Capítulo 21 - Películas y hormonas

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Diciembre había llegado, y con ello, el mes más melancólico y contradictoriamente alegre del año; también había llegado el clima más ambiguo: por las mañanas hacía tanto frío que te dolían hasta los huesos, por las tardes el calor se podía sentir ...

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Diciembre había llegado, y con ello, el mes más melancólico y contradictoriamente alegre del año; también había llegado el clima más ambiguo: por las mañanas hacía tanto frío que te dolían hasta los huesos, por las tardes el calor se podía sentir insoportable, y por las noches los ventarrones que llenaban de polvo en interior de las casas azotaban el ambiente, y al día siguiente esos tres tipos de climas tenían la tendencia de hacer una extraña mezcla y sorprendernos, algo que tenías que recibir con singular alegría, o terminarías por amargarte el día entero.

Me gustaba este mes, aunque para mí también tenía momentos agridulces, pero lo que lo hacía más llevadero eran todas y cada una de las festividades que mi familia organizaba. Amaba las tradicionales posadas, romper las piñatas, el tan solo hecho de reunirnos y disfrutar de la compañía hacía de este mes uno de mis favoritos.

Había pasado un mes desde mi viaje estelar al lado de Gabriel, desde entonces nos habíamos vuelto un poco más cercanos; en ocasiones era él quien me buscaba, en otras ocasiones era yo quien lo hacía. La verdad es que pasar tiempo a su lado era algo bastante agradable.

— Necesito más carbohidratos —se quejó Terin.

— Yo también —apoyé su maravillosa idea elevando mis pulgares.

— ¡Ay!, me duele —la vi hacerse un ovillo a mi lado y resoplar —. ¿Por qué Dios no me hizo hombre? ¿Por qué Dios permite que pasemos por esto?

— Serías un guapo pelirrojo... ¡Ay! — fue mi turno de quejarme y de hacerme un ovillo.

¡Por los clavos de Cristo, que alguien me salve de esta agonía!

— Samy Sam, me muero —ella tomó mi mano dándome un fuerte apretón —. Dile a mis padres que los amo, a mis tías que dejen de ser tan metiches, y a tu hermano que sé perfectamente que él tiene mi libro, y que si no me lo devuelve, mi alma penará por toda la eternidad —puse los ojos en blanco, y cuando el terrible cólico se detuvo, suspiré aliviada y me enderecé.

— Dios, es horrible.

— ¿Qué fue lo que dijo tu primo que gritáramos cuando estuviéramos con el período?

— Que somos fértiles —hice un gesto negativo y me llevé la mano al rostro para asegurarme de que la mascarilla seguía ahí —. Hablé con Anton hace rato, dijo que vendrá dentro de unas horas; le pedí que trajera más compresas femeninas, antiespasmódicos y suministros necesarios para lograr salir victoriosas de esta masacre.

— Tu hermano es un ángel.

Farfulló dejando su rostro enterrado en la manta del sofá.

— Lo es —tomé el cojín térmico y lo coloqué sobre mi vientre —. No sé qué haría sin mi hermano. El año que vivimos juntos él se aseguró de que cada mes tuviera todo lo necesario para sentirme amada, protegida y feliz, luego le expliqué que para mí esos días eran todo, menos felices.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now