Capítulo 46 - Golpes

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—      Me gusta ese

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Me gusta ese.

Dejé de contemplarme en el espejo, a través de este, veo a Gabriel; lleva una toalla atada a la cintura, gotitas de agua le decoran el cuerpo.

¿No crees que es muy corto?

El vestido verde oliva no era algo extraordinario, de hecho, era bastante sencillo: tirantes delgados, suave escote en V, ajustado de la cintura y llegando a medio muslo.

Se acercó arrugando la frente.

Te verías mejor sin él —negué soltando una carcajada.

No creo que llegar a la comida desnuda sea algo que le guste ver a tu madre, o a la mía.

Con delicadeza, pasó los pulpejos de sus dedos sobre la piel desnuda de mis hombros. No fue una caricia completa, fue más un toque provocativo. Lo conocía lo suficiente para saber que planeaba algo, algo que definitivamente no incluía un vestido, o la toalla que llevaba en la cintura.

Quítatelo.

No fue una orden, fue una petición.

Me volví hacía él, atrapé mi labio inferior con los dientes y fui retirando muy lentamente un tirante, dejándolo resbalar sobre mi piel. Él dio un paso hacia atrás, analizando mis movimientos. Los músculos del abdomen se le marcaron más, su respiración se volvió profunda y errática, sus manos se abrían y cerraban, como si no supiera qué hacer con ellas.

Me tomé mi tiempo para retirar el otro tirante, el vestido se arremolinó en mi cintura, dejando mis pechos expuestos, él volvió a tomar aire.

Todo, Samanta. Quiero verte.

Llevé las manos a mi cintura, deshaciendo el nudo que lo sostenía. La tela se cayó a mis pies. Tragó con dificultad mientras recorría mi cuerpo con su intensa mirada.

Eres tan hermosa —cerró la distancia entre nosotros deshaciéndose de la toalla, luego se colocó de rodillas frente a mí —. Tan hermosa.

Besó mi vientre y con lentitud exagerada, quitó la última prenda que cubría mi cuerpo; besos se esparcieron por mis muslos, mis caderas; piel de gallina se levantaba allá donde él tocaba. Colocó mi pierna sobre su hombro. Su boca me hizo ver estrellas, me aferré a lo que pude en ese momento.

Dios —jadeé buscando el aire que tan desesperadamente necesitaba, uno que él se llevaba cada vez que su boca se movía.

Sentía la piel febril, el corazón me iba a tope y las piernas me temblaban. Los gemidos, gruñidos y jadeos reverberaban a nuestro alrededor.

Llegamos tarde a la cena, y tuve que usar otro vestido, el otro estaba un poco arruinado.

Te ves resplandeciente.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now