03.

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𝐍𝐎𝐒𝐘 𝐁𝐎𝐘

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Tom Riddle agradecía estar de espaldas para poder ocultar aquella pequeña sonrisa y esa cara de satisfacción que parecía brotar de rostro. Generalmente era bueno escondiendo aquellos gestos involuntarios pero en ese momento parecía disfrutarlo particularmente.

Maxine y sus amigas le seguían el paso con desdén. Ser desafiadas era algo que no acostumbraban a vivir, pero dadas las circunstancias era claro que no podían exigir el respeto que querían. Por lo contrario, debían ganárselo.

La heredera tenía sus nudillos pálidos de tanto apretar la mano a sus costados, pero la mano de Victoria en su espalda logró hacer que recupere su compostura. Sin embargo, Maxine solo veía en su cavidad mental las distintas formas de romper el craneo del tal Tom Riddle.

El cuarteto se movió por los corredores del castillo haciéndose camino hacia la parte subterránea. Las transferidas miraban atentas los detalles que el colegio de Hogwarts exhibía en sus paredes. Era magnífico, realmente cada retrato captaba la esencia vívida del sujeto en cuestión. Los rostros se acercaban atentos a mirar a las caras desconocidas. Victoria y America sonrieron tímidas ante los ojos de miles de pinturas mientras que Maxine no dejaba de clavar su vista en la nuca del prefecto.

De pronto, un ente interrumpió el andar de los alumnos.

—¿Qué haces tan temprano aquí, Tom? —preguntó la entidad en una dulce voz femenina.

Maxine se quedó hipnotizada al ver cómo figura incorpórea levitaba en un brillante color gris plata. Llevaba un vestido largo y su cabello caía etéreo hasta la altura de su cintura. Castelobruxo desafortunadamente no tenía fantasmas, algo que a la princesa siempre le dio curiosidad toparse.

El espectro portaba una expresión triste y apesadumbrada, pues Maxine suponía que flotar por los terrenos del castillo por una eternidad debía ser un pesar inimaginable.

Tom se mostró contento ante la sorpresiva interrupción y saludó al fantasma carismáticamente. 

—Buenas noches, Helena —dijo sonriente—. Estoy escoltando a las señoritas transferidas de Castelobruxo a sus dormitorios, tuvieron un largo viaje desde Brasil y por lo tanto es entendible el cansancio que llevan encima —mintió.

Helena corrió su vista del prefecto y la encaminó hacia las transferidas. Cuando se detuvo en Maxine, sus ojos grises se expandieron en pánico al ver sus colores púrpura y negro destacar de su atuendo.

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleWhere stories live. Discover now