CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

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Carla

Hoy el día está soleado y se acompasa perfectamente a la ocasión.

Los días en el que he estado en el hospital, las develadas y cada lágrima derramada han sido muestra de que el trabajo duro por salvar a mamá no ha sido en vano.

El día de hoy voy sonriente al hospital, me encamino a el en busca de llegar a la habitación de mi mamá y darle la gran noticia.

Estoy tan feliz y entusiasmada. Últimamente mi madre se ve más alentada y motivada a seguir viviendo. Siempre fue una mujer muy fuerte, pero sobre todo, valiente.

Estoy más que orgullosa de ser su hija. Ansiosa, sigo esperando el día en el que se recupere por completo, el día en el que le grite al mundo que tenía razón al decir que mi madre se quedaría, que era fuerte y lo soportaría, que como ella ninguna y que, por guerra, el cáncer vencería.

Voy en el auto con mi padre, que al igual que yo está contento por las noticias que nos dieron los doctores; nos dijeron que mi madre ya había pasado la parte más peligrosa del cáncer, que su rango ahora es muy bajo y que fácilmente podríamos cuidarla en casa, así que le pagamos una enfermera para que se quede con nosotros y para que tenga todo listo para cuando lleguemos con mi madre.

—Carla, encárgate de ir a la habitación con tu madre —me pide mi padre al estacionar frente al hospital—. Dile la noticia, pero con calma, no queremos alterarla.

—Entendido —no oculto mi entusiasmo.

Me apresuro a abrir la puerta con una gran sonrisa, este día no puede ser mejor.

Acudo a los consejos de mi padre y me adentro en el hospital, ignorando a todo el personal médico que pasa por mi lado. Los doctores nos han visto tanto por aquí que ya nos conocemos lo suficiente como para dejarnos pasar sin ningún tipo de protocolo posterior a la entrada.

Camino a pasos largos por el pasillo y busco con mi mirada la puerta de la habitación. La encuentro, me poso frente a ella y sin pensarlo dos veces, toco la puerta.

La madera resuena y no pasan ni diez segundos cuando la puerta se abre y me da paso para ver a la enferma.

—Carla, qué lindo verte —me saluda con una amable sonrisa, como lo hace siempre.

—Igualmente, enfermera Lionz.

—Tu madre está mejor que nunca —me cuenta. A ella también le emociona, es quien ha llevado el tratamiento de mi madre junto con nosotros—. Pasa, ahora se está cambiando en el baño, ya sabe que saldrá. Espérala en la cama, iré a firmar el permiso de alta junto al doctor y tu padre.

—Vale, enseguida bajamos.

Le dedico una última sonrisa y la veo dejar la habitación mientras me encamino a la cama de mi madre y me siento al lado de su equipaje. Ya tiene todo listo para la salida. Verla nuevamente en casa es algo que me hace mucha ilusión.

—Hola, amor —saluda mi madre al salir del baño.

Volteo a verla y en mi rostro se expande aún más la sonrisa, es increíble verla tan bien y que haya dejado esa manta de hospital.

—¡Mamá! —la saludo de vuelta bajando de la cama a toda velocidad para ir a abrazarla.

Sus brazos me reciben de una forma tan cálida y con un amor tan inmenso que me confirman que definitivamente sus brazos son mi lugar favorito en el mundo, y que nada ni nadie podrá acapararlos.

No Soy Esa ChicaWhere stories live. Discover now