Capítulo 39

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Podía sentirse el olor a sal en el aire. El mar estaba agitado, formando inmensas olas que golpeaban contra el arrecife. Cualquier navío podría quedar atrapado en la corriente y ser arrastrado hacia las rocas, directo a una muerte segura.

 Cualquier navío podría quedar atrapado en la corriente y ser arrastrado hacia las rocas, directo a una muerte segura

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Pero ninguna tempestad sería rival para el intrépido capitán Holmes.

— ¡Todo a estribor! —ordenó, contemplando el océano desde la popa del barco.

— ¡Sí, capitán! —la joven pirata giró el timón, fijando el curso.

El capitán Holmes contempló con satisfacción como se alejaban del mortal arrecife y se abrían paso hacia aguas abiertas.

— Ya tenemos el viento en popa, señor.

— Excelente, grumete. Ahora despliegue las velas.

La pirata elevó una ceja.

— Capitán, eso no fue parte del trato. Usted me dijo que sería su contramaestre. —reclamó, apoyando las manos en sus caderas.

El capitán Holmes enarcó una ceja y se dirigió hacia la pirata rebelde.

— Jamás acordé eso, grumete Smith. —espetó—. Ahora haga lo que le ordené y despliegue las velas.

— Ah, no capitán. Primero quiero mi ascenso. —exigió, elevando el dedo índice en el aire—. De lo contrario tendrá que desplegar las velas usted solito.

El pelinegro rodó los ojos con fastidio.

— Por la autoridad que me fue conferida en este navío, la asciendo a contramaestre. —dijo de mala gana—. Ahora, ¡acate mis órdenes contramaestre Smith!

— ¡De inmediato, señor!

El capitán Holmes descendió a cubierta y caminó con paso firme hacia la proa. Las olas ladeaban la nave en un vaivén continuo y sinuoso, pero eso no resultó un problema para el pelinegro. Se movía con gracia y elegancia, haciendo ondear su largo abrigo en el viento. Llevó las manos tras su espalda y adoptó una postura firme, mientras contemplaba el embravecido océano.

Cuando la tormenta comenzó a amainar, le fue posible ver el horizonte. Desplegó su catalejo y divisó a lo lejos, entre las tinieblas, la silueta de una pequeña isla.

— ¡Tierra firme a la vista!

La pirata bajó con gran agilidad por las cuerdas del barco y se posicionó al lado de su capitán.

— ¿Es la isla del tesoro lo que veo, capitán? 

— Sin duda alguna. Nos dirigiremos hacia allá, pero debemos ser precavidos. Estas aguas son traicioneras.

— ¡Capitán! —llamó su atención, al reparar en un objeto borroso en el horizonte.

— ¿Qué sucede ahora contramaestre?

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now