Capítulo 6

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—Comandante Redfield, es un honor —dijo el hombre al estrecharle la mano. 

Sus profundos ojos cafés eran mucho más oscuros que los suyos, su piel estaba bronceada y el tono otorgado por el sol resaltaba la fisonomía de su rostro magro y bien parecido. Debajo de la tela y corte de su traje gris se podía adivinar su físico cuidadosamente entrenado. El tipo tenía el cabello rizado y un poco largo. "¿Será una peluca?", se preguntó Chris al ver los rizos perfectamente acomodados sobre esa cabeza.

Estaban frente a frente mirándose a los ojos. La diferencia de un par de centímetros en su estatura era imperceptible. Parecía que las suelas de sus zapatos tuvieran la elevación perfecta para ponerlos a la altura exacta del suelo al cielo. 

No había habido tiempo de averiguar cómo fue que se le otorgó la amnistía que le permitía caminar libremente por las calles. Debió haber implicado un gran trato a cambio de su lealtad. Después de todo, haber pertenecido al Servicio de Contramedidas Biológicas de Umbrella no era un antecedente muy fácil de desaparecer, o de olvidar. Aquella división estaba tan extinta como la matriz para la que había sido creada, pero las consecuencias de sus crímenes todavía destruían el mundo. 

—Carlos Olivera... —contestó Redfield con cara seria —el miembro de la U.B.C.S. —siguió, pronunciando cada letra del acrónimo en pausas y con una mirada de juicio.

Carlos sonrió sin mostrar los dientes, bajó la cabeza y asintió entendiendo que su jefe quería... ¿menospreciarlo? Volvió a levantar la vista.

—Ex-miembro... —aclaró— Como todos, creo que podría decir que hay elementos en mi hoja de vida que me gustaría borrar. Y, como a todos también, me es imposible... —se excusó en un suspiro.

—Seguro... —replicó Chris levantando las cejas. 

"¿Qué? ¿No me cree o qué?", pensó el ex-Umbrella mientras disimulaba dando una mordida al delicado bocadillo que sostenía sobre una servilleta, y sin abandonar el duelo de gestos inexpresivos con el comandante.

Jill miró al uno y después al otro varias veces intentando captar las sutilezas de la comunicación masculina que tenía lugar, que más que decir algo parecía denotar una competencia por lucir mejor; mucho más serio el uno, mucho más fuerte el otro, mucho más... todo, lo que sea. Los vio apretar las mandíbulas y erguirse con arrogancia. El desafío en sus ojos no podía significar otra cosa que la testosterona había entrado en acción. La rubia se tragó las ganas de reír. 

—Bien, sabíamos que este día llegaría tarde o temprano —se entrometió para romper la incomodidad. 

—Es verdad, cariño... —se apresuró a responder Olivera. 

—Ajá... —añadió Chris —Pues... he oído de ti tantas cosas y por tanto tiempo, que me sorprende que no nos hayamos conocido antes —hizo una nueva pausa incómoda —En fin, ¿qué más hay que decir? Bienvenido a la BSAA

Las palabras emitidas no sonaron para nada amables, parecía que no estuviera realmente complacido de incorporarlo a sus filas.

Su postulación había sido aceptada hace poco, luego de meses de espera tras la iniciativa de Jill de abogar por él para conseguirle un espacio. La agente usó como arma de convencimiento las innumerables ocasiones en las que el tipo la había ayudado, desde 1998 y hasta el día presente, en sus misiones, operativos, planes y un largo etcétera. El trato se lo había presentado al exjefe O'Brian antes del cambio de mando. Con el ajetreo, el asunto quedó en la nada hasta el nuevo comandante tuviera el tiempo —y las ganas —de dar su visto bueno.

Valentine estaba más que feliz. Y a pesar de que las políticas de la alianza dictaban que sus miembros no deberían, bajo ninguna circunstancia, inmiscuirse en relaciones amorosas entre ellos, sin duda se podía hacer una excepción para la fundadora y el hombre con quien ella quería compartir su vida.

𝚂í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚁𝚎𝚍𝚏𝚒𝚎𝚕𝚍 - 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝟸, 𝙰𝚗𝚝í𝚍𝚘𝚝𝚘Where stories live. Discover now