Capítulo 64

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Sábado por la mañana. Residencia Holmes.

Siguer acababa de terminar su desayuno. Dobló el periódico por la mitad y lo hizo a un lado. Luego de dejar todo en su lugar, salió de la cocina y se dirigió a su estudio.

Lastimosamente, el fin de semana no era sinónimo de descanso. A pesar de no cumplir un horario, aun debía atender ciertos asuntos laborales.

Sin ánimos de comenzar a ser productivo, caminó lentamente por la sala, dejando que sus ojos se desviaran distraídamente hacia la ventana que daba al jardín delantero.

La visión era la misma de todos los días. Sin embargo, tuvo el presentimiento de que algo no cuadraba en la imagen. A diferencia de su esposa e hijos, él no estaba dotado con el don de la deducción. Pero luego de pasar más de una década rodeado de genios, había aprendido una o dos cosas sobre sus métodos de observación.

Le tomó unos segundos entenderlo: el auto familiar aún seguía estacionado frente al garaje.

<< ...vendrán a casa a las nueve... >>

Siguer recordó la voz de Anabeth en la máquina contestadora. También recordó haberle informado a su hijo mayor acerca de la reunión el día anterior.

Revisó su reloj de pulsera, descubriendo que eran las 8.45.

"¿Mycroft aún sigue en la casa?" Se preguntó a sí mismo, regresando su mirada hacia la ventana.

Llevado por la curiosidad, subió las escaleras y se dirigió al cuarto del pelirrojo. Se detuvo frente a la puerta y tocó. Al segundo, escuchó un "pasa" desde el interior.

Siguer abrió la puerta, descubriendo en una mezcla de asombro y consternación, a su hijo tendido sobre la cama con un libro entre sus manos.

— ¿Se te ofrece algo, padre? —consultó, sin desviar la mirada de su lectura.

— Eh... Mycroft, son las 8.46.

El joven volteó a ver el reloj de forma desinteresada.

— Sí.

— ¿No vas a ir a despedirte de Anne? Porque dudo que lo hayas olvidado. —lo observó con curiosidad.

El pelirrojo cerró su libro y lo dejó sobre la mesa de noche. Sabía que su padre no abandonaría la habitación a la brevedad.

— No veo un propósito real en ello. —habló con calma, manteniendo su expresión neutra—. Ella se irá. Eso es un hecho. El estar presente ahí o no, no cambiará nada.

Siguer se adentró en la habitación. Pudo sentir la mirada de su hijo mientras se acercaba. Conociendo su carácter analítico, decidió que sería mejor ir directo al grano.

— Lamento mucho lo de Anne. —soltó sin rodeos—. Sé que ustedes dos eran muy unidos.

Siguer se sorprendió de que el chico ni siquiera se mosqueara ante la mención del asunto. Mycroft tan solo elevó una ceja con suspicacia y le dio una mirada prolongada.

— No hay nada que lamentar. —respondió con monotonía—. El señor Smith consiguió un mejor empleo. Podrán tener mayores comodidades y Anabeth tendrá acceso a una mejor educación. Estoy feliz por ella.

— Si estás feliz por ella... Entonces, ¿por qué no lo pareces?

Por un momento, el joven desvió la mirada, mostrándose reacio a contestar. El hombre, al ver su expresión, continuó.

— Mycroft... —recitó suavemente—. Sé que estos últimos días no han sido fáciles para ti.

— Yo no...

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu