CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

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Carla

Dejo mi celular en la mesita de noche, dónde estaba anteriormente. Suelto un suspiro y apoyo mis codos en mis rodillas, pasando las manos por mi rostro mientras siento el dolor de cabeza evadirme.

Me empieza a dar jaqueca y busco una pastilla para tomarla con el agua que Lara quedó de traerme.

Evito pensar en la llamada y en la persona que estaba detrás de la línea, pero, a pesar de que le dije que lo consideraba olvidado, sé que no es, ni será así.

Lara no demora en llegar y al igual que yo, tiene una pastilla en la mano.

—Es un calmante —se aproxima a mi, sentándose en el borde de mi cama mientras me entrega el vaso de agua y la medicina, pero niego.

—Prefiero tomar esta —le muestro la que tengo en mi mano—. Me duele la cabeza.

—Como quieras —dice, comprensible—. Pero tu padre me recomendó que te tomaras esta.

—¿Qué? —le regalo una mirada inquisitiva.

—Perdón, tenía que contarle —levanta sus manos a la altura de sus hombros, en señal de paz.

La miro extrañada y demasiado perdida. No me molesta que le cuente, solo que me parece raro que hablara con mi padre. Yo he tratado de contactar con él y no he tenido respuesta.

—¿Lo llamaste? —pregunto una vez me tomo la pastilla.

—No... Está en la sala.

Me levanto abruptamente de la cama, casi botando el agua. Le entrego el vaso a Lara y salgo a toda prisa de la habitación, dejándola sola. Paso por el pasillo, bajo velozmente las escaleras y al levantar mi cabeza noto que, definitivamente, mi padre está en la sala.

—¡Papá!

Me aproximo a él para darle un abrazo. Desde que tuve la pesadilla no he pensado en otra cosa que no sea tenerlo frente a mí y poder abrazarlo para sentir su calor y cariño, ese que tanto quiero y necesito en estos momentos.

Él deja los papeles que estaba viendo en la mesa de centro y se levanta del sofá para recibirme el abrazo.

Enredo mis manos por su torso y apoyo mi cabeza en su pecho.

—¿Dónde estabas? —pregunto con un tono de preocupación en mi voz.

—Tenía cosas que hacer.

Su respuesta es muy simple, no me convence, y necesito saber exactamente todo para calmarme un poco y sentirme aliviada.

—¿Qué cosas? —inquiero en un susurro, levantando mi mirada hacia él. Mi padre me observa a los ojos y sonríe sin ganas antes de hablar.

—Lo que desde el principio debí haber hecho, Carla —musita—. Renunciar.

Me separo de él lentamente apenas esas palabras salen de su boca, y me quedo mirándolo, estática.

¿Escuché bien?

¿Mi padre acaba de renunciar a una de las mejores editoriales?

—Pero, ¿¡Por qué!? —lo miro, confundida. No tenía por qué hacerlo.

—Es lo mejor.

—¿¡Lo mejor para qué!? —empiezo a alterarme, por ende, mi tono de voz comienza a subir.

—¡Fue un gran error haber trabajado allí! —se exaspera, pero al notar que está gritando, decide empezar a calmarse—. Y fue un gran error haberlo conocido él...

No Soy Esa ChicaWhere stories live. Discover now