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A LIFE FOR A LIFE

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Una túnica negra era lo único que cubría el cuerpo de Maxine en aquella fúnebre y aterradora noche gélida. Sus manos temblaban de la emoción, de la adrenalina y energía que sentía al ritmo que sus pies caminaban impacientes por el interior de la Cámara Secreta. Gracias a las instrucciones del basilisco, la princesa pudo entrar a través de su puerta oficial en el baño de niñas del segundo piso, y no mediante las cloacas que conectaban con el Lago Negro.

Luego de haber pasado tiempo de calidad con su preciado y magnífico monstruo reptil, la Bringstone le indicó que la dejara a solas en la cámara, dejándolo vagar tan silencioso como pudiera a lo largo de las tuberías.

—Hemos llegado, su alteza —pronunció fuerte y clara una voz a lo lejos—. Todo listo.

La figura alta y apuesta de su mentor Zett Gaenor atravesó la oscuridad, tal como Maxine le había enseñado al mostrarle la ubicación del santuario de Slytherin. Los orbes celestes del mentor brillaban y emitían un inconfundible fulgor eufórico, más intenso que cualquier estrella en el firmamento. Detrás de su silueta vestida de sastre, dos cuerpos semiconsciente levitaban detrás de él, siguiéndolo como si tuvieran una correa alrededor de sus cuellos.

Maxine sonrió. Esbozó una sonrisa tan cínica e impúdica que podía poner a Hades a temblar en su trono de huesos.

Y debería. Pues la princesa estaba a punto de romper las reglas de su imperio.

Caminando decidida, la heredera se posicionó frente a su mentor. Llevó su mano hacia su mejilla y acarició la piel de la misma con la delicadeza de un pétalo. El pelirrojo sintió derretirse bajo su tacto, y era que aunque gran parte de la personalidad de Maxine se debía gracias a él, Zett era fiel creyente de su poderosa naturaleza, y de que nadie en el mundo podría jamás igualar el potencial de la heredera. Era por eso que su lealtad yacía en sus manos y su voluntad completamente a su merced. Pues si bien al mentor le gustaba jugar al padre que la princesa siempre necesitó, junto a ella Zett a veces se sentía como un hijo desesperado por la aprobación de su madre.

Las siluetas que flotaban etéreas detrás de él comenzaron a despabilarse y despertar del trance mágico, aquel que los había atontando lo suficiente para ser arrastrados hasta los ojos psicóticos de la Bringstone.

Todo era borroso y desenfocado visto a través de los ojos de las víctimas. En sus estados entorpecidos, lo único perceptible fue el matiz oscuro del hoyo en el que habían sido sumergidos contra su voluntad. Y sin embargo, el efecto desdibujado de su visión comenzó a irse poco a poco. A su alrededor se había dibujado una gran sala subterránea, repleta de pilares y estatuas desconocidas, más el rostro de piedra de una persona al final de la cámara era la atracción principal. Y luego de dar con la conclusión de que no tenían la menor idea de donde estaban, Basilio y Electra se encontraron con el rostro pálido de la princesa observándolos detenidamente.

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleWhere stories live. Discover now