Capítulo 17 - Gritos, regaños y desacuerdos

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—     Señora María, ¡esto está delicioso! —Los padres de Terin blanquearon los ojos, yo negué mientras colocaba el frasco de antiácidos frente a ella

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— Señora María, ¡esto está delicioso! —Los padres de Terin blanquearon los ojos, yo negué mientras colocaba el frasco de antiácidos frente a ella.

— Ten, o te pondrás mal, de nuevo.

— Muchas gracias —respondió mi amiga llena de júbilo mientras se zampaba otro taco de comida.

— Ya te dije que no me llames señora, Terin, me haces sentir vieja.

— Está bien, María, esto está delicioso.

Mi madre le sonreía a Terin mientras colocaba más comida en su plato. Aún después de tantos años, el estómago de Terin seguía siendo un poco delicado a la hora de degustar comida mexicana, algo que ella aparentemente la tenía sin cuidado, y a mí me tenía noches enteras en vela.

A mi familia le encantaba el picante, yo misma lo amaba, incondicionalmente, y aunque Terin aprovechaba cada comida para zamparse todo lo que pudiera hacer sentir su boca en llamas, su estómago seguía revelándose ante tales tratos.

— Leila —habló el padre de Terin —, cariño, ¿has visto las fotografías que tienen arriba de la chimenea?

Terin era una réplica exacta de su madre, podrían pasar por hermanas gemelas, con la excepción de que Leila tenía el cabello corto. Vadim, el padre de Terin, de piel blanca y cabellera abundante, era alto y delgado; un hombre serio pero poseedor de una mirada cálida, y estaba tan enamorado de su esposa que derrochaban miel cada vez que se veían a los ojos.

— Esas no las había visto —respondió tía Leila visiblemente interesada en las personas de la fotografía —. Y bien, ¿me van a decir ahora quiénes son esos hombres tan guapos?

— Serán modelos con los que trabajas —preguntó mi madre, negué preparándome otro taco.

— No, no lo son.

— ¿Entonces quiénes son? —indagó tía Leila

— Son chicos de compañía que conocimos en Alemania cuando viajábamos allá.

Mi declaración hizo que mi padre, y el de Terin, se atragantaran con la comida, mi pobre hermano escupió el agua que estaba bebiendo, y nuestras madres dejaron suspendidas sus cucharas frente a sus bocas mientras me veían con los ojos bien abiertos; Terin por su parte le daba palmaditas en la espalda a su padre mientras ella continuaba comiendo la cochinita pibil que mi madre había preparado.

— ¡¿Qué, qué!? —gritó mi padre tan alto que juraría que las paredes retumbaron, me encogí en mi sitio —. ¿Cómo es que mi hija estuvo con prostitutos alemanes?!

— Papá, no eran prostitutos alemanes —corregí inmediatamente —, eran caballeros de compañía, dos cosas muy diferentes —a mi padre le iba a reventar la vena del cuello.

— ¡Es lo mismo! Pero María, has escuchado eso. Dime que usaste condón hijita mía.

— Por Dios santo, Joaquín, tu hija no se acostó con ellos —regañó mi madre —. Samanta no perdería su virginidad con un prostituto —el padre de Terin finalmente había recuperado el tan necesitado oxigeno de sus pulmones.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now