Capítulo 21

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¡Halo! Este fic tendrá actualizaciones medianamente seguidas esta semana. Un poco en compensación porque me demoré casi tres semanas en actualizar el cap de anteayer. Cuando haga las notas al final del libro les contaré qué pasó 🤭❤️😍. Gracias siempre a tod@s l@s que siguen aquí. Amor y abrazos para todos, sus comentarios son increíbles. Siempre me emociona leerlos. 🤗😍

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Kay terminó el domingo con la mente en blanco, el humor apesadumbrado y sin noticias de Leon. Se recostó a dormir, de espaldas al lugar que le había permitido ocupar a ese "tonto, mentiroso y egocéntrico rubio idiota" que solo la usó para pasar un buen rato. No era capaz de siquiera ver el espacio vacío sin sentirse furiosa, herida, y sin arrepentirse de no haberlo abofeteado cuando "el muy imbécil" se atrevió a besarla.

Durmió poco y durmió mal. Revisaba el teléfono cada vez que despertaba en un sobresalto, y al no encontrar nada nuevo, volvía a posarlo con un golpe sobre la mesita de noche; frustrada, porque la pequeña esperanza de que todo fuera un malentendido parecía revivir en sus sueños y morir de nuevo en la realidad.

"Eres un maldito, un maldito manipulador y egoísta...", mascullaba entre sollozos y volvía a quedarse dormida, solo para despertar otra vez y repetir la misma manía y las mismas maldiciones.

Pasó esa noche entre reproches y pesadillas de reproches. Claro que lo único que ese canalla había estado buscando todo ese tiempo era acostarse con ella. Claro que hizo todo lo que hizo para confundirla. "¿Por qué creer que sentía algo por mí?", se cuestionaba. Todo era un juego para él. Todos lo sabían. Todos lo decían. Todos lo aceptaban. Solo ella podía haber sido lo suficientemente tonta como para dejarse llevar por la ilusión de que compartían algo especial. ¿Por qué se había dejado dominar por sus emociones? Tal vez porque le gustaba la sensación de no sentirse tan sola, o por pensar que él la escuchaba y la entendía. Era muy cómodo no tener que fingir, y era muy emocionante creer que él también se quedaba pensándola cuando se despedían. Y más que nada, desde que él había aparecido, su vida se sentía menos silenciosa, y las sombras del pasado ya no dolían tanto.

Pero Leon era Leon..."Solo se adapta a la situación para conseguir lo que quiere...". No se espera que sea otra persona, no puede serlo... Y mucho menos puede reemplazar el espacio vacante en su corazón, el que fue abandonado sin avisos ni explicaciones previas, y con el anhelo de un retorno incierto.

"Fue todo culpa mía...", de su ingenuidad y sus sórdidas ganas de no sentirse tan vacía. Todo era un error, y todo suyo, por donde lo viera. Si en el afán de dejar de sufrir por Chris Redfield había caído en los juegos de un mujeriego, no podía reclamarle nada a nadie más que a sí misma.

¿Pero qué iba a resolver llorando? Aun si llorara la noche entera y todas las que le quedaran de vida, hasta que sus mejillas ardieran como campos de arena erosionada, y sus ojos lucieran tan rojos como Marte, nunca podría obtener un resultado diferente.

Secó sus lágrimas y volteó a ver el otro lado de la cama. Repasó la mano por la almohada y por sobre las sábanas. La peor parte de aceptar la verdad iba a ser extrañar la alegría que daban las mentiras. Pues, aunque nunca más volviera a acercarse a Leon Kennedy, siempre iba a echar de menos a ese otro que fingió ser para seducirla. No había nada peor que saber que esa persona no existió nunca. Nada. Ni siquiera Chris y su indolente amnesia. Al menos él sí había sido real.

...

Amaneció el lunes. Katherine dejó de revisar el teléfono. Llevó a cabo todos los momentos insulsos de su rutina, haciéndose por primera vez consciente de la monotonía de tener que repetirlos a diario. Se duchó, se vistió, ató su cabello, desayunó, tomó su morral; el taxi essperaba en la puerta. Lo abordó, saludó al conductor. Llegó al laboratorio, dejó sus cosas en la sala de descanso y se puso su bata. Se colgó los lentes de protección en el cuello y esperó a que apareciera Rebecca, quien entró unos minutos más tarde, sosteniendo su té de burbujas y presumiendo una renovada sonrisa en su delicado rostro.

𝚂í𝚗𝚍𝚛𝚘𝚖𝚎 𝚁𝚎𝚍𝚏𝚒𝚎𝚕𝚍 - 𝙿𝚊𝚛𝚝𝚎 𝟸, 𝙰𝚗𝚝í𝚍𝚘𝚝𝚘Where stories live. Discover now