—¿Qué mierda está pasando aquí? —pregunta Nicolás serio y frío mientras nos mira de pie en la puerta de la cocina.

Inmediatamente me levanto deprisa del regazo de Alex y sacudo mis pantalones como si se hubieran ensuciado.

—Y ¿Qué haces tú sin camiseta? —dice, viendo a Alex mientras este se levanta también—. ¿Son mudos o qué? —pregunta al ver que después de un tiempo nadie responde.

—Es mi culpa —hablo—. Estaba llevándole sopa a Lara por lo que está enferma y sin querer tropecé con Alex y toda la sopa terminó sobre él.

—De hecho, es mi culpa por meterme en el camino —Alex me defiende.

—Eso no justifica por qué Carla estaba sobre ti —le regala una mirada de pocos amigos.

—Nos tropezamos —decimos Alex y yo en coro.

—Supondré que, lo que dicen es verdad —expone en tono amargo, y pasa a verme, fulminando en el camino a su amigo—. Carla, cambio de planes, pasaré a recogerte hoy a las seis, cariño —dice, enfatizando la palabra "cariño", lo cual me extraña y pone algo nerviosa—. Y tú, ¡Ve a ponerte algo! —le exige a Alex.

Alex levanta su camiseta del suelo y pasa por el lado de Nicolás con las manos en alto en señal de paz.

En ese momento logro ver lo parecidos que son. Ambos tienen cabello negro y ojos grises, aunque los de Alex son un poco más oscuros que los de Nicolás. También se ve que, al igual que Nicolás, Alex le dedica tiempo al gimnasio.

—Cariño, ¿Eh? —le digo, cruzándome de brazos.

—¿Qué? —hace un encogimiento de hombros—. No conoces a Alex. Si fuera por él, saldría con todas las chicas que se le cruzan en el camino. Y tú no entrarás en esa lista.

—Oh... —dejo mis brazos a mi costado, acercándome a Nicolás—. Se ve buena persona, es amigable.

—Como dije... No lo conoces —se da vuelta y empieza a caminar hacia la salida, no sin antes regalarme una sonrisa, olvidando lo que acaba de pasar—. Recuerda, a las seis voy por ti —y con eso sale de la cocina.

Después de que él se va me quedo sola y sin sopa que llevarle a Lara. Le hubiera reprochado a Nicolás el cambio tan repentino de nuestra salida, pero la verdad no tengo nada que hacer esta tarde, así que, lo dejaré pasar esta vez, además, no me pareció tan mala idea, solo tengo que llegar a pedirle permiso a mi padre.

Salgo de la cocina y subo las escaleras encaminándome al cuarto de Lara. Cuando llego abro la puerta, ella se sienta en su cama y me mira extrañada.

—¿Por qué tardaste tanto? Y ¿La sopa? —frunce las cejas.

—Tuve... Problemas.

—¿Problemas?

—Sí. Sin querer tropecé y terminé botándola toda —confieso. ¿Sabrá ella de Alex?, prefiero contarle solo una parte de la historia—. Tardé porque tuve que quedarme a limpiar el desastre.

—Okey, igual no hay problema. Solo me duele la garganta, tomaré una pastilla y todo listo.

—Lo lamento —digo.

—Está bien, lo que cuenta es la intención —habla, despreocupada—. ¿Podrías traerme un vaso de agua?, así me tomo la pasta.

—Claro —le dedico una sonrisa.

*

—Estoy afuera, abre la puerta —me dice Nicolás detrás de la línea una vez contesto el celular.

—¿Cómo que estás afuera?, Todavía no es hora.

—Sí, sí lo es —ríe—. Incluso me atrasé quince minutos.

Miro la hora del celular para confirmarlo, y sí, era verdad, ya van a ser las seis con veinte minutos. Me había quedado leyendo en mi cama y perdí la noción del tiempo. Ahora Nicolás está afuera esperando que le abra y yo no estoy para nada lista.

—Dame un momento —le digo apresuradamente y cuelgo, ocultando el afán y los nervios.

Me gustaría que la vida real fuera como en los libros y que, con solo tomar lo primero que vea en mi armario este increíble, pero no es así.

Dejo el celular y mi libro a un lado para levantarme de la cama y poder alistarme lo más rápido posible.

Abro las puertas de mi armario de par en par y saco todo armando un gran desastre. Al final encuentro un pantalón blanco y una blusa de tiras rosa que no está nada mal. Me la pongo rápidamente y cuando termino de cambiarme solo paso un cepillo por mi cabello para desenredarlo, afortunadamente no está esponjado, como suele estar. Tomo mi celular y salgo de ahí.

Bajo las escaleras a toda prisa, y al llegar a la primera planta lo primero que hago es abrir la puerta.

—Hola —saludo, arreglando mi cabello disimuladamente, y me sorprendo al ver a Nicolás con un ramo de flores. Debo de admitir que no creí que fuera el tipo de chico que te regala flores en la primera cita—. ¿Son para mí?

—No, son para tu papá, ¿Está? —dice, sarcástico.

—Ja, ja, que gracioso —me río y él me las entrega—. Gracias.

Una sonrisa genuina y también algo estúpida se forma en mis labios cuando tomo el ramo.

—¿Hija? —me llama mi papá y me doy vuelta para mirarlo—. ¿Quién es él?

—Mucho gusto, soy Nicolás —se presenta antes de que yo pueda hacerlo, adentrándose a la casa.

—Tomás Lee —dice mientras se dan la mano por cortesía. Mi padre lo mira con el ceño fruncido—. Te me haces conocido, ¿No nos habíamos visto antes...?

—No que yo recuerde, señor.

—Debe ser que te pareces mucho a una persona que conocí.

—Será eso —se quedan un rato mirándose, es un silencio un tanto incómodo que mi padre se encarga en romper segundos después.

—¿Ibas a salir, Carla? —me pregunta. Dios, había olvidado pedirle permiso.

—Sí... Bueno, olvidé pedirte permiso —sonrío angelicalmente—. ¿Puedo ir?

—¿Ya terminaste con tus responsabilidades? —pregunta, enarcando una ceja.

—Sí, ya las terminé todas.

—Entonces no le veo ningún problema, puedes ir —me sonríe—. Pásame eso, las pondré en agua —dice refiriéndose a las flores.

—Gracias, papá —se las paso y le doy un beso en la mejilla—. Vamos —le digo a Nicolás.

Él sale por la puerta y yo voy detrás de él. Tomo la manija para poder cerrarla, pero mi padre me detiene antes de poder hacerlo.

—¡Hey! —llama a Nicolás, el cual ya había avanzado un poco—. Cuídala, y por favor, nada de alcohol, nada de manos traviesas y esas cosas, sabes a lo que me refiero, ¿No?

—¡Papá! —lo reprendo, dándole una mirada amenazante y Nicolás procede a reír.

—Por supuesto —le responde a él—. Lo haré.

Ahora sí, cierro la puerta, bufando. De seguro estoy de color escarlata.

Busco con la mirada el vehículo de Nicolás, ya un poco más relajada, pero no lo veo por ningún lado, en su compensación, hay una moto.

—¿Una moto? —elevo una de mis cejas.

—Así es. ¿Estás lista?

Dudo un poco, pero después se forma una sonrisa traviesa en mi rostro, y paso a responder.

—Lista. 


No Soy Esa ChicaWhere stories live. Discover now