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I DID SOMETHING BAD

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La princesa casi se había olvidado de la calidez del Palacio de Buckingham, su legítimo hogar. Aquel en el que viviría por siempre. A pesar de las nefastas visitas turísticas de personas no mágicas, Maxine encontraba aquellas paredes como su único lugar seguro en el mundo, incluso más que Hogwarts.

La víspera navideña fue igual de aburrida que las anteriores. Su familia, la realeza, festejaba el nacimiento de un niño cuya existencia estaba puesta en tela de juicio. Sus manos se unían sobre la mesa y el festín dispuesto en ella para agradecerle a una endeble deidad.

¿Qué pensaría el mundo si supieran que las reglas del universo aún las regían los viejos dioses? ¿Serían las Iglesias quemadas hasta los cimientos? ¿Se desataría una guerra de fanáticos? ¿Buscarían el refugio de su fe en las antiguas entidades griegas? ¿Caería la aristocracia junto al cristianismo? ¿Serían los reyes despojados de su poder?

Quizás por esa misma razón debían ocultarse los magos y brujas. Los muggles temían a lo desconocido. Temblaban ante la mera idea de una especie humanoide superior e inigualable. Quizás preferían estar bajo un Apocalipsis extraterrestre antes que saber que su alrededor estaba infestado por hechiceros. Por personas que, si así lo desearan, podrían robarles el aliento con un movimiento de sus varitas.

Pero todo era color de rosas en el ala de Maxine. Desde sus vestidos, su enorme habitación, su colección de instrumentos y todas sus tiaras en varios tamaños y tonalidades. El poder de lo material representaba una debilidad inmensa sobre la heredera. Cada pieza de su colección le brindaba un pequeño recuerdo de que estaba en el lugar indicado.

Sus hermanas (Philippa, Elizabeth y Margaret) no estaban muy entusiasmadas con la llegada de la mayor al palacio. Maxine nunca fue muy unida a sus hermanas. De hecho, era la más solitaria de las cuatro, un hábito que formó de pequeña: primero comenzó como una niña incomprendida, cargada de un talento que sus hermanas no podían imitar. Luego se transformó en una niña soberbia, una que su mentor Zett Gaenor alimentó a través de sus enseñanzas. Gracias a él, Maxine no sólo creía ser mejor que sus hermanas, sino mejor que todo ser habitando la Tierra.

Philippa, el segundo fruto del amor de los monarcas, apenas era un año menor que la Bringstone. Con quince años, la adolescente se destacaba por ser la más brillante. Era de aquellas chicas prodigio que con sólo una lectura podía memorizar todas las citas de un libro. Cabello rubio y ojos azules como piedras preciosas, Philippa era la mejor rival de Maxine. Las princesas siempre compitieron por su velocidad mental, por saber quién de las dos podía sobresalir en cuanto a sus capacidades cognitivas. Ventajosa, la heredera siempre se respaldó en sus poderes y en toda la ayuda mágica que pudo adquirir, mientras que su hermana Philippa se las debía ingeniar con su propio cerebro y su mundana idoneidad.

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleWhere stories live. Discover now