Feliz Cumpleaños

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En mi cabeza había espacio solo para un pensamiento, Matías. Lo sabía, era ridículo seguir queriendo excusarme con la persona que era mi raptor, pero no podía simplemente ignorar la necesidad que me hostigaba a cada segundo.

Salí de la habitación aún en pijama con la intención de encontrarlo cuanto antes y contarle lo sucedido, pero a media escalinata me arrepentí. Seguro no tenía ningún caso, él me miraría enfadado y yo no podría decir ni media palabra. Sin contar qué tal vez empeoraría las cosas. Antes de salir había ignorado a la razón. La impulsividad fue la responsable de todo, aunque gracias al miedo volví en mí.

Con la cabeza inclinada y con pasos lentos volvía a mi cuarto, lo mejor era esperar hasta la hora del almuerzo y comprobar en qué situación me encontraba. Pero mis planes se arruinaron en cuanto en mi campo de visión aparecieron unos zapatos negros tremendamente relucientes. No era necesario alzar la cabeza para saber a quién pertenecían.

Apenas unos minutos atrás estaba completamente decidida a darle una explicación, pero comprobé que eso hubiera sido imposible gracias a mis nervios, pues estos se desencadenaban sin control cada vez que me lo encontraba. Al principio eran producto del miedo que me provocaba su presencia, pero ahora las cosas eran un poco distintas. Si antes llegue a creer que mi arrepentimiento de excusarme fue a causa de esto estaba equivocada. Mi verdadero temor era que no me creyera... que me siguiera viendo con esos ojos que no soportaba.

—Matías —susurré su nombre sin saber que decirle realmente. No era que me faltaran palabras, había tanto que quería decir que ni siquiera sabía cómo comenzar—. Lo de...

Con un solo movimiento de su parte me hizo callar. ¿Qué era lo que estaba pasando? Sus largos brazos me rodearon con tanta facilidad que me había sido imposible siquiera predecir sus intenciones. Fue tan repentino que me encontraba pasmada.

—Lamento si llegué a asustarte anoche ante mi comportamiento —dijo totalmente convencido sin la mínima intención de soltarme.

Tarde en procesar la realidad por lo que me pareció mucho tiempo. Era inaudito que se estuviera disculpando y a la vez se permitiera abrazarme tan fuerte como si temiera que lo apartara. Él no era así.

Mi corazón comenzó a latir más rápido de lo normal e inconscientemente mis brazos comenzaron a moverse tímidamente. Lo estaba abrazando también. Jamás me hubiera imaginado permitirle estar tan cerca por mi propia voluntad. No lo podía creer, no podía creer nada de lo que estaba pasando, ni siquiera que el calor de su cuerpo me parecía tan familiar y acogedor. ¿En qué momento había dejado de ser desagradable estar junto a él?

Gracias a su cercanía pude comprobar que mi corazón no era el único que latía fervientemente, pues el suyo parecía un martillo que amenazaba con romper su pecho.

Criaturas Malditas #2: Tu Dueño, Tu TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora