellas y las dos rodaron por el embarrado suelo. Dana soltó el cuchillo en la caída y, desde su espalda, la joven pelirroja la inmovilizaba con brazos y piernas en un fuerte abrazo. La otra chica, aún en trance, se agitaba tratando de liberarse, pero no tenía demasiada fuerza, estaba agotada.

   —Dana, ¿Qué cojones significa esto?

   Jon se acercó a las chicas preparado para ayudar a Becca, pero esta le pidió que se apartara con una simple mirada. Poco a poco fue suavizando la intensidad del abrazo, sustituyendo la firmeza y brusquedad de sus extremidades por un manto de cariño sobre los hombros de su compañera.

   —Dana, ya está. Nadie va a hacerte daño— le susurró Becca al oído con ternura maternal.

   La tensión que había ido acumulándose en el cuerpo de la joven se fue disipando con aquel abrazo.

   —No sé cuál será el demonio que perturba tu mente, pero no deberías pagarlo así con el pobre Jon. Todas sabemos que es un poco estúpido, pero jamás te haría daño. ¿Lo sabes, verdad? —continuo calmándola con su dulce voz.

   Dana asintió dejando escapar lentamente el aire de sus pulmones en un largo suspiro. Poco a poco fue saliendo del trance.

   —No-No es real —susurró Dana parpadeando con rapidez—. Él... debe estar muerto.

   Jon se agachó frente a Dana y la miró perplejo.

   —¿Ya no quieres matarme? —cuestionó el joven aún precavido ante la posibilidad de un nuevo ataque.

   —¡¿Eeeeh?! Yo...Yo no...—la lengua de Dana se hizo un lio.

   Jon le mostró el cuchillo que escasos minutos antes ella blandía contra él. No hizo falta ninguna palabra. La presión de la mano de Becca sobre su hombro izquierdo y la seriedad del rostro de Jon bastaron para convencerla de que algo en ella no andaba bien.

   —Pensé que estaba soñando —fue lo único que dijo Dana.

   —¿Con matarme? Debería tranquilizarme saber que una potencial asesina sonámbula sueña con matarme.

   El característico tono sarcástico de Jon golpeó a la joven haciéndola titubear.

   —A ver, soy consciente de que muchos otros hombres darían lo que fuera por aparecer en tus sueños, y lo cierto es que me sentiría hasta halagado si tan solo fuera otra clase de sueño...

   —No soñaba contigo. No sé por qué vuelve a acecharme de nuevo el fantasma de mi tío Matt, pensé que tras su encarcelamiento quedaría libre de su influencia.

   Dana hundió su rostro entre sus rodillas y se llevó las manos a la nuca. Unos ligeros gruñidos de frustración escapaban por entre su encapsulamiento. Jon le acarició la cabeza y Becca le golpeó amistosamente la espalda.

   —Si está muerto, no volverá ponerte una mano encima —le dijo Becca.

   —Y si no lo estaba antes de que todo esto ocurriera, lo está ahora —siguió Jon.

   —Eso no lo sabes —suspiró Dana asomando levemente la cara sobre sus rodillas.

   —No necesito saber qué fue exactamente lo que te hizo, con saber que se aprovecho de una niña me basta y me sobra para saber que era un cobarde —Jon volvía a estar serio.

   —Lo es, es el mayor cobarde que he conocido en mi vida —asintió Dana.

   —En este mundo los cobardes no suelen sobrevivir demasiado tiempo —intervino Becca.

   —Y si lo hacen... —Jon cerró un puño frente a su cara—. Como se crucen en nuestro camino y molesten a uno de los nuestros... Nos los cargamos.

   Becca asintió totalmente conforme.

   —En este mundo ya tenemos suficiente mierda como para tener que enfrentar también a cerdos como ese. El bien y el mal ya no son los que eran. La justicia no es un derecho legítimo que se nos vaya a dar por el mero hecho de merecerla—reflexionó Jon.

   —La justicia ha muerto a manos de la venganza y será esta la mayor amenaza para quienes sobrevivieron a los títeres de hilos invisibles... —prosiguió Becca.

   —Pero al mismo tiempo será el arma que les permita purgar la existencia de la vida en la Tierra. Pues el mayor enemigo de la vida no es la muerte, sino el mismísimo ser humano —recitó Dana.

   Se hizo un leve silencio en el que los tres se miraban los unos a los otros. Y tras un largo suspiro, con una triste sonrisa en sus rostros, exclamaron al unísono:

   —¡SAM!

   Y no pudieron evitar reír entre lágrimas.

   —Hasta muerto se nos pone filosófico —murmuró Jon.

   —No me esperaba menos de Sam —pronunciaron ambas jóvenes a la vez.

   Compartían una profunda admiración por aquel risueño y a la vez pesimista chico, cuya persona había logrado cautivar sus corazones desde el mismísimo momento en el que lo conocieron. Algo que había afectado a cada uno de los integrantes del grupo de una manera diferente, pero dejando una honda marca en todos y cada uno de ellos.

    —Yo no sé lo que tenía ese chico que os tiene a todas tan pilladas —dijo Jon para liberar la tensión que traía acumulada.

   —No es que no lo sepas, es que te pone celoso —le devolvió la pelota Becca.

   —Touché —suspiró Jon encogiéndose de hombros.

   —El día que madures... te volverás un rompecorazones —rio Dana.

   —¡JAMÁS! Mis tonterías forman parte de mi irresistiblemente atractivo carisma —bufó Jon.

   —Tú di que sí —le animó Becca dándole una palmadita en la espalda mientras se levantaba del suelo.

   Jon la siguió con la mirada y con una sonrisa estúpida pintada en el rostro.

   —Ahora más os vale cumplir con vuestro turno de guardia sin montar escándalo... —les regañó Rebecca.

   Un sonoro bostezo interrumpió la regañina de la pelirroja, pero cuando fue a retomarla no pudo evitar bostezar también y lo mismo le sucedió a Dana.

   —¡Dejad de bostezar que es contagioso! —se quejó Jon volviendo a bostezar.

   —¡Pero si lo has empezado tú, cara dura! —gruñó Dana.

   —¿Me vais a dejar dormir aunque sea un par de horitas?

   La nariz de Becca se contraía en un tic compulsivo que le daba cuando la paciencia comenzaba a agotársele.

   Sin decir nada más, Jon y Dana se levantaron del suelo, sacudieron sus ropas y se sentaron en sus respectivos puestos. Becca volvió a desaparecer en el interior de la tienda y volvió a reinar el silencio de la noche acompañado por una sorda melodía de ronquidos.

   —Lo siento —susurró Dana.

   —No deberías ser tú la arrepentida —le respondió Jon sin apartar la mirada de la oscuridad del bosque—. Algo ha tenido que activar ese recuerdo en ti para que reaccionaras así.

   —Creo que esa maldita infusión me ha dejado tocada la cabeza —le respondió Dana.

   —Yo creo que la culpa ha sido mía. La escenita de hace un rato, cuando intenté picarte y hacerte sentir incomoda por tu desnudez... eso seguido de mi penosa actuación de machito bravucón... Así lo diría Becca —rio él.

   —Pero... —intentó pensar en algo que decir para quitarle hierro al asunto, pero no sabía cómo.

   Ella era consciente de que Jon no hacía aquellas tonterías con malicia, que era su manera de ser cercano y cariñoso. Una manera extraña, pero su manera al fin y al cabo.

   —Lo siento —murmuró—. Ya sé que soy el más inmaduro de todos a pesar de ser el mayor del grupo, yo...

   Había bajado la mirada al suelo y jugaba con sus manos, frotándoselas y retorciéndolas, nervioso.

   —Tú eres un gran tipo Jon. No te tienes que disculpar por ser como eres. Puedes llegar a ser algo molesto a veces, pero eres buena persona y te preocupas por todos.

   Dana le dedico una sincera sonrisa y Jon se la devolvió con timidez.

   —Lo que dijimos antes Becca y yo, iba en serio. Si no está muerto y nos lo encontramos por el camino no seguirá viviendo por mucho tiempo.

   —Y con esas palabras me liberas del peso del mayor miedo que he tenido en mi vida, gracias.



   ¡He vuelto! Espero que no se os haya hecho demasiado larga la espera y de ser así, espero que haya merecido la pena.

   Me encantaría saber cómo os habéis sentido al leer este capítulo. 

   Mi reflexión personal es que para muchas personas el mundo en el que vivimos, a pesar de no ser un mundo apocalíptico, es un infierno aún más escalofriante de lo que lo sería la existencia de seres como los zombies. Pienso que entre nosotros viven monstruos mucho más temibles. Creo que estos títeres de hilos invisibles no son otra cosa que una hipérbole que refleja los verdaderos rostros de las bestias que habitan este mundo, marionetas vacías y carentes de voluntad o capacidad de raciocino.


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