Capitulo 40: «La princesa Stella»

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Catalina.

Abrí los párpados lentamente mientras comenzaba a despertarme, no recordaba que me había sucedido. Mi cuerpo estaba siendo sostenido por los brazos de un hombre a quien no podía ver con claridad, mis ojos aún no se esclarecían del todo.

—Que bueno que te despertaste princesa—dijo el chico que me sostenía con ese acento tan bonito —. Te llevaré a un lugar donde puedas sentarte.

En efecto, sus pies estaban en movimiento junto con mi cuerpo que él cargaba. Las fuerzas que necesitaba para poder valerme por mi misma aún no regresaban a mi, sin embargo mi vista se aclaró.

—¿Quién... quién eres tú?—pregunté llevando una mano hacia el lado derecho de mi cabeza, este aún estaba sentido.

—Soy el príncipe Carlos—respondió.

Él chico tenía la vista al frente, así que pude observar su perfil; su nariz no era respingada, era recta, tan parecida a las de las esculturas griegas. Tenía una mandíbula angulosa, cuadrada, con el arco del mentón bien marcado, sus labios no eran tan gruesos pero si lo eran sus cejas negras. Su rostro era bastante varonil.

Carlos giró su cuello y me atrapó contemplándolo, quite mi mirada de inmediato hacia un lado, podía sentir el calor arremolinándose en mis mejillas.

—¿Ya te encuentras mejor?—cuestionó.

Por el rabillo de mi ojo, noté que ahora él me observaba a mi.

—Ujum—musité junto a un asentimiento de cabeza.

—Bien, te llevaré al banco de allá—informó.

El cuello comenzaba a dolerme, así que no tuve más opción que volverlo a su posición natural. El aroma que desprendía del príncipe era totalmente diferente al de Eithan, aún así era adictivo.

Llegamos a un pequeño banco al lado de una gran ventana, frente a la habitación de Helena, pude reconocerla al instante, puesto que había salido de ella hace unos instantes.

El príncipe Carlos inclinó suavemente su cuerpo hacia adelante, mientras mis pies tocaban el suelo y me sentaba en la banca. Mi cabeza aún daba vueltas por lo cual tuve que sacudirla un par de veces.

—¿Tienes hambre?—cuestionó arrodillándose para colocarse a mi altura.

—No—negué —. Pero no he comido nada en todo el día, así que supongo que debo hacerlo—admití, mirarlo a los ojos era todo un desafío, ya que podrías perderte en ellos si no lo dejas de mirar.

—Gran decisión princesa, iré a traerte algo de comer—me hizo saber, mientras se ponía de pie —. Aguarda aquí.

Se dio la vuelta y se encaminó a la cocina, mis ojos siguieron todo su recorrido hasta que desapareció entre las escaleras.

El príncipe Carlos iba vestido de una manera formal,  pantalones azules junto a una camisa blanca que las tenía remangadas por arriba de los codos. Él era un joven bastante atractivo, debo admitirlo; su cabello era negro azabache como la noche, sus ojos eran color cielo y su porte era bastante bueno; alto y con hombros anchos. Cómo una vez lo mencioné, Dios tiene una lista con sus preferidos y entre esa lista el príncipe Carlos posicionaba los primeros puestos.

A pesar de la dolencia de mi cabeza y mi cuerpo, me puse de pie, debía ir a mi habitación y asegurarme que Charlotte haya puesto mi mochila en un lugar seguro. Aún me inquietaba el hecho de no poder estar haciendo la búsqueda del testamento de mi abuelo.

Di unos pasos al volver a tener el control de mi cuerpo pero entonces la puerta de la habitación de la princesa Helena se abrió, creí que saldría ella, pero no fue así. Fue Eithan quien salió por esa puerta dejándome totalmente desconcertada. Llevaba el cabello ligeramente alborotado y dos botones de su camisa estaban abiertos.

Una princesa en zapatillas ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora