Capítulo 50

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Viernes. Ultimo día de clases antes del receso invernal.

Esa había sido una buena semana. La castaña logró, por segunda vez, hacer uso del transporte público. Si bien su fobia no disminuyó en lo más mínimo —aún no llegaba a recorrer más de dos cuadras arriba del autobús—, en esta ocasión no sufrió un ataque de pánico tan grave como la vez anterior, lo que ya era otro avance importante.

Por otro lado, las notas de los exámenes de mitad de año fueron entregadas, siendo Mycroft y Anabeth los promedios más altos de la clase. Finalmente, la castaña pudo respirar tranquila. Estaba verdaderamente feliz por los resultados obtenidos. La única contra de todo aquello era que ahora el pelirrojo no dejaba pasar la oportunidad para alardear que él había tenido la razón desde el principio.

Anabeth tan solo se abstenía a rodar los ojos y hacer oídos sordos a los comentarios de su amigo, aunque secretamente daba gracias que él haya estado en lo correcto. Pero jamás diría eso en voz alta. No necesitaba darle más pretextos para alimentar su ego.

Ese último día, Mycroft y Anabeth caminaron tranquilamente por las frías calles de Londres. Milagrosamente, no había ni una nube en el cielo y el viento estaba calmo, por lo que las bajas temperaturas no representaban una molestia.

Esta vez, los jóvenes no se detuvieron en la parada de autobús. Anabeth se encontraba de muy buen humor y había dejado en claro que no deseaba arruinarlo rememorando sus viejos traumas de la infancia.

<< Quiero terminar bien la semana. >> Había dicho.

Mycroft, en esta ocasión, decidió respetar su deseo por lo que siguieron de largo. Podría conformarse caminando hombro con hombro junto a ella, disfrutando de su compañía silenciosa.

Luego de unos minutos, finalmente los jóvenes divisaron desde la esquina el auto familiar de los Holmes. Como de costumbre, Larry aguardaba sentado tras el volante con la radio encendida. La emisora, que transmitía una pieza de jazz, fue silenciada cuando el chofer los vio caminando por la acera.

Mycroft y Anabeth llegaron a la propiedad. La joven volteó a verlo y le sonrió.

— Aquí me despido. Que tengas una feliz Navidad.

El genio rodó los ojos con cansancio.

— ¿Por qué le das tanta importancia? No veo el propósito de celebrar una tradición diseñada para aumentar el consumismo en la sociedad.

— Lo siento, me olvidé que estaba hablando con el Grinch. —dijo sarcástica—. Al menos dime algo como "igualmente" o "felices fiestas". No es tan difícil.

Mycroft la observó con aburrimiento. La sonrisa de Anabeth se ensanchó la ver la mueca apática de su amigo.

— Agh... Igualmente. Y feliz Año Nuevo. —dijo de mala gana, para luego sonreír falsamente.

— Tu espíritu navideño deja mucho que desear, Holmes.

— Oh, ¿tengo espíritu navideño? No me había dado cuenta. —comentó con sarcasmo, ganándose un pequeño golpe juguetón en el brazo.

— Idiota. —susurró con diversión, sonsacándole una media sonrisa.

Una vez que dieron por terminada su pequeña charla, el joven giró sobre sus talones, abrió la puerta y se detuvo antes de introducirse en el auto.

— Eso me recuerda... —volteó a verla—. Detesto los saludos por las festividades, así que nada de llamadas. ¿De acuerdo?

— Okey... —pronunció lentamente, antes de agregar—. Aun así, nos veremos durante la semana. No te olvides que nos quedan cosas pendientes por hacer.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now