Títeres De Hilos Invisibles©

By yepescritora_98

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Los zombies devorarán tu psique. Ni siquiera esta pantalla podrá protegerte. Cierra los ojos y reza fuerte, p... More

Sinopsis
Booktrailer
Playlist
Prólogo
Títeres de hilos invisibles
Capítulo 1: "La llamada"
Capítulo 2: "Imaxtol"
Capítulo 3: "Cuchillos voladores"
Capítulo 4: "Intrusos"
Capítulo 5: "Suicidio Colectivo"
Capítulo 6: "Primeras impresiones"
Capítulo 7: "Uno y medio"
Capítulo 8: "Un mordisco amargo"
Capítulo 9: "Llanto escarlata"
Capítulo 10: "Bajo la sombra del viejo roble"
Capítulo 11: "Blancas sábanas de hospital"
Capítulo 12: "¿Y ahora qué?"
Capítulo 13: "El retorno al Edén"
Capítulo 14: "¿Amy?"
Capítulo 15: "Los senderos del destino"
Capítulo 16: "Tormenta eléctrica"
Capítulo 17: "Ese sabroso estofado"
Capítulo 18: "El origen del pecado"
Capítulo 19: "Otra perspectiva"
Capítulo 20: "Una sombra"
Capítulo 22: "Efluvios del pasado"
Capítulo 23: "Es uebos, no huevos"
Capítulo 24: "Ardiente asfalto"
Capítulo 25: "El olor del bosque"
Premios #houseawards2020
Premios #Retroawards2021

Capítulo 21: "Tras la tormenta, calma"

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By yepescritora_98

   Habían pasado horas desde que salieron en estampida de aquella casa maldita. Caminaron en silencio bajo la lluvia y para cuando llegaron a un lugar lo bastante apartado y estratégicamente bien ubicado, se percataron de que el cielo había cesado su llanto y de que la noche había extendido un negro manto sobre sus cabezas.

   Decidieron acampar. El lugar estaba bastante despejado de vegetación y por tanto embarrado. Miles de piedrecitas de contorno anguloso y de varios tamaños se esparcían por el lugar. Dormir sobre aquel terreno no sería precisamente comparable con hacerlo sobre una cama de mullido heno, pero era lo mejor con lo que podían contar en aquellos momentos.

   La estrategia sería la siguiente: el claro se hallaba justo al borde de la loma de una pared rocosa bastante empinada y topográficamente elevada. «Me parece que ya sé de dónde han salido todos estos pedrolos» pensó Jon al levantar la mirada hacia el imponente acantilado. Si montaban la campaña con este muro a sus espaldas, se aseguraban tener este flanco cubierto, así, con tan solo dos personas montando guardia mientras el resto del grupo descansa, sería suficiente.

   —Pondremos la tienda contra la pared de roca —ordenó Becca.

   —No creo que sea lo más prudente —la advirtió Jon.

   —¿Pero qué dices? Tener el muro nos permite tener un flanco a prueba de intrusos, tanto los vivos como los no tan vivos —apoyó Dana a Becca.

   —Entiendo perfectamente en lo que estáis pensando y, de hecho, yo también llegué a la misma conclusión en un primer instante —se defendió él—. Pero fijaos bien en el suelo. Está lleno de piedras.

    —Gracias tío, no nos habíamos dado cuenta —resopló Glenn.

   Era evidente que la idea de recostarse sobre aquel suelo no le hacía ni pizca de gracia. Ya podía sentir las puntiagudas aristas de las piedras clavándosele en las nalgas.

   —Me refiero a que esas piedras han tenido que salir de algún sitio, no crecen como patatas en la tierra precisamente —continuó con su argumentación—. Parece que esta ladera tiene tendencia a sufrir desprendimientos y tras un día tan lluvioso como el de hoy, no me atrevería a apostar por su estabilidad. Creo que lo más prudente sería dejar unos cuantos metros de distancia con esta y construir dos muros en cada flanco, desde la tienda hasta la roca.

   Todos quedaron en silencio, procesando lo que Jon recién había expuesto.

   —A pesar de que los desprendimientos parecen habituales en la zona —continuó él—. No parecen de gran envergadura, por lo que si cruzamos los dedos y rezamos lo que sepamos, podríamos tener la suficiente fortuna como para no morir sepultados por una avalancha de puntiagudas rocas.

   Becca asintió conforme y organizó al grupo para empezar a trabajar. Jon y Adam, montarían la tienda. Esto les permitiría alardear de su experiencia como antiguos boy scouts.

   —Que se note la experiencia —les animó Becca—. A ver si algún día conseguís convencerme de que no os regalaban las insignias.

   Los chicos bufaron con aquel comentario, pero decidieron ignorarlo y ponerse manos a la obra. Por otro lado, las chicas no pudieron evitar reírse.

   Mientras los hombres construían la improvisada tienda de campaña, las chicas escarbaron la tierra húmeda del suelo, un par de metros separada de la zona de trabajo de sus dos amigos. Forraron el hoyo con las piedras que iban sacando a medida que cavaban y añadiendo otras pocas que pudieron encontrar al pie del acantilado. Levantaron un pequeño muro alrededor del hueco, para proteger las llamas una vez lograran prenderlas.

   Tomaron la leña menos mojada que pudieron encontrar en la zona y, con un poco de yesca y gasolina que ya traían consigo, consiguieron encender una generosa hoguera. La tienda ya estaba en pie, se veía sólida y estable, por lo que Becca felicitó a sus compañeros y les tendió una hoja verde a cada uno de ellos y con exagerada actitud de solemnidad dijo:

   —Aquí tenéis vuestras insignias de acampada durante el apocalipsis zombie. Muy bien hecho chicos, estoy orgullosa de mis pequeños scouts.

   Tras unas tontas pullas desde la fracción femenina del grupo y unas aún más estúpidas replicas por parte de los chicos, se hizo el silencio. Estaban más cansados incluso de lo que eran conscientes.

   Se desvistieron, algunos con menos timidez que otros, y dejaron que con el calor del fuego se secaran sus prendas. Ni siquiera este rito fue capaz de romper el silencio que se había instaurado entre los cinco jóvenes.

   Había pasado ya un rato y el silencio comenzó a sentirse demasiado rígido y pesado. Adam se hallaba de cuclillas abanicando con delicadeza para avivar la llama de la hoguera, cuando decidió romper el silencio.

   —¡¿Habéis visto lo mismo que yo creo haber visto cuando se abrió la puerta?! —un escalofrío le recorrió la espina dorsal provocando que su cuerpo se agitara.

   —¡SÍ! ¡Ese... ese viejo quería comerme! —exclamó Dana, aún en shock por lo ocurrido.

   —¡NOS... Quería comer, querida! No seas tan egocéntrica como para creer que el culo más sabroso del grupo es el tuyo. Definitivamente el mío le hace competencia —le responde Jon y azota su propio trasero con exagerado orgullo.

   —Eso si no tuvieran que depilarte antes de comerlo. Eres un puñetero oso —rio Becca.

   —Te gusta y lo sabes —la vacila él.

   —Deja de hacerte el gallito —lo reprocha ella.

   —¡La verdad es que como experiencia ha sido una verdadera pasada! Menudo subidón de adrenalina. Tenemos que repetir algún día —Las mejillas de Glenn comenzaban a sonrosarse por efecto de las llamas.

   Dana giró su cabeza hacia la izquierda para fulminar a su amiga con la mirada. Glenn percibió el filo de los asesinos ojos que la apuntaban sobre la carótida.

   —¡¿Qué?! No puedo haber sido la única que lo ha disfrutado. Además, el viejo ese me ha caído bien. Era muy gracioso el hombre. —Se defendió ella encogiéndose de hombros.

   Otras tres cabezas pivotaron sobre sus cuellos para recriminar a Glenn con sus duras miradas. Ella, lejos de sentirse amenazada, no puedo contener una tremenda carcajada.

   —¡Venga ya! Pero si era genial. Ese tío tenía su punto. Debió de ser comediante en otros tiempos. —Una nueva carcajada estallo desde su pecho.

   Nadie acompañó sus risotadas. Ocho ojos entre enfadados y contrariados seguían observando a Glenn, quien parecía haber perdido completamente la cordura.

   —¡Jo-der! Mira que sois estirados. Era coña. No os pongáis así —la expresión de Glenn volvió a su seriedad habitual.

   Haciendo caso omiso de las muecas que sus compañeros pudieran hacer, tomó su recientemente adquirida pistola y con mimo comenzó a limpiarla.

   —Luego se preguntarán por qué Glenn es fría, por qué no participa en las bromas y demás estúpidos rituales sociales. Es que nadie entiende a Glenn —murmuró entre dientes refiriéndose a sí misma en tercera persona.

   Jon se la acercó por detrás y le puso una mano en el hombro a la irritada niña.

   —No te lo tomes a mal, cielo. Pero se me hace extraño oírte decir que quieres repetir —dijo conteniendo una carcajada—. Sobre todo, porque creo recordar que no hace tanto me ha parecido oírte llamar a tu mamá gimoteando.

   Entonces todos tuvieron que hacer un enorme esfuerzo para contener sus risas. Aquello comenzó a parecer un concurso de pedorretas bocales para amateurs. Glenn se puso en pie de golpe y se dispuso a adentrarse en el bosque, cuando recordó que estaba en paños menores y descalza.

   —¡Que te jodan! —le respondió con una graciosa mueca en los labios.

   —Ojalá...ojalá —suspiró el chico—. Pero no te lo tomes a mal. Solo quería enseñarte cómo hacer una buena broma, para que puedas acoplarte a nuestros estúpidos ritos sociales.

   —Sí, sí. Ya lo pillo. Meterse con el prójimo y humillarlo es la mar de gracioso —respondió ella tajante—. Y luego la que no tiene corazón soy yo. ¡Manda huevos!

   —Huevos...—repitió como hipnotizada Dana.

   —La verdad es que yo también me muero de hambre —la secundó Adam.

   Ya era noche cerrada, por lo que no sería prudente adentrarse en el bosque en busca de comida. Tras una pequeña discusión, decidieron hacer uso de los suministros que llevaban consigo con la condición de reabastecerse al día siguiente.

   Sentados frente las danzantes llamas de la hoguera devoraron la ración que les correspondía aquel día. En silencio, pero con fiereza comieron hasta el último bocado, obligándose a respirar entre mordisco y mordisco. Una vez hubieron terminado dejaron escapar todas las emociones hasta entonces contenidas en un largo y conjunto suspiro.

   —Retomando la conversación de antes... —se animó a hablar Adam—. No me refería al viejo, sino...

   —Esa...cosa —continuó Becca la inacabada frase de su amigo—. Esa enigmática sombra que nos sacó de la carnicería en la que se había convertido la casita de madera de aquella perturbadora familia.

   Adam asintió al ver que por fin entendían a lo que se refería. Becca tragó saliva con fuerza. Sintió un escalofrió recorrer su espalda agitando su cuerpo desde los pies hasta la cabeza.

   —Sea lo que sea esa cosa... —pronunció la pelirroja más pálida de lo habitual.

   —O persona —remarcó Glenn con la mirada perdida en la hipnótica danza de las llamas.

   —Como sea... No me acaba de dar buena espina. ¿Nos quería ayudar realmente o nos dejó ir para alcanzarnos más tarde? —remató Becca.

   Parecía que todos habían llegado a plantearse eso mismo. El silencio se extendió cual veneno en el ambiente. Nadie se atreve a levantar siquiera la mirada. Cansada de anta mierda, Dana se levantó de un solo salto y señalando a sus compañeros proclamó:

   —Fuera lo que fuese, desapareció tan pronto como nos hubo liberado. Pudo haberse enfrentado a nosotros en aquel momento, estábamos desarmados, pero no lo hizo. Ahora somos libres y estamos...a salvo. Estamos todos juntos y eso es lo que más importa en estos momentos.

   —Dana tiene razón —la secundó Jon— No sirve de nada plantearse estas dudas ahora mismo. Pero lo que está claro es que tampoco podemos confiarnos. Aunque un milagro haya logrado sacarnos de esta, el mundo sigue siendo la misma trampa mortal que era antes de que esas almas en desgracia decidieran secuestrarnos.

   A pesar de que era Jon quien hablaba, las miradas de ninguno de los presentes se habían despegado de Dana. Como por obra de una bofetada de realidad, se percató de que así, en pie y con los brazos en jarra sobre sus desnudas caderas, estaba exponiendo en todos y cada uno de sus ángulos más íntimos. Por instinto, se cubrió fugaz y volvió a sentarse en el suelo en posición fetal, tapándose lo máximo posible.

   —¿A qué viene esa timidez tan repentina?—rio Jon—. Esconder ese cuerpazo debería ser delito.

   Adam, aunque de acuerdo con la observación de su amigo, le advirtió de que no siguiera por ese camino dándole un discreto codazo en el costado.

   —Pues hablando de cuerpazos... Ya estás tardando en hacer alarde de tu tableta y aparato reproductor —le retó Becca.

   —Como si yo tuviera algún complejo con ello —le respondió él poniéndose en pie y posando orgulloso.

   Glenn fue la única capaz en reaccionar. A pesar de haberlo retado Becca no se esperaba semejante espectáculo y Dana tampoco creía posible descubrir que realmente aquel chico no estaba nada mal.

   —¡Quieres hacer el favor de apartar tu monstruosa cosa de delante de mis narices, guarro! —rugió asqueada Glenn.

   Tan pronto como vino, la bravuconería del chico se esfumó en un momento. Como si hasta entonces tampoco fuera demasiado consciente de lo que estaba haciendo.

   —Perdón, perdón. Jamás lo hubiera hecho a propósito —se disculpó tremendamente cohibido.

   —¿Insinúas que no soy lo suficientemente buena para ti? —replicó Glenn—. Ya sé que tanto Dana como Becca están físicamente mejor dotadas que yo, pero...

   —¡¿Qué?! —exclamó confuso Jon. Eligió con mucho cuidado sus próximas palabras—. No me refería a eso, mujer. Sino que jamás le pondría en una situación así a ninguna mujer sin previo consentimiento. O sea... que siento haberte puesto en una posición tan bochornosa, estoy avergonzado y no era mi intención en absoluto.

   —Tranquilo, creo que todos aquí somos conscientes de que tu única intención era lucir como un musculoso dios griego del apocalipsis —rio Glenn con una tierna y risueña carcajada.

   —A veces hasta te salen bien los chistes —le respondió Adam haciéndola sonrojar.

   Todos estallaron en risas descargando así toda la tensión acumulada en cada uno de sus músculos. La ropa ya se había terminado de secar y el clima volvía a ser tan cálido como de costumbre. Se vistieron y organizaron los turnos de guardia para aquella noche. Dos guardianes en cada turno, cubriendo los ángulos muertos de su base de acampada.

   Pasaron las horas y los jóvenes fueron rotando para las guardias, aprovechando lo máximo posible las pocas horas de sueño que les correspondían. Dana lo intentó con tas sus fuerzas, intentó cerrar los ojos y fundir sus pensamientos con el negro fondo tras sus párpados, pero no pudo. Sin ella quererlo y sin poder resistirse tampoco, sus pensamientos volaron a recuerdos del pasado, mostrándole una secuencia de imágenes que creía haber reducido a cenizas hacía tiempo.



   Ya estoy de vuelta y os traigo un nuevo capítulo. Prometí que trabajaría duro en ello y aquí me tenéis. 

   Contadme, ¿qué os ha parecido este capítulo?, ¿tenéis alguna hipótesis sobre la misteriosa identidad de la sombra? Dana me ha dejado algo preocupada, no puedo ni imaginar que tan crudos han de ser los recuerdos que le roban el sueño a la joven. Aunque, bueno, en verdad yo si que lo sé, pero vosotros tendréis que esperar al próximo capítulo para descubrirlo.

   Nos vemos pronto, al menos si el apocalipsis no llega antes que mi próxima actualización.

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