Capítulo 50 - Agosto en Londres

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Arrugo la frente sin entender de qué está hablando.

— ¿Cómo...?

— Creo que, no has querido llorar porque hacerlo para ti significaría que tu historia con Gabriel ha llegado a su fin —siento un aguijonazo atravesarme el pecho —. Hay diferentes maneras de llevar un duelo, y las lágrimas generalmente son parte de ello. La liberación de tu duelo serían tus lágrimas. Llorar significa hacerlo más real de lo que ya lo es. Llorar podría simbolizar que finalmente aceptas que él se fue, y que luego de diez meses él continúa ausente, a pesar de tus esfuerzos.

>> No creo que no puedas llorar, creo que tu mente se ha cerrado a hacerlo. Tal vez es tu medio de defensa contra ese dolor que te niegas a dejar ir, y que tus lágrimas son el cierre de este capítulo que te causó y te sigue causando demasiado daño, uno que sabes que en el momento en que lo dejes ir, ya no va a volver, porque una pequeña parte de ti todavía guarda la esperanza de que él vuelva contigo, y que su historia continúe donde la han dejado.

Mis ojos automáticamente se desvían a otra decoración en sus estanterías, es un cerebro partido por la mitad, de este emerge un árbol lleno de flores.

— Dijiste que dejarías de lado a la psicóloga y me hablarías como Sara —sonríe, yo también lo hago.

— Cuando estés dispuesta a dejarlo ir, cuando estés dispuesta a aceptar que se ha ido, será entonces que vas a llorar todo lo que te has estado guardando durante estos meses —vuelvo la vista a su mirada caoba.

— ¿Lo decretas? —parpadea.

— Lo presiento, y Samanta —se toma un momento antes de volver a hablar —, ese día no temas romperte en mil pedazos. Llora hasta quedarte sin fuerzas, y cuando te tomes un momento para recuperarte, vuelve a llorar hasta que no te quede nada de ese dolor. Explota desde lo profundo de tu corazón, de tu mente —señala el objeto inanimado en el que he mantenido mi atención —, y deja que aquel retoño de fuerza que llevas dentro, emerja. Deja que te recorra las venas, que te inunde el cuerpo y que aquella nueva Samanta que se encuentra de alguna manera prisionera en tu interior, tome el mando.

>> Una Samanta mucho más fuerte, única, y especial, a su manera.

Al llegar al departamento encuentro una nota de Terin donde dice que llegará tarde por cosas del trabajo, y que es mi turno de preparar la cena. Me doy una ducha calentita, preparo la cena y reviso algunos correos; me sorprende encontrar otra solicitud de unirme al equipo de National Geographic, me han dado un plazo de respuesta hasta octubre.

Dejo suspendida la mano sobre la computadora; la propuesta de hace un año la perdí, y hace apenas un par de meses que renuncié a mi antiguo trabajo.

No tomaré tu renuncia, no lo haré —había dicho me antiguo jefe —, pero Sam, cariño, te comprendo. Ve y sigue tu corazón, piensa con tu mente despejada, cuando decidas volver, las puertas estarán abiertas siempre. Aquí siempre tendrás un lugar.

Ese día conduje en mi auto sin rumbo alguno, ese día volví a buscarlo en su casa, obteniendo la misma respuesta, silencio.

Se acabó el dúo dinámico —decretó Terin cuando le informe sobre mi renuncia.

El dúo dinámico jamás se terminará, siempre seremos nosotras dos. Sin importar lo que pase, siempre estaré ahí para ti.

Voy a extrañarte. ¿Quién pondrá a las modelos en su lugar?

Tienes madera de dictadora, lo harás bien.

Me sonrió con tristeza, me abrazó con cariño, y nos pasamos la noche planeando nuestra próxima aventura, una que, sin duda alguna, sabíamos que sería muy especial, pues ella pronto sería reclutada para participar en las grandes pasarelas de París, Nueva York y Japón. Terin había hablado sobre ese asunto, sobre tener que dejar Londres para trabajar en sus sueños, mientras tanto, yo todavía estaba decidiendo qué rumbo tomar, y por cuánto tiempo.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now