Capítulo 36 - Quédate

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Gabe condujo fuera de la ciudad, en dirección a la casa de sus padres; los recuerdos de aquellos viajes que hacía casi todos los días para ver a abu Gab me vinieron a la mente, y aunque la nostalgia me anegó los ojos en lágrimas, la felicidad de h...

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Gabe condujo fuera de la ciudad, en dirección a la casa de sus padres; los recuerdos de aquellos viajes que hacía casi todos los días para ver a abu Gab me vinieron a la mente, y aunque la nostalgia me anegó los ojos en lágrimas, la felicidad de haberlo conocido le ganó a cualquier otro sentimiento.

Volqué toda mi atención en él. Como siempre que podía, analicé su perfil; se veía cansado, realmente cansado. Había ojeras debajo de sus ojos, su pelo era un desastre, y su piel estaba pálida. Había un rastrojo de barba de varios días, algo que en el pasado no se había permitido porque no encajaba con su pulida imagen.

— Te queda —me atreví a pasar mi mano por su rostro, acariciando su mandíbula —. Te hace ver más... relajado, y sexy —sonrió de medio lado.

— No he tenido mucho tiempo para afeitarme últimamente.

— Te ahorraría tiempo no hacerlo. Afeitarse puede ser una pérdida de tiempo.

— Tienes razón, deberías dejarte la barba tú también. Se te vería muy bien.

— Lo voy a pensar. Desde hace tiempo he querido dejarme un bigote como el de Salvador Dalí.

— Va con tu estilo.

Sonreí mientras volvía la vista hacía afuera, noté que habíamos dejado atrás el camino de entrada de la casa de sus padres; entramos a un camino no muy diferente al de allá: árboles, flores, campos reverdecidos y arbustos. Al final del camino nos encontramos con una puerta de metal y madera sin ningún grabado en ella, a los lados se entendían paredes altas de piedra.

— ¿Dónde estamos? —Gabe tecleó en su teléfono haciendo que la puerta se abriera.

— Es un lugar especial para mí.

No dijo más, y yo tampoco pude hacerlo. Una bellísima casa de colores claros con arquitectura palladiana con algo de colonial apareció justo arriba de una colina. El jardín que rodeaba la casa era el sueño de todo botánico. Gabriel aparcó el auto frente a las escalinatas de la casa y bajó, rodeó el auto hasta llegar al lado del copiloto.

— ¿Vienes? —redirigí mi atención a su mano que se encontraba extendida en mi dirección.

— Gabe, este lugar es hermoso —me sonrió entre tímido y complacido.

— Muchas gracias. Esta es... Esta es mi casa. Bienvenida.

Le sonreí tomando su mano y permitiéndole ayudarme a salir del auto. A lo lejos pude ver otra casa, un poco más pequeña, pero igual de hermosa.

— Travis vive allá —había un auto estacionado afuera.

— Es realmente hermoso aquí.

— Muchas gracias. ¿Vamos dentro?

— Por supuesto.

No dije o hice algo cuando él entrelazó nuestras manos.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now